?Necesitan ¡®Las Meninas¡¯ una mampara?
Tras las hiperpublicitadas fotos e im¨¢genes de los mandatarios de la OTAN y sus parejas ante la obra maestra de Vel¨¢zquez, surgen voces que piden una mayor protecci¨®n para la pintura en su sala del Prado.
Solo 30 segundos llevan de la protecci¨®n al desastre. Es el tiempo est¨¢ndar de respuesta entre el momento en el que un v¨¢ndalo ataca una pintura y el momento en el que es neutralizado. Un tiempo eterno. Agredir un cuadro es m¨¢s sencillo de lo que puede parecer (pese a los detectores de metales, alarmas de proximidad, y el hecho de que muchas obras est¨¢n geolocalizadas). La historia est¨¢ plagada de esta violencia. La Gioconda fue atacada dos veces en 1956. Ser¨ªa el principio. Le seguir¨ªan otros incidentes en 1974, 2009, y el 29 de mayo pasado un visitante intent¨® romper el cristal a prueba de balas colocado tras el ataque de 1956. Durante 1972, un ge¨®logo destroz¨® con un martillo partes de la cara y un brazo de Mar¨ªa de La Piedad de Miguel ?ngel. Tardaron una d¨¦cada en restaurarla. Ahora est¨¢ protegida tras una mampara. Y la extraordinaria La ronda de noche, de Rembrandt, fue en 1975 rasgada varias veces con un cuchillo por un profesor en paro. Los da?os fueron irreparables. Un a?o despu¨¦s, el atacante se suicid¨®.
La historia del arte acumula vandalismo sobre sus telas: El Guernica, La Venus del espejo (Vel¨¢zquez) o El puente de Argenteuil (Monet). Incluso hay trastornados en serie. Hans-Joachim Bohlmann agredi¨® a Rembrandt, Klee, Lucas Cranach el Viejo y Rubens. Fue condenado a un lustro en la c¨¢rcel. Dio igual. En 1988 arroj¨® ¨¢cido contra tres obras de Durero, incluida su Lamentaci¨®n por Cristo del museo de M¨²nich. En julio, activistas clim¨¢ticos entraron en la Real Academia de las Artes de Londres y pegaron sus manos a una copia del siglo XV de La ¨²ltima cena de Leonardo. ¡°Por ahora, las acciones han sido respetuosas, se adhieren a los marcos¡±, atempera Miguel Zugaza, director del Museo de Bellas Artes de Bilbao.
Pero la mayor¨ªa de las grandes instituciones ¡ªel Louvre declina revelar cualquier detalle sobre su seguridad¡ª tiene un n¨²mero muy reducido de obras protegidas por cristales o mamparas. Aunque los leonardos resultan candidatos fijos. ¡°Siempre ha habido un equilibrio entre la accesibilidad y el riesgo de ataques¡±, reflexiona Martin Kemp, profesor em¨¦rito de Historia del Arte de la Universidad de Oxford y experto en el genio.
Aunque ha ocurrido algo inesperado. Espa?a ha utilizado Las meninas (3,18 ¡Á 2,76 metros) como la imagen de sus 40 a?os de pertenencia a la OTAN. Un ¨¦xito planetario de m¨¢rketing y una exposici¨®n y un riesgo que jam¨¢s hab¨ªa tenido la obra maestra de Vel¨¢zquez. Vivimos una era distinta. Lo que antes resultaba impensable ahora surge posible. La tela es una imagen que una parte del mundo ¡ªfan¨¢tica¡ª podr¨ªa asociar a los se?ores de la guerra. ?El Gobierno acert¨® al utilizar El Prado con motivos pol¨ªticos? Zugaza, antiguo director de la pinacoteca, lanza un ¡°sin comentarios¡±. Una historiadora del arte, que conoce la casa, espera que los pol¨ªticos no lo usen ¡°para cualquier gansada (sic)¡±.
El Prado es muy generoso. Los lienzos casi se pueden tocar con los ojos.
¡°Muchas veces nos preguntan si son reales o copias¡±, observa una de las vigilantes de la sala de Vel¨¢zquez. La tarde en que la visitamos hay dos mujeres: una vigilando el cuadro y otra de refuerzo. El museo ha aumentado la distancia del tensabarrier. Esos postes separadores est¨¢n, m¨¢s o menos, a un metro del cuadro y cubren una longitud de unos cinco metros y medio. ¡°Incorporar un cristal de seguridad me parece muy buena idea¡±, concede Manuela Mena, historiadora del arte. Correggio, Salviati, Parmigianino, Carvalho. El Prado posee pocas obras acristaladas, pero su misi¨®n es preservar y ¡°prevenir¡±. Vivimos a?os inauditos.
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