Paul Preston: ¡°Franco era t¨ªmido con las mujeres; Mussolini, un predador agresivo, y Hitler, un abanico de perversiones¡±
Cuando al historiador nacido en Liverpool le preguntan en el Reino Unido si la guerra civil espa?ola y el franquismo dan para tanto, se le ocurre otro libro m¨¢s. Ha pasado su vida dedicado al siglo XX de un pa¨ªs cuyas heridas sangrantes ha ayudado a clarificar. Ahora, con ¡®Arquitectos del terror¡¯, su nuevo ensayo, desmonta y se?ala a los autores de los bulos y mentiras que llevaron al desastre.
Con el Reino Unido bloqueado y a trancas y barrancas tras el Brexit, Paul Preston (Liverpool, 75 a?os) vive en Londres una suerte de distop¨ªa: ¡°Aunque, bueno, es lo que sab¨ªamos que se nos ven¨ªa encima con este Gobierno incompetente, corrupto y mentiroso¡±, nos dice. Su virtud como ciudadano es la claridad. Y como historiador, m¨¢s. Es necesaria esa claridad cuando abordas una materia como la suya: el siglo XX espa?ol. Sobre todo cuando desde algunos bandos contin¨²a una tergiversaci¨®n de los hechos. A Preston le debemos sin embargo la mejor biograf¨ªa sobre Franco que se ha escrito hasta la fecha. Y muchos ensayos alrededor de esa figura, que han colocado el foco en su perfil sanguinario cuando, no solo en Espa?a, tambi¨¦n fuera, se hab¨ªa instalado una suerte de imagen blanda respecto a otros tiranos coet¨¢neos suyos. Con Preston aprendimos que Franco estuvo a la altura ¡ªo, m¨¢s bien, en la misma cloaca¡ª que otras bestias en t¨¦rminos de crueldad. Una crueldad que adem¨¢s, m¨¢s all¨¢ del fanatismo, el dictador espa?ol aplic¨® por ventajismo. Para asegurarse a perpetuidad en el poder. Algo que consigui¨® tras haber laminado a todo tipo de opositores, al menos hasta el punto de que no le estorbaran m¨¢s de lo necesario su meta de morir como jefe del Estado. Lo le¨ªmos, por ejemplo, en La guerra civil espa?ola, Un pueblo traicionado, El holocausto espa?ol ¡ªel libro que m¨¢s ha hecho sufrir a Preston, nos confiesa¡ª y ahora en Arquitectos del terror (Debate), donde cuenta c¨®mo el franquismo se alz¨® con el poder en los a?os treinta, entre otros factores, por medio de bulos. Bulos que provocaron entonces una guerra civil y que hoy, 90 a?os despu¨¦s, todav¨ªa siguen esparci¨¦ndose y, lo que resulta m¨¢s asombroso, calando en un sector nada desde?able de la poblaci¨®n.
No cesa la ofensiva por cambiar los consensos sobre el franquismo. Hemos tenido que escuchar a dirigentes del PP que la guerra no se produjo tras un golpe de Estado, o a Vox, en el Congreso, calificando al actual Gobierno de Pedro S¨¢nchez como el peor en 80 a?os, es decir, m¨¢s nocivo que la dictadura. ?No le deprime que, tras a?os de trabajo echando abajo esas teor¨ªas con hechos, contin¨²en extendi¨¦ndose en boca de l¨ªderes pol¨ªticos?
Recuerdo que hace 20 a?os, cuando los periodistas me preguntaban si esa tensi¨®n sobre la Guerra Civil iba a durar, yo, guiri inocente, respond¨ªa: ¡°No, seguramente es cuesti¨®n de tiempo¡±. Pero cada vez que lo digo, surge un brote de franquismo preocupante. Lo que no veo es la ventaja de hablar en estos t¨¦rminos. En Occidente existe un debate entre izquierda y derecha intenso e interesante sobre temas que afectan a la gente que en Espa?a, en cambio, se reduce a t¨¦rminos de guerra cultural. Sobre todo cuando tocan asuntos como la homosexualidad y vienen con varias chuminadas provistas de una amargura¡ Incluso aqu¨ª, en el Reino Unido, cuando se ha polarizado todo en lo del Brexit, no han llegado a tanto. Las distancias en cuesti¨®n de tiempo respecto a los a?os treinta son colosales. Pero, aun as¨ª, contin¨²an con ello.
?Qu¨¦ beneficios reporta, aparte de traumas? ?Un retorcido masoquismo?
La izquierda, aun con alguna justificaci¨®n, o los familiares todav¨ªa pueden hablar de temas pendientes. Pero en la derecha lloraron a sus muertos. Lo solucionaron en el momento en las zonas tomadas por los franquistas. Entonces, ?de qu¨¦ co?o hablan?
Cuando lleg¨® a Espa?a por primera vez en los a?os sesenta, como dice usted, empe?arse en hablar de la guerra era cuesti¨®n de tiempo. ?Cu¨¢nto pensaba entonces que durar¨ªa?
Yo entend¨ªa muy poco. Era verdaderamente un pa¨ªs extra?o y extranjero. Mi abuelo me advert¨ªa: ¡°Ten cuidado, hijo, que all¨ª comen cosas rar¨ªsimas y lo cocinan todo con aceite de oliva¡¡±. Yo hab¨ªa nacido justo despu¨¦s de la II Guerra Mundial. En el colegio, en casi todos los atlas hab¨ªa muchos pa¨ªses en rojo, es decir, que formaban parte del Imperio Brit¨¢nico. Nos educaron con esa superioridad que yo me quit¨¦ pronto de encima. Y mira ahora, de ah¨ª viene en parte el Brexit. Cuando yo empec¨¦ a estudiar Espa?a, la Rep¨²blica, la Guerra Civil, me chocaba el cerrilismo de la derecha. En comparaci¨®n, entonces, los conservadores brit¨¢nicos eran mucho m¨¢s listos.
?En qu¨¦?
Aplicaban lo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa en El Gatopardo: cambiar algo para que todo siguiera igual. Ahora, la derecha brit¨¢nica es tan cerril, casi, como la espa?ola.
Dice que ese sentido de superioridad usted se lo quit¨® pronto. ?C¨®mo?
Viajando. Para m¨ª, lo m¨¢s importante en mi vida han sido los a?os que pas¨¦ en Espa?a. Ah¨ª adquir¨ª conciencia de qu¨¦ supon¨ªa ser brit¨¢nico. Al vivir fuera. Yo aprend¨ª en Oxford que para conocer y hacerte especialista en un pa¨ªs deb¨ªas adquirir una especie de segunda identidad. Los cuatro a?os que pas¨¦ en Espa?a desarroll¨¦ una percepci¨®n de la diferencia o apreci¨¦ el sentido de la vida familiar. En el Reino Unido, con la revoluci¨®n industrial, muchas costumbres folcl¨®ricas, tradicionales, hab¨ªan desaparecido. En Espa?a no. Y eso me parec¨ªa divino. O que los acentos no estuvieran ligados a la clase social¡ Yo pertenezco a la clase obrera del norte. Ahora da igual, estoy viejo y m¨¢s cerca de cascar, pero para sobrevivir en el mundo en el que yo me he desenvuelto¡ Por ejemplo, ir a Oxford con una beca no era nada normal en mi caso. Todav¨ªa pasa. Sigue siendo muy elitista. Sent¨ªas esa presi¨®n, la de hablar como ellos. Lo que pasa es que, al ser de Liverpool, tenemos una mala foll¨¢ que nos sirve para defendernos. Se puede decir que en el Reino Unido conviven dos idiomas: el normando para las clases altas y el anglosaj¨®n para las clases m¨¢s bajas. En esos aspectos me llamaban mucho la atenci¨®n esas diferencias.
?Cu¨¢nto tiempo se qued¨® en Espa?a la primera vez?
Tard¨¦ mucho en regresar. Viajar entonces era muy caro y m¨¢s complicado. Me qued¨¦ como dos a?os. Llegu¨¦ al aeropuerto de Gatwick en hora punta. Al montarme en un tren, acostumbrado a la gente con piel de aceituna, me sorprendieron tantas caras rojas. Todos me parec¨ªan caricaturas de novelas de Dickens. Llegu¨¦ y sent¨ª la delicia de haber aprendido otro idioma. Algo que se ha perdido ahora tambi¨¦n con las becas Erasmus, esa maravilla, gracias a que estos desgraciados del Brexit han cortado con eso.
Vuelven ustedes al famoso parte de guerra de la II Guerra Mundial: ¡°Niebla en el canal, el continente est¨¢ aislado¡±. ?Le deprime?
?Much¨ªsimo! Y encima la pandemia ha beneficiado en ese aspecto a Boris Johnson. Ha ralentizado las consecuencias, que ser¨¢n muchas m¨¢s que las que vivimos ahora.
Las que ve¨ªamos venir: sin exagerar y bien r¨¢pido.
Ya el refer¨¦ndum fue un horror. No se hubiera tenido que permitir una victoria por solo un 51%. Se han cometido demasiados errores. Si, como en el refer¨¦ndum de Escocia, hubiesen permitido a los menores de 16 a?os votar, el resultado hubiese sido otro, por ejemplo. En fin¡
Aquella primera vez en Espa?a, lleg¨® usted a Vallecas directamente. ?Es as¨ª?
Fue un d¨ªa, solo, por contacto con un amigo. Pero cuando llegu¨¦ a Madrid, lo que me sorprendi¨® en los alrededores de la Puerta del Sol eran las tiendas ortop¨¦dicas para mutilados de la guerra. Tambi¨¦n los olores en los restaurantes o los artesanos trabajando a la puerta en sus tiendas. Para alguien brit¨¢nico resultaba muy ex¨®tico.
Se sufre mucho por usted leyendo este ¨²ltimo libro. Si para prepararlo ha tenido que escuchar los discursos de los generales Queipo de Llano o Mola, o los del padre Tusquets y Jos¨¦ Mar¨ªa Pem¨¢n, piensas: se le ha debido quedar el cerebro seco. ?C¨®mo se supera eso?
Bueno, yo ya me hab¨ªa curtido con El holocausto espa?ol. Muchos d¨ªas, mi mujer, al volver del trabajo, me encontraba llorando sobre el teclado. Los cr¨ªmenes contra mujeres y ni?os eran insoportables. En este libro iba trazando biograf¨ªas concretas. Hablamos de tipos retorcidos, perversos o, en el caso de Tusquets y Pem¨¢n, responsables con sus doctrinas de muchos muertos mientras que en algunos periodos dieron la impresi¨®n de ser una especie de santos laicos. El Pem¨¢n que qued¨® en la Transici¨®n poco ten¨ªa que ver con el de la guerra. Y el padre Tusquets, para alguien que como yo se crio cat¨®lico ¡ªaunque ya me quit¨¦ hace tiempo¡ª, es un caso que repele por esa hipocres¨ªa que lo caracteriza.
La ten¨ªan m¨¢s que tomada con los jud¨ªos. El antisemitismo fan¨¢tico que todos ellos despiden es clarificador.
Incre¨ªble. Exist¨ªan en Espa?a 3.000 jud¨ªos antes de que empezaran a ser expulsados del norte y centro de Europa. Luego pasaron a 6.000. Masones eran 8.000, m¨¢s o menos. En el fichero de Tusquets reun¨ªa a 80.000; entre ellos, muchos de los militares franquistas. ?C¨®mo pod¨ªa ser posible? El caso es que les sirvi¨® como buena excusa para perseguir a cualquiera.
De hecho, si a Franco le hubieran inspeccionado la biblioteca, hubiese ca¨ªdo. Pose¨ªa unos cuantos vol¨²menes mas¨®nicos.
?Claro! Muy interesante. Parece que s¨ª, que coquete¨® con ellos e intent¨® entrar en la masoner¨ªa.
Ya, porque Franco, muy al principio, ?sab¨ªa que era franquista?
Efectivamente, eso se lo tuvo que ense?ar su esposa, do?a Carmen.
Antes resultaba una especie de ameba ideol¨®gica. No ense?aba las cartas.
Ni sab¨ªa d¨®nde las ten¨ªa.
Y de su nuevo libro se desprende que era el moderado, al lado de Mola, Queipo de Llano, ?Tusquets o Pem¨¢n. ?Les tomaba en serio?
En comparaci¨®n, s¨ª, lo era. No solo de ellos, que cuentan con su cap¨ªtulo propio en el libro. Tambi¨¦n en relaci¨®n con quienes pululan alrededor: Serrano Su?er, Carrero Blanco, ambos llegaron a ser cruciales para el r¨¦gimen como miembros destacados del Gobierno, pero tambi¨¦n el escritor Gim¨¦nez Caballero. Todos ellos muy moralistas sin que precisamente llevaran una vida pulcra.
En el antisemitismo que todos ellos compart¨ªan, la Iglesia, por su parte, ?no mantiene una posici¨®n m¨¢s ambigua?
Yo creo que la Iglesia es entonces antisemita, claramente. Pero, adem¨¢s, en todos ellos no operaba una distinci¨®n entre lo ¨¦tnico y lo religioso, igual que ocurr¨ªa con los nazis. Eran antisemitas y punto.
?De d¨®nde viene ese sentido patrimonial que empuja a la derecha m¨¢s radical a pensar que Espa?a es suya?
Entre otras cosas, de la construcci¨®n de la anti Espa?a como idea. Aquello empuja a querer eliminar al 60% de la poblaci¨®n. Tienen a la mayor¨ªa del pa¨ªs en contra de ello. Por eso deciden exterminarlos o expulsarlos.
Con atenci¨®n especial a los maestros, por ejemplo, o la inquina en ese caso redoblada a la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, que formaban ante todo liberales, no una izquierda dogm¨¢tica.
Ellos hablan del peligro de la formaci¨®n. M¨¢s que desprecio, aquello se deb¨ªa al miedo. De ah¨ª su rechazo a que se generalizara la educaci¨®n, porque cre¨ªan que formar obreros o pastores incrementaba el peligro de revueltas.
El fanatismo y la radicalidad de Mola y Queipo de Llano, ?llegan a asustar al propio Franco? Usted apunta con datos, casi sin dudas, a que la muerte del primero pudo ser conscientemente provocada. Un complot. Y que la ca¨ªda en desgracia del segundo no extra?a. Incluso en este ¨²ltimo caso apunta a una relaci¨®n rara con su hija. ?Qu¨¦ pas¨®?
Manten¨ªa una relaci¨®n insana, dir¨ªa. En la biograf¨ªa que hizo su nieta, Ana Quevedo, describe como sofocante el v¨ªnculo del general con su hija Maruja. Eso trajo las consecuentes sospechas de su mujer. Cuando Maruja decidi¨® casarse sin su consentimiento, Queipo, en un arrebato de c¨®lera incontrolable, la deshered¨®. Su madre entonces dio rienda suelta a sus sospechas y le pregunt¨® a Maruja si su oposici¨®n al matrimonio se deb¨ªa a motivos, dijo, ¡°que iban m¨¢s all¨¢ del amor paterno¡±. Y le pregunt¨®: ¡°?Alguna vez se te ha insinuado o se ha propasado contigo?¡±. Maruja se neg¨® a responder. A todos les superaba la doble moral, la hipocres¨ªa. Ah¨ª nos movemos en un territorio delicado. He tenido much¨ªsimo cuidado. En el libro, por un lado, se ve adoraci¨®n; por otro, rechazo. Yo lo trato en el l¨ªmite de lo permisible legalmente.
?De ah¨ª el t¨ªtulo del cap¨ªtulo que le dedica: El psic¨®pata del sur? Es un extremo que se sostiene mediante testigos en ese regusto por la violencia y los abusos con que incitaba a sus tropas.
Era absolutamente repugnante.
Pero ah¨ª sigue, enterrado en la iglesia de la Macarena.
Curioso que ¨¦l contin¨²e ah¨ª y a Franco se lo hayan llevado del Valle de los Ca¨ªdos.
Insisto en un punto: ?le desespera despu¨¦s de haberse pasado la vida denunciando con hechos las brutalidades de estos personajes que se les reivindique o se quite importancia a sus cr¨ªmenes?
Soy consciente de que mis libros llegan a una ¨ªnfima parte de la poblaci¨®n. Intento ser honesto, aunque a la prensa de derechas les parezca un mentiroso diletante. Pero no se me ocurre contestarles ni a quienes se pasan la vida tratando de desacreditarme. Hago lo que puedo, soy consciente. Adem¨¢s, no utilizo las redes sociales. Me parecen una p¨¦rdida de tiempo que prefiero emplear en leer cl¨¢sicos.
?Qu¨¦ tiene ahora entre manos?
Estoy en algo que no s¨¦ si va a cuajar. Ando recopilando material, pero me gustar¨ªa escribir algo sobre la vida sexual de los dictadores. Aunque va a ser complicado. Me gustar¨ªa abordar a Franco, a Hitler, a Mussolini. Otros no dan mucho de s¨ª. De Mussolini podr¨ªa escribir cientos de p¨¢ginas, pero de Salazar, el portugu¨¦s, como mucho, tres.
?Que caracterizaba a cada uno de ellos?
Franco era t¨ªmido con las mujeres; Mussolini era predador agresivo, incluso un violador, y Hitler, un abanico de perversiones.
Promete la cosa. Pero aparte de eso, que ya nos ir¨¢ contando, entretanto, ?le llega el ruido pol¨ªtico que ensordece hoy Espa?a?
Me llega porque leo los medios espa?oles, pero, si me limitara a informarme sobre ello desde el Reino Unido, no me enterar¨ªa. No lo cubren, ni le dan importancia.
?Le preocupa?
Algo que repito mucho en mi caso es que menudo problema tengo yo con el pasado como para preocuparme ahora por el futuro. En eso, quiz¨¢s, sea demasiado complaciente. Primero, dentro de la Uni¨®n Europea es muy dif¨ªcil que se produzcan estallidos de violencia. Lo que buscan de manera descarada es volver al poder. Y eso depender¨¢, como siempre, de que la izquierda no se divida.
Pues ese error puede volver a cometerse. ?Tampoco le desespera, en ese espacio, el desprecio al pasado como para volver a tropezar otra vez con la misma piedra?
En el Reino Unido ya se ha vuelto a cometer. El actual l¨ªder moderado, sir Keir Starmer, est¨¢ intentando llevar al Partido Laborista hacia el centro para evitar los errores que cometi¨® su antecesor de izquierdas, Jeremy Corbyn. Los seguidores de este, a quien se puede hacer una comparaci¨®n muy interesante con Largo Caballero por su ret¨®rica hueca revolucionaria, est¨¢n obstaculizando lo que pretende Starmer. Entonces, se puede decir que la izquierda brit¨¢nica no es consciente del pasado espa?ol. Quien s¨ª fue muy consciente de ello y al principio, como m¨ªnimo, actuaba en consecuencia fue Felipe Gonz¨¢lez. Y creo que Pedro S¨¢nchez tambi¨¦n lo es. Ahora, yo, insisto, no s¨¦ si los pol¨ªticos leen los libros en los que se tratan esos asuntos. Ni idea de hasta qu¨¦ punto un pol¨ªtico tiene tiempo para leerse un tocho de 700 p¨¢ginas.
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