Descifrando Pinares, la comarca soriana que enamor¨® a Antonio Machado
De la Laguna Negra al embalse de la Cuerda del Pozo o las fuentes del Duero, con paradas en Vinuesa o Duruelo de la Sierra. Viaje por los paisajes que inspiraron al poeta a escribir ¡®Campos de Castilla¡¯, cuando los recorri¨® en el oto?o de 1910
La Laguna Negra no es negra; sus aguas son verdes y compactas como el jade. Igual de fr¨ªas, porque los diques de granito que la encierran, asaltados por pinares y hayedos, fueron esculpidos por el hielo hace millones de a?os entre los glaciares y circos que surcan el rostro afilado de la sierra de Urbi¨®n, en la comarca soriana de Pinares. ¡°Agua transparente y muda / que enorme muro de piedra, / donde los buitres anidan / y el eco duerme, rodean; / agua pura y silenciosa / que copia cosas eternas; / agua impasible que guarda / en su seno las estrellas¡±. As¨ª la vio Antonio Machado en los primeros d¨ªas del oto?o de 1910, cuando sali¨® de Soria, donde era profesor, a buscar en estos montes la cuna del r¨ªo Duero a m¨¢s de 2.000 metros de altura. Durante el trayecto, que hizo en diligencia y a caballo, un campesino le fue relatando la historia que oy¨® de ni?o a un pastor y que los ciegos cantaban por las tierras de Berlanga: la tragedia del pr¨®spero labrador asesinado por sus hijos y sepultado bajo las aguas. Esos versos de Machado, incrustados en una roca al pie de la laguna, pertenecen al romance La tierra de Alvargonz¨¢lez que escribi¨® tras su viaje y public¨® en Campos de Castilla un par de a?os despu¨¦s.
Al otro lado de una senda empedrada, a la sombra de largos pinos albares, algunas vacas color mantequilla adornan el valle donde crecen enebros y ar¨¢ndanos. El rico ecosistema del parque natural Laguna Negra y Circos Glaciares de Urbi¨®n, con la mayor extensi¨®n boscosa de la Pen¨ªnsula, est¨¢ protegido y la laguna se recorre por pasarelas de madera que preservan su morrena. Corretean aqu¨ª lagartos y tritones, ardillas, zorros, tejones, comadrejas, ciervos y corzos, nadan barbos y truchas, y planean ¨¢guilas y halcones. La Casa del Parque ofrece informaci¨®n sobre accesos y senderos, normativa para visitantes o licencias para la recolecci¨®n de setas en temporada. En su interesante Museo del Bosque se puede aprender el origen y caracter¨ªsticas de los glaciares y lagunas de Urbi¨®n y conocer la vida de los antiguos habitantes de la zona: carreteros, madereros y ganaderos que juraban o¨ªr a la laguna rugir espantosamente y provocar las tempestades que inundaban y asolaban sus campos.
En enero de 1912 Machado public¨® un relato con la historia de Alvargonz¨¢lez y la cr¨®nica de su excursi¨®n a las fuentes del Duero en la revista Mundial Magazine, que dirig¨ªa Rub¨¦n Dar¨ªo. En ella, cuenta que inici¨® ruta dejando la diligencia en Cidones: ¡°Volv¨ª los ojos al pueblecillo que dej¨¢bamos a nuestra espalda. La iglesia, con su alto campanario coronado por un hermoso nido de cig¨¹e?as, descuella sobre unas cuantas casuchas de tierra¡±. Desde all¨ª, el poeta atraves¨® los campos malditos y el pueblo de La Muedra, que hoy duerme bajo el embalse de la Cuerda del Pozo, donde emerge como un vig¨ªa fantasma el campanario de la iglesia. En sus aguas con calas de arena blanca se puede nadar, pescar y navegar.
Al lado del embalse, Molinos de Duero conserva el antiguo esplendor de una intensa actividad carretera en sus casonas de siller¨ªa con chimeneas pinariegas, entradas en arco y fachadas con balconadas y escudos como la imponente Real Posada de la Mesta, que ofrece alojamiento y restaurante. La encantadora senda que llaman Paseo del Santo Cristo sigue el curso del r¨ªo hasta Salduero, por cuyas calles empedradas pas¨® durante siglos la trashumancia que cruzaba la Ca?ada Real Galiana.
Como cuenta en su cr¨®nica, Machado iba acompa?ado hasta Vinuesa: ¡°El campesino cabalgaba delante de m¨ª, silencioso. El hombre de aquellas tierras, serio y taciturno, habla cuando se le interroga, y es sobrio en la respuesta. (¡) Solo se extiende en advertencias in¨²tiles sobre las cosas que conoce bien o cuando narra historias de su tierra¡±. Conocida como la Corte de los Pinares, la antigua Visontium, de la que a¨²n queda un puente y parte de su calzada romana, tuvo una de las caba?as ovinas m¨¢s importantes de Espa?a y lo refleja en edificios se?oriales como el palacio de los Marqueses de Vilue?a o la Casa de los Ramos del siglo XVIII. En la plaza Plazuela se alza el rollo jurisdiccional con el que Carlos III le otorg¨® el t¨ªtulo de villa. Y a orillas del r¨ªo Remonicio permanecen los viejos lavaderos y la lonja donde preparaban la lana.
Desde la vecina Covaleda, el poeta continu¨® la ruta solo, porque el campesino hab¨ªa llegado a su destino. En las inmediaciones se encuentra la cueva del t¨ªo Melit¨®n, el famoso bandolero del siglo XIX al que P¨ªo Baroja hizo personaje en una de sus novelas. Desde el Refugio de Pescadores, junto a un peculiar puente sobre el Duero, se sube al mirador de la Machorra a ver la tarde sobre monta?as y valles: ¡°La tarde est¨¢ muriendo / como un hogar humilde que se apaga. / All¨¢, sobre los montes, / quedan algunas brasas¡±.
Del mirador a una v¨ªa ferrata
A Duruelo de la Sierra llega el Duero reci¨¦n nacido, rodando desde los picos. Junto a su iglesia g¨®tica de San Miguel Arc¨¢ngel, con elementos prerrom¨¢nicos y moz¨¢rabes, hay una necr¨®polis con m¨¢s de 60 tumbas rupestres y sarc¨®fagos antropomorfos de los siglos XI al XIII. Una pista asfaltada lleva hasta las asombrosas formaciones k¨¢rsticas del Roquedal de Castroviejo, desde donde arranca la Ruta de las Cascadas. Si no se padece v¨¦rtigo, hay que subir al mirador de Roca Alta por la trocha, la pasarela que asciende salvando las gargantas entre las moles hasta la plataforma que cuelga de un macizo. All¨ª se divisa la sierra al norte como una frontera y el pico de Urbi¨®n como un v¨¦rtice entre tres provincias. Los escaladores tienen una v¨ªa ferrata en Cuerda la Graja, junto a la cueva Serena y su cascada de cuento entre las rocas.
Desde Castroviejo, siguiendo la carretera GR-86 del Sendero Ib¨¦rico Soriano, se camina entre bosques, arroyos y praderas hasta la fuente del Duero al pie del Urbi¨®n, por el mismo camino que tom¨® Machado. Comenzaba el oto?o y har¨ªa fr¨ªo, pues el poeta lleva ese traje ¡°arrugado con brillos en las rodillas¡± con el que le ver¨ªa en Segovia unos a?os despu¨¦s John Dos Passos, a quien el poeta le pareci¨® ¡°un hombre demasiado sincero, demasiado sensible, demasiado torpe, a la manera de los eruditos, para sobrevivir¡±. Quiz¨¢ porque la recorri¨® y escuch¨® a sus gentes, y porque aqu¨ª fue tan feliz, aunque por poco tiempo, con Leonor, Antonio Machado encendi¨® sus mejores versos con la luz deslumbrante y agreste de esta tierra soriana. ¡°En la desesperanza y en la melancol¨ªa / de tu recuerdo, Soria, mi coraz¨®n se abreva. / Tierra de alma, toda, hacia la tierra m¨ªa / por los floridos valles, mi coraz¨®n te lleva¡±.
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