Madrid, el epicentro del exilio venezolano
La llegada de Leopoldo L¨®pez ha convertido Madrid en el epicentro del exilio venezolano. Pol¨ªticos perseguidos, periodistas e intelectuales luchan desde la capital de Espa?a por la restauraci¨®n de la democracia en su pa¨ªs
E l tiempo es una variable sin plazos para Leopoldo L¨®pez. Quiz¨¢s ¨¦l mismo no lo sab¨ªa cuando era un joven y prometedor pol¨ªtico que arrasaba como alcalde de Chacao con un 81% de apoyo popular a su gesti¨®n. Fue regidor de ese municipio, uno de los cinco que forman el ¨¢rea metropolitana de Caracas, entre 2000 y 2008. Por entonces aspiraba a presidir Venezuela y sin duda pens¨® que alg¨²n d¨ªa lo conseguir¨ªa. Pero ahora, a sus 49 a?os, camina por Madrid consciente de otras prioridades: ¡°La libertad de nuestro pueblo¡±, dice el presidente del partido pol¨ªtico opositor Voluntad Popular. Un factor fundamental para lograr otras cosas que trascienden a lo que en su d¨ªa fue su leg¨ªtima aspiraci¨®n.
En esa variable que relativiza relojes y calendarios con la que L¨®pez ha aprendido a convivir cabe otra virtud: la paciencia. Y eso lo aprendi¨® en la c¨¢rcel de Ramo Verde, donde entr¨® el 18 de febrero de 2014 para cumplir diversas privaciones de libertad ¡ªdesde la prisi¨®n de aislamiento al arresto domiciliario¡ª durante siete a?os.
Ha sido un tiempo en el que han pasado muchas cosas en Venezuela. Aparte de la muerte de Hugo Ch¨¢vez y la toma del poder de Nicol¨¢s Maduro, est¨¢n la represi¨®n, los asesinatos en las calles, las elecciones, los levantamientos, la interminable di¨¢spora y los jirones que todo esto ha causado en el seno de la oposici¨®n contra el r¨¦gimen. Hoy, L¨®pez, instalado en Espa?a desde finales de octubre pasado y centrado en una estrategia pol¨ªtica que le permita regresar a su pa¨ªs, cuenta cu¨¢l es su prioridad: ¡°Quiero ser el carpintero de esa unidad¡±. As¨ª lo proclama convencido de su autoridad moral para el empe?o.
Su carpinter¨ªa est¨¢ instalada hoy en el barrio de las Letras de Madrid, donde nos recibe pocos d¨ªas despu¨¦s de la nevada que asol¨® las calles de la ciudad el pasado enero. La capital de Espa?a se ha convertido en el centro neur¨¢lgico de la oposici¨®n al r¨¦gimen de Maduro, con pol¨ªticos huidos y periodistas diseminados por sus barrios. Tambi¨¦n es el epicentro de medios como El Nacional, coordinado desde Madrid por su due?o, Miguel Henrique Otero.
L¨®pez ha llegado con un poco de retraso. Justificado. Olvid¨® el colirio en casa. ¡°Desde que estuve tanto tiempo aislado en la c¨¢rcel, afect¨® mi visi¨®n. A veces se me enraman y comienzo a lagrimear. Lo siento¡±. Son secuelas de la reclusi¨®n en la que el r¨¦gimen lo mantuvo despu¨¦s de un juicio que se revel¨® como una farsa. Le acusaron de instigar disturbios que acabaron con muertos. Aquel episodio fue conocido como el de las protestas de La Salida y L¨®pez fue condenado a 14 a?os.
De ah¨ª que comenzara a suprimir dentro de su concepci¨®n del tiempo la palabra plazos. Esa perspectiva ha quedado en la mitad. En el ¨¢nimo de Ch¨¢vez y Maduro estaba anularlo como alternativa real. Pero lo que consiguieron fue apuntalarlo y convertirlo en un s¨ªmbolo internacional de la lucha contra el r¨¦gimen. Esos siete a?os L¨®pez los ha empleado a fondo. No solo en estrategia. Tambi¨¦n ha aprovechado sus momentos de meditaci¨®n y soledad. Sacar partido a las circunstancias cuando estaba entre rejas, sin poder ver crecer a sus tres hijos, lejos de su esposa, Lilian Tintori, o de sus padres, Antonieta Mendoza y Leopoldo, que ya hab¨ªan decidido trasladarse a Madrid.
Todo entraba en el peor de los escenarios. Una prueba de encaje continua que juntos, como familia, han superado en lo personal y ahora quieren trasladar a lo colectivo despu¨¦s de diversos reveses sufridos. Para eso, uno de los primeros retos que L¨®pez busca con vistas a la oposici¨®n es, insiste, la unidad: ¡°Cierto, debemos fortalecer nuestra capacidad de entendernos. Construir una soluci¨®n pol¨ªtica sin que quedemos, frente al r¨¦gimen, debilitados. Nosotros debemos estar unidos, as¨ª es, pero la comunidad internacional, respecto a nosotros, tambi¨¦n. Lo necesitamos¡±, dice Leopoldo L¨®pez.
Esto ¨²ltimo es un mensaje dirigido a Bruselas: su posici¨®n cuenta con el apoyo del Parlamento Europeo, pero no tanto del Consejo de la UE. El primero reconoce a Juan Guaid¨®, aliado de L¨®pez, como presidente interino. Pero el ¨®rgano que representa a los pa¨ªses miembros de la Uni¨®n, no, aunque s¨ª lo ve como interlocutor. De ah¨ª que L¨®pez reclame esa unidad en los apoyos dentro de una estrategia futura que basa su acci¨®n en tres ¨¢ngulos fundamentales: Bruselas; Estados Unidos, tras la decisi¨®n de Joe Biden de considerar Venezuela una prioridad, y Am¨¦rica Latina, con especial relevancia del papel a jugar por parte de Colombia. El tablero previo ha quedado destruido. L¨®pez es consciente de que los intentos jugados con la opci¨®n de Guaid¨®, ya con ¨¦l fuera del Parlamento, se han visto da?ados. Tampoco la mera resistencia en las calles ni los levantamientos condujeron a nada. El r¨¦gimen se ha reforzado, adem¨¢s, tras las elecciones legislativas del 6 de diciembre. Muy pocos reconocen el resultado ¡ªni la UE, ni EE UU ni gran parte de pa¨ªses latinoamericanos¡ª, pero los comicios a los que no compareci¨® la oposici¨®n por falta de garant¨ªas han aumentado de facto el poder de Maduro. Pese a que las tentativas de negociaci¨®n con el Gobierno han fracasado una y otra vez, Estados Unidos y Bruselas buscar¨¢n nuevos contactos. Para eso, necesitan una interlocuci¨®n unida en las filas de la oposici¨®n. Leopoldo L¨®pez es actualmente una de las bazas m¨¢s potentes.
En sus planes entra conseguir unas elecciones presidenciales. ¡°Lo antes posible¡¡±, advierte. Pero, para eso, los plazos se difuminan. Este a?o, dice¡ Y, ya saben, ah¨ª entra en juego su dominio casi m¨ªstico del factor tiempo: ¡°Si t¨² esperas una fecha y no llega, te puedes hundir¡±. Otra cosa es el factor espacio. ¡°Yo estoy aqu¨ª, pero mi cabeza anda en Venezuela¡±. Sufrieron ¨¦l y los suyos todos estos a?os y sigue sufriendo la gente dentro y en medio de una di¨¢spora que seg¨²n la ONU supera los seis millones de desplazados. Sabe que evitarlo queda en parte en su mano. No andar hacia atr¨¢s, sino hacia delante. Quiz¨¢s por eso no se le va de la mente la historia de su bisabuelo disidente, Eudoro L¨®pez. ¡°De ni?o me impresion¨® su caso. Yo no entend¨ªa que alguien pudiera estar preso por sus ideas¡¡±.
En cierto modo, las cartas de aquella experiencia que su familia conserva lo prepararon para lo que tuvo que afrontar. Como una rueda del destino. Cuando en 2013 lanzaron una orden de captura contra ¨¦l, avis¨® a su esposa: ¡°Quiero que sepas que si eso es lo que me toca, voy a ir a la c¨¢rcel¡±. En aquel momento, la amenaza pas¨®. Pero un a?o despu¨¦s, volvi¨®. El continuo acoso que hab¨ªa sufrido para ser apartado de la pol¨ªtica desde que en 2008 fue inhabilitado se recrudeci¨®. Como alcalde de Chacao, su popularidad le convert¨ªa en una opci¨®n. Fue una amenaza para Ch¨¢vez y luego para Maduro. Ambos lo desarmaron civil y pol¨ªticamente. Pero lo fortalecieron ¨ªntima y personalmente. Ley¨® sobre las experiencias de Mandela o Van Thuan, el cardenal vietnamita que sufri¨® 13 a?os de arresto. ¡°En Ramo Verde tuve que guardar mi rutina. En un edificio estaba yo solo, y en otro, el resto. Siempre bajo custodia. Aprovechaba en misa los momentos de darnos la paz en la liturgia para poder trasladar a alguna gente seg¨²n qu¨¦ cosas¡±.
Logr¨® controlar las horas para no sentirse perdido. Estudiaba, escrib¨ªa, pintaba, hac¨ªa gimnasia y rezaba. Todos los d¨ªas. ¡°Me apliqu¨¦ con los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola¡±. De ah¨ª en parte brota hoy su entereza f¨ªsica y espiritual, labrada tambi¨¦n con estudios de filosof¨ªa o teolog¨ªa junto a sus licenciaturas y maestr¨ªas en sociolog¨ªa, pol¨ªtica y econom¨ªa en varias universidades, entre ellas Harvard. Y tambi¨¦n una complicidad jesu¨ªtica de m¨¦todo por parte de L¨®pez con la congregaci¨®n del papa Francisco. El Vaticano apoya su opci¨®n como salida para Venezuela. Eso, m¨¢s la dura experiencia de ejercicio y persecuci¨®n, le ha llevado a s¨®lidas conclusiones: ¡°Saber que la felicidad no es solo alegr¨ªa, sino la tranquilidad de ser consciente de que vives con un prop¨®sito¡±. En su caso, la libertad de sus conciudadanos. ¡°Eso me proporcion¨® claridad en mitad de ese pozo¡±.
Un lugar donde no consigui¨® luz despu¨¦s de una visita que le hizo Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, como mediador, en la c¨¢rcel. ¡°Los grandes logros vienen de cosas peque?as¡±, le dijo L¨®pez. ¡°Si usted me consigue un reloj y una lamparita, entonces, podemos empezar a hablar¡ Nunca llegaron. Ni el reloj ni la lamparita¡±. Ahora, en el exilio, L¨®pez sabe que le toca emplearse a fondo mientras disfruta tambi¨¦n de las horas que no ha podido estar junto a sus hijos, Manuela, Leopoldo y Federica, de once, siete y tres a?os. La peripecia de esa familia numerosa vive ahora cierta paz en Madrid. Pero el ¨²ltimo cap¨ªtulo de su estancia en Venezuela tambi¨¦n supo aprovecharlo L¨®pez. Transcurri¨® en la Embajada de Espa?a en Caracas, donde busc¨® refugio tras el levantamiento de abril de 2019. Aquel movimiento crucial qued¨® frustrado y el pol¨ªtico tuvo que residir como invitado especial en suelo espa?ol durante a?o y medio con el apoyo de Jes¨²s Silva, entonces embajador.
Un buen d¨ªa, concretamente el 24 de octubre de 2020, desapareci¨®. La fuga del l¨ªder de Voluntad Popular fue, seg¨²n ¨¦l mismo comenta a El Pa¨ªs Semanal: ¡°Un acto planeado por m¨ª, del que ni siquiera mi familia supo nada¡±. Otra cosa es que el personal diplom¨¢tico lo dejara pasar¡ Tardaron en dar la alerta. Lo suficiente hasta que L¨®pez llam¨®, ya a salvo, desde Colombia. Todo el mundo, en su fuero interno dentro de la Embajada, sab¨ªa que alg¨²n d¨ªa iba a ocurrir. Sencillamente, no lo pusieron en riesgo. ¡°Solo cuatro amigos ¨ªntimos fuera del edificio estaban al tanto¡±, asegura L¨®pez. Tambi¨¦n Carlos Vecchio, representante diplom¨¢tico del gobierno interino de Guaid¨® en Washing?ton. ¡°?l fue el encargado de dec¨ªrselo a su vez a Iv¨¢n Duque, presidente de Colombia, para que lo supieran al otro lado de la frontera¡±.
Hoy L¨®pez trata de integrarse a gusto en su nueva vida. ¡°Pero libre, no. Libre no me siento. Yo quiero volver a Venezuela¡±. Nos lo comenta en su carpinter¨ªa. All¨ª, martillo y clavos en mano, junto a sus colaboradores, trabaja la madera del futuro de su pa¨ªs. Teje redes de compatriotas en el exilio: conexiones transversales que pueden reunir en un acto a algunos de los 1.500 m¨¦dicos que ejercen en Espa?a, a empresarios o a repartidores de plataformas dentro de esa cifra que sobrepasa ya los 400.000 venezolanos instalados en el pa¨ªs.
Entre ellos, otro l¨ªder opositor con residencia en Madrid, como Antonio Ledezma, antiguo alcalde de Caracas. Para ¨¦l, un factor como el tiempo tambi¨¦n cuenta a sus 65 a?os. Camina por la calle de Goya y cruza un sem¨¢foro al caer la tarde. Pisa el alquitr¨¢n del paso de peatones y se dirige al Retiro con la mirada algo perdida, como si no supiera muy bien diferenciar el confuso juego de sus piernas mientras se adhieren al asfalto del barrio de Salaman?ca, desa?compasadas con una mente que a¨²n mantiene ¡ª¨¦l tambi¨¦n¡ª en Venezuela. ¡°Empiezo a pensar que tardar¨¦ en volver¡¡±. Lo dice resisti¨¦ndose a admitirlo por completo, aunque cada vez m¨¢s convencido de que se trata de una muy certera posibilidad. El exilio durar¨¢. M¨¢s de lo previsto para ¨¦l o para L¨®pez. Ambos compartieron c¨¢rcel en Ramo Verde y hoy ambos viven en Madrid. Ledezma pertenece a otra rama de la oposici¨®n, vinculada en el interior con Mar¨ªa Corina Machado. Ambos forman parte de la plataforma Venezuela Hoy. Ella mantiene posiciones m¨¢s duras que han apostado incluso por un golpe, frente a la salida negociada que propugna L¨®pez.
En la fuga de Ledezma intervinieron 32 personas. ¡°Directa e indirectamente¡¡±, asegura. Las que hicieron falta para que el 18 de noviembre de 2017 saliera del pa¨ªs, v¨ªa San Antonio del T¨¢chira, hacia Colombia, tras atravesar el puente Sim¨®n Bol¨ªvar. Llevaba una gorra y una camiseta medio de rapero en la que se le¨ªa: ¡°Beethoven 86¡±¡ Cumpl¨ªa arresto domiciliario entonces. Fingi¨® encontrarse mal. ¡°Yo suelo ir vestido como un pincel, impecable, pero aquel d¨ªa, despu¨¦s de que me hicieran la foto para enviarla como control a sus superiores, les dije que me vendr¨ªan bien unas pastillas para dormir y que necesitaba descansar¡±. El cuento convenci¨® a los guardianes. ¡°T¨®mese esas pastillas, alcalde, nosotros no le vamos a molestar¡±. Todos ellos le manten¨ªan el cargo al dirigirse a ¨¦l. Paradojas de la sinraz¨®n que vive Venezuela. Con aquella garant¨ªa que le dieron, sab¨ªa que se le abr¨ªan por delante horas de tranquilidad. Suficientes para alcanzar la frontera desde que iniciara la escapada, a las ocho de la ma?ana, justo cuando sus custodios se relajaban en el cambio de turno. El viaje fue de todo menos tranquilo. ¡°Tuvimos que pasar al menos 30 puntos de control¡±. En alg¨²n momento, alguien le aconsej¨® que se pusiera un disfraz con el que podr¨ªa haber pasado por simpatizante bolivariano: ¡°Yo esa vaina no me la pongo¡±. Ledezma tir¨® adem¨¢s de talento para la comedia. ¡°Fing¨ª la voz que yo llamo de Venancio Ortega, as¨ª, mucho m¨¢s aguda. Fuera de Caracas, a m¨ª me conocen m¨¢s por la manera de hablar que por mi aspecto¡±, comenta.
Ahora se r¨ªe al contarlo en una terraza cercana al Retiro. Pero en el momento de pasar el trago, le entraban sudores fr¨ªos. Finalmente cruz¨®. Por los pelos, en ese continuo ir y venir de venezolanos que alcanzan Colombia, donde actualmente residen 1,8 millones de ellos. Pero el destino de Ledezma era Madrid. All¨ª le esperaba su esposa, Mitzy Capriles, y su hija, del mismo nombre. Ambas hab¨ªan desplegado una actividad internacional incesante en pro de una liberaci¨®n que no llegaba. Al final acab¨® en huida.
Si L¨®pez y Ledezma representan dos cabezas de la oposici¨®n hoy evidentemente desunida en su pa¨ªs y fuera de sus fronteras, existe otro aspecto de la di¨¢spora que tambi¨¦n da idea de la persecuci¨®n que sufren los venezolanos. El acoso a periodistas ha provocado que muchos de ellos salieran del pa¨ªs. Miguel Henrique Otero es un ejemplo. ?l brega desde El Nacional, que fue peri¨®dico opositor de referencia. Lo coordina, cada d¨ªa, desde Madrid y es uno de los 355 periodistas exiliados en Espa?a que forman parte de la asociaci¨®n Venezuelan Press.
Otero se instal¨® en su pa¨ªs de acogida en 2015. Lleg¨® despu¨¦s de haber publicado la investigaci¨®n que implicaba al vicepresidente, Diosdado Cabello, con redes de narcotr¨¢fico. ¡°Yo estaba en Israel. Mis abogados me aconsejaron no regresar a Venezuela¡±. No le renovaron tampoco el pasaporte. Se traslad¨® a Madrid. Y al a?o y medio obtuvo la nacionalidad espa?ola.
El Nacional ha sido un referente del centro izquierda a lo largo de su historia. Su padre, Miguel Otero Silva, fund¨® el peri¨®dico en 1943, pero antes hab¨ªa formado parte de las Brigadas Internacionales en la guerra civil espa?ola. ¡°Mi abuelo y ¨¦l compraron la rotativa en Boston e iniciaron una consciente labor en pro de la profesionalizaci¨®n del periodismo en Venezuela¡±.
Aquella rotativa dej¨® de funcionar y la que actualmente tienen en Caracas, tambi¨¦n. El Nacional es hoy un medio online. No por decisi¨®n empresarial, sino por motivos pol¨ªticos. ¡°Ch¨¢vez, con lo que conocemos como la Ley Resorte, nos cort¨® el suministro de papel¡±. Primero aguantaron con lo que les enviaban colegas de todo el continente. Pero hoy, los 80 periodistas que elaboran este medio a diario lo hacen por Internet, donde cuentan, seg¨²n Otero, con 20 millones de usuarios ¨²nicos.
Casi todos esos informadores siguen en Venezuela. Pero no saben a¨²n el efecto que traer¨¢ la ¨²ltima andanada contra los medios de comunicaci¨®n que ha desatado Maduro. Sin duda, malo. Peor que antes, si es que es susceptible de ir a m¨¢s con las campa?as que ha dirigido ahora contra medios digitales de referencia como Efecto Cocuyo¡ Despu¨¦s de controlar los tres poderes del Estado, ejecutivo, legislativo y judicial, busca asestar el golpe definitivo al cuarto, esta vez civil: los medios. La persecuci¨®n dura a?os. Pero en enero de 2021 se ha recrudecido. Por eso, en Venezuelan Press piensan que a?adir¨¢n m¨¢s socios en Espa?a a su actual lista de 355.
Todos ellos buscan los restos de la palabra democracia en su pa¨ªs, hecha a?icos. Luchan desde fuera por ella. Dentro, entre los periodistas, muchos decidieron partir cuando empezaron a sentir la censura. La primera se?al comienza con la sugerencia de eufemismos¡ Lo sabe bien Goizeder Az¨²a, que actualmente trabaja para TVV Network como corresponsal en Madrid. Mejor que en sus d¨ªas de Televen, canal privado que empez¨® a no querer molestar al Gobierno de Ch¨¢vez hacia 2012. ¡°Cuando a un saqueo te dicen que lo califiques como situaci¨®n irregular, vamos mal¡±.
El micr¨®fono se convert¨ªa en un arma, recuerda Az¨²a. Cada intervenci¨®n representaba un estado de ansiedad. La periodista cuenta su experiencia pasada junto a Patsy Montiel y Carleth Morales. Las dos llevan m¨¢s a?os que su compa?era en Madrid. En su caso, el instinto les advirti¨® de que tendr¨ªan un futuro mejor en su campo fuera de Venezuela y se quedaron en Espa?a poco despu¨¦s de finalizar sus estudios. Compaginan sus trabajos en diversos medios con su activismo en Venezuelan Press, cada vez m¨¢s cargada de necesidad de asistencia hacia quienes llegan. Carleth se encarga de la revista Aqu¨ª Venezuela mientras que Montiel est¨¢ al frente de Madrid seduce. La primera sale a la calle con el grupo 28 Editores y va dirigida a sus compatriotas residentes en Espa?a. ¡°Los ayudamos a organizarse y los recibimos con pack de bienvenida. Tratamos de apoyarlos a la hora de encontrar casa o trabajo. Hacemos cursos con la Asociaci¨®n de la Prensa, muy comprometida con nosotros¡±.
Los pasados 2019 y 2020 fueron a?os de avalancha de llegada de venezolanos. Si el 1 de enero de hace dos a?os hab¨ªa censados en suelo espa?ol 325.575, durante los seis meses siguientes se sum¨® m¨¢s de un 10%: 35.652. Muchos de ellos, familias con experiencia de ida y vuelta, como los Azc¨¢rate. Primero con la di¨¢spora de la guerra civil en los a?os cuarenta. Ahora retornan¡ En Madrid, la t¨ªa Isabel hab¨ªa establecido la base. Ella se instal¨® a principios de los sesenta para estudiar Derecho. Su padre, Justino de Azc¨¢rate, lo hizo m¨¢s tarde, tras la muerte de Franco. Fue designado senador real. El m¨ªnimo reconocimiento para quien tuvo que dejar su pa¨ªs por haber formado parte del Gobierno republicano. Lo hab¨ªan detenido y despu¨¦s canjeado por el dirigente falangista Raimundo Fern¨¢ndez-Cuesta en Burgos. Su primo Gumersindo no corri¨® la misma suerte: fue fusilado.
Los Azc¨¢rate fueron una familia activa en el entorno de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza. Justino pertenec¨ªa a la rama liberal y particip¨® en la Agrupaci¨®n de Defensa de la Rep¨²blica, que lideraba, entre otros, Jos¨¦ Ortega y Gasset, o en el Partido Nacional Republicano. Pocas veces Isabel pens¨® que la siguiente generaci¨®n de su familia, la de los nietos de Justino, volver¨ªa a vivir la pesadilla del regreso. Pero as¨ª ha sido desde que Ch¨¢vez accedi¨® al poder. Es el caso de sus sobrinas Emilia, artista pl¨¢stica, y Ana Aquilina, editora del sello Diente de Le¨®n. La primera recal¨® en 2005 y la segunda en 2010. ¡°Yo sal¨ª de Venezuela con dos maletas, una para m¨ª y otra para mi hijo, convencida de que no iba a volver¡±, comenta Emilia Azc¨¢rate. ¡°Yo me fui con todo lo que ten¨ªa, traslado completo, pero convencida de que regresar¨ªa¡±, dice su hermana. ¡°Si te vienes por dos a?os, ?por qu¨¦ te traes todas las cosas?¡±, le pregunt¨® Emilia. Poco despu¨¦s lo fue entendiendo: ¡°Recuper¨¦ la sensaci¨®n de poder respirar en un lugar donde el espacio p¨²blico te pertenece y no te agrede¡±.
Ambas ten¨ªan hijos. Deseaban verlos ¡°crecer en libertad¡±. Aun as¨ª, no han perdido las ra¨ªces, como admite Goura, el de Emilia, a sus 23 a?os. ¡°Me siento venezolano, pero no podr¨ªa vivir all¨ª¡±. Lo dice con un acento que no ha perdido, pese a llevar en Espa?a casi dos d¨¦cadas completas. Volver es algo que queda en la cabeza de todos ellos. Incluso de la t¨ªa Isabel, viuda del artista Eduardo Arroyo, que tambi¨¦n conserva el habla tras seis d¨¦cadas: ¡°Necesito ver y sentir Caracas¡±.
Para regresar, esperan que se sienten las bases de una democracia. Y eso, en gran parte, est¨¢ en manos de los pol¨ªticos. Pero antes, desde la oposici¨®n, deben hacer una profunda reflexi¨®n sobre el estado actual de las cosas para reforzarse. Ledezma lanza algunas ideas sobre la base de lecciones aprendidas: ¡°Primero, es cierto que el interinato de Guaid¨® unific¨® la acci¨®n. Lo hizo despu¨¦s de alentar una lucha en la calle y un apoyo internacional muy considerable¡±. Pero no fue suficiente, a su juicio, por estos errores: ¡°Cierto sectarismo, una estrategia que tras varios intentos de di¨¢logo ha conducido al abatimiento y una falta de transparencia en los planteamientos. Es importante marcar la diferencia con los activos de la oposici¨®n para que sea coherente e inclusiva¡±, asegura.
Quiz¨¢s en Madrid, tanto ¨¦l como L¨®pez puedan afrontar esos retos. En pro de una unidad de acci¨®n para que la variable del tiempo de la democracia y las libertades en su pa¨ªs se acorte.
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