Cosas que no cambian
No se da cuenta Lula de que, al renegar de sus objetivos feministas, est¨¢ renegando de s¨ª mismo | Columna de Rosa Montero
A veces mi talante por lo general voluntarioso se desinfla un poco y entonces pienso que este mundo no tiene remedio y que las cosas no cambian. Por ejemplo: hace unas semanas me desesper¨® que Lula dijera que ¨¦l no es partidario del aborto y que adem¨¢s tampoco lo han sido sus esposas, en un exuberante repudio de la interrupci¨®n del embarazo y una clara reafirmaci¨®n de la familia can¨®nica ante el electorado evangelista (aunque lo de ir por el tercer matrimonio le desluce bastante). Me gustar¨ªa saber cu¨¢ntos de ustedes que me est¨¢n leyendo fruncen ahora el ce?o, pensativos, y se dicen en alg¨²n rinc¨®n de la cabeza: ¡°Bueno, es que Bolsonaro es un horror (lo es), los votantes evangelistas son cerriles y muchos (sin duda), Lula est¨¢ en peligro de perder (lo s¨¦) y adem¨¢s dijo que el debate sobre el aborto, que sigue estando prohibido en Brasil, es competencia del Congreso, as¨ª que ?por qu¨¦ no dejarle utilizar esa a?agaza electoral? A fin de cuentas, no es tan importante¡±.
Pues bien, si estos argumentos resuenan por ah¨ª, perm¨ªtanme decirles que los considero inadmisibles. Estoy hasta las cejas de que las mujeres seamos moneda de cambio; de que, cuando haya que firmar con los talibanes, se nos olvide siempre esa mitad de la poblaci¨®n b¨¢rbaramente esclavizada; o de que, cuando est¨¦n matando a mujeres porque se quitan el velo, miremos con educaci¨®n para otro lado. Harta de que nunca llegue el momento en el que nuestros temas sean tan prioritarios como cualquier otro caso de derechos humanos elementales. Y, ya de paso, que alguien me diga cu¨¢les son esos ¡°temas de mujeres¡± y por qu¨¦ se denominan as¨ª, porque resulta que no existen los ¡°temas de hombres¡±. Todo aquello que afecta al poder y el bienestar de los varones es simplemente considerado la realidad, lo normal, el paisaje del mundo. Pero cuando es el bienestar y la autonom¨ªa de la mujer lo que est¨¢ en juego, nos metemos en terrenos secundarios, subsidiarios, aparcables, prescindibles. En asuntos que, a fin de cuentas, tampoco son tan importantes.
Lo que estoy diciendo es obvio, pero me temo que las obviedades hay que repetirlas cuando el mundo no cambia. Este pensamiento patriarcal y antediluviano lo han sostenidos derechas e izquierdas, hombres y mujeres. Como esa izquierda que se negaba a concedernos el voto en Espa?a, o esa tremenda Victoria Kent que, incre¨ªblemente, tambi¨¦n estuvo en contra del sufragio femenino, con el argumento de que favorecer¨ªa a la derecha (gracias, valiente y maravillosa Clara Campoamor). Que tantos a?os despu¨¦s volvamos a ver a un personaje de la izquierda como Lula actuando as¨ª desalienta mucho. No se da cuenta de que, al renegar de sus objetivos feministas, est¨¢ renegando de s¨ª mismo. No s¨¦ qu¨¦ resultados obtendr¨¢ en la votaci¨®n de hoy, pero me recuerda aquella famosa an¨¦cdota de ?Churchill, a quien, durante la II Guerra Mundial, propusieron rebajar dr¨¢sticamente el presupuesto de cultura para aumentar las inversiones b¨¦licas. Y ¨¦l contest¨®: ¡°?Quitarle el presupuesto a cultura? Entonces, ?para qu¨¦ luchamos?¡±. Para qu¨¦ lucha Lula, me pregunto.
Por no mencionar la asquerosa astracanada del El¨ªas Ahuja. El 12 de diciembre de 1986 saqu¨¦ en este peri¨®dico un art¨ªculo titulado San Teleco en el que contaba que, siete d¨ªas antes, 300 energ¨²menos borrachos que pasaban por ser estudiantes de Telecomunicaciones asaltaron el edificio de Filosof¨ªa B de la Complutense al refinado bramido de ¡°queremos follar¡±. Destrozaron aulas, pegaron a los alumnos, derribaron las puertas de los retretes en donde se hab¨ªan refugiado, aterrorizadas, las mujeres; a unas cuantas les rasgaron las ropas con el filo de las litronas rotas y a otras las mantearon y, como estaban muy ebrios, se les cayeron y sufrieron heridas. Todo divertid¨ªsimo. Por lo visto, era una fiesta anual en honor de un patr¨®n inventado, san Teleco. Aquellos salvajes, entonces futuros ingenieros, son la ¨¦lite de hoy. Quiz¨¢ sean los padres de los mastuerzos del Ahuja y de las chicas que se apresuraron pat¨¦ticamente a defender a sus hermanos y a sus pr¨®ximos maridos, es decir, a defender su clase y su poder. Hay cosas que se dir¨ªa que no cambian. Aunque, por lo menos, en esta ocasi¨®n no las han desnudado ni manteado. ?Bravo! Como tambi¨¦n dec¨ªa Churchill: ¡°Soy optimista. No parece muy ¨²til ser otra cosa¡±.
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