¡°?Y qu¨¦ hay de mi puta vacuna?¡±
En nuestro pa¨ªs se sabe poco de los cient¨ªficos benefactores de la humanidad, y, lo que es peor, a nuestros gobernantes les importan menos
Si algo ha puesto de manifiesto la clase de sociedades consentidas, pusil¨¢nimes y malcriadas que hemos construido en las ¨²ltimas d¨¦cadas, ha sido la reacci¨®n mayoritaria a las vacunas contra el coronavirus. Por supuesto hablo de Occidente, aunque me temo que el resto del mundo aprende pronto de nuestro se?oritismo y nuestras exigencias y los imita. Se ha se?alado numerosas veces que los ciudadanos actuales se ven a s¨ª mismos plenos de derechos y exentos de obligaciones, hasta el punto de que, si alguien llama a otro la atenci¨®n por una falta, un abuso o una invasi¨®n de la libertad ajena, se juega literalmente la vida. A¨²n recuerdo la mala suerte de un hombre de La Coru?a (he le¨ªdo en este diario que los que escribimos as¨ª este top¨®nimo somos ¡°de derechas¡± y votamos a Vox probablemente; hay que ser imb¨¦cil: no, sencillamente escribimos en castellano, lengua en la que tampoco decimos Firenze ni London) que le afe¨® a un joven que meara en el muelle; el joven portaba pistola, y, sin m¨¢s, le meti¨® unos tiros al c¨ªvico coru?¨¦s, que no vivi¨® para contarlo. As¨ª, hay que tragar con que cada cual haga lo que se le antoje y no recordarle a nadie sus deberes, porque ese vocablo, ¡°deberes¡±, las m¨¢s de las veces ni siquiera se comprende.
Lo cierto es que la gran mayor¨ªa, ante la milagrosa aparici¨®n de cuatro vacunas distintas ¡ªcuatro se inyectan en Espa?a¡ª, ha reaccionado exigiendo su dosis, poniendo verdes a las farmac¨¦uticas por sus fallos en la distribuci¨®n, insultando a las comunidades aut¨®nomas por la lentitud y los retrasos, quej¨¢ndose a los sufrid¨ªsimos sanitarios que echan horas y horas en inmunizar a la gente, echando pestes de los hospitales o de los llamados ¡°vacun¨®dromos¡±, sublev¨¢ndose porque a¨²n no ha recibido su aviso¡ Lo que es bien raro es o¨ªr una sola palabra de agradecimiento a quienes han inventado, en el plazo de un a?o, vacunas innovadoras que suelen tardar diez en conseguirse. No he le¨ªdo el nombre de uno solo de los cient¨ªficos e investigadores que han logrado la haza?a. Muy pocos elogios al esfuerzo mancomunado ¡ªmundial¡ª que est¨¢ a punto de salvarnos de una plaga espantosa sin tant¨ªsimos muertos como los que provoc¨® la ¡°gripe espa?ola¡± de hace un siglo (el n¨²mero oscila entre 50 y 100 millones de v¨ªctimas). A las farmac¨¦uticas que han fabricado los viales solo les han llovido reproches. No digo que algunos no fueran merecidos, si han incumplido sus contratos o incluso han enga?ado a Estados. Pero, si no las hubieran elaborado ellas, y congelado, y envasado, y transportado, estar¨ªamos en una situaci¨®n infinitamente m¨¢s grave. A la Uni¨®n Europea y a los Gobiernos les han ca¨ªdo agrias cr¨ªticas desde todos los lados, sin que casi nadie se parase a pensar que la vacunaci¨®n ¡ªla vida a resguardo¡ª nos sal¨ªa gratis merced a ellos y a la Sanidad p¨²blica, que deber¨ªa ser fomentada y reforzada por todos los partidos. En suma, apenas he visto ni le¨ªdo ni o¨ªdo que nadie diera las gracias, que nadie admirara y celebrara la proeza. Se derriban estatuas por doquier con los pretextos m¨¢s ignorantes o idiotas, pero nadie pide que se les erijan de inmediato a los responsables de Pfizer, Moderna, AstraZeneca y Janssen, o al menos una colectiva simbolizando a los diversos equipos de investigadores. Fleming las tiene, y calles, por haber descubierto la penicilina (al menos hasta que alg¨²n resentido decida que en alg¨²n aspecto de su vida no fue ejemplar o fue ¡°colonialista¡±). Lo mismo que Pasteur y Marie Curie, aunque ahora haya primitivos que hagan caso omiso de los hallazgos de aqu¨¦l y beban leche sin pasteurizar de vacas y cabras y as¨ª contraigan infecciones. Hace a?os, en un viaje a Edimburgo, visit¨¦ con mi futura mujer la casa de Sir James Simpson, del que no sab¨ªamos nada. Una vez all¨ª, nos enteramos de que hab¨ªa sido pionero de la anestesia, con ¨¦ter primero, y luego, tras experimentar en s¨ª mismo y en sus ayudantes, con cloroformo. Desde 1847 fue el palad¨ªn de su uso en los partos con ces¨¢rea (era ginec¨®logo), encontr¨¢ndose con fuerte oposici¨®n m¨¦dica y religiosa. Hasta que la Reina Victoria requiri¨® sus servicios para dar a luz al Pr¨ªncipe Leopoldo II en 1853, y eso condujo a la aceptaci¨®n general de su descubrimiento. Mi mujer, madre de dos criaturas, se sinti¨® llena de gratitud hacia el desconocido Doctor Simpson, y se extra?¨® sobremanera de que no fuera c¨¦lebre universalmente y de que las madres del mundo no hubieran sufragado estatuas en su honor en todas partes.
Pese a los monumentales esfuerzos de mi compa?ero de la RAE S¨¢nchez Ron, en nuestro pa¨ªs se sabe poco de los cient¨ªficos benefactores de la humanidad, y, lo que es peor, a nuestros gobernantes les importan menos, v¨¦ase qu¨¦ migajas destinan a los benefactores presentes y futuros en los presupuestos del Estado. Aqu¨ª recibimos los descubrimientos e inventos con naturalidad excesiva, como si nos fueran ¡°debidos¡±, y hacemos uso de ellos sin dedicar ni un pensamiento al estudio, al esfuerzo y al talento de quienes los posibilitaron. Para una vez que asistimos a un prodigio cient¨ªfico y salvador, lo m¨ªnimo ser¨ªa reconocerlo y agradecerlo, en vez de chillar col¨¦ricos: ¡°?Y qu¨¦ hay de mi puta vacuna?¡±
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