Algunos mitos del cerebro, como aquel que dice que solo usamos un 10% de este ¨®rgano
La neurociencia est¨¢ de moda, en parte por ¡®best sellers¡¯ y pel¨ªculas de Hollywood que han difundido creencias err¨®neas o no comprobadas. Es saludable desmontar varias de ellas.
La neurociencia est¨¢ de moda. Sus mitos, tambi¨¦n. Algunos de ellos son completamente incorrectos, como que solo utilizamos el 10% de nuestra capacidad neuronal. Otros mitos nacen de conclusiones muy matizables, como la diferencia de las funciones de los hemisferios cerebrales derecho e izquierdo. Y otros no tienen una ciencia emp¨ªrica que los respalde, como la clasificaci¨®n de las inteligencias m¨²ltiples propuesta por Howard Gardner. Parece que no podemos desaprender, por mucho que queramos, o que las neuronas espejo no son las ¨²nicas que nos hacen humanos. El cerebro y la mente son complejos de entender y todav¨ªa queda mucho por investigar. Pero veamos algunos de los mitos que se han desmontado y as¨ª evitamos caer en cantos ¡°neurocient¨ªficos¡± de sirenas.
Comenzamos con uno de los m¨¢s difundidos, gracias, en parte, al guion de varias pel¨ªculas taquilleras de Hollywood: no utilizamos solo el 10% de nuestro cerebro. Es cierto que tenemos m¨¢s habilidades de las que muchas veces somos conscientes. Pero de ah¨ª a presuponer que el 90% de nuestro cerebro no est¨¢ en funcionamiento, es incorrecto. De hecho, como se demuestra con las resonancias magn¨¦ticas cerebrales, nuestro cerebro casi siempre est¨¢ activo y, salvo por un da?o, ninguna zona neuronal espec¨ªfica permanece constantemente oscura en los esc¨¢neres ante diferentes pruebas. Adem¨¢s, las funciones cerebrales o, incluso, las propias emociones est¨¢n menos localizadas de lo que se supon¨ªa anteriormente, seg¨²n Barry L. Beyerstein, autor de diferentes art¨ªculos en los que desmonta este mito de pel¨ªcula, e investigador del Brain Behavior Laboratory en la Simon Fraser University en Vancouver.
No tenemos tres cerebros, como muchas veces se ha intentado explicar para entendernos a nosotros y a nuestras reacciones. En 1990 Paul MacLean, investigador de la Universidad de Yale, propuso la teor¨ªa del cerebro triuno, seg¨²n la cual nuestro cerebro es el resultado evolutivo. Tiene partes diferenciadas (reptiliano, l¨ªmbico y neoc¨®rtex) y funciones definidas en cada una de ellas. Como ocurre con los mitos, dicha teor¨ªa se populariz¨® gracias a otros, como la novela de Carl Sagan y las propuestas posteriores de la inteligencia emocional. Sin embargo, los resultados recientes de esc¨¢neres cerebrales han comprobado que esta diferenciaci¨®n es una buena met¨¢fora, pero no es cierta. El cerebro funciona en su conjunto ante los distintos est¨ªmulos, aunque haya alguna parte m¨¢s implicada. Por ejemplo, cuando sentimos algo, no solo opera el sistema l¨ªmbico sino tambi¨¦n el neoc¨®rtex. O nuestro llamado cerebro reptiliano est¨¢ relacionado con las funciones de la percepci¨®n, la cognici¨®n o, incluso, la emoci¨®n. Igual sucede con la diferencia entre los hemisferios derecho e izquierdo, que tampoco es precisa. Es cierto que existen ¨¢reas de especializaci¨®n, pero, de nuevo, el cerebro act¨²a en su conjunto.
Si queremos convertirnos en un experto, no necesitamos 10.000 horas de repetici¨®n. De nuevo un best seller populariza un estudio. En este caso fue el realizado por Anders Ericsson, profesor de la Universidad Estatal de Florida, despu¨¦s de analizar qu¨¦ caracterizaba a los mejores violinistas. El best seller vino de la mano del periodista Malcolm Gladwell en 2008 con su libro Outliers, quien acu?¨® la ¡°regla de las 10.000 horas¡±, declarando que es ¡°el n¨²mero m¨¢gico de la grandeza¡±. Pero, una vez m¨¢s, no es correcto. Realizar ese n¨²mero de horas de inversi¨®n no garantiza la grandeza, como han demostrado diversos estudios. Incluso se ha llegado a decir que la pr¨¢ctica repetida solo representa en el mejor de los casos la cuarta parte de las claves del ¨¦xito, seg¨²n un metaan¨¢lisis realizado en diversas especialidades. Investigaciones posteriores sobre el ¨¦xito confirman adem¨¢s la necesidad de no centrarse solo en una ¨²nica tarea y repetirla hasta la saciedad, sino en abrirse al aprendizaje de muy distintos conocimientos, como recoge David Epstein en el libro Amplitud (Empresa Activa, 2020).
La teor¨ªa del apego tambi¨¦n resulta matizable. La relaci¨®n que hayamos tenido con nuestros padres no determina c¨®mo nos vamos a relacionar de adultos. Esta teor¨ªa de los a?os sesenta sugiere que el tipo de v¨ªnculo que se genera antes de los 18 meses con los cuidadores (apego seguro, ansioso, ambivalente o evitativo y desorganizado) justifica nuestras relaciones de mayores. Pues bien, dejando al margen las experiencias traum¨¢ticas, estudios posteriores de la Universidad de Illinois desmontan dicha teor¨ªa. Nos podemos sentir inseguros en nuestras relaciones personales no por el apego que tuvi¨¦ramos de peque?os, sino por situaciones que hayamos vivido recientemente. Igualmente, la influencia de otros factores condiciona nuestras relaciones, como el trato recibido por los profesores, la calidad de la amistad¡ Como concluye Chris Fraley, profesor de la Universidad de Illinois, ¡°comparo el desarrollo humano con la meteorolog¨ªa. Se podr¨ªa decir: ¡®Est¨¢ muy h¨²medo, as¨ª que va a llover¡¯, pero que llueva depende de m¨²ltiples factores¡±. Utilizando esta met¨¢fora, nuestro car¨¢cter tambi¨¦n depende de un sinf¨ªn de factores dif¨ªciles de predecir.
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