Qu¨¦ ver en Gran Canaria: un ¡®tour¡¯ de cueva en cueva
Una red infinita de grutas por tierra y mar se extiende por toda la isla, algunas detenidas en el tiempo como yacimientos arqueol¨®gicos y otras convertidas en hoteles, tiendas y restaurantes
Hace m¨¢s de cinco siglos, antes de que las tropas castellanas llegaran para su conquista, una c¨²pula saturada de estrellas reg¨ªa solemne la providencia de Gran Canaria. Ese mismo cielo nocturno, que ahora se contempla con minuciosidad en los observatorios astron¨®micos repartidos por toda la geograf¨ªa de esta isla al noroeste de ?frica, en el pasado guio los calendarios y rituales de los abor¨ªgenes bajo una forma de vida excavada en su rico territorio. Por tierra y mar, a gran altura o en el subsuelo, una red infinita de cuevas se extiende por toda Gran Canaria, algunas detenidas en el tiempo como yacimientos arqueol¨®gicos y otras, en cambio, habitadas en el presente. Adentrarse por ellas ?formula una visi¨®n muy diferente de la isla, m¨¢s all¨¢ de hoteles en primera l¨ªnea de playa y centros comerciales para turistas, que permite tomar contacto con una valiosa cara de su patrimonio hist¨®rico cultural y conocer de cerca c¨®mo viv¨ªan los primeros habitantes de la regi¨®n.
Este viaje al pasado comienza por carretera hacia las entra?as de su reserva natural. La incursi¨®n por su interior tiene como primer objetivo Artenara, el pueblo cueva por antonomasia. Escalar sobre ruedas su altitud de 1.270 metros sobre el nivel del mar ¡ªes el municipio m¨¢s alto de la isla y tambi¨¦n el menos poblado (unos mil vecinos)¡ª precisa tiempo y paciencia, ya que las monta?as de niebla compiten en protagonismo con las de tierra. Un paisaje burtoniano que se aleja de la estampa de sol garantizado que exporta Gran Canaria y que esconde en su interior abundantes tesoros, tanto naturales como poblados.
La manera m¨¢s f¨¢cil de llegar a Artenara desde el aeropuerto es tomar la autopista del Sur o GC-1 en sentido norte y apurar el m¨¢ximo de kil¨®metros sobre la circunvalaci¨®n GC-3. De esta manera acortaremos el posterior trayecto por carreteras comarcales atestado de curvas y pendientes. La recompensa en el ascenso lo pondr¨¢ primero el mirador de la Atalaya, desde el que atisbar los fragantes pinos de Tamadaba y escuchar el murmullo de los p¨¢jaros carpinteros ¡ªquiz¨¢s, incluso, oler el perfume del tomillo salvaje¡ª. Una introducci¨®n a la belleza ruda, casi hipn¨®tica, del Roque Bentayga a nuestra llegada a Artenara. Desde el mirador de Unamuno, reconocible por una escultura en bronce del escritor bilba¨ªno, se manifiestan tit¨¢nicos los tres bloques de piedra que lo componen. Una suerte de Coloso de Rodas en manos de la naturaleza que custodia la caldera volc¨¢nica de Tejeda. Portador de ritos ind¨ªgenas y ciclos astrales, es la primera llave al pasado de la isla. Donde ahora reina el silencio, hace 1.800 a?os se erigi¨® un poblado troglodita de gran actividad, construido sobre la roca rojiza de los aleda?os y que hoy se conoce como las Cuevas del Rey. A pesar de su longevidad, a¨²n se percibe con sumo detalle c¨®mo fueron talladas sus ventanas y puertas sobre la roca volc¨¢nica, adem¨¢s de las paredes ensalzadas con grabados, pinturas prehisp¨¢nicas o el reloj solar que data del siglo?III. Para visitarlas hay que tomar la carretera que conduce al centro de interpretaci¨®n del Roque Bentayga y coger el desv¨ªo hacia la barriada de El Roque. A continuaci¨®n, seguir unos cuatro kil¨®metros hasta visualizar unas casas de piedra. Desde este punto el ascenso se hace a pie, primero por una escalera de piedra y despu¨¦s rodeando el roque a trav¨¦s de una vereda en diferentes tramos de subida, por lo que se recomienda llevar calzado de monta?a.
El descenso desde el otro lado del barranco regala unas vistas escalofriantes del monumento natural del Roque Nublo, uno de los espacios naturales m¨¢s emblem¨¢ticos de la isla acordonado por paneles de abejas en los que se confecciona la famosa miel de esta monta?a canaria. Probarla es una excusa perfecta para adentrarnos en Tejeda y pasear por su entramado urbano de casas tradicionales de paredes blancas y piedra vista. Los m¨¢s golosos podr¨¢n saciarse con otras especialidades de la zona como el bienmesabe, los dulces de almendra o las palmeras de chocolate de la dulcer¨ªa Nublo (calle del Doctor Domingo Hern¨¢ndez Guerra, 15), fundada en 1946. Para los que prefieran contentar el est¨®mago empezando por el principio, la cervecer¨ªa Texeda es un buen lugar para tomar el pulso a la cocina creativa de la isla, con una carta que va mutando cada temporada a partir de productos de kil¨®metro cero y cervezas artesanales fabricadas con almendra, trigo o cebada y agua del manantial de mayor altitud de la isla.
El regreso a Artenara depara otra joya milenaria: el Risco Ca¨ªdo y las Monta?as Sagradas de Gran Canaria. Este yacimiento arqueol¨®gico en el margen izquierdo del Barranco Hondo, la garganta que divide los municipios de G¨¢ldar y Artenara, est¨¢ formado por un conjunto de cuevas prehisp¨¢nicas que los abor¨ªgenes usaron en la cima a modo de almogar¨¦n, un lugar donde realizaban ritos y cultos religiosos bajo el espectro estelar. Una de ellas, en concreto la n¨²mero seis, est¨¢ coronada por una c¨²pula decorada con tri¨¢ngulos sobre la roca que recuerda el cielo estrellado. Cuando los rayos del sol atraviesan el ventanal superior entre el solsticio de verano y el de oto?o, este templo perdido se ilumina, algo que indicaba a sus habitantes primigenios la recogida de la cosecha. Un fen¨®meno que atesora la Unesco como patrimonio mundial desde 2019 y que pone de manifiesto los conocimientos de astronom¨ªa que pose¨ªan los antiguos canarios.
Antiguos cultos astrales
Ese no es el ¨²nico punto en el que ser part¨ªcipe de la magia de las estrellas a lomos de antiguas civilizaciones. Otros cultos astrales pueblan el interior de la isla a trav¨¦s de sus cuevas, como el yacimiento de Cuatro Puertas, en Telde. Situado al este de Gran Canaria, esta gruta excavada a mano en la roca volc¨¢nica de la Monta?a Bermeja cuenta con un calendario solar que se activa al atardecer una vez al a?o: durante el solsticio de verano. Tampoco hay que olvidar el fen¨®meno de Cueva Pintada, que pone al municipio de G¨¢ldar en el mapa de esta ruta. Este museo y parque arqueol¨®gico al noroeste de la isla, entre el Atl¨¢ntico y la monta?a del mismo nombre, fue descubierto en 1873 y ha congelado en el tiempo la forma de vida de los ind¨ªgenas desde el siglo?VI hasta la conquista de los europeos 10 siglos m¨¢s tarde. Abierto a visitas guiadas, permite experimentar c¨®mo se viv¨ªa en aquellos d¨ªas rodeado de pinturas rupestres, elaboradas con tintes minerales como almagres y arcillas blanquecinas y que reflejan aut¨¦nticos diagramas con los que buscaban predecir futuros eclipses.
Este recorrido prehisp¨¢nico inspira toda la cultura de la regi¨®n, incluso su gastronom¨ªa. Prueba de ello es la creaci¨®n por parte del museo de un men¨² de tapas con algunos platos del restaurante Aborigen, regentado por el chef Marcos Tav¨ªo en Santa Cruz de Tenerife. Un viaje por las ra¨ªces aut¨®ctonas a trav¨¦s de la cocina donde no faltan el producto canario m¨¢s universal, el gofio, y otros m¨¢s desconocidos, como la sobrasada de algas o el mojo de tamarindo.
En Gran Canaria las cuevas no son solo una prueba de que existieron civilizaciones ind¨ªgenas. En pleno siglo?XXI se puede vivir en una sin renunciar a las comodidades que presta la sociedad moderna. Con una temperatura natural de entre 18 y 23 grados y constante durante todo el a?o, ajena al devenir clim¨¢tico del exterior, se convierten en un acogedor y funcional refugio para el d¨ªa a d¨ªa. Artenara, con su barrio de cuevas habitadas que comienza desde el mirador de Unamuno hasta la v¨ªa Diseminado la Degollada, es un ejemplo de c¨®mo se perpet¨²a este modo de vida siglo tras siglo en el tramado urbano. A pesar del ¨¦xodo que sufri¨® la zona por la crisis agraria y el ascenso del turismo en la costa, a¨²n mantiene vivo el esp¨ªritu por sus cuevas habitadas, decoradas con mimo entre colores vibrantes, plantas colgantes y todo tipo de trabajos en metal. El pueblo cuenta adem¨¢s con una peque?a ermita en honor a la Virgen de la Cuevita, excavada tambi¨¦n en la roca a finales del siglo XVIII. Y para los curiosos que quieran saber c¨®mo son por dentro, el Museo Etnogr¨¢fico de las Casas Cueva de Artenara (calle del P¨¢rroco Domingo B¨¢ez, 13) ofrece un recorrido por tres grutas que fueron habitadas hasta mediados del siglo pasado y que conservan el mobiliario y los objetos de oficio de la ¨¦poca.
La isla tambi¨¦n ofrece la posibilidad de vivir esta experiencia primitiva de primera mano, aloj¨¢ndonos entre paredes de roca para despertarnos frente a una inmensa garganta de tierra. Bien sin salirnos de Artenara (Living Artenara dispone de cuevas r¨²sticas con terraza) o junto al pinar de Tamadaba, en el que alojamientos como El Mimo o Las Margaritas (artenatur.com) ofrecen una versi¨®n rom¨¢ntica de la caverna antigua con piscina compartida y vistas al volc¨¢n del Teide desde su terraza. La casa cueva que regenta Manuel Cabezudo en el caser¨ªo de Acusa Seca (656 60 42 90), a unos 15 minutos en coche del centro de Artenara, conecta a los primeros pobladores de la zona con los viajeros locales que se dejan caer a menudo por esta vivienda, la n¨²mero 34 del poblado. El objetivo de Cabezudo es dar a conocer con un formato de turismo sostenible y responsable este poblado troglodita en la cumbre de Artenara. En esta coqueta cueva con capacidad para seis personas vivi¨® durante 75 a?os un vecino de la zona. Aqu¨ª el lujo no es sin¨®nimo de ostentaci¨®n: su decoraci¨®n sencilla se basa en paredes de cal impoluta, rejas pintadas de verde hierba y objetos tra¨ªdos de diferentes viajes. Una gota n¨ªvea en la monta?a con el brutal escenario que el Roque Nublo y el Roque Bentayga ofrecen junto a la caldera de Tejeda cada ma?ana a sus hu¨¦spedes a la hora del desayuno. Y en donde el verdadero privilegio es disfrutar del silencio que emana de las monta?as, capaz de hacernos olvidar la falta de cobertura de los m¨®viles, o bien de romperlo con alguno de los conciertos ¨ªntimos y reducidos que acoge el lugar cuando el sol desaparece.
Comer en una fresquera de piedra
En Gran Canaria tambi¨¦n se puede satisfacer el est¨®mago al cobijo de una cueva. La primera parada nos lleva a Arte-Gaia (calle del Camino de La Cilla,?17), la gastrocueva que fund¨® la exdirectiva Juanate Gil Falc¨®n para dar un cambio rotundo a su vida desde el filo de Artenara. Un lugar en el que aprovisionarse de productos locales (mermeladas caseras, galletas artesanales de gofio, caf¨¦s de Agaete y Cabo Verde, queques caseros de lim¨®n, miel de Teror¡) o bien deleitarse con su cocina a fuego lento en el restaurante del mismo nombre en la plaza de San Mat¨ªas, basada en recetas t¨ªpicas de la zona como el solomillo de cochino negro con setas o el conejo marinado en salmorejo.
Pero es el barranco de Guayadeque, la gran depresi¨®n que divide Gran Canaria en dos, el lugar m¨¢s t¨ªpico donde comer en una aut¨¦ntica fresquera de piedra. Excavado en la roca viva de la Monta?a de las Tierras, a unos 10 kil¨®metros de la localidad de Ingenio, el bar restaurante Tagoror? lleva casi cuatro d¨¦cadas abasteciendo a locales y viajeros de contundentes platos canarios, acompa?ados del pan de este pueblo que presume de ser el mejor de toda la isla ¡ªalgo que se puede comprobar en el obrador Amaro, con 250 a?os de tradici¨®n el m¨¢s longevo de Gran Canaria (calle del Granero, 3)¡ª. Un lugar para ir sin prisas y regocijarse con sus carnes a la brasa o un buen potaje canario con vistas a la monumental garganta que lo rodea. A escasos metros se encuentra Casa Cueva Canaria, una tienda de artesan¨ªa y productos locales tambi¨¦n excavada en la tierra y en donde adquirir desde minerales m¨¢gicos hasta cosm¨¦tica natural fabricada con aloe vera del archipi¨¦lago, obras de artistas locales o coloridas piezas de cer¨¢mica. Siguiendo el sendero se alternan el restaurante Vega, famoso por su lech¨®n a la sal (Monta?a de las Tierras, 18; 928 17 20 65), y La Era (670 95 39 56), todo un refugio de monta?a con su grill de le?a y una carta llena de antojos canarios como papas arrugadas o quesos de la zona, inseparables de cualquier viaje por esta tierra. La gu¨ªa culinaria finaliza en las entra?as de El Centro, en Ag¨¹imes, el restaurante cueva por excelencia con sus suculentas raciones de aguacate y tacos de at¨²n en medio de este tajo natural que anima a recorrer sus senderos con el est¨®mago lleno. Si agotamos el asfalto en sentido este, tras pasar Ag¨¹imes, a un par de kil¨®metros nos toparemos con Cueva Bermeja, otro asentamiento de casas labradas en la roca con la singular iglesia subterr¨¢nea de San Bartolom¨¦ Ap¨®stol.
Pero no todas las cuevas se mimetizan con la monta?a. Gran Canaria goza de 256 kil¨®metros de costa, algunos de ellos surcados por guaridas subterr¨¢neas. Es el caso de la cueva Bufadero de Tauro, al suroeste de la isla, custodiada por una piscina natural que se comunica con el interior de la caverna. Cuando baja la marea y el viento se calma, su profundidad moderada permite zambullirse en sus aguas turquesas o practicar esn¨®rquel para conocer los misterios naturales que se esconden bajo la superficie del agua. En la cara este esperan las cuevas submarinas de la playa del Cabr¨®n, en Arinaga, un paisaje exaltado por los entendidos en buceo por su n¨²mero de peque?as cavidades en la roca, que permiten nadar entre arcos y acantilados junto a luminosos nudibranquios o an¨¦monas gigantes.
Y sin dejar el levante en nuestro ascenso hacia la capital, Las Palmas de Gran Canaria, un peque?o desv¨ªo hasta el municipio de Telde se premia con un tesoro bajo el Atl¨¢ntico: la cueva de la Reina Mora o de los Mil Colores. Su ubicaci¨®n en un risco cubierto de piscinas naturales la sumerge en el anonimato. Para acceder a su interior hay que partir de la playa de la Garita, surcar sus arenas oscuras en sentido norte y tomar el camino empedrado que conduce a la cueva, a menudo resbaladizo, por lo que se recomienda el uso de escarpines antideslizantes y explorarla siempre en grupo. No hay mejor despedida para esta ruta bajo mar y tierra que sumergirse en alguna de las charcas que riegan la gruta. Un deleite que puede disfrutarse todos los d¨ªas del a?o gracias a la temperatura constante que, como buena cueva, impera en el ambiente, y que nos har¨¢ acortar la brecha temporal con los primeros canarios que habitaron de la isla.
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