La fascinante historia del Kronenhalle, el lugar para comer entre ¡®chagalls¡¯ y notas de Mir¨®
James Joyce, Federico Fellini, Coco Chanel, Yves Saint Laurent¡ La lista de personajes asiduos de este restaurante de Z¨²rich es larga. Este ic¨®nico local, abierto en 1924 y faro cultural en la Europa del siglo XX, es el museo donde mejor se come
Hab¨ªa una vez una pareja de novios que alternaban trabajos temporales por comercios y casas de comidas del barrio Niederdorf de Z¨²rich en la segunda d¨¦cada del siglo XX. Ella se llamaba Hulda, ten¨ªa don de gentes y un hijo peque?o fruto de una relaci¨®n anterior. ?l se llamaba Gottlieb Zumsteg y estaba dispuesto a todo para hacerla feliz. Un buen d¨ªa, bajando por la R?mistrasse, descubrieron que el local donde se hallaba el H?tel de la Couronne se traspasaba, y una pregunta salt¨® de una mente a otra y empezaron a so?ar con montar su propio negocio.?
A la vuelta de la esquina destacaba la flamante ¨®pera, inaugurada en 1891, cuyo brillo dotaba de renombre a esa explanada. Y unas calles m¨¢s all¨¢ despuntaba un cabaret oscuro con nombre de fil¨®sofo (Voltaire; actualmente cerrado por reformas, aunque tiene previsto reabrir a finales de este mes) en el que un grupo de exiliados comandados por un tal Tristan Tzara emit¨ªan sonidos extra?os al abrir la boca para alumbrar una pulsi¨®n nueva llamada dada¨ªsmo. Frente al reci¨¦n adquirido espacio, se manten¨ªa en pie el Caf¨¦ Odeon, que, desde el fin de la I Guerra Mundial, ampliaba el n¨²mero de intelectuales que le¨ªan en sus mesas las malas noticias escritas con sangre y tinta en los peri¨®dicos. Quiz¨¢s por su ejemplo, o con ¨¢nimo de compartir clientela, la pareja se anim¨® a dar el salto y fundaron su propio local manteniendo el nombre del hotel: Kronenhalle.?
Cuando en 1924 abrieron las puertas de su restaurante no sab¨ªan que estaban dando forma y color al lugar donde confluir¨ªan de manera arm¨®nica los placeres de la vista con los del paladar, ni tampoco que iluminaban un lugar ¨²nico en el mundo y que hoy, casi un siglo despu¨¦s de su apertura, sigue recibiendo clientes que se van pensando en volver.?
Un b¨²nker cultural de entreguerras
Al poco de la inauguraci¨®n, devino un sitio de encuentro de escritores, artistas, intelectuales, actores y personas de otros gremios tradicionales que pintaron sus escudos de armas decorando las cornisas de una manera premonitoria antes de que en el local colgaran grandes obras. As¨ª se transform¨® en un santuario por el que peregrinaba una intelectualidad europea necesitada de afectos y pintores dispuestos a beberse el mundo. A su reputaci¨®n contribuy¨® de manera notable la vibrante atm¨®sfera de aquella ciudad neutral que recib¨ªa exiliados pol¨ªticos y exiliados voluntarios, ubicada como un cruce de caminos entre Francia y Alemania. Amparada por esas virtudes, Z¨²rich supo sacar partido de la gran cantidad de ideas que aportaron las cabezas pensantes que buscaron cobijo en ella y en el Kronenhalle.?
James Joyce, por ejemplo, lleg¨® a la ciudad suiza en 1915 y desde que arranc¨® el restaurante ¨¦l y su esposa Nora Barnacle empezaron a venir casi a diario. Vinieron tanto que adem¨¢s de convertirse en ¨ªntimos de los due?os protagonizaron dos an¨¦cdotas. La primera es que Joyce hizo prometer a Hulda que seguir¨ªa dando de comer a su mujer cuando ¨¦l muriese, y as¨ª cumpli¨® la due?a su palabra a partir del d¨ªa despu¨¦s de que el escritor irland¨¦s fuera enterrado en el cementerio de Z¨²rich. Y la segunda todav¨ªa hoy es visible, y es que la esquina en la que cada tarde se sentaba la pareja permanece intacta ¡ªadornada con pinturas y fotos de ellos en la misma mesa¡ª, y muy solicitada.?
No cabe en un art¨ªculo la lista de asiduos que han honrado al Kronenhalle y que han admirado el carisma de la se?ora Hulda, quien hasta el ¨²ltimo d¨ªa de su vida, con 94 a?os, sigui¨® saludando cada noche uno por uno a todos los comensales. Para hacernos una breve composici¨®n de lugar diremos? Kandinsky, Giacometti, Chagall, Picasso, Mir¨®, Braque y la pareja de marchantes Aim¨¦ y Marguerite Maeght por un lado, y, por otro, Thomas Mann, Elias Canetti, Stefan Zweig, Bertolt Brecht, Robert Musil, Federico Fellini o Max Frisch. Pero no se vayan todav¨ªa, a¨²n hay m¨¢s.?
El hijo, la moda y el m¨¢s all¨¢
Desde que tuvo uso de raz¨®n, Gustav, el hijo de Hulda, quiso sumarse al equipo y aport¨® estilo y cosmopolitismo. En 1957 Gottlieb Zumsteg muri¨® tras un accidente de tr¨¢fico. A partir de entonces madre e hijo gestionaron el negocio. Gustav se hizo cargo de la direcci¨®n art¨ªstica, dejando la cocina en manos de su madre. La pasi¨®n del hijo eran la moda y el coleccionismo de arte. Enseguida mont¨® su empresa textil dedicada a la seda, a la que llam¨® Ludwig Abraham & Co. Seiden AG y, tras la II Guerra Mundial, empez¨® a viajar a Par¨ªs, Nueva York, Roma, Madrid. Se hizo amigo de Coco Chanel, Yves Saint Laurent, Christian Dior, Crist¨®bal Balenciaga y de Hubert de Givenchy, quienes, como demuestran la cantidad de im¨¢genes y las dedicatorias en las paredes, visitaron con asiduidad el Kronenhalle. Oh, ese maravilloso dibujo de Yves ¡°Pour Gustav avec mon plus grand amour¡±.
Para sus vestidos de noche, Balenciaga utilizaba un cuir de soie de Abraham AG que suscitaba admiraci¨®n. Seg¨²n el peri¨®dico de Z¨²rich NZZ, ¡°la colecci¨®n de primavera presentada en Par¨ªs del 7 de marzo de 1953 es un ¨¦xito rotundo para la producci¨®n textil suiza y los tejidos creados por Abraham¡±. Abraham AG estaba en la pasarela internacional temporada tras temporada, adapt¨¢ndose a las curvas de los cambiantes ideales de feminidad. Dise?os con sus telas vest¨ªan a personalidades del mundo del cine y el teatro. Con un amplio repertorio de estilos, las pinceladas de las pinturas modernas europeas se abr¨ªan paso repetidamente en patrones y combinaciones de colores. ¡°?ramos j¨®venes y sin dinero, y forjar¨ªamos nuestras carreras solos m¨¢s tarde, ellos con sus cuadros y sus trajes y yo con mi seda¡±, dir¨ªa.?
Aqu¨ª nunca nadie se qued¨® sin comer por no tener dinero ni ning¨²n estudiante que pasara por el restaurante se fue nunca a la cama sin un plato de sopa y un trozo de pan. Muchos pintores agradecieron esos platos calientes regalando alguna de sus pinturas. Lo muestran no solo las paredes sino tambi¨¦n detalles como esta carta que dirigi¨® Joan Mir¨® a Gustav un 28 de diciembre de 1962: ¡°Me tomo la libertad de enviarle a tu madre un gouache que le dedico de todo coraz¨®n, porque el Kronenhalle es una tierra de sue?os¡±, escribi¨® como s¨ªmbolo de agradecimiento por la ayuda que le prestaron para difundir su obra en Suiza. Una de sus salas sigue llam¨¢ndose Chagall, tan querido en la ciudad. De hecho, no hay mejor lugar para purgar un pecado que la abad¨ªa de Fraum¨¹nster (al otro lado del r¨ªo Limago) donde el pintor franc¨¦s de origen ruso jud¨ªo instal¨® sus maravillosas vidrieras, un fest¨ªn de colores encendidos por el don de la luz, gloria bendita.?
Y es que en el Kronenhalle se come entre obras determinantes de las vanguardias del siglo XX. Las paredes est¨¢n literalmente forradas, como las grandes pinacotecas cl¨¢sicas. Cualquier charla se lleva a cabo entre paisajes, retratos o naturalezas muertas firmadas por el propio Marc Chagall, Georges Braque o Pierre Bonnard. La tradici¨®n de una hospitalidad sofisticada se despliega en la presencia natural de las m¨¢s notables pinturas. El jazzista Ray Ventura anot¨® en 1940: ¡°Despu¨¦s de una guerra tan dolorosa creemos que so?amos al reencontrarnos en el Kronenhalle como en el pa¨ªs m¨¢s simp¨¢tico¡±.?
Una cocteler¨ªa secreta
Mientras Hulda se dedicaba apasionadamente a cultivar una cocina atractiva y un contacto cercano con sus invitados, su leyenda como anfitriona se iba ensanchando. Era vox populi su generosidad sin prejuicios. En las salas se amontonaban obras, unas provenientes de la colecci¨®n de la madre y del hijo y otras, fruto de donaciones. En 1965, en plena ¨¦poca dorada del Kronenhalle, Gustav decidi¨® abrir un bar en el local de al lado. Encarg¨® el dise?o del interior a Robert Haussmann y a Diego Giacometti el mobiliario. Los asientos de cuero y los revestimientos de las paredes son de color verde oscuro y los paneles de caoba recuerdan el interior de un barco. Como toda cocteler¨ªa secreta es pura discreci¨®n. Sin embargo, fue debido a su carta de c¨®cteles ¨²nicos que el Kronenhalle Bar?se convirti¨® en lugar de referencia. Aqu¨ª se inventa el famoso Lady Killer, a base de fruta de la pasi¨®n, pi?a, ginebra, melocot¨®n y Cointreau. Un peque?o folleto daba la bienvenida a un p¨²blico que a¨²n pod¨ªa ser esc¨¦ptico: ¡°Saludamos especialmente a esa mujer independiente que se sienta aqu¨ª sola en el bar a primera hora de la tarde, disfrutando de la anticipaci¨®n de la noche¡±.?
Hulda muri¨® en 1984 y su hijo en 2005. Desde ese 17 de junio, la Fundaci¨®n Hulda y Gustav Zumsteg gestiona el legado de los dos antiguos due?os. Durante d¨¦cadas, artistas, escritores, cantantes y actores han comido y bebido y celebrado en estas salas, iluminando un fondo de obras y fotograf¨ªas, dando por buena la fiesta porque en este mundo oscuro solo perdura lo que conmueve. Como en los sue?os, todo est¨¢ en su sitio.
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