Friburgo: la ciudad donde se cumplen todos los requisitos del encanto alem¨¢n
Calles empedradas, casas con gabletes, una antigua universidad y un perfil urbano presidido por el chapitel de su catedral. Bajo una apariencia de postal aguarda una de las urbes m¨¢s din¨¢micas y sostenibles del pa¨ªs, base ideal para explorar la Selva Negra
Friburgo de Brisgovia (como se conoce a la ciudad alemana para distinguirla de la Friburgo suiza)?ha sido pionera del movimiento ecologista en Alemania desde que, en 1975, los activistas locales impidieron la construcci¨®n de una central nuclear en las inmediaciones. Una inteligente red de transporte p¨²blico, el doble de bicicletas que de autom¨®viles e infinidad de espacios verdes son algunos de los ingredientes b¨¢sicos de su c¨®ctel ecologista. A ello hay que agregar los muchos paneles solares en viviendas, edificios p¨²blicos, iglesias y hasta en su estadio de f¨²tbol para aprovechar la abundante luz solar de la regi¨®n. A?¨¢danse varios barrios sostenibles llenos de casas que generan m¨¢s energ¨ªa de la que consumen, un parque industrial verde, el mayor instituto de investigaci¨®n solar de Europa y un nuevo ayuntamiento de impresionante factura, que, adem¨¢s, es el primero del mundo con un concepto de energ¨ªa cero.
M¨¢s informaci¨®n en la gu¨ªa de M¨²nich y la Selva Negra de Lonely Planet, y en www.lonelyplanet.es.
Todo ello contribuye a crear la envidiable calidad de vida de la capital de la Selva Negra, algo de lo que sus 232.000 habitantes est¨¢n orgullosos y que hace de esta recoleta ciudad un lugar m¨¢s que interesante. Y, adem¨¢s, un detalle nada desde?able para los visitantes: es la ciudad m¨¢s calurosa de Alemania, con 2.000 horas de sol al a?o. Cuando los pueblos cercanos de las monta?as siguen cubiertos de nieve, los ¨¢rboles de Friburgo ya se ti?en de flores blancas y sus habitantes beben cerveza en las terrazas junto al r¨ªo.?
Tentaciones del casco antiguo
Al pie de los vi?edos y bosques de la Selva Negra, Friburgo es una alegre ciudad universitaria famosa, sobre todo, porque uno puede pensar por un momento que est¨¢ en un cuento medieval. En su Altstadt (o casco antiguo) se mantienen las casas con gabletes, los callejones empedrados y las fachadas de colores.
Pasear sin rumbo por el centro hist¨®rico y conocer el ambiente despreocupado de Friburgo es un placer gracias a un amable trazado, plazas rodeadas de caf¨¦s y la ausencia de coches. Despu¨¦s de que buena parte de la ciudad quedara destruida tras los bombardeos de la II Guerra Mundial, urbanistas con visi¨®n de futuro decidieron reconstruir el centro de acuerdo a su trazado medieval y prohibir el tr¨¢fico motorizado en ¨¦l.
Se puede empezar el paseo en la imponente catedral g¨®tica, Freiburger M¨¹nster, la joya de la ciudad, con su chapitel que se alza hasta las nubes, sus g¨¢rgolas burlonas y su intrincado portal. Se eleva por encima de la plaza del mercado y deslumbra por sus vidrieras, financiadas en tiempos medievales por los gremios. La luz que atraviesa los vitrales caleidosc¨®picos crea el ambiente de recogimiento que el interior requiere. Conviene fijarse en el altar, donde hay una obra maestra de Hans Baldung Grien, pupilo de Alberto Durero. Desde su torre octogonal, coronada por un chapitel afiligranado, en d¨ªas despejados se puede divisar la cordillera francesa de los Vosgos.
Mercados, puertas, calles y mansiones
Si la catedral es el coraz¨®n espiritual de Friburgo, el concurrido mercado de la plaza (M¨¹nstermarkt) cercana es su alma culinaria. Los d¨ªas laborables por la ma?ana se convierte en un fest¨ªn de sabores y colores cuando los productores locales colocan el g¨¦nero de temporada, una tradici¨®n que se remonta a 1120, cuando se fund¨® la ciudad. A un lado distinguiremos el humo que sale de una hilera de parrillas que asan el tentempi¨¦ local de culto, la lange rote, una salchicha de 30 cent¨ªmetros que se sirve con mostaza en un peque?o panecillo.
Tentempi¨¦ en mano, se puede dar un paseo hasta otro lugar emblem¨¢tico: el Historisches Kaufhaus, un almac¨¦n comercial porticado del siglo XVI f¨¢cilmente reconocible por su llamativa facha?da roja. Se alza frente a la fachada sur de la catedral, adornada con torrecillas revestidas de azulejos de colores. Fue una casa de comerciantes de principios del siglo XIV y presume sobre el balc¨®n de los escudos de armas y de cuatro figuras que representan la lealtad de esta ciudad a la Casa de Habsburgo.
Pero el Aldstadt son tambi¨¦n sus calles y sus puertas (conserva dos puertas medievales intactas). Entre las plazas de la ciudad, la m¨¢s bonita es, sin duda, la del Ayuntamiento (Rathausplatz), estupenda para relajarse en uno de sus caf¨¦s a la sombra de los casta?os. Inevitable tomar fotos del rojo Ayuntamiento Viejo, del siglo XVI (donde hoy est¨¢ la oficina de turismo) y del Nuevo Ayuntamiento, del siglo XIX.
Otra visita interesante es el Augustinermuseum, un monasterio muy bien restaurado que es un viaje al pasado a trav¨¦s de los artistas de diversas ¨¦pocas, con obras maestras de artistas renacentistas.
Otro de los vestigios hist¨®ricos m¨¢s originales de Friburgo es la red de peque?os canales conocida como B?chle. Estas canaletas pavimentadas, que discurren en paralelo a las calles empedradas, llevan agua desviada del r¨ªo Dreisam e inicialmente se usaban para abrevar al ganado y apagar incendios. Hoy, adem¨¢s de ser pintorescas, aportan un ingenioso sistema de refrigeraci¨®n natural cuando aprieta el calor. No hay ning¨²n problema si quieren sumergir los pies, pero cuidado con meterse en el agua: seg¨²n la tradici¨®n, quien lo haga deber¨¢ casarse con un friburgu¨¦s.
Hacia las monta?as
Para los viajeros aficionados a los mitos y leyendas es obligado salir de la ciudad y adentrarse en la Selva Negra, donde cada aldea de vigas entramadas parece salida de un cuento de hadas. Detr¨¢s de cada curva de la carretera hay un paisaje que merece la pena: cascadas, lagos resplandecientes, relojes de cuco del tama?o de una casa, vi?edos, caf¨¦s y restaurantes que sirven la c¨¦lebre tarta Selva Negra empapada en kirsch.
Friburgo parece empeque?ecer a medida que uno deja atr¨¢s la ciudad y se interna en los bosques y prados que forman las laderas del Schauinsland, monte de la Selva Negra de 1.264 metros. De la localidad de Horben, en la ladera occidental de la monta?a y muy cerca de Friburgo, parte el Schauinslandbahn, el telef¨¦rico m¨¢s largo de Alemania y el primero dise?ado para el transporte de pasajeros en todo el mundo, en 1930. Es una manera r¨¢pida de ir de Friburgo a las monta?as de la Selva Negra. Arriba hay una torre de vigilancia con unas vistas asombrosas del valle del Rin y los Alpes, adem¨¢s de rutas ciclistas y para el senderismo.
Son el excursionismo, el ciclismo y otras actividades de bajo impacto por la naturaleza los que realmente conectan al viajero con esta tierra. El Westweg, el primer sendero de larga distancia de Alemania, fue trazado por intr¨¦pidos pioneros hace un siglo. Esta ruta de 285 kil¨®metros pasa por valles y bosques, por picos y lagos impregnados en leyendas. Es una aut¨¦ntica aventura que va desde Pforzheim, al norte de la Selva Negra, hasta Basilea, ya en Suiza.
El compromiso de Friburgo con la naturaleza, la conservaci¨®n y la sostenibilidad se extienden tambi¨¦n hasta la Selva Negra. Junto a 28 comunidades rurales, la ciudad forma parte de la Reserva de la Biosfera de la Selva Negra, reconocida por la Unesco en 2017: un paisaje maravillosamente variopinto con un clima que oscila de subalpino a casi mediterr¨¢neo. Las mariposas revolotean y el amenazado lince merodea entre grandes extensiones que a¨²nan bosque, p¨¢ramos, r¨ªos y lagos, mientras antiguas razas de ganado pastan en los Allmend, de una asombrosa biodiversidad. La preservaci¨®n de estos pastizales es clave para una reserva que se est¨¢ consolidando como un modelo para la coexistencia sostenible de naturaleza, personas y comercio.
El parque nacional de la Selva Negra?¡ªel parque natural m¨¢s grande de Alemania¡ª es un para¨ªso al aire libre de brezales, lagos de circos glaciares, valles profundos, monta?as y bosques de con¨ªferas. En sus 100 kil¨®metros cuadrados en el norte de la Selva Negra, entre Baden-Baden y Freudenstadt, y en torno a la Ruta Alta de la Selva Negra, el valle del Murg y el Mummelsse, la naturaleza depende de s¨ª misma. Abundan las rutas de senderismo y ciclismo y los recorridos de descubrimiento para ni?os.
Baden-Baden, epicentro termal
A Friburgo no se suele llegar por casualidad. Casi todos los que descubren esta peque?a ciudad alemana vienen atra¨ªdos por el entorno y el gancho de otros rincones muy populares de la Selva Negra, como la ciudad balnearia de Baden-Baden o los buc¨®licos pueblecitos de postal que siempre ha publicitado este rinc¨®n de Alemania.
Baden-Baden, a poco m¨¢s de una hora en coche, es visita casi obligada. Su lujoso ambiente art nouveau de otros tiempos y sus aguas curativas han atra¨ªdo a ricos, famosos y miembros de la realeza, entre los que hay que incluir a la reina Victoria, a Bismarck o a Obama, entre otros muchos. Una vez all¨ª se puede elegir spa. Por ejemplo, el Friedrichsbad, en un palacio decimon¨®nico decorado con m¨¢rmol y mosaicos. Mark Twain, otro de los ilustres visitantes de Bade-Baden, dijo que con el tratamiento de vapor, exfoliaci¨®n y ba?o de agua caliente-fr¨ªa de esos ba?os romano-irlandeses ¡°a los 10 minutos se olvida el tiempo; a los 20, el mundo¡±. Otra opci¨®n es el moderno y acristalado Caracalla Spa, con grutas y piscinas interiores, y al aire libre, que aprovecha al m¨¢ximo las aguas ricas en minerales. Hay saunas que van del estilo ¡°bosque r¨²stico¡± a la variedad ¡°infernal¡± a 95 grados cent¨ªgrados. Tambi¨¦n se puede disfrutar de las aguas en el Trinkhalle, una galer¨ªa neocl¨¢sica en un cuidado parque que se construy¨® en 1839, como adici¨®n a la Kurhaus. El p¨®rtico, de 90 metros de longitud, est¨¢ decorado con frescos del siglo XIX que representan leyendas locales. Y, como no pod¨ªa ser menos en unas termas decimon¨®nicas, en Baden-Baden no falta el casino, al que Marlene Dietrich calific¨® como el m¨¢s bonito del mundo. Y no hace falta entrar a jugar: se puede ver en visita guiada.
Excursiones imprescindibles: Schiltach y Triberg
Para ver pueblos bonitos como los de las postales de la Selva Negra, no hace falta irse muy lejos de Friburgo. Una excursi¨®n muy t¨ªpica es Triberg, una poblaci¨®n que abunda en superlativos: tiene la cascada m¨¢s alta de Alemania, conserva la receta original de 1915 de la tarta Selva Negra y es la capital de los relojes de cuco m¨¢s grandes del mundo. En los crudos inviernos la gente se reun¨ªa en las granjas aisladas por la nieve para tallar relojes de cuco y, en un destello de genialidad, se aprovech¨® la cascada para suministrar energ¨ªa a las primeras farolas el¨¦ctricas del pa¨ªs en 1884. Las cascadas de Triberg son todo un espect¨¢culo, y a¨²n presumen de un salvaje romanticismo. Y en cualquiera de los caf¨¦s de esta localidad puede probarse la receta original de la tarta conocida en todo el mundo como Selva Negra, un pastel de chocolate aromatizado con brandi de cerezas, nata montada, guindas y m¨¢s capas de nata y virutas de chocolate.
Otro de los rincones a los que ning¨²n excursionista renuncia a ir desde Frigurgo es Schiltach, a una hora de camino, hacia el norte. Esta poblaci¨®n medieval parece demasiado bonita para ser real. Sus casas con entramados de madera restaurados, que en su d¨ªa fueron casas de curtidores, comerciantes y constructores de balsa, se llenan de geranios rojos en verano. La tala de ¨¢rboles aqu¨ª fue una gran industria hasta el siglo XIX y se constru¨ªan grandes balsas para transportar la madera a los Pa¨ªses Bajos. Hoy es un lugar delicioso para una excursi¨®n.
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