Refugio del Cares, remanso de tranquilidad en plenos Picos de Europa

A quienes se internan por los Picos de Europa en busca de pueblines olvidados les parecer¨¢ que nada de lo que indica su navegador est¨¢ donde est¨¢ ni es lo que se supone que debe ser. El orbayu, esa lluvia fina que tampoco da se?ales de d¨®nde viene ni ad¨®nde va, hace el resto. Es muy com¨²n encontrarla en la subida al Alto de las Estazadas, siguiendo la l¨ªnea del r¨ªo Cabras, hasta Ortiguero, en cuyo n¨²cleo de casas, praderas y atalayas se remansa el Refugio del Cares, un hotelito en edad n¨²bil para los amantes de la monta?a asturiana. Tan joven como la pareja formada por Iraia y Dragos; ella al frente de la recepci¨®n y las camas, ¨¦l a cargo de los fogones y la sala comedor.

Cuesta llegar la primera vez por lo enrevesado del camino, obligado a serpentear por los aleda?os de otro alojamiento renombrado en la zona, La Casona del Jou. Menos mal que el vecindario (poco m¨¢s de 50 habitantes) ya est¨¢ avisado y orienta el acceso con m¨¢s tino que el GPS. Los propietarios ayudan estando al tanto de la llegada del viajero.

Mucha simpat¨ªa y muchas ganas de trabajar. Salta a la vista desde el mismo aparcamiento, anunciado justo al traspasar la cancela, si bien inc¨®modo para realizar las maniobras necesarias, por lo que el com¨²n de los automovilistas se adentran hasta el interior de la finca. Ah¨ª, en un correcto ajardinamiento, se ofrecen unas mesitas para tomarse algo si hace buen tiempo.

Enfrente de la casona, reconocible por sus colores burdeos en la fachada, existe una peque?a piscina con vistas a la monta?a, ideal para el verano e incluso en los d¨ªas rigurosos del invierno, solo por mirarla. Por dentro, los espacios est¨¢n bien atemperados, con los radiadores siempre en marcha no solo para aportar calor, sino para extraer la humedad de sus cuatro ¨²nicos dormitorios. El orden decorativo invita al descanso con su pavimento de madera, las mesitas de noche bien acopladas y un recoleto armario tintado de blanco. No es necesario m¨¢s.

La habitaci¨®n de la planta baja, enfrente del comedor, es quiz¨¢ la menos llamativa de la casa, pero asequible a cualquier tipo de clientela. El d¨²plex abuhardillado, con grandes cristaleras orientadas a los prados, se gana las preferencias de los viajeros.

Mientras Iraia se afana en un elegante acomodo del hu¨¦sped, Dragos se esmera en la reclusi¨®n de la cocina con un men¨² diario de corte simple, escueto, resuelto con buena voluntad y productos sobresalientes. Espl¨¦ndido el arroz con leche, claro. Estamos en Asturias.