Bregenz, viaje a la dama del lago Constanza
La capital de la regi¨®n de Vorarlberg, en Austria, es un basti¨®n cultural con una intensa vida musical. Y en su entorno pr¨®ximo, el llamado Bregenzerwald, esperan pueblos alpinos, un museo dedicado a la mujer o un templo de la gastronom¨ªa
?Mar o monta?a? Las dos cosas. ?Verano o invierno? Las dos cosas. En Bregenz, la capital de la regi¨®n austriaca de Vorarlberg, huelgan las disyuntivas. Esta peque?a ciudad que apenas alcanza los 30.000 vecinos moja sus pies en el Bodensee o lago de Constanza, uno de los mayores de Europa, un aut¨¦ntico mar interior. Y a sus espaldas, los Alpes, palabras mayores. Pero de lo que m¨¢s se ufana es de ser una Kulturstadt, un basti¨®n cultural en una encrucijada donde se rozan Austria, Suiza y Alemania. Sus festivales de ¨®pera y m¨²sica, su arquitectura a la vez tradicional y de vanguardia, sus tradiciones alpinas ¡ªcomo la jocunda bajada desde el alpage de vacas engalanadas como Drag Queens, al acabar el verano¡ª, sus mesas sibaritas, esas son sus cartas ganadoras.
Muchos atraviesan su bullicio urbano sin caer en la cuenta de que, arriba, acecha como agazapada una Oberstadt o ciudad alta. Con sus murallas y puertas, su antiguo castillo, sus placetas y fuentes ornamentales cuya agua, fresqu¨ªsima, puede beberse. En lo m¨¢s alto de la colina, la Torre de San Mart¨ªn, con una c¨²pula de cebolla de r¨¦cord, esconde frescos medievales y un peque?o museo. Ese recinto altanero, al que suben resoplando algunos ciclistas insensatos, es un oasis de calma y frescor, un premio reservado a los avisados y valientes.
Tambi¨¦n la ciudad baja esconde algunos reclamos en medio del traj¨ªn peatonal. Como la parroquia barroca de San Galo, la capilla de San Juan Nepomuceno o la terraza de Wunderbar, el sitio de moda. El n¨²cleo duro de la ciudad baja se concentra en torno a la Kornmarktplatz, con edificios que alternan tradici¨®n y vanguardia. Las l¨ªneas tradicionales aparecen en el Ayuntamiento o Correos. La innovaci¨®n estalla en la Kunsthaus o ¡°casa del arte¡± del arquitecto Peter Zumthor. Un cubo de cristal que no es propiamente un museo, sino un espacio vers¨¢til para acoger exposiciones temporales de calado. Junto a este edificio, el Teatro y el Museo de Vorarlberg, que ampli¨® sus hechuras tradicionales con una construcci¨®n ?posmoderna? El interior es una especie de Wikipedia de todo lo que tenga que ver con la regi¨®n. Con un toque altamente did¨¢ctico, m¨¢s parece un aula que un museo.
Muy distinto es el ambiente a orillas del lago. Del puerto salen continuos cruceros para avistar ciudades ribere?as, como la b¨¢vara Lindau o Friedrichshafen, desde la cual despegan los zepel¨ªn ventrudos que tambi¨¦n surcan el lago, pero desde el aire. El paseo lacustre ¡ªse podr¨ªa decir sin sonrojo paseo mar¨ªtimo¡ª es la parte m¨¢s animada. Un escaparate sombreado para escuchar m¨²sica ambulante, tomar un helado o un refresco, y esquivar la riada de gente que se arrima a las instalaciones del Festspiel o Festival de ?pera, uno de los m¨¢s reconocidos del mundo. El escenario flota sobre el agua. Las gradas del p¨²blico, a salvo en la orilla. Se tarda meses en montar o desmontar cada espect¨¢culo, as¨ª que la misma ¨®pera se representa durante dos veranos seguidos. El sistema para que se escuche a los cantantes como en una sala, sin micr¨®fonos en la barbilla, es un invento patentado (BOAS, Bregenz Open Acoustic System). El primer festival tuvo lugar en 1946. Desde 1980, se monta el escenario sobre el agua. La orquesta toca en un auditorio interior, que sirve de refugio para albergar los programas de invierno. Ni que decir tiene que la vida musical es muy intensa, sin importar las estaciones del a?o.
Explorando los alrededores
El entorno pr¨®ximo a Bregenz es el llamado Bregenzerwald, territorio montuoso y boscoso jalonado por pueblos alpinos deshilachados entre laderas siempre verdes y jugosas. Como Schwarzenberg, peque?a comunidad que se presenta como Kulturstadt gracias a dos figuras egregias. La primera es el compositor rom¨¢ntico Franz Schubert. Desde 1976 se celebran aqu¨ª dos veces al a?o unas schubertiadas, jornadas de m¨²sica ¨ªntima y selecta. Lo mismo que en la cercana localidad de Hohenems, donde adem¨¢s cuentan con un museo dedicado al m¨²sico. El eco de las schubertiadas es tal que se ha extendido a lugares lejanos; en Espa?a, el municipio gerundense de Vilabertran celebra en septiembre esas jornadas musicales.
El auditorio de madera de Swarzenberg ostenta el nombre de Angelika Kauffmann. La otra figura ilustre de este pueblo. Aunque la pintora naci¨® ¡ªpor accidente¡ª en los Grisones suizos, es en Swarzenberg donde est¨¢ la granja familiar (ahora museo), y donde pint¨®, a los 14 a?os, un apostolado y el altar mayor de la parroquia. Kauffmann es un ejemplo de mujer libre y empoderada en el universo masculino y dominante del siglo XVIII. Fue amiga de Goethe, viaj¨® a Florencia, Roma, Venecia o Londres, donde fund¨® la Royal Academy of Arts junto con Reynolds y otros artistas. Se dedic¨®, sobre todo, al retrato, y mantuvo su independencia como pintora y como mujer, en un mundo vetado a las f¨¦minas.
Tal vez recogiendo su gui?o precursor, en la deliciosa aldea de Hittisau abri¨® en el a?o 2000 un Museo de la Mujer ¨²nico en el pa¨ªs. Notable por su arquitectura, pero sobre todo por la calidad de sus muestras temporales. En Hittisau hay un pu?ado de construcciones de madera que llaman la atenci¨®n de los expertos, por su mezcla de materiales y formas tradicionales y un dise?o de vanguardia. Y otra sorpresa, en una comunidad tan chica: las mesas exquisitas de hoteles como el Krone o el Schiff.
Tambi¨¦n en la casi colindante Krumbach la Gasthof Adler es un santuario gastron¨®mico. Pero lo que ha hecho c¨¦lebre a este pueblo son sus paradas de Landbus, el autob¨²s de l¨ªnea rural. Hicieron un concurso entre arquitectos famosos, que llegaron a dise?ar siete de ellas. Muy convincente la del espa?ol Ant¨®n Garc¨ªa Abril (hijo del gran compositor hom¨®nimo, ya fallecido). Bella, pero nada funcional, la del japon¨¦s Sou Fujimoto ¡ªsu nombre nos lleva a pensar en la muy premiada cinta Perfect Days, de Win Wenders, con una iniciativa similar para los ba?os p¨²blicos de TokioLandbus. A diferencia del concurso nip¨®n, en Krumbach ha sido mejor la intenci¨®n que el resultado.
Hablando de dise?o, resulta obligada la visita a Andelsbuch, cuyo Werkraum o taller de artesan¨ªa creativa sacar¨ªa los colores a la mism¨ªsima IKEA. En Riefensberg hay un peque?o taller-museo dedicado al vestido tradicional, distinguido por la Unesco como patrimonio inmaterial de la humanidad. De la negra Juppe o falda de lino acartonada tienen la culpa los cortesanos espa?oles, y su afici¨®n enfermiza por el luto. En Au puede verse otro breve museo sobre los constructores barrocos de iglesias y monasterios, salidos en racimo de este pueblo.
Pero en Au hay algo que puede servir de broche insuperable a esta incursi¨®n alpina: un telef¨¦rico doble lleva a una estaci¨®n de altura, con buena comida y m¨²sica en vivo. ?Qui¨¦n dijo que los austriacos son aburridos? Y sobre todo: las vistas desde la amplia plataforma-terraza son para quitar el aliento. Un panorama de 360 grados con picos que no entienden de fronteras, y que van de los dosmiles a los tresmiles y hasta alg¨²n cuatromil rezagado. Siempre con nieve, poca o toda. Un asombro que puede con todas las palabras. ?Gritar o enmudecer? Las dos cosas.
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