24 horas en Casablanca, una ciudad joven, africana y cosmopolita
Lejos de aquel cartel ic¨®nico y est¨¢tico de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, la urbe marroqu¨ª se presenta como un destino din¨¢mico, lleno de vida y de arte contempor¨¢neo
Casablanca es un puerto ¡ªde los m¨¢s grandes del norte de ?frica¡ª y un gato despeinado que se asoma desde el portal de un edificio modernista del bulevar Mohamed V. Casablanca es el swing de la segunda metr¨®polis del norte del continente (despu¨¦s de El Cairo) y la suntuosa fachada con curvas del Cinema Rialto. Es ese horizonte brumoso del Atl¨¢ntico surcado, en vertical, por alguna gr¨²a portuaria. Sin embargo, el contrapunto al gris de las nubes son las olas como l¨ªneas de un blanco estridente sobre sus playas. Desde el cielo, adem¨¢s, la costa casablanquesa es reconocible por el imponente minarete de 200 metros de alto de la gran mezquita Hassan II (inaugurada en 1993), que se alza al borde del inmenso mar, al que le gan¨® unos metros para convertirse en un edificio de culto con capacidad para 25.000 personas y una amplia explanada con las mejores vistas del atardecer, sobre el bulevar Sidi Mohammed Ben Abdallah.
Fuera de los l¨ªmites de la mezquita, hay un tr¨¢fico ca¨®tico y aceras desordenadas en un lugar absolutamente contempor¨¢neo y lleno de vida joven. Porque cada minuto, a?o a a?o, esta urbe marroqu¨ª vertiginosa se aleja m¨¢s de la imagen que ofrece aquel cartel est¨¢tico que un d¨ªa inmortaliz¨® su nombre junto a los rostros de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman. En la actualidad, el g¨¦nero que abonan los autores locales en la gran pantalla es el cine negro.
Con unos siete millones de habitantes, la capital financiera de Marruecos nombra, en espa?ol, a aquella casita que se dice ve¨ªan los marineros portugueses en la colina de Anfa. En ¨¢rabe es Darbeyda, pero para los marroqu¨ªes, lo normal es llamarla ¡°Casa¡±, as¨ª como casauis y casau¨ªas a sus ciudadanos y ciudadanas. Bienvenue ¨¤ Casa (bienvenido a Casa), reza el estribillo de Hoba Hoba Spirit, el longevo grupo de rock y ska con fusi¨®n cha?bi (m¨²sica popular ¨¢rabe), integrado por unos irredentos casablanqueses que expresan ese caracter¨ªstico amor-odio a su ciudad, cantan a la contaminaci¨®n, los baches en el asfalto, la vitalidad y las revoluciones de sus barrios.
10.00 Un paseo por el centro
Lejos de la trayectoria de las otras capitales imperiales de Marruecos, Casablanca se erigi¨® y expandi¨® bajo la tutela francesa (cuyo protectorado dur¨® oficialmente de 1912 a 1956) y es el producto del ¨¦xodo rural del ¨²ltimo siglo.
De ah¨ª que su riqueza arquitect¨®nica date de principios del siglo XX, como laboratorio del art d¨¦co para dise?adores franc¨®fonos. Aqu¨ª radica buena parte de su estilo europeo (pero arabizado) en la zona c¨¦ntrica y su parentesco con otras urbes portuarias occidentales. Un tesoro en pie, que bien saben exponer los miembros de la asociaci¨®n Casam¨¦moire, que promueve el conocimiento y la rehabilitaci¨®n de los edificios de la ciudad, con actividades como las visitas nocturnas durante el Ramad¨¢n (este a?o, est¨¢n previstas para el 22 y 23 de marzo) y las Jornadas del Patrimonio (del 17 al 19 de mayo), que contemplan el circuito de la antigua medina (desde el jard¨ªn p¨²blico del bulevar Des Almohades) (1); el circuito del centro, que arranca delante de la c¨²pula Z¨¦vaco (Kora Ardiya) (2), en la plaza de Nations Unies (3); y el del barrio del mercado de Habous (4), que parte del bulevar Victor Hugo.
12.00 Un barrio ajardinado y un tesoro sefard¨ª
En la plaza de Nations Unies podemos tomar el tranv¨ªa para ir al barrio residencial de L¡¯Oasis (tambi¨¦n es posible llegar en tren desde la estaci¨®n de Casa Port o en petit taxi). Aqu¨ª se puede visitar el ¨²nico museo jud¨ªo del mundo arabomusulm¨¢n, el Mus¨¦e du Juda?sme Marocain (5). Fruto del impulso de un pr¨®cer de la comunidad, el hispanista y socialista Simon L¨¦vy, e inaugurado en 1997, el espacio fue restaurado como museo en lo que era un viejo orfelinato franc¨¦s. En sus salas uno siente que todav¨ªa tiene mucho que aprender y admirar de aquella vida com¨²n de musulmanes y jud¨ªos magreb¨ªes, que llegaron a ser 300.000 ¡ªentre las ramas sefard¨ª, andalus¨ª y amazigh¡ª en los a?os treinta y cuarenta del pasado siglo, un tiempo en el cual los rabinos instaban a sus fieles a hablar en ¨¢rabe (en lugar de franc¨¦s).
El sitio es apacible, con un jard¨ªn con n¨ªsperos donde se oyen los p¨¢jaros, y el visitante puede conocer los singulares objetos de una cultura homog¨¦nea judeo-magreb¨ª que se sostuvo varios siglos, en la que se compart¨ªan ceremonias como la de la henna en las bodas o la celebraci¨®n de la Mimuna, el ¨²ltimo d¨ªa del Pesaj, cuando todos los jud¨ªos recib¨ªan la visita de un vecino musulm¨¢n, que les ofrec¨ªa harina, miel, pescado y mantequilla.
14.30 Pausa para el almuerzo
A la hora de comer, la oferta magreb¨ª es muy variada, tanto en carnes, pescados y mariscos como en verduras, as¨ª se trate de occidentales paninis como de preparaciones beldi (tradicionales del pa¨ªs). En este sentido, los lugare?os recomiendan comer barbecue (carnes asadas y brochettes) en las parrillas t¨ªpicas que se encuentran por ejemplo en la zona de Derb Sultan.
Si lo que se desea es seguir paseando sin perder mucho tiempo en una taberna, la sandwicher¨ªa Thon Gazoum (6) ha popularizado en Casablanca un bocadillo de at¨²n que se ha convertido en marca registrada y que se puede pedir a domicilio. Otro sitio para repostar con snacks es la sandwicher¨ªa Chez Saada (7), cerca de la plaza Al Yassir y de la estaci¨®n Roches Noires, donde se pueden degustar, adem¨¢s, carnes asadas con ingredientes a elecci¨®n del cliente. Una opci¨®n m¨¢s para quienes prefieran rendirse a los frutos de mar (como les dicen en franc¨¦s a pescados y mariscos): el restaurante especializado Chez Bhilissa (8) o ir a comer pescado al March¨¦ Central. Eso s¨ª, en este ¨²ltimo caso siempre que sea s¨¢bado.
17.30 Las galer¨ªas, el arte contempor¨¢neo
Tras el caf¨¦ de rigor, la curiosidad nos acerca al arte contempor¨¢neo africano que ha adquirido aqu¨ª un lugar protag¨®nico. En este terreno, una de las expresiones m¨¢s destacadas de los ¨²ltimos a?os es la de un personaje de ficci¨®n llamado Al Madani (el ciudadano) que nace de la imaginaci¨®n del artista pl¨¢stico Rebel Spirit, o Mohamed Amine El Bellaoui. Unas obras concebidas para ser disfrutadas tanto en las paredes de Atelier 21 (9), la galer¨ªa que lo representa, como en formato de novela gr¨¢fica (El gu¨ªa casablanqu¨¦s y De Casablanca with love), y que dan cuenta de la vida cotidiana en las desordenadas calles de la ciudad, donde el f¨²tbol se vive con fervor (en especial, con el derbi WAC-Raja). En ese paisaje, tambi¨¦n hay un lenguaje mudo que sirve para comunicarle con se?as a los taxistas a qu¨¦ barrio se dirige el viajero (porque no todos van a todos lados).
Rebel Spirit, quien podr¨ªa considerarse una suerte de Roy Liechtenstein norafricano, nos recomienda echar un vistazo a la programaci¨®n art¨ªstica, teatral y musical de otros espacios como L¡¯uzine (10), Boultek (11), Artorium (12) o el Studio des Arts Vivants (13).
20.00 El paseo mar¨ªtimo y la vida nocturna
Otras artes se cultivan en las noches de esta urbe africana y cosmopolita en la que se puede escuchar m¨²sica en vivo de variados or¨ªgenes en sus hoteles de lujo y en restaurantes, bares y pubs del paseo mar¨ªtimo (Ain Diab y La Corniche). Esta ciudad que es, adem¨¢s, la escala obligada a casi todos los vuelos con destino al ?frica subsahariana, tiene rincones simp¨¢ticos para picar algo y tomar la pen¨²ltima cerveza o un c¨®ctel.
Aqu¨ª van algunas opciones: los bistrot Atomic (14) y Titan (15), bares como Backstage (16) y Kick Off (17), el cabaret Embassy (18) o Amstrong (19).
Entre el glam actual y el esplendor residual de los colonos franceses, Casablanca nunca defrauda.
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