La palabra fin
El fin de tanto esfuerzo era el fin de la pandemia, y ahora hacemos como si ya hubiera llegado. Pero no lo sabemos
El fin se multiplica, se confunde, no es refinado ni afinado: hay quienes hablan del fin ¨²ltimo como si hubiera un fin primero y un conf¨ªn es un fin del camino y un sinf¨ªn un tornillo infinito y nos inquieta el fin de cuentas y el fin que llega al cabo y los fines sociales y el finiquito y la finada, por no hablar de finanzas y afines. Son variaciones finas, fintas: el fin asusta y, por eso, fingimos y fingimos.
Es decir: vivimos como si no tuvi¨¦ramos. Vivimos viendo que todo lo tiene, simulando que no: frente al fin ¡ªnuestro fin¡ª solo sabemos fingir que no vendr¨¢. Porque no hay nada m¨¢s aterrador que el fin, no hay nada que olvidemos tanto. Pero tambi¨¦n est¨¢ el fin que perseguimos, y la duda: ?hemos llegado al fin, o no llegamos? ?Lo conseguimos o no lo conseguimos?
La palabra fin viene del lat¨ªn, donde hablaba de l¨ªmites, de terminaciones. No est¨¢ claro cu¨¢ndo se le agreg¨®, a ese sentido tan postrero, el otro que ahora carga: el de meta, prop¨®sito, objetivo. La palabra fin es de las m¨¢s potentes de la lengua: amontona en tres letras dos sentidos tan grandes. El fin es esperanza y miedo, deseo y ansiedad: lograr un fin, llegar al fin. ¡°Por fin con un fin claro el fin lleg¨® / porque sin fin no hay fin que se complete¡±, enmara?¨® Carlos Montana.
Y ese fin justifica los medios, o no los justifica. Y los medios, en estos d¨ªas, se interrogan sobre el fin de la larga pesadilla; todos nos preguntamos todo el tiempo sobre el fin: ?es o no es? ?Se acab¨®, por fin, lo que se daba? ?O una vez m¨¢s nos enga?amos?
Nunca deseamos tanto un fin: nunca hicimos tanto, resignamos tanto, soportamos tanto por llegar a ¨¦l; nunca esperamos tanto un fin como en todos estos meses en que vivimos algo que nunca antes hab¨ªamos vivido. Nos confinamos para huir del fin definitivo. El fin de tanto esfuerzo era ¡ªsabemos¡ª el fin de la pandemia, y ahora hacemos como si ya hubiera llegado. Pero no lo sabemos: no estamos seguros. Es cruel no estar seguros: creer que s¨ª, dudar si no. En la literatura de terror no hay personajes m¨¢s aterradores que los que ya han llegado a su fin y sin embargo siguen: los zombis, los vampiros, los varios muertos vivos. La pandemia podr¨ªa ser de esos: si viva fue brutal, ya zombi se volver¨ªa tremenda.
Y, por ahora, sobrevive de formas sibilinas: vivir algo que nunca hab¨ªamos vivido nos convenci¨® de que todo es posible. Hay un g¨¦nero literario que se ocupa de contar finales: los apocalipsis. Desde siempre, apocalipsis y m¨¢s apocalipsis se suceden, compartiendo un rasgo: que no suceden, que tienen la astucia de no suceder para que las futuras generaciones puedan seguir imaginando otros. Ahora, la pandemia nos ha puesto esa forma del fin en primer plano. Estamos asustados, nos vimos cerca del final, suponemos finales: escribimos apocalipsis nuevos.
As¨ª, las teor¨ªas de la conspiraci¨®n, tan caras al sentir popular, han recibido un impulso importante: si sospechamos que este virus pudo haber escapado de un laboratorio de Wuhan o donde sea, ?c¨®mo no suponer que otros laboratorios podr¨ªan crear otros y que los desconocidos de siempre podr¨ªan amenazarnos con soltarlos ¡ªo soltarlos? Lo dijo incluso, hace unos d¨ªas, un multimillonario al que no le alcanza con tener multimillones, sino que quiere, adem¨¢s, tener raz¨®n. Esta vez parece que la tiene: quiz¨¢s el miedo al virus sea, en este siglo, lo que el miedo al ¨¢tomo fue en el anterior.
Pero, sobre todo, la pandemia hizo mucho para instalar en las cabezas globales la amenaza ecol¨®gica: el fin que ahora nos une es ambiental, aut¨¦ntico anticlimas. Y est¨¢ bien, supongo, que lo imaginemos, as¨ª podemos remediarlo o adaptarnos o buscarle vueltas; lo curioso ¡ªy ese es otro debate¡ª es que lo hayamos definido como el problema principal de un mundo donde 1.000 millones de personas pasan hambre. Es que, sabemos, el clima nos amenaza a todos, el hambre solo a ellos. All¨ª, una vez m¨¢s, el fin de esquivar nuestro fin se impone a los principios, si es que quedan.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.