Qu¨¦ ver y hacer en Railay, la pen¨ªnsula m¨¢s bonita de Tailandia
En la costa suroeste del pa¨ªs asi¨¢tico se encuentra este entorno k¨¢rstico al que solo se puede acceder en barco. Una isla a medias que es un sue?o para escaladores por sus paredes de roca caliza que emergen de un mar de color esmeralda
Railay es una pen¨ªnsula aislada de la tierra firme por una frondosa vegetaci¨®n de manglares y una hilera de acantilados. Pin¨¢culos de caliza que se elevan sobre el mar de Andam¨¢n y donde escaladores de todo el mundo trepan por escaleras que solo ven ellos. Paredes accesibles para todos los niveles en un entorno poco habitual para personas como Dani, que recuerda los d¨ªas que pas¨® en Railay escalando en la selva, en la playa y en un islote en medio del mar. Qu¨¦ pena que ese clima o lluvioso o caluroso no sea el mejor para estar pegado a una roca en alguna de las casi 700 v¨ªas de escalada abiertas en los acantilados. Un escenario que se completa con playas de arena fina y de agua color esmeralda que tambi¨¦n disfrutan los que no se empolvan las manos con magnesio.
Railay es un para¨ªso generoso al que solo se puede llegar en barco desde los muelles de Ao Nang y Ao Nam Mao, en la localidad tur¨ªstica de Krabi, en la costa suroeste de Tailandia. La traves¨ªa, a bordo de una embarcaci¨®n local denominada longtail boat (bote de cola larga), dura unos 15 minutos y se desembarca en la misma playa si se atraca en el lado oeste o en un pantal¨¢n si se hace en el lado este de Railay. El precio del pasaje hay que negociarlo, cuanta m¨¢s gente suba a bordo m¨¢s econ¨®mica ser¨¢ la tarifa. As¨ª que toca regatear con el patr¨®n y juntar una peque?a tripulaci¨®n. Tanto si se tiene pensado pasar all¨ª solo un d¨ªa como si se alarga la estancia es recomendable acordar con el patr¨®n la traves¨ªa de vuelta.
Un mundo en miniatura
Una vez en la pen¨ªnsula, la sensaci¨®n que se tiene es la de estar en una isla. Una isla en la que no hay coches, en la que sus visitantes tienen que andar por los senderos que comunican las diferentes zonas y negocios: desde una farmacia hasta una escuela de escalada, pasando por restaurantes, hoteles, puestos de comida local y occidental, tiendas de recuerdos¡ En muy poco espacio cabe todo un mundo en miniatura.
En Railay la divisi¨®n, en vez de ser entre el norte y el sur, es entre el oeste y el este. Dos puntos cardinales separados por un camino de piedra que se recorre en cinco minutos. En la parte occidental est¨¢n los mejores hoteles y en la oriental, los alojamientos para presupuestos m¨¢s ajustados.
La costa oeste, la que m¨¢s reproducen las postales que cada vez menos gente env¨ªa, est¨¢ dividida en dos por un acantilado. En bajamar se puede cruzar de la playa de Tonsai a la de Railay Oeste, igual que de esta a la de Phra Nang, en el sur, nadando. Para evitar riesgos y sorpresas en forma de pleamar, lo mejor es recurrir a los barqueros o caminar jungla adentro por el sendero habilitado. Tonsai se encuentra en el norte, en una peque?a bah¨ªa a la sombra de unos acantilados por los que se reparten varios alojamientos baratos. En la vecina, larga y poco profunda playa de arena blanca de Railay, en lado oeste, se encuentran algunos de los mejores hoteles, como el Rayavadee, adem¨¢s de restaurantes y bares. Un sitio demasiado tranquilo para quienes buscan un ambiente m¨¢s animado y lugares donde dormir, comer y beber barato. De camino a la costa oriental se encuentran esos negocios de precios m¨¢s econ¨®micos en los que se juntan mochileros de procedencias muy diversas, muchos de ellos amantes de la escalada como el singapurense Anuar Hassan, que enumera en un espa?ol aprendido en la Pedriza los nombres de las paredes,?de hasta 300 metros de altura, que escal¨® en Railay: 123 Wall, Muay Thai wall, Diamond Cave, The Keep, Jungle Gym, Tonsai Wall, Dum's Kiroundtchen, Cat Wall, Thaiwand Wall y Fire Wall, entre otras. La escalada y la tranquilidad monopolizan el ocio y el descanso en esta aislada pen¨ªnsula en la que tambi¨¦n se puede hacer senderismo, kayak o buceo.
Cuidado con los monos
La costa oriental es? una zona m¨¢s de recreo y paso que de ba?o. Un lugar donde instalarse cuando uno no puede permitirse el lujo de alojarse en una villa tailandesa escondida en la selva a pie de playa y con piscina. A las formaciones k¨¢rsticas de este lado de la pen¨ªnsula hay que sumarle los impenetrables manglares que dificultan el ba?o. Aqu¨ª lo que no falta es buen ambiente, cervezas Chang, platos de pad thai y amena conversaci¨®n de la que extraer ¨²tiles consejos para nuestro viaje por Tailandia. Si se quiere escapar del jaleo hay un camino que se dirige hacia el sur, a la playa de Phra Nang, la m¨¢s frecuentada por los turistas. A mitad del recorrido hay un mirador y una laguna interior de agua dulce, ambos de acceso complicado si ha llovido porque la tierra se embarra y vuelve resbaladiza (en ese caso no se recomienda la subida), y porque hay tramos empinados que requieren una peque?a trepada. De amenizar el paseo (o no) se encargan los traviesos (y en ocasiones agresivos) macacos que no vacilan ante la posibilidad de hurtar lo que sea que tengan a mano.
En la costa sur de Railay se encuentra la playa de Phra Nang, una ensenada en la que hay dos cuevas, una de ellas con figuras f¨¢licas de madera que, seg¨²n se cuenta, protegen a los marineros de los malos esp¨ªritus. Una cavidad m¨¢s curiosa que bonita, aunque de m¨¢s f¨¢cil acceso que la cueva del Murci¨¦lago, escondida bajo una tupida vegetaci¨®n selv¨¢tica en el extremo norte de la playa. Antes del ritual de la puesta de sol conviene protegerse la piel con crema solar de factor 50 y aplicarse repelente antimosquitos. No hacerlo ser¨ªa como intentar escalar sin cuerda ni arn¨¦s las paredes k¨¢rsticas de Railay.
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