Qu¨¦ poquito se habla de estas cosas
Nosotras, eso s¨ª, dejamos de ser f¨¦rtiles. Y ese es el n¨²cleo del machaque machista: si no puedes ser madre, ya no eres mujer
Una amiga treinta?era me acaba de escribir horrorizada porque ha le¨ªdo un art¨ªculo sobre la menopausia que anda dando vueltas por la Red desde hace cinco a?os. ¡°?Qu¨¦ experiencia tan salvaje, la menopausia!¡±, dice mi amiga: ¡°La que me espera. Qu¨¦ poquito se habla de estas cosas y qu¨¦ horror¡±. Desde luego: se habla muy poquito y, en este caso, muy mal. La autora, norteamericana, comete en primer lugar el extendido error de creer que su experiencia es extrapolable a todo el mundo y, por a?adidura, cae en todos los t¨®picos machistas. ¡°Nada puede prepararte para esto¡±, clama apocal¨ªpticamente. Y cuenta c¨®mo un d¨ªa se levant¨®, se fue a la cocina y agarr¨® un cuchillo dispuesta a clav¨¢rselo en el coraz¨®n. ¡°Eso no es depresi¨®n, es menopausia¡±, dictamina. El art¨ªculo sigue detallando comportamientos tremendos y de cuando en cuando los adoba con topicazos sexistas, como ese lugar com¨²n de la invisibilidad de la mujer madura. Es la eterna canci¨®n: de la noche a la ma?ana, zas, la carroza de Cenicienta se transmuta en calabaza y nadie te mira. ¡°Te conviertes en un fantasma¡±, dice la autora. Cada vez que escucho decir eso a una mujer siempre pienso que es ella la que ha dejado de mirarse. Y de apreciarse.
Nuestra pobre autora, en fin, lo pas¨® muy mal. El bienestar ps¨ªquico depende de m¨²ltiples factores. La vida no es f¨¢cil, envejecer lo es a¨²n mucho menos y la traves¨ªa de los diversos umbrales de la madurez suele ser compleja, y m¨¢s a¨²n cuando, a juzgar por el texto, eres v¨ªctima de los prejuicios machistas. Sin duda hay casos en los que el desequilibrio hormonal menop¨¢usico puede agravar un c¨²mulo de circunstancias enajenantes hasta llegar a estos extremos. Pero son eso, extremos, y no creo que se deban solo al climaterio. Adem¨¢s, tengo la sensaci¨®n de que hay mujeres que prefieren aferrarse a la simplificaci¨®n del diagn¨®stico, ponerse una etiqueta de enfermedad, usar la menopausia como excusa para no tener que asumir la responsabilidad ante los retos a los que a veces te aboca la vida: relaciones de pareja agotadas, tristeza por el nido vac¨ªo, desasosiego ante esa formidable pregunta que consiste en decirse: ?estoy viviendo de verdad la vida que quer¨ªa vivir?
Qu¨¦ poquito se habla de estas cosas, dice mi amiga, y tiene raz¨®n. La menopausia puede pasar totalmente inadvertida, aunque eso tampoco es muy habitual, y menos hoy en d¨ªa, porque el estr¨¦s empeora los s¨ªntomas. Lo normal es tener sofocos en diversos grados de achicharramiento, insomnios, tal vez calambres musculares, p¨¦rdidas de concentraci¨®n, posible bajada del deseo sexual (pero no siempre, y hay estudios que muestran que para otras mujeres supone un alivio y una mejora del sexo), quiz¨¢s irritabilidad y seguro que sequedad y p¨¦rdida de elasticidad vaginal. Esto ¨²ltimo se puede solucionar f¨¢cilmente con ¨®vulos y cremas. En cuanto a lo dem¨¢s, no sucede todo el tiempo ni con la misma intensidad, y para la mayor¨ªa es fastidioso pero soportable sin siquiera tener que tomar esos tratamientos de hormonas que se pusieron tan de moda y con los que nos atiborraron durante a?os, como si la naturaleza femenina fuera de por s¨ª patol¨®gica. Para m¨ª, por ejemplo, la menopausia fue una liberaci¨®n.
A?adir¨¦ que los hombres tambi¨¦n tienen su andropausia, pero de eso s¨ª que no se habla. La provoca la bajada de testosterona, se extiende entre los 40 y los 55 a?os, un proceso por lo general m¨¢s lento que en las mujeres (aunque el climaterio puede durar de 5 a 15 a?os), y los s¨ªntomas son fatiga, disminuci¨®n del deseo sexual y alteraci¨®n en las erecciones, ca¨ªda del vello corporal, p¨¦rdida de densidad ¨®sea, irritabilidad, nerviosismo, desconcentraci¨®n¡ Salvo en la erecci¨®n, igual que las mujeres. Incluso tienen sofocos. ?No han visto a hombres enrojecidos y sudando copiosamente? Pues eso es un sofoco androp¨¢usico. Pero, como no lo saben, lo llevan mejor.
Nosotras, eso s¨ª, dejamos de ser f¨¦rtiles. Y ese es el n¨²cleo del machaque machista: si no puedes ser madre, ya no eres mujer. Es de los ecos mentales de ese prejuicio esclavizador, obsoleto y rid¨ªculo de lo que hay que librarse. Y, por cierto, a todas las que dicen que se han vuelto invisibles, yo les aconsejar¨ªa que empezaran a fijarse en los hombres (o las mujeres) m¨¢s j¨®venes.
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