La palabra del a?o: vacuna
En este carnaval de desigualdades, en los pa¨ªses ricos el problema son los que no la quieren; en los pobres, los que no la tienen. | Columna de Mart¨ªn Caparr¨®s
Fue su a?o: la dijimos tanto. A veces una palabra vieja, conocida, se renueva y se lanza y se apodera: en 2021, la palabra vacuna.
Ahora tiene unos 220 a?os: para una palabra, es una ni?a. Naci¨® inglesa ¡ªy tambi¨¦n en esa lengua viene de la vaca. Hacia 1790 un m¨¦dico brit¨¢nico, Edward Jenner, uno de esos h¨¦roes que recordamos menos que cualquier Cristiano, descubri¨® la buena pregunta: por qu¨¦ las campesinas que orde?aban no se enfermaban de viruela, una plaga mortal. Hacia 1794 encontr¨® una buena respuesta: porque las vacas les contagiaban una plaga menos mortal, la viruela vacuna, y eso las proteg¨ªa de la humana. Decidi¨® experimentarlo: contagi¨® al hijo de su jardinero, un chico de 8, con pus de viruela vacuna; despu¨¦s le inocul¨® viruela humana ¡ªy el chico no enferm¨® porque la vacuna lo hab¨ªa inmunizado. Los experimentos, entonces, eran a todo o nada.
Pero sirvieron. Durante el siglo XX se inventaron vacunas contra tantos males: sarampi¨®n, polio, tuberculosis, tifus, hepatitis, gripe. De tan comunes las fuimos olvidando: las hab¨ªamos integrado a nuestras vidas por sus dos puntas, la infancia y la vejez. Hasta la peste.
Cuando atac¨®, la carrera por las vacunas se larg¨® enseguida. Eran la ¨²nica esperanza de volver a la vida anterior, de sacudirse el peso de los Estados que obligaron a sus ciudadanos a ceder ¡ª¡±por su bien¡±¡ª tantas libertades. Ser¨ªan, tambi¨¦n, un negocio ¨²nico. Los Estados se perdieron una oportunidad ¡ªigualmente ¨²nica¡ª de crear las medicinas que el mundo precisaba, y se la dejaron a las corporaciones. Funcionaron: en unos meses produjeron vacunas que normalmente habr¨ªan tardado d¨¦cadas. Y a principios de este a?o empezaron a venderlas en masa.
El 3 de enero se hab¨ªan dado en Espa?a 82.834 dosis y no hab¨ªa nadie que tuviera dos. El 3 de diciembre se hab¨ªan aplicado 77.157.350: cuatro de cada cinco espa?oles ten¨ªan dos o tres. El proceso fue muy extraordinario: en este a?o, en todo el mundo, el breve gesto de pinchar un brazo se repiti¨® m¨¢s de 8.000 millones de veces ¡ªy un 44% de los humanos fuimos supuestamente inmunizados. La vacuna se enred¨® en nuestras vidas: nos preguntamos amablemente t¨² cu¨¢l tienes, la esperamos y la buscamos y la cuestionamos. Tanto que aparecieron ¡ªsiempre listos¡ª los antis: personas en busca de argumentos para volver al siglo XVII.
Se lo curran: mezclan la desconfianza del Estado con la desconfianza de la ciencia y la mera necedad para armar un paquete troglodita. En Espa?a, tan sospechado de barbarie, son muy pocos. Abundan, en cambio, en los pa¨ªses m¨¢s educados y ¡°desarrollados¡±: Francia, Alemania, Holanda, el Reino Unido. All¨ª se indignan y se manifiestan y se empe?an en ignorar que, ahora, la mayor¨ªa de internados y muertos por covid son otros necios que no quisieron vacunarse. Gracias a ellos la plaga permanece. Es un problema y plantea otros: el de la libertad individual, sin ir m¨¢s lejos. Los Estados discuten qu¨¦ hacer ¡ªqu¨¦ tienen derecho a hacer¡ª con los reacios: si la raz¨®n del bien com¨²n los autoriza a intervenir en los cuerpos de sus ciudadanos, si pueden obligarlos a inyectarse. Como no lo deciden, los infectados siguen infectando, la plaga sobrevive.
Y, mientras tanto, la vacuna se ha convertido en la medida de las injusticias: pa¨ªses donde sobra, pa¨ªses donde falta. Todav¨ªa ahora, al final de su a?o, solo el 7,2% de los africanos ha recibido las dos dosis: una persona inmunizada por 13 que no, un festival del virus. El disparate se volvi¨® la mejor demostraci¨®n de algo evidente que tantos prefieren no ver: que no hay salvaci¨®n parcial, que nadie estar¨¢ a salvo si no se salvan todos, que no vacunar a los m¨¢s pobres hace que desarrollen cepas nuevas que atacan a los m¨¢s ricos e inutilizan sus esfuerzos, sus vacunas.
En este carnaval de desigualdades el conflicto tambi¨¦n es desigual: en los pa¨ªses ricos el problema son los que no la quieren; en los pobres, los que no la tienen. A este ritmo, muy pronto vamos a agotar el alfabeto griego ¡ªy los recursos del mundo y las paciencias y las vidas, y la palabra de 2022 ser¨¢ silencio o, si hay suerte, estupidez.
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