Montblanc, donde sant Jordi mat¨® al drag¨®n
Esta villa medieval es un pueblo de leyenda enclavado en la Conca de Barber¨¤, comarca tarraconense de vi?as y almendros
Una muralla rotunda arropa un d¨¦dalo de callejuelas que llevan a una inmersi¨®n en la historia de Montblanc. Una historia ligada a una de las tradiciones m¨¢s queridas de Catalu?a, la leyenda de sant Jordi, que ilustres estudiosos como el folclorista Joan Amades (1890-1959) ubica en esta peque?a poblaci¨®n de Tarragona. Desde 1987, Montblanc celebra cada 23 de abril una trepidante fiesta que conmemora la victoria del santo sobre el p¨¦rfido drag¨®n que asola la ciudad y devora a sus habitantes. La Semana Medieval (setmanamedieval.cat) celebra pues en 2021 su 34? edici¨®n, con un programa limitado a un par de d¨ªas, pero en el que se mantienen sus actos estrella, la representaci¨®n de la leyenda de sant Jordi y el mercado medieval, recuperando un poco la alegr¨ªa perdida en este ¨²ltimo a?o de pandemia.
Montblanc tiene unos 7.000 habitantes y se enclava en la peque?a comarca de la Conca de Barber¨¤, en el interior de la provincia catalana, flanqueada por altas monta?as como las de Prades, tras las cuales se abre la Costa Dorada. Es tierra de vi?as y almendros, mediterr¨¢nea por todos sus costados y tranquila. Y repleta de alicientes.
Para hacerse una idea de lo que puede deparar la visita es casi obligado recabar informaci¨®n en la oficina de turismo, ubicada junto a una antigua bodega modernista de 1919 obra de C¨¨sar Martinell, autor tambi¨¦n de otras catedrales del vino que se hallan en la misma Conca de Barber¨¤ y en otras comarcas vecinas. En la oficina organizan visitas guiadas que tienen inicio en el portal de Sant Antoni, una de las 34 torres que visten la villa. Desde all¨ª se toma la calle Mayor, que atraviesa toda la poblaci¨®n y finaliza frente a la iglesia de Sant Francesc, del siglo XII, su templo m¨¢s antiguo situado fuera de las murallas. Por el camino se recorre la estrecha callejuela dels Jueus, ¨²nico testimonio de la estancia de los jud¨ªos en Montblanc, y la plazoleta dels ?ngels. Conviene seguir hasta la plaza Mayor para detenerse a tomar un aperitivo ¡ªestamos en tierra de buenos vinos rosados, perfectos para esa hora del d¨ªa¡ª. Muy cerca queda la iglesia de Santa Mar¨ªa, que con su esbelta silueta preside el pueblo. Llama la atenci¨®n este edificio inacabado fruto de la crisis provocada por la peste negra. La portalada que luce hoy es barroca, tras la destrucci¨®n de la g¨®tica durante la guerra dels Segadors (1640-1652).
Antes de terminar la ma?ana, hay dos citas muse¨ªsticas ineludibles. La primera, al Centro de Interpretaci¨®n de Arte Rupestre, el CIAR (calle de la Pedrera, 2), donde contemplar una muy bien hilvanada exposici¨®n sobre la enorme riqueza en vestigios prehist¨®ricos de las monta?as de Prades, declarados patrimonio mundial en 1998. Se puede complementar la visita con excursiones hasta los abrigos rupestres m¨¢s asequibles desde Montblanc. La segunda es una curiosa y bella rareza: el Museu del Pessebre de Catalunya, que exhibe dioramas y figuras. Merece la pena hacer la visita guiados por su fundador y coleccionista de pesebres Ismael Porta.
Aprender a viajar lento
El simple acto de respirar incita a un movimiento pausado, que apuesta por la vida tranquila y el conocimiento de la naturaleza. Y de eso trata Respira Montblanc, una iniciativa a la que se han sumado m¨¢s de 20 empresas de la zona dedicadas al turismo.
Alojamientos como Les Voltes, en Barber¨¤ de la Conca; diversas bodegas; restaurantes como Cal Maginet, en Vilaverd, y empresas de actividades de todo tipo llenan de contenido el proyecto. Un buen ejemplo es Espai Aromis, dedicada al cultivo del azafr¨¢n, adem¨¢s de la elaboraci¨®n de aceite arom¨¢tico, con una original propuesta que invita a participar en la recolecci¨®n de estas delicadas flores y realizar rutas guiadas e interpretativas a las pinturas rupestres de la zona acompa?ados de Joan Cartany¨¤, alma mater de Aromis. Unir fuerzas para forjar una propuesta viajera que resulte humana, sostenible e inolvidable.
Despu¨¦s hay que retomar la calle Mayor para llegar al otro extremo de la muralla, no sin antes degustar uno de los dulces tradicionales de la villa, las cocas de Montblanc, esponjosas y azucaradas. En la pasteler¨ªa Andreu (Mayor, 55) llevan m¨¢s de 180 a?os, cinco generaciones, amasando cocas y elaborando montblanquins (almendras recubiertas de pasta de huevo y az¨²car).
La trepat es la reina
Aqu¨ª las calles est¨¢n llenas de sorpresas arquitect¨®nicas y su encanto debe descubrirse en un paseo sosegado. Lo mismo ocurre con los alrededores, en los que abundan los vi?edos, las bodegas e infinitas posibilidades para el senderismo y las rutas en bicicleta. La Conca de Barber¨¤, con denominaci¨®n de origen propia, es tierra de buenos rosados, tintos y espumosos. La trepat es la variedad reina, el 90% de este tipo de uva se cultiva en esta zona. En el mismo Montblanc se encuentran varias bodegas que se pueden visitar y ofrecen experiencias enotur¨ªsticas.
Una de ellas es la hist¨®rica Mas Foraster. Sus inicios datan de 1828, y aqu¨ª se elaboran vinos multipremiados y se apuesta por la viticultura ecol¨®gica. La bodega familiar Vins de Pedra es otra de las buenas opciones para conocer los vinos de la Conca de Barber¨¤ y, a la vez, disfrutar de unas bellas vistas desde una de las torres de la muralla de Montblanc.
Un buen vino debe maridarse con una buena comida y aqu¨ª son especialmente recomendables los caracoles y los cal?ots. El restaurante El Mol¨ª del Mallol, en un edificio del siglo XII, ofrece una carta excelente elaborada con productos de proximidad y recetas tradicionales que son reinterpretadas para obtener toda su esencia. Anna Pasqual y Abdon Tarrats son sus art¨ªfices, todo pasi¨®n por la buena mesa y el mimo de los comensales.
B¨¤rbera de la Conca, a ocho kil¨®metros de Montblanc, con su castillo templario y su bodega modernista, brilla con luz propia. Aqu¨ª est¨¢ una de las bodegas emblema de la comarca, Carlania Celler, con vinos de agricultura biodin¨¢mica. Jordi Mir¨® y S¨°nia Gom¨¤ iniciaron su andadura en 2007 amando la tierra y el buen vino que ofrecen a todo aquel que lo desee catar. Montblanc est¨¢ rodeado de peque?os n¨²cleos habitados como Rojals y Vilaverd, por lo que tambi¨¦n es buena opci¨®n elegir alojamiento en alguno de ellos. En las afueras de Rojals se halla la Masia de l¡¯Arlequ¨ª, una antigua casa de 1797 remodelada por Anna Y¨¢nez y ?lvar Oliver, que la han convertido en un para¨ªso de paz. El entorno invita a realizar rutas por escarpados barrancos y caminos insondables.
Si nos quedamos en Montblanc, al atardecer la vista es insuperable con el sol ocult¨¢ndose tras las murallas. Unas grandes letras de cer¨¢mica con el nombre de la ciudad apostadas junto a la torre de Sant Antoni recuerdan que, adem¨¢s de vino, esta es tambi¨¦n tierra de arcilla y cer¨¢mica.
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