Tanto desgarro y tanto agravio
Esta an¨¦cdota supera en imbecilidad a las infinitas imbecilidades que desde hace d¨¦cadas padecemos a diario
No sabemos por qu¨¦ ser¨¢ recordada esta ¨¦poca en lo que se refiere a grandes acontecimientos ¡ªpandemia aparte¡ª, pero, en lo relativo a la ¡°peque?a historia¡±, me temo que lo ser¨¢ por su pintoresquismo y su extrema ridiculez. M¨¢s o menos como en Espa?a es hoy vista la censura franquista, que, como quiz¨¢ no saben los j¨®venes, cortaba los besos de las pel¨ªculas, cambiaba di¨¢logos y tapaba con artima?as los escotes de las actrices. Claro que no estoy tan seguro de que hoy se considere risible y grotesca aquella censura: aunque jam¨¢s lo reconocer¨¢n, es probable que a algunas feministas de cuarta ola les parezca acertad¨ªsima y de perlas, por precursora.
La noticia es muy menor, pero hay que prestar atenci¨®n a lo menor, a veces sintom¨¢tico de lo grave. En la investidura de Joe Biden intervino una joven poeta que declam¨® sus versos, Amanda Gorman. Instant¨¢neamente se hizo famosa, no tanto por la calidad de su poes¨ªa (eso ahora cuenta poco), cuanto por ser mujer, joven y de raza negra. Le llovieron las ofertas de traducci¨®n a otras lenguas, y al parecer ella deseaba que sus palabras fueran vertidas al holand¨¦s y que se encargara de la tarea Marieke Lucas Rijneveld. Seg¨²n la prensa, ¡°el perfil de Rijneveld, una joven no binaria, encajaba¡± para tan magna empresa, porque ¡°tiene un estilo y tono propios, y ha puesto sobre la mesa temas como la igualdad de g¨¦nero y la resiliencia mental¡±. Confieso ignorar a medias qu¨¦ significa ¡°no binaria¡± e incluso ¡°s¨ª binaria¡±, y tampoco descifro con claridad ese tema de la ¡°resiliencia mental¡±. Deduzco algo sobre lo primero al leer, l¨ªneas m¨¢s adelante, que Rijneveld ¡°se identifica como chico y chica a la vez¡±. Supongo que eso tendr¨¢ sus ventajas, pero tambi¨¦n dificultades. Lo que no se me alcanza es por qu¨¦ todo esto faculta a una traductora o traductor para hacer bien su trabajo. Fui traductor bastantes a?os, y lo requerido era buen conocimiento de las lenguas de partida (ingl¨¦s en mi caso) y llegada (espa?ol), as¨ª como ciertas dotes para la escritura. Nada m¨¢s.
La editorial holandesa (casualmente la misma que publica mis libros, y no s¨¦ yo, a la vista de su papel¨®n en este asunto) defendi¨® as¨ª su elecci¨®n: ¡°Ambas autoras son j¨®venes y tienen mucho ¨¦xito, y sin miedo a decir lo que piensan¡±. Que yo recuerde, lo que piense un traductor es irrelevante: ha de limitarse a poner en su idioma un texto lo mejor y m¨¢s fielmente posible, as¨ª le guste o repugne. Sin embargo, las redes y alg¨²n art¨ªculo idiota de prensa (queda se?alado el diario Volkskrant) se sublevaron porque Rijneveld es blanca, lo cual es frecuente en Holanda, y eso la invalidaba. ¡°Solo una persona del mismo color de piel que Gorman podr¨ªa traducir adecuadamente sus poemas¡±.
En verdad esta an¨¦cdota supera en imbecilidad a las infinitas imbecilidades que desde hace d¨¦cadas padecemos a diario, con un grado de bizantinismo casi imbatible. Seg¨²n estos razonamientos ¡ªpor darles honroso e inmerecido nombre¡ª, yo nunca deber¨ªa haber traducido a Auden ni a Frank O¡¯Hara ni a Ashbery, siendo ellos homosexuales y yo heterosexual. Ni a Isak Dinesen, al ser ella mujer y yo var¨®n. Ni a Conrad, al no ser yo polaco de nacimiento ni haber aprendido mi lengua literaria a los 20 a?os, como ¨¦l la suya. Y en realidad no s¨¦ c¨®mo me atrev¨ª con Sterne, Stevenson, Sir Thomas Browne, Faulkner, Hardy, Nabokov, Yeats, estando todos muertos entonces y yo en cambio vivo. De acuerdo con estos criterios dementes, Yo-Yo Ma o Seiji Ozawa no podr¨ªan interpretar a Haydn, Bach, Beethoven o Mozart, siendo asi¨¢ticos el violonchelista y el director, y europeos y blancos los compositores. A Ralph Ellison o a Zadie Smith solo podr¨ªan traducirlos negros o ¡°aproximados¡±, por dif¨ªcil que resultara encontrar traductores competentes de sus razas en Rusia o Hungr¨ªa o Jap¨®n o China, por ejemplo. Y ning¨²n negro ni asi¨¢tico ni heterosexual ni mujer deber¨ªa osar ponerse a traducir a Proust, as¨ª como ning¨²n homosexual ni mujer ni negro a Hemingway, por dudas que afloren a veces sobre su sexualidad. A m¨ª, dicho sea de paso, me han vertido excelentemente a sus lenguas una inglesa, una holandesa, una h¨²ngara, una francesa, una italiana¡
Pero Rijneveld, asustada por las feroces cr¨ªticas, renunci¨® al instante: ¡°Entiendo a la gente que se siente herida por mi elecci¨®n¡±, dijo. Y la editorial, a su vez, se someti¨®: ¡°Queremos aprender de esto dialogando¡±, y ya busca a alguien que comparta color de piel con la autora. Bien podr¨ªa ser la activista de origen surinam¨¦s que se encarg¨® de manifestar su indignaci¨®n en Volkskrant y la de ¡°muchos otros que expresaron su dolor, frustraci¨®n, enfado y decepci¨®n¡±. Santo cielo, tanto agravio, tanto desgarro y tanto drama por la traducci¨®n de un poemario.
El asunto es tan rid¨ªculo que no s¨¦ ni por qu¨¦ me ocupo de ¨¦l. Pero es que refleja demasiado bien uno de los grandes problemas de nuestro tiempo: ?por qu¨¦ nunca nadie ¡ªaqu¨ª Rijneveld, la editorial, el diario o la propia Gorman¡ª se planta ante el cretinismo imperante, se niega a obedecer a los oportunistas lun¨¢ticos y dice sin m¨¢s: ¡°No, esto no procede, porque es una tremenda idiotez¡±?
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