Nimes a trav¨¦s del m¨®vil de un fotoperiodista
De su imponente pasado romano a las obras contempor¨¢neas de Norman Foster y Philippe Starck, recorremos la ciudad francesa con Sergi Reboredo
?Qu¨¦ hace un fotoperiodista cuando ejerce de turista? Lo mismo que el resto de los mortales, asegura Sergi Reboredo: sacarse el m¨®vil del bolsillo y hacer fotograf¨ªas. Reboredo (Sant Adri¨¤ de Bes¨°s, 1971), uno de los fot¨®grafos espa?oles m¨¢s reconocidos a escala internacional, pasea por Nimes, en el sur de Francia, con la tranquilidad de quien sabe que esta vez no tiene que tomar im¨¢genes para ganarse el pan. ¡°Quiz¨¢ la diferencia con un turista¡±, opina, ¡°es que yo intento contar una historia a partir de un conjunto de im¨¢genes. Y esto tambi¨¦n puede hacerse con el m¨®vil¡±.
Reboredo se ha bregado en m¨²ltiples frentes profesionales: en el Irak ocupado en 2003 por Estados Unidos y sus aliados; en Kenia informando sobre enfermos de sida; en Sri Lanka dando testimonio de la destrucci¨®n causada por el tsunami de 2004; o a bordo del Transcant¨¢brico, uno de los viajes en tren que aparece en su libro Trenes por el mundo. Establecido en su Sant Adri¨¤ natal, en la provincia de Barcelona, los ¨²ltimos a?os se ha significado por la fotograf¨ªa de viajes. Reboredo volvi¨® el pasado mayo a la capital del departamento de Gard para presentar su ¨²ltimo libro, 101 lugares de Francia sorprendentes (editorial Anaya Touring). El viaje, al que EL PA?S estuvo invitado, fue en la l¨ªnea de alta velocidad de la compa?¨ªa estatal francesa SNCF que conecta Barcelona con Lyon, y que tiene parada en Nimes. Ciudad de 150.000 habitantes, esta acoge un legado ¨²nico del imperio romano y es referente de la cultura taurina en Francia, adem¨¢s de una de las propuestas en el libro de Reboredo.
El fot¨®grafo accedi¨® a recorrer la ciudad m¨®vil en mano y capturar para El Viajero los rincones y los momentos de la vida urbana que m¨¢s le llamaron la atenci¨®n.
El templo romano y Norman Foster
Ante la Maison Carr¨¦e, tambi¨¦n llamada ¡°la casa cuadrada¡± (arenes-nimes.com), el visitante reacciona de forma impulsiva: dirige sin pensarlo el tel¨¦fono hacia su front¨®n y sus columnas. Es el ¨²nico templo romano ¡°conservado por completo¡± en el mundo, asegura la oficina de turismo del Ayuntamiento. Fue levantado en los primeros a?os del siglo I y ha ejercido desde su fundaci¨®n como centro neur¨¢lgico de Nimes. Explic¨® Alejandro Dumas en 1841, en su libro Impresiones de viaje, mediod¨ªa de Francia, que ¡°la Maison Carr¨¦e es tan maravillosa que Luis XIV y Napole¨®n pensaron seriamente en trasladarla a Par¨ªs¡±. La operaci¨®n no pudo ser porque ¡°los pilares de piedra que la hab¨ªan sostenido durante siglos estaban profundamente hundidos en la tierra¡±, se?alaba el padre de D¡¯Artagnan en un periplo que realiz¨® por los territorios de Occitania acompa?ado de su perro Mylord.
Reboredo no es una excepci¨®n, la Maison Carr¨¦e le atrae como a Dumas o como a los turistas que vuelven a concentrarse frente a ella despu¨¦s de dejar atr¨¢s lo peor de la pandemia. El fot¨®grafo de Sant Adri¨¤ no dispara compulsivamente: algo distra¨ªdo, casi como si no prestara atenci¨®n, busca el mejor ¨¢ngulo para capturar el conjunto arquitect¨®nico. Su favorita es la imagen que toma de la maison desde el interior del Carr¨¦ d¡¯Art, el museo de arte contempor¨¢neo de la ciudad. Desde esa posici¨®n tiene una visi¨®n panor¨¢mica de la plaza y de la planta inferior del museo, donde hay una biblioteca municipal llena de estudiantes. Es el contraste entre el monumento del pasado y el futuro. El conjunto es armonioso y la foto expone c¨®mo el templo queda perfectamente integrado en el barrio antiguo de Nimes. Un escenario, la place, majestuoso, que redise?¨® en 1993 el arquitecto Norman Foster, autor tambi¨¦n del edificio del museo contempor¨¢neo. A Reboredo le llama la atenci¨®n el equilibrio visual entre las escaleras interiores y el techo acristalado del museo. En una de sus fotograf¨ªas, una mujer coincide frente a frente con la escultura que da la bienvenida al visitante: una de las cabezas monstruosas de Ugo Rondinone de su serie Sunrise. East. La cabeza, las escaleras y la estructura misma del edificio inundan la imagen de destellos plateados.
El cocodrilo y el toro
Nimes es una ciudad especialmente mimada por la historia. Es una urbe de moda incluso entre los parisienses que durante la pandemia, y con el auge del teletrabajo, han decidido mudarse fuera de la capital. Est¨¢ a tres horas de distancia de Par¨ªs en tren de alta velocidad, el mismo tiempo que se tarda en llegar desde Barcelona. No solo Foster dej¨® su huella aqu¨ª, tambi¨¦n lo hizo Philippe Starck. El escudo oficial de la ciudad es una creaci¨®n de 1985 del dise?ador franc¨¦s: una revisi¨®n de uno de los emblemas m¨¢s singulares de Europa, el de un cocodrilo atado a una palmera.
En el siglo XVI fue descubierta una moneda acu?ada en Nimes en el a?o 27 antes de Cristo. En un lado aparec¨ªa el busto del emperador Octavio Augusto y en el otro, el nombre de Nemausus ¡ªel nombre en lat¨ªn de Nimes¡ª, una palmera y un cocodrilo atado a ella con una cadena. La colonia fue creada en honor a Octavio, y la enigm¨¢tica moneda se timbr¨® para recordar la conquista de Egipto por parte del primer emperador romano a partir de la batalla de Accio, en el 31 antes de Cristo, frente a Marco Antonio y Cleopatra.
El estiloso cocodrilo de Starck aparece en cada rinc¨®n de la ciudad, aunque es quiz¨¢ en la sede del Ayuntamiento donde el contraste es mayor entre este icono modernizado y los primeros blasones institucionales con el cocodrilo, que datan del siglo XVI. Reboredo prest¨® especial atenci¨®n a los arcos de la calle de la Tesorer¨ªa, un rinc¨®n del acceso de la Casa Consistorial que remonta sus or¨ªgenes al siglo XV. El fotorreportero se apost¨® en una esquina para captar el trasiego de los funcionarios y de los clientes en los bares colindantes. La alegr¨ªa se percib¨ªa en los transe¨²ntes que, despu¨¦s de meses de severas restricciones sanitarias, finalmente pod¨ªan disfrutar de una copa de pastis o de una cena en las terrazas del barrio medieval.
El casco antiguo de Nimes es una isla rodeada por amplias avenidas y plazas que abren de repente el espacio urbano, como si quisieran replicar la grandiosidad de Par¨ªs. En la explanada Charles de Gaulle, la escultura de un toro de lidia de ocho metros de largo fue el ¨²ltimo vecino en llegar. Obra del artista Djoti Bjalava, se instal¨® en 2018 frente al anfiteatro romano, hoy convertido en una de las plazas de toros m¨¢s grandes de Francia. A medida que han ido aumentado las prohibiciones para celebrar corridas en comunidades aut¨®nomas como Catalu?a, las fiestas taurinas de Nimes son cada vez m¨¢s celebradas por los aficionados espa?oles. Diestros de primera fila no se pierden las semanas de fiestas en la ciudad francesa en una de las plazas m¨¢s espectaculares: su circo romano, del siglo I, fue concebido para albergar a 23.000 personas. ¡°La funci¨®n y las proporciones gigantescas de la arena muestran un estado de civilizaci¨®n diferente al nuestro¡±, se?al¨® en 1835 el escritor Prosper M¨¦rim¨¦e en uno de sus informes como inspector general de Monumentos Hist¨®ricos. Sergi Reboredo tiene claro lo que hay que hacer en el anfiteatro romano: si los visitantes se pierden en sus cinco galer¨ªas, ¨¦l en cambio sube directo hacia lo m¨¢s alto para capturar en una imagen ¡°las proporciones gigantescas¡± de las que hablaba M¨¦rim¨¦e.
El manantial de la vida
Otra instant¨¢nea con la que Reboredo no dud¨® fue tomada ante las ruinas del Templo de Diana: los rayos del sol parecen dibujar las piedras ennegrecidas por el incendio que destruy¨® el edificio a finales del siglo XVI, durante las guerras de religi¨®n entre cat¨®licos y protestantes. La estructura del templo se cree que sirvi¨® como santuario imperial, biblioteca y como lugar de culto dedicado a Augusto alrededor del 25 antes de Cristo, aunque su funci¨®n exacta sigue siendo en realidad un misterio.
Entre los antiguos pasillos del templo crecen hoy pinos monumentales. Se encuentra en el espacio m¨¢s importante de la localidad, los Jardins de la Fontaine, el primer parque p¨²blico inaugurado en Europa, en 1738, por Luis XV. Son jardines que beben del manantial de Nimes y sobre el que se han ido acumulando vestigios de todos los pueblos que all¨ª se asentaron. En los canales que desde el siglo XVIII transportan el agua hacia la ciudad y hacia sus campos, Reboredo se queda con una escena final, de la que el autor resalta su simetr¨ªa: dos mujeres en un puente, cada una con un ni?o, colocadas como un reflejo sobre el agua que trajo la vida a este rinc¨®n de Europa.
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