Por qu¨¦ merece la pena seguir viajando
La pandemia lleg¨® en un momento en el que se estaba produciendo un debate sobre el sentido del turismo, tanto por la necesidad de ser m¨¢s sostenible como de proteger entornos ¨²nicos. Lentamente, las fronteras se abren de nuevo, lo que es una buena noticia porque sin los viajes la humanidad ser¨ªa peor
Annie Hall culmina con uno de los finales m¨¢s emocionantes de la historia del cine. Alvy Singer, el personaje que interpreta Woody Allen, trata de explicar sus sentimientos tras reencontrarse con su antiguo amor. ¡°Record¨¦ aquel viejo chiste del tipo que va al psiquiatra y le dice: ¡®Doctor, mi hermano est¨¢ loco, cree que es una gallina¡¯. El doctor contesta: ¡®?Por qu¨¦ no lo interna?¡¯. Y el tipo le dice: ¡®Lo har¨ªa, pero necesito los huevos¡¯. Pues eso, m¨¢s o menos, es lo que pienso sobre las relaciones humanas: son irracionales y locas, y absurdas, pero¡ supongo que continuamos manteni¨¦ndolas porque la mayor¨ªa necesitamos los huevos¡±. De alguna forma, esta misma frase podr¨ªa aplicarse a los viajes de placer: pueden ser inseguros, hace calor (o fr¨ªo), la comida es rara, incluso mala, los aviones son un martirio y contaminan, los retrasos exasperantes, la habitaci¨®n no es la que esper¨¢bamos, no hay forma de encontrar un hueco en la playa, ni una mesa para comer¡ Pero todos necesitamos los huevos y, adem¨¢s, sin ellos la humanidad ser¨ªa mucho peor.
Despu¨¦s de un a?o y medio de pandemia, las vacunas y los pasaportes sanitarios vuelven a abrir la posibilidad de desplazarse. Lentamente, las fronteras se abren y el mundo vuelve a hacerse grande. Los viajes son de nuevo una esperanza y un desaf¨ªo. Pocos textos literarios expresan con tanta certeza nuestra relaci¨®n con el turismo como La vuelta al mundo de un novelista, de Vicente Blasco Ib¨¢?ez. Publicado por primera vez en 1924, se trata de un gran cl¨¢sico de la literatura de viajes en castellano ¡ªel reportero Manu Leguineche estaba entre sus fans¡ª en el que el escritor valenciano, que entonces era seguramente el novelista m¨¢s famoso y mejor pagado del mundo, relata su periplo alrededor de la Tierra en el lujoso crucero Franconia. El autor de Los cuatro jinetes del Apocalipsis explica que se encontraba en el jard¨ªn de su villa de la Costa Azul, en Menton, y, cuando se acerca el momento de emprender la larga aventura, una voz interior comienza a poner pegas. ¡°Qu¨¦date ¡ªdice la orquesta murmurante del jard¨ªn¡ª; vas a perder nuestras flores y nuestros frutos, los dulces atardeceres del oto?o, la compa?¨ªa serena y luminosa de los libros¡±, escribe. ¡°Perder¨¢s tambi¨¦n las fiestas invernales de la Costa Azul, que atraen a los felices de la tierra: el Carnaval de Niza, las ¨®peras y conciertos de Montecarlo, las regatas, los bailes en hoteles enormes como alc¨¢zares de leyenda, las batallas de flores. Vas a renunciar a las dulces horas vespertinas en tu biblioteca¡¡±. Sin embargo, Blasco Ib¨¢?ez elige el viaje, como lleva haciendo la humanidad desde la noche de los tiempos.
¡°El turismo es una clar¨ªsima se?al de progreso¡±, explica Jos¨¦ Mar¨ªa Faraldo, profesor de la Universidad Complutense y coautor, junto a Carolina Rodr¨ªguez-L¨®pez, de Introducci¨®n a la historia del turismo (Alianza Editorial). ¡°La turismofobia siempre me ha parecido un sentimiento bastante absurdo. Al principio viajaban los que pod¨ªan hacerlo, los que ten¨ªan dinero y, sobre todo, tiempo. Mucha gente no ten¨ªa tiempo. Cuando la mayor¨ªa de la poblaci¨®n trabajaba en el campo de sol a sol, no se pod¨ªa ir m¨¢s all¨¢ de la verbena del pueblo de al lado. Todo el mundo tiene derecho a viajar. Poner trabas a que la gente lo haga es siempre negativo¡±.
La pandemia lleg¨® en un momento en el que se estaba produciendo un debate mundial sobre el sentido de los viajes y cuando la turismofobia se estaba convirtiendo en una palabra de moda en algunas ciudades, como Barcelona o Venecia, que hab¨ªan sido tomadas al asalto por masas de visitantes, desplazando a sus vecinos. La llamada gentrificaci¨®n, la pesadilla de los pisos tur¨ªsticos, que disparan los alquileres y convierten los barrios en parques tem¨¢ticos, se sum¨® a un concepto que populariz¨® la joven activista clim¨¢tica Greta Thunberg, flygskam: tener verg¨¹enza de volar por la huella de carbono que produce la aviaci¨®n comercial. ¡°El futuro del turismo ser¨¢ ecol¨®gico o no ser¨¢¡±, explica Faraldo, quien cree que el porvenir de los viajes pasa por establecer una relaci¨®n ¡°menos agresiva con el medio ambiente¡±. Eso no significa renunciar a ellos, sino que los desplazamientos se organicen y racionalicen de forma que las exigencias ecol¨®gicas sean mucho m¨¢s elevadas.
Se trata de algo en lo que ya est¨¢ trabajando la Organizaci¨®n Mundial del Turismo, un organismo dependiente de Naciones Unidas, para evitar que se cumplan sus propias previsiones: si no se hace nada, calcula que para 2030 las emisiones relacionadas con los viajes de placer aumentar¨¢n un 30%. La idea no es parar el mundo y bajarse, sino buscar f¨®rmulas para que la huella de carbono se reduzca dr¨¢sticamente, desde evitar el uso de pl¨¢sticos desechables hasta cambiar los medios de transporte para desplazamientos cortos. Y lo mismo ocurre con los problemas derivados de la alta concentraci¨®n de turistas en algunos lugares del mundo. Ciudades como ?msterdam o Berl¨ªn est¨¢n llevando a cabo pol¨ªticas muy activas contra los pisos tur¨ªsticos y para proteger el comercio local.
Lugares que enriquecen
Sin embargo, hay ciudades en las que la presencia masiva de viajeros tiene dif¨ªcil arreglo. Resultar¨¢ inevitable que barrios de Par¨ªs, Barcelona, Madrid, Venecia, Berl¨ªn, Nueva York, ?msterdam, Marraquech, T¨²nez, Buenos Aires, Cartagena de Indias o Londres vuelvan con los meses a llenarse de turistas por un motivo insoslayable: son ¨²nicos, han enriquecido a millones de personas desde los tiempos del Gran Tour, de los siglos XVII y XVIII, o incluso antes. Son ciudades globales y maravillosas que han mejorado el mundo.
El centro de Roma es inc¨®modo, deslavazado, lleno de centuriones de cart¨®n piedra, de palos de selfi y de pizzer¨ªas dudosas. Da igual: visitarlo es una experiencia tan intensa que hasta puede provocar el llamado s¨ªndrome de Stendhal, desatado por el exceso de belleza. Los museos del Prado, Orsay, Van Gogh, Metropolitan, El Cairo o el Louvre pueden llenarse de visitantes que se apelotonan para contemplar Las meninas, La Gioconda o los impresionistas del siglo XIX. Pero son espacios que albergan la memoria de la humanidad, que atesoran toda la belleza del mundo.
Algunos sitios, en cambio, resultan especialmente fr¨¢giles y su conservaci¨®n para el futuro plantea dudas y debates. Que siga aumentando de forma exponencial el n¨²mero de turistas en ruinas como Pompeya o las tumbas del Valle de los Reyes no resulta sostenible. De alguna manera ser¨¢ necesario establecer cupos, como ocurre, por ejemplo, en las cuevas con arte parietal: la mayor¨ªa de las grutas con dibujos prehist¨®ricos que pueden visitarse los tienen. Machu Picchu tambi¨¦n, aunque desde el pasado diciembre se increment¨® su capacidad de admisi¨®n de 675 a 1.116 visitantes diarios (que deben realizar una reserva previa). Eso s¨ª,?tampoco tiene sentido hurtar a las generaciones del futuro (y del presente) yacimientos que nos permiten entender mejor nuestro pasado y que, por encima de todo, proporcionan una experiencia est¨¦tica y humana enriquecedora y ¨²nica.
La profesora de Cambrid?ge y clasicista Mary Beard, siempre divertida, pol¨¦mica y acertada, provoc¨® un cierto esc¨¢ndalo cuando declar¨® a la prensa brit¨¢nica que tal vez la destrucci¨®n de Pompeya sea inevitable, pero que ser¨ªa mucho peor privar al mundo de la posibilidad de poder visitar la ciudad romana. ¡°Tengo una opini¨®n bastante s¨®lida sobre el da?o que el turismo ha hecho a Pompeya y sobre c¨®mo deber¨ªamos gestionarlo¡±, escribi¨® en su blog. ¡°Hacemos lo que podemos razonablemente para preservar el sitio (y no, no apruebo ¡ªcomo algunos pensaron que estaba diciendo¡ª que cualquier visitante saque lo que le apetece). Pero tenemos que aceptar que las ruinas son ruinas, y la regla es que se arruinar¨¢n m¨¢s, especialmente cuando fueron destruidas por un volc¨¢n en el a?o 79 de la era cristiana y, no lo olvidemos, bombardeadas seriamente por los aliados en la II?Guerra Mundial¡±. ¡°Lo bueno de Pompeya es que un tercio de la ciudad est¨¢ sin excavar, a salvo bajo tierra; y todo el mundo, hasta donde yo s¨¦, se ha comprometido a dejarla all¨ª para que las generaciones futuras la exploren y analicen¡±, prosegu¨ªa Mary Beard. ¡°El resto es inevitablemente fr¨¢gil y podemos retrasar su eventual colapso, pero no evitarlo. Mientras tanto, creo que debemos decir que nos corresponde estudiarlo, explorarlo, disfrutarlo y compartirlo. Si tenemos una responsabilidad con el pasado, esa es¡±.
El turismo seguir¨¢ aumentando en un mundo global con m¨¢s conexiones ¨¢reas que nunca, en el que cada vez m¨¢s personas tienen la posibilidad de viajar, con el surgimiento de clases medias en los dos pa¨ªses m¨¢s poblados del mundo, China y la India, y en el que la tecnolog¨ªa limita el impacto de barreras que antes resultaban disuasorias (como orientarse en una ciudad desconocida o incluso poder comunicarse sin hablar un idioma). Adem¨¢s, parar ese movimiento universal es insostenible desde un punto de vista econ¨®mico. Basta con constatar el da?o que la ausencia de turistas por la pandemia ha hecho a la econom¨ªa espa?ola: el sector pas¨® de representar el 14,1% del PIB en 2019 al 5,9% en 2020, de acuerdo con el informe anual de impacto econ¨®mico del Consejo Mundial de Viajes y Turismo, un organismo internacional que aglutina a 200 compa?¨ªas.
Seg¨²n un informe de la Organizaci¨®n Mundial de Turismo, entre enero y marzo de 2021, los destinos del mundo recibieron 180 millones menos de llegadas de turistas internacionales en comparaci¨®n con el primer trimestre del pasado a?o. Asia y el Pac¨ªfico siguieron mostrando los niveles m¨¢s bajos de actividad, con una ca¨ªda del 94%. Europa registr¨® la segunda mayor ca¨ªda (-83%), seguida de ?frica (-81%), Oriente Pr¨®ximo (-78%) y Am¨¦rica (-71%). Esos datos se traducen en p¨¦rdidas de empleos, en personas que no pueden ganarse la vida, pero, sobre todo, describen un mundo mucho m¨¢s peque?o y pobre.
Viajar no es solo una cuesti¨®n econ¨®mica, es una cuesti¨®n vital. ¡°Mi vida ha sido un cruzar constante de fronteras, tanto f¨ªsicas como metaf¨ªsicas. Ese es para m¨ª el verdadero sentido de la vida¡±, explic¨® el gran reportero y viajero polaco Ryszard Kapuscinski en una entrevista con Ram¨®n Lobo en este diario cuando se public¨® su libro Viajes con Her¨®doto (Anagrama), una reflexi¨®n sobre su existencia como trotamundos. ¡°Hay que aventurarse en lo desconocido, dejarse guiar por la magia de viajar que act¨²a como una droga y en la que el camino es el tesoro¡±, escribi¨® el reportero polaco.
Antes de que se inventase la palabra turismo ¡ªa principios del siglo XIX en el Reino Unido y Francia, aunque no lleg¨® al Diccionario de la Real Academia Espa?ola hasta 1925 para definir la ¡°afici¨®n a viajar por gusto de recorrer un pa¨ªs¡±¡ª, los viajes de placer ya eran muy intensos. Jos¨¦ Mar¨ªa Faraldo y Carolina Rodr¨ªguez-L¨®pez explican en su Introducci¨®n a la historia del turismo que ¡°la palabra usada en el castellano cl¨¢sico para viajero era la de peregrino, que ten¨ªa un sentido mucho m¨¢s amplio que el que le damos hoy. Esta palabra proven¨ªa del t¨¦rmino latino peregrare, que significaba simplemente ¡®viajar por el mundo¡¯. San Agust¨ªn de Hipona escrib¨ªa en el siglo IV despu¨¦s de Cristo que todos somos peregrinos, gente de paso en el mundo, y su met¨¢fora del mundo como viaje ha llegado hasta nuestros d¨ªas¡±.
¡®Wanderschaft¡¯, una palabra clave
En su ¨²ltimo libro, El hilo de oro (Ariel), el profesor de Cl¨¢sicas de la Complutense y escritor David Hern¨¢ndez de la Fuente describe la larga ¨¦poca, antes de la I?Guerra Mundial, en la que Europa viv¨ªa sin fronteras a trav¨¦s de una palabra, Wanderschaft, ¡°de origen medieval, fervor rom¨¢ntico y a¨²n vigente: son a?os errantes que los aprendices de un oficio deben pasar sin residencia fija, con una vestimenta especial de su gremio y un pasaporte que les abre las casas, las ciudades y los saberes de su especialidad¡±. Sin esta instituci¨®n que permiti¨® viajar a los artesanos no hubiesen existido ni las catedrales, ni las universidades, ni los saberes comunes que hacen de Europa lo que es.
Mucho antes, Her¨®doto pudo realizar sus viajes porque los antiguos griegos, cuenta Kapuscinski, crearon la figura del proxenos, ¡°el amigo del hu¨¦sped, una instituci¨®n al uso en aquellos tiempos, una especie de c¨®nsul que, por voluntad propia o por encargo remunerado, se ocupaba de los viajeros llegados a la polis de la que ¨¦l era originario¡±. Es una figura m¨¢s profunda que la de nuestros gu¨ªas tur¨ªsticos porque, como explica Hern¨¢ndez de la Fuente, ¡°hay que recordar aquel viejo proverbio entre los griegos que dec¨ªa que ¡®de Zeus vienen los extranjeros¡¯ (Homero, la Odisea). Bajo el calificativo de xenios, el ¡®protector de los extranjeros¡¯, gobernaba el pr¨®vido dios del Olimpo las relaciones humanas cuidando de la fidelidad entre hu¨¦sped y anfitri¨®n como sagrada ley¡±.
La historia humana solo se puede explicar como un largo viaje, que empieza hace millones de a?os en ?frica, de donde sali¨® en diferentes oleadas un hom¨ªnido que acab¨® poblando el planeta: el Homo sapiens, nosotros. De todas las haza?as de la prehistoria, la m¨¢s extra?a y desafiante es la llegada del hombre moderno a Australia, un continente que siempre fue una isla. En alg¨²n momento, hace unos 60.000 a?os, un grupo de Homo sapiens lleg¨® a una playa, mir¨® hacia el mar inmenso y desconocido y, de alg¨²n modo que ignoramos porque no sabemos c¨®mo se navegaba entonces y mucho menos c¨®mo se orientaba alguien en mar abierto, decidi¨® seguir adelante y continu¨® viajando para poblar un continente hasta entonces deshabitado. Es sorprendente que llegase a Australia 20.000 a?os antes que a Europa, mucho m¨¢s cercana a ?frica. Solo una pandemia ha logrado parar durante unos meses ese viaje interminable que nos convierte en humanos. Ahora toca volver a empezar.
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