La palabra ¨¦pica
El entusiasmo por la nada es el mal de estos tiempos, el complemento l¨®gico del miedo por todo |?Columna de Mart¨ªn Caparr¨®s
La ¨¦pica es la ¨¦tica de la ¨¦poca.
Va de nuevo: la ¨¦pica es la ¨¦tica de la ¨¦poca.
Suena bonito, ?no? La frase se me cruz¨® hace un rato y sigue repic¨¢ndome: me aclara y me oscurece, me gusta, me disgusta, me enga?a y desenga?a. As¨ª que ahora voy a tener que escribir toda una columna para poder escribirla. (As¨ª es, a veces, la triste vida del columnista bobo: chorro de dizque ideas para justificar una frase ¡ªo viceversa).
Pero en este caso cuento con un aliado reticente: la realidad. La palabra ¨¦pica se ha impuesto como pocas en la lengua ¡ªm¨¢s o menos¡ª juvenil espa?ola de estos a?os. Convivo con un chico de 11: para ¨¦l, pocas cosas no son ¨¦picas. Desde el triunfo del superh¨¦roe de servicio hasta un aprobado en la escuela, pasando por una hamburguesa que le gusta o un peinado que le sienta.
La palabra ¨¦pica es, de alg¨²n modo, todas las palabras. En su origen griego, ?¦Ð?? (ep¨®s) era palabra, narraci¨®n, poema. O sea que ?¦Ð¦É¦Ê?? (epik¨®s) fue, al principio, todo lo que narraba algo. Despu¨¦s se fue especificando: ¨¦picos eran los relatos que contaban historias heroicas, legendarias, que deb¨ªan servir como ejemplo e ilustraci¨®n de sus oyentes. Gilgamesh, la Il¨ªada, el Mahabarata, la Eneida, el Cantar del Mio Cid o la Divina comedia son ejemplos conocidos de la mejor ¨¦pica. Pero la palabra se pas¨® muchos siglos recluida en los manuales de literatura y los himnos vengativos y los discursos oficiales de oficiales deplorables. Creo que nunca hab¨ªa tenido en una lengua la presencia que tiene ahora en las nuestras: un lugar popular. En estos d¨ªas, la palabra ¨¦pica ¡ªdecir que cualquier cosa es ¨¦pica o incluso gritar, sin m¨¢s explicaciones, ¡°?¨¦pico!¡±¡ª est¨¢ casi en la categor¨ªa de guay o cool o chachi, solo que es m¨¢s enf¨¢tica y m¨¢s nueva. Y, en un campo donde la novedad es un valor central, eso la hace m¨¢s valiosa. ?pico es esdr¨²julo, explosivo, un expletivo diferente ¡ªque deber¨ªa diferenciar a quienes lo pronuncian: los que est¨¢n en el ajo.
Hay quienes dicen que, como tantas palabras nuevas, su uso viene del ingl¨¦s: que lleg¨®, faltaba m¨¢s, a trav¨¦s de la actividad principal de tanta juventud, el videojuego. Durante d¨¦cadas fueron su m¨²sica, su ropa, sus pel¨ªculas; ahora la influencia cultural norteamericana se centra en la invenci¨®n de m¨¢quinas que redefinen nuestras vidas: que nos imponen necesidades que nunca hab¨ªamos tenido. Junto con eso, por supuesto, nos llegan sus vocablos. Son incontables los palabros nuevos que los nuevos aparatos han puesto en nuestras bocas ¡ªyoutuber, influencer, hacker, pinchar, postear, guglear, para empezar a hablar¡ª; lo curioso es que hayan puesto, tambi¨¦n, una tan vieja, una tan cl¨¢sica.
Y que, de pronto, la palabra ¨¦pica resuene por todas partes en esta ¨¦poca que la desde?a tanto. Dec¨ªa: el uso de la palabra ¨¦pica revela la ¨¦tica de esta ¨¦poca. Cuando digo esta ¨¦tica digo: esta facilidad para pensar que cualquier cosa vale tanto m¨¢s que lo que vale. Esta simplicidad con la que damos importancia a cosas que tienen muy poca, henchidos de entusiasmo. Esta devaluaci¨®n de las palabras, que dicen tanto menos que lo que deber¨ªan decir. La ¨¦pica es la ¨¦tica de esta ¨¦poca porque es falsa: porque ha conseguido convertirse en un lugar com¨²n, una exclamaci¨®n que degrada su sentido ¡ªen una ¨¦poca en que tantos discursos buscan no decir lo que dicen que dicen, decir lo que no dicen.
La ¨¦pica es la ¨¦tica de una ¨¦poca que no se piensa nada ¨¦pica. Que deplora las situaciones ¡ªguerras, por ejemplo, enfrentamientos varios¡ª que anta?o la ¨¦pica cantaba. Que se atiborra de relatos de violencia, que vende violencia en continuado por todo tipo de pantallas pero pretende que cualquier conducta violenta es una excrecencia incomprensible. Que se enga?a sin parar sobre s¨ª, sobre sus posibilidades, sobre su futuro. Que se enga?a tanto que llama ¨¦picas a cosas que no lo son ni un poco para disimular que, en estos d¨ªas, casi nada lo es. El entusiasmo por la nada es el mal de estos tiempos, el complemento l¨®gico del miedo por todo; conforman, juntos, la ¨¦tica de una ¨¦poca que no encuentra su ¨¦pica ¡ªo prefiere, si acaso, por si acaso, no buscarla.
No vaya a ser que, por error, la encuentre. Y entonces podamos decir, digamos, que la ¨¦tica es la ¨¦pica de la ¨¦poca.
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