La palabra cumplea?os
Entre todos los cambios de nuestra civilizaci¨®n, ninguno m¨¢s impresionante que la prolongaci¨®n de nuestras vidas
?Qu¨¦ cumplimos, con qu¨¦ cumplimos cuando cumplimos a?os? A veces algo muy habitual se te hace extra?o; una palabra com¨²n se vuelve rara, se convierte en pregunta. Cumplimos a?os: como si resbalarse por el tiempo fuera una tarea, algo que cada quien podr¨ªa cumplir o no. Cumplimos a?os: como si alguien hubiera hecho una promesa ¡ªy enfrentara el momento de cumplirla. Cumplimos a?os: como quien cumple una condena, con esa fuerza de lo inevitable. Es otra forma extra?a de la lengua, otra manera de no saber qu¨¦ decimos cuando la decimos.
Los hispanos tenemos cumplea?os; muchos otros, no. Los anglos tienen birthday, el d¨ªa del nacimiento; los alemanes, geburtstag, m¨¢s d¨ªa del nacimiento; los portugueses, anivers¨¢rio, y los franceses, anniversaire, tan poco espec¨ªficos; solo los italianos, entre los vecinos, dicen cumpleanno ¡ªy quiz¨¢ lo heredamos de ellos.
Y su verbo tambi¨¦n se parece pero no: compiere anni viene a ser conseguir, completar a?os. Se podr¨ªa sospechar que la frase es un efecto de aquellos tiempos en que la muerte siempre estaba tan cerca que cada a?o que pasaba era un logro, una sorpresa.
Ahora, en cambio, cumplir a?os se vuelve m¨¢s y m¨¢s banal. No es un juicio de valor; es una cuenta. Entre todos los cambios de nuestra civilizaci¨®n, ninguno m¨¢s impresionante que la prolongaci¨®n de nuestras vidas ¡ªy sus esperanzas. Entre todas las actividades decisivas de una persona, pocas se han multiplicado tanto como vivir, cumplir m¨¢s a?os. Hace cien cada quien pod¨ªa imaginar que tal cosa le suceder¨ªa unas cincuenta o sesenta veces en la vida; ahora es razonable esperar ochenta o noventa.
Pero no por repetido el momento pierde su fulgor. Cada quien tiene, cada a?o, 364 d¨ªas ajenos y uno propio: el cumplea?os es la manifestaci¨®n individual de ese orden general que nos hemos marcado, seg¨²n el cual vivimos acompa?ando al sol, en ciclos de 365 d¨ªas donde todo termina cada vez, empieza cada vez y se repite. El cumplea?os es el momento en que ese ciclo se hace historia personal, en que volvemos a vivir lo que hab¨ªamos vivido hace un a?o y hace diez y vivimos, al mismo tiempo, un momento irrepetible: nunca m¨¢s cumpliremos seis, sesenta, cuarenta y siete a?os. En cada cumplea?os lo repetido y lo ¨²nico se confunden, se mezclan muy raro: muestran que nada se repite, nada es ¨²nico.
As¨ª que el cumplea?os es un momento de festejo y un trago complicado, un d¨ªa de celebraci¨®n y de balance. Hay personas que lo detestan, otras que lo esperan, muchas que lo detestan y lo esperan; personas que lo ocultan y otras que lo exhiben despiadadas. Es bueno cumplir a?os y, al mismo tiempo, no tenemos que hacer nada para conseguirlo ni podemos evitarlo ¡ªsino con medidas muy extremas.
Pero lo tomamos como algo perfectamente com¨²n, irremediable, y lo es y no lo es: hay muchos que no tienen. Ese rito que nos parece tan normal, tan natural, tambi¨¦n es privilegio de ricos. Acostumbrado a que todos lo tenemos, que todos sabemos nuestra edad, choqu¨¦, al principio, con sorpresas en ?frica o la India cuando preguntaba a entrevistados sus edades. Tantas veces me miraron como se mira a un forastero bobo: ?de qu¨¦ les hablaba? Tantas, como a un blanquito prepotente: ?otra cosa que yo ten¨ªa y ellos no, otra para humillarlos? Saber cu¨¢ndo naciste ¡ªno solo festejarlo¡ª supone un buen sistema de registro, cierta educaci¨®n, la idea de que cada quien se merece un d¨ªa cada tanto: toda una idea del mundo.
Tienes algo, crees que los dem¨¢s tambi¨¦n: sucede mucho. El mayor privilegio es no saber siquiera que lo tienes. Al fin y al cabo cumplea?os es, como todas, solo una palabra, cuatro s¨ªlabas que amenazan m¨¢s ¡ª?porque hablan de lo inevitable. Es, por supuesto, pura casualidad que me haya sucedido en estos d¨ªas. Aunque fuera por eso que me puse a pensar en la palabra y me sorprendi¨®, de pronto, su extra?eza. Pero ya lo sabemos: no hay nada m¨¢s extra?o que una palabra que usamos todo el tiempo.
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