La palabra a?o
?Existe algo que no tiene ninguna existencia real pero todos creemos que existe y actuamos como si existiera?
Empieza uno. Lo llamamos 2022, y hacemos como si de verdad algo empezara. El a?o es un invento extraordinario: m¨¢s all¨¢ o m¨¢s ac¨¢ de ciertos dioses, hay pocas creaciones humanas que los humanos nos creamos tanto, pocas palabras que nos creamos tanto. Olvidamos que lo hemos inventado y lo vivimos como si existiera y as¨ª lo usamos, cada fin de ¨¦l, cada comienzo, para creer que algo se acaba y algo empieza: que hay un corte, que seremos ligeramente otros. Estos d¨ªas somos como ni?os con un a?o nuevo.
En el principio, por supuesto, estaba el tiempo. El tiempo pasa, siempre pasa, sin parar pasa, tan cruel y desde?oso pasa, y darle nombres y medidas nos permite imaginar que lo controlamos. En alg¨²n momento, en cada lugar, cada grupo se busc¨® una forma de contar el tiempo; muchos pensaron que la mejor unidad ser¨ªa ese lapso que tardan las estaciones en volver: lo que tarda la Tierra ¡ªsabr¨ªan mucho despu¨¦s¡ª en dar una vuelta alrededor del Sol. En distintos lugares, de distintas maneras, muchos llamaron a ese ciclo a?o, o algo as¨ª.
Y todos decidieron que el tiempo ten¨ªa que haber empezado alguna vez, y lo fijaron: los jud¨ªos, sin ir m¨¢s lejos, dijeron que fue cuando su dios cre¨® nuestro universo hace 5.782 a?os; los romanos, cuando fundaron su ciudad hace 2.873; los cristianos cuando naci¨® su profeta, hace 2.021; los musulmanes cuando su profeta se escap¨®, hace 1.443 ¡ªy as¨ª de seguido.
Y cada cual hizo empezar sus a?os el d¨ªa que le conven¨ªa: un movimiento continuo nunca se termina, nunca empieza, as¨ª que podr¨ªamos convenir que el giro de la Tierra alrededor del Sol se inicia al principio de la primavera o en medio del invierno o el d¨ªa de la muerte de mi abuela y todo ser¨ªa igual. Y cada cual lo dividi¨® como quiso, en unidades que llamaremos meses, pensados seg¨²n las fases de la luna, por ejemplo, o cualquier otro est¨ªmulo. Y as¨ª vivimos milenios, con a?os para todos los gustos, cada cual su a?o nuevo y su cuenta del tiempo. Cada cultura, bien de su padre y de su madre, se hab¨ªa inventado sus ficciones, y las viv¨ªa entusiasta.
Hasta que, hace unos cuantos a?os, esta puntita de Asia invadi¨® el mundo. Sus invenciones, que portaba como estandarte y legitimaci¨®n, inclu¨ªan por supuesto un calendario organizado y sancionado por su Departamento de Cuentos y de Cuentas, sede Roma. Entonces, poco a poco, como una prueba de su poder extremo, la puntita impuso su ficci¨®n a todos: ahora vivimos en sus a?os ¡ªnuestros a?os¡ª y todos los dem¨¢s son como restos que se recuerdan con cari?o pero no definen los movimientos econ¨®micos, los planes oficiales, las ligas y las copas, lo que importa.
Nuestros a?os triunfaron: ocuparon el mundo, se apropiaron, y hace dos d¨ªas casi 8.000 millones de personas creyeron que algo se acab¨®, que ayer empez¨® algo. Hace dos d¨ªas hicimos memoria y balance y prop¨®sito de enmienda y nos juntamos con amigos y parientes y bebimos para olvidar y prometer y nos quisimos mucho y nos odiamos tanto y esperamos: ahora empieza otro tiempo, otro a?o, y ¡ªcasi¡ª nada va a ser como antes. Y todo gracias al triunfo de un calendario sobre los dem¨¢s, una ideolog¨ªa sobre las dem¨¢s, una ficci¨®n sobre las otras.
Lo sabemos, lo vivimos: la potencia de ciertas ficciones es tremenda. Es esa potencia la que define c¨®mo vemos el mundo, c¨®mo lo pensamos, c¨®mo lo sentimos: el que controla el tiempo controla mucho m¨¢s que el tiempo. Y cuando esa potencia funciona ni siquiera la notamos: sentimos sus dictados como lo natural, lo verdadero.
Es ella, al fin, la que nos hace pasar estos d¨ªas como si algo sucediera. ?Existe algo que no tiene ninguna existencia real pero todos creemos que existe y actuamos como si existiera? Vivimos en ficciones: la ficci¨®n de dioses, la ficci¨®n de pa¨ªs, la ficci¨®n de a?o. Vivimos en palabras, y la palabra a?o es de esas pocas que nos marcan en serio. Tenemos tantos a?os, este a?o fue mejor que el anterior, uy, eso fue hace muchos a?os, eso mejor dejarlo para el a?o que viene, feliz a?o.
Feliz a?o.
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