El duelo incomprendido de querer y no poder ser madre
No hay que subestimar la capacidad de la mujer para sobreponerse a no tener hijos si ese era su deseo. Muchas apuestan de nuevo por la vida, aunque sea distinta de la planificada.
Las mujeres tienen un tiempo l¨ªmite para ser madres biol¨®gicas. La juventud no es eterna. A partir de los 35 a?os, la biolog¨ªa se impone a los deseos y las posibilidades de ser madre disminuyen. En ese momento se abre una deliberaci¨®n sobre diferentes dilemas ¨¦ticos. Asaltan las dudas sobre si se puede o se debe ser madre en solitario. Se aborda la opci¨®n de recurrir a los m¨¦todos de fecundaci¨®n in vitro, que a su vez se temen por agresivos. Se desconf¨ªa sobre si el deseo de ser madre parte de la presi¨®n social o de la educaci¨®n recibida. Se fluct¨²a entre abandonar la idea y aceptar lo que el destino ha querido o mantener el deseo activo por si existe un milagro. Se teme abandonar la posibilidad biol¨®gica de serlo y plantear, como alternativa, la adopci¨®n. Estos pensamientos rumiativos pueden generar preocupaci¨®n, insomnio, alteraciones en el ¨¢nimo o irritabilidad.
Cada mujer toma una decisi¨®n tras ese proceso de deliberaci¨®n, pero puede que, aunque lo desee, no consiga ser madre. En ese momento se experimenta un duelo que en ocasiones es m¨¢s dif¨ªcil de digerir que el duelo por lo que s¨ª se ha vivido, pero que se ha perdido.
Jody Day, fundadora de Gateway Women, declara que los testimonios de las mujeres que no tuvieron hijos aparecen poco en el debate p¨²blico y en los medios de comunicaci¨®n. Esta autora explica que entre las mujeres que no tienen hijos a los 49 a?os, un 10% aluden a que ha sido su elecci¨®n, un 10% se?alan motivos m¨¦dicos como la infertilidad o haber sufrido uno o varios abortos, mientras que el 80% restante apuntan a circunstancias diversas. Algunas indican que no han querido ejercer la maternidad en solitario, se mostraban ambivalentes ante la decisi¨®n, no han encontrado el momento preciso o, cuando se convencieron, ya eran demasiado mayores. En otros casos, el factor clave es la pareja: no quer¨ªa o no era la adecuada. Las hay que no se lo han planteado por razones econ¨®micas¡, lo que no sorprende. La edad a la que se abandona el hogar familiar en Espa?a se sit¨²a de media en los 29 a?os, se?ala Noem¨ª L¨®pez Trujillo en el libro El vientre vac¨ªo (Capit¨¢n Swing, 2019). El impacto emocional de esta imposibilidad de ser madre ser¨¢ diferente seg¨²n el motivo. No es lo mismo convivir con la frustraci¨®n de lo que se ha deseado que coexistir con lo que no se ha tenido como una opci¨®n.
La infecundidad es un duelo incomprendido, invisible y dif¨ªcil de procesar que no se expone p¨²blicamente por verg¨¹enza o por culpa. Las mujeres que lo sufren sienten una p¨¦rdida de control sobre la vida ideal que hab¨ªan programado. Su proyecto de vida biol¨®gico, psicol¨®gico y social se frustra. Se?alan que se sienten vac¨ªas de sentido existencial por no dejar descendencia o culpables por no hacer abuelos a sus padres. Su autoestima se resiente. Pronostican su futuro con miedo ante la soledad no deseada. En ocasiones, se notan temporalmente desorientadas sobre el lugar que ocupan en el mundo.
Durante ese tiempo, es conveniente darse cuenta de lo que ocurre en el interior, detenerse y observar. Junto a estos sentimientos silenciosos conviven otros de envidia e idealizaci¨®n, pero tambi¨¦n de alegr¨ªa por las amigas o familiares que s¨ª lo han conseguido. Todo ello es una mezcla emocional que a muchas mujeres les estalla por dentro. Es leg¨ªtimo y ninguno de estos sentimientos se tienen que injustamente juzgar o minimizar. Tampoco se deber¨ªan politizar ni servir como argumentos para defender causas ideol¨®gicas. Pertenecen a la mujer que los alberga.
Atravesar por el proceso de duelo hace que una herida se convierta luego en una cicatriz. Y exige mucho esfuerzo porque hay que tolerar mucha frustraci¨®n hasta aceptar lo que quiz¨¢ no se llega a conseguir nunca. A veces es necesario solicitar atenci¨®n profesional. Hay iniciativas que pueden servir de ayuda. Por ejemplo, la comadrona Gloria Labay trabaja con el colectivo de mujeres que han querido ser madres, pero que no lo han conseguido, desde su plataforma La Vida Sin Hijos.
Las mujeres que han pasado por estas etapas de duelo relatan en estos grupos o en la consulta que llega un momento en el que saben que tienen que parar. Que se merecen convivir de manera m¨¢s apacible con la realidad y construir una nueva narrativa m¨¢s compasiva. A algunas mujeres les ayuda reforzar la idea de que su decisi¨®n ha sido de coherente responsabilidad, por no haber apostado por una maternidad imprevista sin seguridades y garant¨ªas. Otras mujeres se reconcilian con la realidad porque han intentado todo lo que estaba bajo su control. Las hay que tratan de involucrarse en tareas de cuidado, por ejemplo, ejerciendo como t¨ªas. Otras piensan que se les abre la oportunidad de vivir con mayor libertad de movimientos. Otras apuestan por metas tangibles, como nuevos retos laborales o involucrarse en trabajos de mayor sensibilidad donde verter ese deseo de amar a otros o de crear.
La sociedad tiene un papel relevante para facilitar la recuperaci¨®n en ese duelo. Las preguntas o mensajes inadecuados ¡ª¡±cu¨¢ndo vas a tener hijos¡± o ¡°se te va a pasar el arroz¡±¡ª no lo ponen f¨¢cil, se?ala Mar¨ªa Fern¨¢ndez-Miranda en su libro Mujeres sin hijos contra los t¨®picos. Tampoco conversar sobre lo ideal de la maternidad delante de una mujer que ha abortado. Ni es ¨²til minimizar el dolor o intentar convencer a estas mujeres de que sin hijos se vive mejor. Pero no hay que subestimar la capacidad de la mujer de sobreponerse ante la adversidad de no haber tenido hijos tras haberlo querido. Muchas apuestan de nuevo por la vida. Que sea distinta a la planificada no quiere decir que no sea digna de ser vivida.
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