Dos estrellas de la escalada en las grandes paredes remotas del planeta
Los escaladores belgas Nicolas Favresse y Sean Villanueva han abierto vi?as desde el Himalaya a la Pata?gonia, pasando por Groenlandia. Llevan 25 an?os sin apenas separar?se.
La cita con Nicolas Favresse y Sean Villanueva, dos estrellas absolutas de la escalada en grandes paredes, solo pod¨ªa ser cerca de un enclave de roca. El silencio de la plaza de Etxauri, desierta, queda roto por el ruido de un motor que ha vivido d¨ªas mejores. El sol se proyecta ya sobre las preciosas paredes de caliza anaranjada y gris que dominan este pueblo navarro. Ruido y furgoneta con matr¨ªcula francesa, publicidad de un montador de piscinas holand¨¦s y Alegr¨ªa como nombre corporativo, pasan de largo y en el asiento del copiloto el obrero se parece a Sean Villanueva. La furgoneta se detiene. De ella bajan dos peque?as figuras desali?adas. Son ellos, pero podr¨ªan ser dos personajes de la pel¨ªcula de los hermanos Coen El gran Lebowski. Los belgas Favresse y Villanueva siempre est¨¢n dispuestos a convertir su vida en una parodia y aunque aparecen serios, en cinco minutos bromean con desenfado. ¡°Yo no puedo escalar: mira mis yemas¡±, y Nicolas estira una mano de dedos bien gordos cuya piel parece a punto de rajarse y empezar a sangrar. ¡°Ayer escalamos mucho¡±, se justifica, ¡°pero si escalamos algo f¨¢cil, no hay problema¡±. Estos dos chicos muy patrocinados por firmas como Patagonia o Scarpa visten como si nunca hubiesen tenido una lavadora, pero escalan como si la vida no tuviese m¨¢s que ofrecer salvo la necesidad innegociable de vivir una aventura aut¨¦ntica tras otra.
Hoy en d¨ªa, existen dos maneras de entender la escalada. Una tiene que ver con su faceta deportiva, tan as¨¦ptica como puede serlo una sesi¨®n de spinning. La otra mira hacia las grandes paredes de roca y es aqu¨ª, en su margen m¨¢s extremo, donde esta pareja se ha labrado una reputaci¨®n fant¨¢stica. Si han llegado tan lejos es, sencillamente, porque viven para ello sin concesiones de ning¨²n tipo hacia cualquier distracci¨®n que les desv¨ªe de su manera de entender la vida. ¡°El esp¨ªritu de aventura lo tienes o no lo tienes¡±, sentencia Favresse mientras se ata a una cuerda para empezar con la sesi¨®n de fotos. ¡°Nadie dir¨ªa que nos regalan las cuerdas, ?eh?¡±, se carcajea al ver mi cara horrorizada. Le digo que no usar¨ªa esa cuerda ni para tender la ropa y me asegura que no es para tanto. La b¨²squeda incansable de la aventura tiene sus peajes: ¡°Hacemos una o dos expediciones por a?o y duran entre mes y medio y tres meses. Y cuando estamos en Europa viajamos de una proyecci¨®n a otra escalando de paso¡±, explica Nico. ¡°Tengo coche y es mi casa. No es un asunto de dinero, es una elecci¨®n. Podr¨ªa tener casa pero prefiero esto¡±, zanja Sean.
Nico vive ahora mismo en una casa alquilada en los Alpes franceses pero en los ¨²ltimos 15 a?os no ha pasado m¨¢s de dos meses seguidos en el mismo sitio: ¡°En invierno intentaba pasar dos meses entre Grecia, Espa?a y Portugal. Adem¨¢s, durante a?os me recib¨ªan en todos los lugares y ahora, a cambio, mi casa siempre est¨¢ llena aunque yo no est¨¦ en casa. Existe algo llamado la comunidad de escaladores. Y es lo que me gust¨® cuando ten¨ªa 18 a?os y descubr¨ª los Estados Unidos: durante seis meses viaj¨¦ con gente que me acogi¨® y me inspir¨® mucho¡±, recuerda Favresse. Ambos llevan 25 a?os sin apenas separarse, como un matrimonio estable. Juntos y acompa?ados por escaladores que vienen y van han abierto v¨ªas en las grandes paredes m¨¢s remotas del planeta, desde el Himalaya a la Patagonia pasando por Groenlandia. De paso, han escalado las v¨ªas m¨¢s severas que existen en Europa. Han llegado a permanecer hasta 19 d¨ªas seguidos en la pared, durmiendo en hamacas, a veces soportando intensas nevadas, chaparrones o ventoleras. La incomodidad y la miseria por bandera. En la pared, amenizan las horas infinitas de inactividad y de espera improvisando conciertos de mandolina y flauta.
¡°Cuidado con la guitarra¡±, pide Favresse justo cuando agarra las primeras presas de la v¨ªa. ¡°Yo tengo la flauta controlada¡±, r¨ªe Villanueva. A la etiqueta de reyes de la escalada en pared podr¨ªa a?adirse la del buen rollo: nunca se separan de sus instrumentos. Nico toca la guitarra desde que cumpli¨® diez a?os, pero por cuesti¨®n de tama?o solo sube a las paredes ¡°guitarleles¡±, una mezcla de mandolina y ukelele. Sean creci¨® cantando canciones irlandesas, la patria de su madre, y decidi¨® que adem¨¢s de poner voz al sonido de la guitarra de su amigo podr¨ªa tocar ¨¦l tambi¨¦n algo manejable en pared: escogi¨® la flauta irlandesa. ¡°Tiene un o¨ªdo p¨¦simo pero una determinaci¨®n terrible¡±, sentencia Nico. Si encontrar una pasi¨®n en la vida es complicado, dar con dos parece casi estresante. ¡°La m¨²sica es una manera genial de conectar con otros escaladores por las noches, junto al fuego. La m¨²sica nos entretiene mucho en la pared: no esperas al d¨ªa siguiente sino que aprendes, ensayas, te desconectas de la escalada. La m¨²sica es energ¨ªa y si la compartes con tu equipo te sientes conectado. Adem¨¢s, aporta alegr¨ªa y te ayuda a relativizar: ?que le den a la escalada, ya somos felices con eso!¡±, r¨ªe Nico. Sean a?ade: ¡°Hace dos a?os ¨ªbamos hacia el Cerro Torre, en la Patagonia argentina, y nada m¨¢s arrancar nos cruzamos con una turista que a los 20 metros se gir¨® y vino corriendo pidiendo un selfie y preguntando si ¨¦ramos los m¨²sicos famosos. Nico me mir¨® y me dijo: ?has visto? ya no somos ni escaladores, somos m¨²sicos, ?lo hemos conseguido!¡±.
En 2011 recibieron el Piolet d¡¯Or, el m¨¢ximo reconocimiento que puede recibir un alpinista. Se les premiaba por un viaje extraordinario en Groenlandia, donde buscaban paredes enormes que saliesen directamente del agua. Como no sab¨ªan c¨®mo dar con ellas escribieron a un tal Bob Shepton, due?o de un peque?o velero, conocedor de esas aguas. ¡°Escrib¨ª a Bob y me respondi¨® con una foto majestuosa de una pared pero me dijo que solo nos dir¨ªa d¨®nde estaba si le contrat¨¢bamos, porque quer¨ªa que su primera ascensi¨®n fuese desde su barco. Despu¨¦s nos dijo que ten¨ªa 75 a?os y que era cura¡±, recuerda Nico. Su viaje dur¨® tres meses y se hincharon a abrir v¨ªas de entre 500 y 850 metros de altura, paredes v¨ªrgenes que descubr¨ªan con la boca abierta. Cuando el jurado de los Piolets d¡¯Or les anunci¨® su fallo, exigieron que el reverendo Shapton fuese tambi¨¦n galardonado. Lo consiguieron.
El humor siempre preside sus relatos, sus v¨ªdeos. ¡°Gracias al sentido del humor logramos tener un buen estado mental para escalar duro: si estuvi¨¦semos todo el reto quej¨¢ndonos de lo duro y expuesto que es escalar, no podr¨ªamos hacerlo¡±, observa Nico, qui¨¦n resume r¨¢pidamente su experiencia en el mercado laboral: ¡°Trabaj¨¦ en un tienda de monta?a¡ creo que dur¨¦ mes y medio¡±. Sean trabaj¨® casi un a?o haciendo sustituciones como profesor de educaci¨®n f¨ªsica. Tambi¨¦n lo dej¨®. ¡°Los patrocinadores no nos piden mucho porque nosotros tampoco se lo pedimos a ellos¡±, observa Nico. ?Y la jubilaci¨®n? Ambos miran al infinito, abren la boca, inician una frase que se apaga, resoplan, dudan y vuelven a mirar hacia un punto indefinido a espaldas del periodista. Finalmente, como en un susurro, Nico confiesa que espera seguir as¨ª, con id¨¦ntico plan de vida, hasta los 60 o m¨¢s all¨¢¡ aunque tenga que escalar v¨ªas f¨¢ciles.
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