?Qui¨¦n reivindica las manos sabias de los artesanos?
A trav¨¦s de una exuberante muestra de oficios artesanos, y un recorrido por los mejores talleres de Venecia, la feria Homo Faber reivindica la habilidad humana y la excelencia del trabajo manual como forma de progreso.
La artesan¨ªa debe ser promocionada; necesita estar de nuevo bajo los focos: cuando le presentas al espectador piezas con significado, que inspiran, la redescubre. La artesan¨ªa sigue siendo vital en Venecia. Solo hay que conocerla m¨¢s, amarla m¨¢s¡±, explica Alberto Vanderbilt Cavalli, comisario general de Homo Faber, la feria de artesan¨ªa que el pasado mes de mayo recibi¨® 55.000 visitantes en la peque?a isla de San Giorgio Maggiore, junto a la de Giudecca y a un co...
La artesan¨ªa debe ser promocionada; necesita estar de nuevo bajo los focos: cuando le presentas al espectador piezas con significado, que inspiran, la redescubre. La artesan¨ªa sigue siendo vital en Venecia. Solo hay que conocerla m¨¢s, amarla m¨¢s¡±, explica Alberto Vanderbilt Cavalli, comisario general de Homo Faber, la feria de artesan¨ªa que el pasado mes de mayo recibi¨® 55.000 visitantes en la peque?a isla de San Giorgio Maggiore, junto a la de Giudecca y a un corto trayecto en barco desde Venecia. Han pasado dos meses desde la clausura del evento y Vanderbilt Cavalli se muestra satisfecho m¨¢s all¨¢ de los n¨²meros. ¡°Es una buena cifra, pero lo importante es que todo el mundo se sinti¨® bienvenido, consciente de haber sido part¨ªcipe de algo ¨²nico, de un proyecto que pone al ser humano, al artesano, por delante de todo lo dem¨¢s. Creo que la gente se sinti¨® parte de ese movimiento¡±.
El proyecto es may¨²sculo. En esta ocasi¨®n, 17 comisarios, coordinados por Vanderbilt Cavalli y seleccionados entre la ¨¦lite del dise?o, la arquitectura, la escena o el autom¨®vil ¡ªse pudo ver un Ferrari GTO de 1962, cedido por Simon Kidston¡ª, colonizaron con distintas obras de artesan¨ªa 15 espacios de la Fundaci¨®n Cini: un conjunto arquitect¨®nico con jardines, un monasterio benedictino y una iglesia del siglo XVI. Su regia fachada de m¨¢rmol, proyectada por Andrea Palladio, parece dar la r¨¦plica al blanco de los barcos atracados en el pantal¨¢n que hay junto a ella.
Esta segunda edici¨®n de Homo Faber, cuatro a?os despu¨¦s de la primera (se plantea que funcione como una bienal), ha explorado la intersecci¨®n entre Italia y Jap¨®n. ¡°All¨ª la artesan¨ªa es muy importante, se considera una forma de arte¡±, explicaba el d¨ªa de la ?inauguraci¨®n el veterano arquitecto Michele de Lucchi, uno de los comisarios, que mont¨® una sala dedicada a la artesan¨ªa en papel. ¡°Los japoneses est¨¢n educados para celebrarlo: su idea es que hay que aprender de los 10 a los 30 a?os, trabajar de los 30 a los 50 y, a partir de 50, ense?ar. As¨ª se preservan las tradiciones milenarias¡±. Para otro de los comisarios, el dise?ador japon¨¦s Naoto Fukasawa, ¡°la artesan¨ªa refleja la filosof¨ªa y la mentalidad japonesas. Aquellos considerados national living treasures ¡ªtesoros nacionales vivientes¡ª son personas que acumulan un saber ancestral, pero que tambi¨¦n han innovado. Lo que mostramos aqu¨ª solo lo pueden hacer ellos¡±. La exposici¨®n que comisari¨® Naoto Fukasawa, compuesta por 12 ejemplos de la obra de aquellos tesoros nacionales, ha mostrado la exquisitez y la fragilidad de estos oficios. Si uno se mov¨ªa alrededor de un plato de laca negra, descubr¨ªa que el centro estaba decorado con marqueter¨ªa casi microsc¨®pica: una nebulosa de part¨ªculas de oro que brillaban con la luz. Quimonos puestos en plano mostraban intrincadas pautas geom¨¦tricas. Y una pieza rectangular de un material fin¨ªsimo, de apariencia s¨®lida, era realmente una tela tejida semitransparente. Un virtuosismo que acaba de desaparecer: el autor muri¨® justo antes de la muestra y carec¨ªa de disc¨ªpulos.
En este sentido, Homo Faber es una celebraci¨®n, pero tambi¨¦n una se?al de emergencia, puesto que muchos de los oficios que promueve est¨¢n en v¨ªas de desaparici¨®n, v¨ªctimas de un consumo que, cada vez m¨¢s, se basa en la inmediatez. El redescubrimiento de los artesanos venecianos es la segunda pata de la feria: Homo Faber in Citt¨¤ ofrec¨ªa un recorrido por m¨¢s de 60 lugares que representan el tejido artesanal de la ciudad, desde el magn¨ªfico palacio donde vivi¨® Mariano Fortuny ¡ªcreador de su inconfundible plisado y de la respetada firma de tejidos estampados que lleva su apellido¡ª hasta los telares donde se fabrican los ricos terciopelos de Tessitura Bevilacqua o el modesto local en la calle de Fallani, un taller de serigraf¨ªa. En 1970, la Bienal de Arte de Venecia cre¨® un estudio de serigraf¨ªa experimental y Fiorenzo Fallani, su fundador, fue designado director, gan¨¢ndose la confianza de la vanguardia de la ¨¦poca. Hoy lleva el negocio su hijo Gianpaolo, aunque el futuro tampoco est¨¢ garantizado puesto que no sabe si sus hijos, todav¨ªa peque?os, querr¨¢n heredarlo.
Dar vida a versiones seriadas de obras pict¨®ricas es un oficio creativo pero repetitivo y laborioso, bello aunque no especialmente lucrativo, igual que hacer mosaicos, brocados, cristal o molduras de escayola. En esta constelaci¨®n de oficios, Venecia tiene las manos de su profusa herencia decorativa, patrimonio que ahora tratan de salvaguardar Johann Rupert y Franco Cologni, fundadores de Homo Faber y de la Fundaci¨®n Michelangelo, una ONG que busca proteger los oficios artesanos y reforzar sus lazos con el dise?o, y de la que es director Alberto Vanderbilt Cavalli. ¡°Artesan¨ªa e industria no son antagonistas. Se necesitan y deben colaborar¡±, sostiene De Lucchi, uno de los ¨²ltimos integrantes de la generaci¨®n de dise?adores radicales de la Italia de los a?os setenta que quedan en activo. Trabaj¨® con Ettore Sottsass, uno de los hombres que supieron insuflarle magia al objeto cotidiano. Para Fukasawa, esta es la clave: ¡°En Jap¨®n se aprecia la artesan¨ªa, el problema es que desde una perspectiva hist¨®rica. No se ve como una fuente de uso diario, sino como antig¨¹edades. Necesitamos contarle a la gente lo importante que es mantener vivas estas tradiciones¡±.