Por el valle de Campoo, un territorio c¨¢ntabro donde esperan joyas tan antiguas como escondidas
En esta zona al sur de Cantabria existe una exuberante mezcla de patrimonio cultural y arqueol¨®gico y naturaleza: del Centro Ornitol¨®gico del Embalse del Ebro al castillo de Arg¨¹eso, la iglesia rom¨¢nica de Santa Mar¨ªa la Mayor y el pico Tres Mares
Entre los pastizales de Reinosa y el pico Tres Mares hay tantos mundos como enigmas. La carretera que atraviesa este fragmento del valle de Campoo se atasca en d¨ªas de sol y nieve rumbo a las cumbres de la estaci¨®n de esqu¨ª Alto Campoo. Pero hay veces que los viajeros que se dirigen a estas instalaciones ignoran el universo cultural y arqueol¨®gico que se va desplegando, como una mu?eca rusa, a lo largo de decenas de kil¨®metros. Los romanos llamaron Fontes Iberis al lugar en el que el r¨ªo Ebro borbotea con unas aguas que bajan de la sierra de H¨ªjar, y ese poso milenario bautiza toda una pen¨ªnsula. Fontibre es hoy un bonito paraje de hayas, chopos y robles que dan sombra a un enorme merendero, adem¨¢s de constituir el inicio de una ruta por tierras del viejo marquesado de Arg¨¹eso.
El valle de Campoo es una bisagra de paisajes y clima entre la exuberante Cantabria y la reseca Castilla, que pierde poblaci¨®n pero no encanto. El embalse del r¨ªo Ebro, en el l¨ªmite con Burgos, inund¨® los pastos y parte de Rozas de Valdearroyo, cuyo campanario brota de las aguas, aunque la gran superficie anegada se ha convertido hoy en escenario para deportes acu¨¢ticos y santuario de aves. El Centro Ornitol¨®gico del Embalse del Ebro est¨¢ volcado a la educaci¨®n ambiental, a la divulgaci¨®n de las 70 especies de aves y a facilitar visitas guiadas por los diferentes puntos de observaci¨®n. Aguas arriba, sin embargo, la comarca c¨¢ntabra sigue su lenta cadencia natural entre bosques, ganado, restos arqueol¨®gicos y huellas de los antiguos pobladores romanos.
Juli¨®briga, la ciudad romana levantada durante las Guerras C¨¢ntabras (29-19 a.C.), es el mayor exponente romano en tierras habitadas por unos pobladores que Cat¨®n el Viejo ya mencionaba cuando escribi¨® sobre el Ebro: ¡°Nace en los C¨¢ntabros, grande y hermoso, abundante en peces¡±. As¨ª, las ruinas y calzadas romanas que se entrev¨¦n en el Collado de Somahoz, Pe?a Cutral o la cercana Pesquera son solo un estrato de los diferentes habitantes en la historia de Campoo, cuyo rastro se manifiesta en los menhires de Valdeolea, con 4.000 a?os de vida y la misma orientaci¨®n, varios monumentos megal¨ªticos o las cuevas prehist¨®ricas de Suano. El Centro de Investigaci¨®n de Arqueolog¨ªa Experimental de Arg¨¹eso, de hecho, lleva dos d¨¦cadas desarrollando un poblado c¨¢ntabro en un rinc¨®n de Campoo. La aldea es un laboratorio que reproduce la arquitectura y vida de hace m¨¢s de 2.000 a?os a trav¨¦s de construcciones de arcilla con techos de escoba y centeno, animales, huertas y utensilios empleados en antiguas labores. La reproducci¨®n original de las chozas es el mayor reclamo de un conjunto de la Edad del Hierro que concentra la investigaci¨®n arqueol¨®gica de varios yacimientos de la comarca. Esta es su s¨ªntesis.
Patrimonio cultural en tierras se?oriales
El castillo de Arg¨¹eso es el s¨ªmbolo del viejo poder local. La fortaleza fue construida en los siglos XIII, XIV y XV y estuvo en manos de la Casa de la Vega-Mendoza hasta el siglo XIX, que controlaban el se?or¨ªo de Campoo y las comunicaciones con la meseta. Construido sobre los cimientos de una ermita en honor a San Vicente M¨¢rtir, la fortificaci¨®n ¡°se alza en solitario sobre una colina c¨®nica y desnuda¡±, como la defini¨® el ilustre historiador Miguel ?ngel Garc¨ªa Guinea, y est¨¢ compuesta por dos torres, un cuerpo y una plaza de armas. Hoy sirve de centro cultural en el que se realizan exposiciones, conferencias o se ruedan pel¨ªculas, como El molino, presentada en el reciente Festival de M¨¢laga y protagonizada por Pilar L¨®pez de Ayala, Asier Etxeandia e Imanol Arias. Los trabajos de restauraci¨®n han contribuido a conservar esta belleza g¨®tica, uno de los 80 castillos que forman parte del Club de Castillos y Palacios de Espa?a entre los 10.000 catalogados en todo el pa¨ªs.
A unos seis kil¨®metros de distancia, la Torre de Proa?o, levantada en el siglo XIII, tambi¨¦n contribuye a enriquecer el cat¨¢logo arquitect¨®nico g¨®tico de Campoo. La torre y casona perteneci¨® a ?ngel de los R¨ªos (1823-1899) y alberga una de las estelas funerarias que el cronista de la provincia de Santander encontr¨® en la necr¨®polis de Espinilla. Unas casas m¨¢s all¨¢ se encuentra el Museo Etnogr¨¢fico El Pajar, una colecci¨®n de m¨¢s de 2.000 piezas con toda clase de utensilios de la vida rural, desde trillos hasta aperos de labranza pasando por arados que reflejan el modo de vida de una comarca volcada al ganado. Adem¨¢s de la vieja necr¨®polis con tumbas, sarc¨®fagos y estelas funerarias que De los R¨ªos fue excavando a finales del siglo XIX y que guard¨® en la torre, todas las peque?as poblaciones de arquitectura aut¨®ctona y silencio intermitente reflejan sus aires tradicionales en casas de siller¨ªa con balcones, arcos, altos muros de piedra y escudos, como la barroca Torre de los R¨ªos de Espinilla o las diferentes casonas de los siglos XVII y XVIII esparcidas por Naveda, Mazandrero y Celada.
El arte rom¨¢nico tambi¨¦n tiene cabida en las profundidades de Campoo, delimitado por la sierra de H¨ªjar y la sierra del Cordel, a pesar de que esas expresiones se desplieguen con mayor fuerza en las vecinas Valderredible y la Monta?a Palentina. Pero, en realidad, el valle est¨¢ salpicado de iglesias y humildes ermitas rom¨¢nicas (San Juan Baustista, San Mart¨ªn, San Miguel) en el municipio de Valdeolea. La colegiata de Cervatos es la m¨¢s conocida entre los templos rom¨¢nicos, aunque en estos pastizales ba?ados por los r¨ªos H¨ªjar, Argoza y Queriendo se encuentra tambi¨¦n la iglesia de Santa Mar¨ªa la Mayor, en Villacantid. Levantada a finales del siglo XII, m¨¢s all¨¢ de su preciosa estampa alberga un centro de interpretaci¨®n sobre el rom¨¢nico en la comarca. De regreso a Espinilla, a apenas cuatro kil¨®metros, nos adentramos en un cruce de caminos. Desde aqu¨ª, en el coraz¨®n del valle, varias carreteras ponen rumbo a todos los puntos cardinales siguiendo un trazado similar al de las calzadas romanas. Es un canto al pasado: una ruta conduce al valle de Cabu¨¦rniga por el puerto de Palombera; otra carretera lleva a Reinosa, capital de la comarca de Campoo; en otra direcci¨®n, el camino pone rumbo a la vecina Palencia mientras que el horizonte sigue rumbo a Alto Campoo, donde los viajeros se detienen en los tradicionales restaurantes La Cotera, en Abiada o el Pico Casares de La Lomba para reponer fuerzas.
Actividades al aire libre en todas las estaciones
Vigilando las praderas y las vegas se encuentra el pico Tres Mares, con 2.171 metros de altitud. Su nombre se lo debe al cauce de los r¨ªos Ebro, Nansa y Pisuerga, cuyas aguas acaban en los tres mares que abrazan la Pen¨ªnsula. Una carretera llega al mirador Fuente del Chivo, a 2.000 metros, donde la panor¨¢mica abarca el valle de Polaciones, Pe?a Sagra, Li¨¦bana, Pe?a Labra y los Picos de Europa. Este techo situado en la estaci¨®n de esqu¨ª es, sin duda, uno de los mejores balcones naturales para contemplar el oc¨¦ano de nieblas y monta?as de Cantabria, y por eso las rutas que parten del Chivo atraen a amantes de una naturaleza tan virgen como herida. Alto Campoo ha formado parte del proyecto Life Econnect que alivi¨® el impacto de la estaci¨®n de esqu¨ª en el ecosistema. La iniciativa europea, al menos, ha permitido unir la sierra del Cordel y la de H¨ªjar, dos ¨¢reas de alta monta?a que integran la red Natura 2000, adem¨¢s de restaurar laderas y los h¨¢bitats de aves como la perdiz y el aguilucho. No son los ¨²nicos habitantes.
En los valles Altos del Nansa y Saja y Alto Campoo es habitual cruzarse con corzos, rebecos o ciervos, cuyos gemidos durante la berrea alteran el silencio infinito de la alta monta?a. La presencia del oso pardo, adem¨¢s, mantiene a la zona bajo el ojo atento de un programa de recuperaci¨®n. En el boscoso Monte Milagro, por ejemplo, su misteriosa presencia bautiza el Camino de los Balcones al Oso, una bonita ruta de siete kil¨®metros que, desde el mirador de la Joyanca, en La Lomba, recorre enclaves que se recomienda no invadir. Esta ruta es solo uno de los nueve senderos de Peque?o Recorrido que atraviesan hayedos, robledales, acebales, cascadas, pastizales, r¨ªos y, en fin, el amplio mosaico de paisajes en el que abundan los bosques aut¨®ctonos. El acebal de Abiada, en la cabecera del r¨ªo Guares, el robledal en las laderas del Pico Liguardi o el hayedo de Sobardal forman parte de esa tr¨ªada de especies t¨ªpicas de la regi¨®n. Un fragmento de Campoo, incluso, se encuentra dentro del parque natural Saja-Besaya. Porque este valle en el que las yeguas y vacas tudancas forman parte de sus escenas cotidianas, los mismos escenarios de monta?a, r¨ªos y bosques sigue deslumbrando a sus nuevos descubridores. Sus montes y bra?as est¨¢n tocadas por decenas de caba?as ganaderas con nombre propio ¡ªGulatrapa, Aviones, Lagu¨ªo o Guzmerones¡ª que ahora sirven de refugio a senderistas, monta?eros o esquiadores en busca de alternativas cuando la nieve no se asoma a las alturas. La naturaleza siempre sale a su rescate.
El nacimiento del r¨ªo Ebro, el latido de las plazas empedradas en pueblos solitarios y el desfile de pobladores milenarios, en fin, hacen de Campoo una hoya con ingredientes tan antiguos como escondidos. Y, quiz¨¢s, entre los aires naturales y salvajes de la comarca, ese sea el ¨²nico secreto de su conservaci¨®n.
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