Casa Olea, m¨¢xima tranquilidad en plena sierra Subb¨¦tica

Cinco a?os les llev¨® a los brit¨¢nicos Claire y Tim Murray-Walker la restauraci¨®n de este cortijo del siglo XIX arrebujado en un valle de olivar a unos 12 kil¨®metros de Priego de C¨®rdoba, donde inicia su ondulaci¨®n el parque natural de las Sierras Subb¨¦ticas. Ven¨ªan de recorrer el mundo hasta que el verde de estos montes los ancl¨® a una naturaleza pr¨®diga y austera en la que desarrollar un proyecto tur¨ªstico sostenible construido con ayuda de artesanos locales, alimentado con placas solares y caldera de biomasa para el agua sanitaria y la calefacci¨®n por suelo radiante de sus seis ¨²nicas habitaciones, iluminadas con bombillas de bajo consumo y objetos reciclados. Por eso la llaman la casa verde.

En verano, el paisaje de olivos se disfruta mejor al regazo de una p¨¦rgola de madera que cierra la atalaya de la piscina, si es que as¨ª puede llamarse la alberca. Todo aquello que no es terraza o mirador es puro monte, c¨¢rcava de fragancias estacionales, laderas encendidas de amaneceres y crep¨²scu?los solitarios. ?culo adentro, sobre el acceso principal, un pavimento empedrado configura la exigua antesala de la casa, que recibe al viajero con una bancada corrida de obra, cojines de rayas y una l¨¢mpara granadina que alumbra el rellano de la escalera, ambientado por una hornacina de azulejer¨ªa fina. Un sal¨®n con chimenea invita en los crudos d¨ªas de invierno. Hay tiempo para planear rutas serranas como la v¨ªa verde de la Subb¨¦tica, que se recorre en bici hasta el pueblecito blanco de Zuheros.

Cada habitaci¨®n es un canto al paisaje. Almendro mira al r¨ªo Salado a trav¨¦s de sus dos balcones de rejer¨ªa. Granado arma una cama grande de matrimonio y vistas a los olivares. Higuera evoca este arbusto caducifolio que sortea la finca en su camino al taraje del r¨ªo. Olivo presenta una orla de estrellas nazar¨ªes en los azulejos del cuarto de ba?o y vigas de madera a la vista. Nogal adquiere el nombre del ¨¢rbol que preside la entrada, contemplado a trav¨¦s del ojo de buey antes referido de la fachada. Y, por ¨²ltimo, Membrillo se abre a la sierra mediante dos balcones esquineros a la cama. Qui¨¦n podr¨ªa esperar aqu¨ª otra distracci¨®n m¨¢s televisiva que las propias ventanas de la casa.

El car¨¢cter del alojamiento y la atenci¨®n personalizada de los Murray-Walker impone una estancia m¨ªnima de dos noches. Y es que tampoco merece tanto el viaje perderse por estos andurriales para estar solo unas horas.