Hotel Chiqui, habitaci¨®n con vistas a la playa del Sardinero de Santander

Es ya un cl¨¢sico en Santander. Y, tras las ¨²ltimas reformas, le queda un tiempo m¨¢s para seguir aventajando al resto de los hoteles santanderinos en clasicismo y contemporaneidad. Su ubicaci¨®n al final de la segunda playa del Sardinero le otorga unas vistas privilegiadas al arenal, a la isla de Mouro y al palacio de la Magdalena, otro santo y se?a indiscutible de la tradici¨®n ecl¨¦ctica regionalista de la ciudad.

Parafraseando al poeta Jos¨¦ Hierro, ?comenzar a vivir de nuevo! Es lo que le tocaba con los a?os al hotel Chiqui, propiedad de la familia Sebrango, que posee tambi¨¦n el bonito Dear de la Gran V¨ªa madrile?a, con la participaci¨®n estil¨ªstica de la reputada Sandra Tarruella, capaz de responsabilizarse, si la dejan, de todas las ¨¢reas del desarrollo visual y funcional de sus proyectos decorativos: el paisajismo, la arquitectura interior, el dise?o gr¨¢fico, la marca, el merchandising¡­ Aqu¨ª solamente ha remodelado las siete habitaciones de la planta baja, que no lucen mucho porque dan al garaje, pero anticipan el rigor est¨¦tico que seguir¨¢ el resto de las instalaciones en cuanto las despoje de su aburrido manierismo de los a?os sesenta y setenta. Otro logro de Tarruella es el dise?o del patio interior, por el cual se sube hasta la terraza con piscina, la ¨²nica de horizonte infinito que hay en la ciudad c¨¢ntabra. La ¨²nica tambi¨¦n que desborda agua por sus cuatro costados, lo que le confiere una sensaci¨®n irreal de evanescencia marina, con dos tumbonas que flotan sobre el agua.

A la hora de dormir sigue siendo preferible subirse a las plantas superiores, donde los balcones ofrecen una panor¨¢mica inigualable de la bah¨ªa. Especialmente en las habitaciones esquineras, ya que cuentan con una doble balconada. Algunos desperfectos se ir¨¢n subsanando seg¨²n avance la reforma por niveles. Pero ya nos las imaginamos todas con ese toque desenfadado de las primeras, el mobiliario a medida, los suelos y paredes en tonos piedra y los cabeceros de esparto que tanto recuerdan a aquellos parasoles utilizados por los ba?istas de principios del siglo XX.

Llueva o escampe, d¨ªa y noche, en invierno o en verano, las atenciones de su equipo de profesionales desv¨ªan enseguida hacia el interior los remilgos arquitect¨®nicos que nos produce desde lejos la fachada. Hay vida bajo el cielo estrellado de Santander.