Vac¨ªo existencial
Columna de Juan Jos¨¦ Mill¨¢s.
Si hubiera que elegir una imagen capaz de provocar el p¨¢nico al desabastecimiento, no lo dudar¨ªamos ni un segundo: la de las estanter¨ªas desocupadas de un supermercado. La vimos con frecuencia en los primeros d¨ªas de la pandemia, durante los que el personal sal¨ªa de las grandes superficies con los carritos llenos de rollos de papel higi¨¦nico, que abultaban mucho y daban para hacer chistes, pero debajo de los cuales se ocultaban decenas de latas de conservas y de productos listos para congelar. Significa que la imagen que ustedes tienen a la vista podr¨ªa erigirse en un emoticono de la sociedad de consumo amenazada por el colapso. Un lineal como el de la foto constituye, entre nosotros, una contradicci¨®n en los t¨¦rminos: pongamos que algo as¨ª como un vino sin alcohol o un cementerio sin cad¨¢veres.
Lo normal es que los lineales permanezcan abarrotados. Coge uno un bote de garbanzos y al poco alguien ha vuelto a rellenar su hueco con otro bote id¨¦ntico. La cuesti¨®n es que la sensaci¨®n de plenitud no cese. Mucha gente, cuando se siente vac¨ªa, acude al h¨ªper, donde, de forma misteriosa, al llenar el carrito, llena el agujero interior que no le daba tregua ni sosiego. Tal es la funci¨®n emocional del comercio exagerado. Si falla la cadena de la reposici¨®n, la sociedad se viene abajo, se deprime, se hunde. Solo los acaparadores, los estraperlistas, los espabilados, los listos, los que leyeron los s¨ªntomas de la carest¨ªa y vaciaron con la antelaci¨®n los comercios se libran moment¨¢neamente de la tristeza de vivir en una sociedad de mercado en la que lo que falla es precisamente el mercado.
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