Marco Martella: ¡°Las infelicidades del hombre vienen de creerse capaz de controlar la naturaleza¡±
El fil¨®logo, jardinero y escritor italiano Marco Martella se ha dedicado al arte supremo que engloba todas las artes: planta ¨¢rboles. Y escribe sobre jardines. En ensayos como ¡®Un peque?o mundo¡¯, ¡®Un mundo perfecto¡¯ o ¡®Fleurs ' explica que plantar requiere una devoci¨®n profunda. Admite que es un arte ef¨ªmero, cambiante y sujeto a la voluntad de las estaciones. Pero tambi¨¦n el ¨²ltimo reducto de la esperanza y la libertad: ¡°Cuidar el jard¨ªn implica cuidar el mundo¡±
En La Fert¨¦-sous-Jouarre, a una hora de Par¨ªs, Marco Martella (Roma, 60 a?os) ha plantado por fin muchos ¨¢rboles. Habla del jard¨ªn desde el jard¨ªn de la casa que comparte con Pascal, su pareja desde hace 33 a?os. La entrevista sucede en movimiento: buscando las vistas o el sol y persiguiendo a sus heter¨®nimos: el island¨¦s Jorn de Pr¨¦cy ¡ªque firm¨® El jard¨ªn perdido¡ª y el bosnio Teodor Ceri?, que escribi¨®, de mano de Martella, Jardines en tiempos de guerra.
?Se puede romper con la naturaleza?
Es una utop¨ªa del hombre occidental que fue teorizada por Descartes cuando hablaba del hombre como se?or de la naturaleza. Formamos parte de ella y dependemos de su energ¨ªa. Dir¨ªa que todas las infelicidades del hombre vienen de eso, de creerse capaz de controlar la naturaleza.
Separ¨¢ndonos de la naturaleza le declaramos la guerra a la vida.
Nuestra forma de vida se aleja m¨¢s y m¨¢s de los ritmos de la naturaleza. Y no es posible vivir fuera de la naturaleza. Todo es naturaleza. Para los griegos la naturaleza, la physis, lo inclu¨ªa todo: a los hombres, los d¨ªas, las plantas¡ En cambio, el concepto latino de naturaleza implica ya un alejamiento. Se empieza a estudiar desde fuera, vi¨¦ndola como un objeto y situando al hombre como sujeto.
¡°En el gran desierto en que se ha convertido el mundo tan solo nos queda el jard¨ªn¡±.
El jard¨ªn renace. Es un lugar de esperanza. A veces olvidamos esa capacidad de renacer, de probar de nuevo, que, en parte, tenemos. Los jardines nos recuerdan que la muerte forma parte de la vida.
?Qu¨¦ esperanza ofrece el jard¨ªn?
Cuando plantas un ¨¢rbol te proyectas en el tiempo. Est¨¢s diciendo que crees que la vida va a continuar. Y que los hombres van a ayudar a esa vida. El tiempo del jard¨ªn es el de la vida. No nos empuja hacia delante como el tiempo mec¨¢nico que rige actualmente nuestras vidas.
?Cu¨¢ndo plant¨® su primer ¨¢rbol?
Con mi padre, en Roma. Pero hace seis a?os, plant¨¦ los de nuestro jard¨ªn.
?Qu¨¦ relaci¨®n tiene con los ¨¢rboles que plant¨® y abandon¨®?
No se entra en un jard¨ªn como un conquistador, sino como invitado. No olvido esos ¨¢rboles. Pero no los poseo. En Puglia ten¨ªamos una casa que ya no es nuestra, pero el jard¨ªn sigue creciendo. Nos iremos y los jardines se quedar¨¢n.
O se convertir¨¢n en un centro comercial.
Efectivamente. El jard¨ªn tiene la fuerza de la vida. Y por eso es un lugar de una fragilidad extrema.
?C¨®mo ha elegido qu¨¦ ¨¢rboles plantar?
Pensando en el futuro. Los paisajistas del siglo XVII ¡ª?llamados entonces arquitectos de jardines¡ª presentaban sus proyectos explicando c¨®mo ser¨ªan en 100 a?os. Eran actos de fe.
Versalles fue el jard¨ªn del rey, pero no el rey de los jardines.
Fue un espect¨¢culo para el rey. No la comprensi¨®n de la naturaleza. Era la imagen del poder, la ilustraci¨®n de la idea cartesiana del hombre como poseedor de la naturaleza. Refleja el sue?o de grandeza de un soberano. Su deseo de poder sobre los hombres, sobre el pa¨ªs, sobre el cosmos. El hombre que se ve a s¨ª mismo como un dios.
Cuando haces un peque?o jard¨ªn, ?rozas lo divino?
El jardinero cuida el jard¨ªn y el jard¨ªn cuida al jardinero. Uno bueno sabe ponerse a un lado, seguir las exigencias de la naturaleza.
El jard¨ªn no existe sin el jardinero, pero la naturaleza s¨ª.
Claro. La frontera es sutil y fluida. El tercer paisaje de Gilles Cl¨¦ment no es paisaje, es naturaleza. El jard¨ªn es un proyecto humano. Es el lugar de encuentro entre el hombre, las plantas, el agua y el cielo. Un lugar cerrado donde pueden ocurrir cosas maravillosas y cosas terribles. Los jardines son espejos. Nos retratan como sociedad e individualmente. Hablan de nuestra idea de la vida.
Hoy, que tenemos una relaci¨®n tan prepotente con la naturaleza, hay m¨¢s jardines p¨²blicos que nunca.
Tenemos necesidad de jardines. Pero hoy han perdido la vocaci¨®n est¨¦tica. La belleza de los grandes ¨¢rboles es tan importante como el ox¨ªgeno. La ecolog¨ªa no puede descuidar la belleza.
?Qu¨¦ es la belleza del jard¨ªn?
Lo que te conmueve. Algo que te haga cambiar la relaci¨®n con el tiempo y contigo mismo. El alejamiento de la naturaleza es el alejamiento de la espiritualidad. Es olvidar o negar la mitad de lo que somos. No es una idea religiosa. Es una idea humanista.
?Qu¨¦ es lo sagrado para usted?
La manifestaci¨®n de la vida. Mar¨ªa Zambrano lo explica: lo sagrado nace de las manifestaciones de la fuerza de la naturaleza: un rayo, un temporal. Es algo infinitamente grande que jam¨¢s llegaremos a conocer, la vida como fuerza que va m¨¢s all¨¢ de lo que el hombre conoce o quiere ver. Para los griegos, el mayor pecado era el exceso. Ten¨ªan un gran sentido de la proporci¨®n.
Hoy el exceso parece el objetivo.
Versalles fue el primer modelo de desmesura. Y se ha convertido en un modelo de relacionarse con el mundo: la tecnolog¨ªa nos dice que no tenemos l¨ªmites, el planeta dice lo contrario. Sin l¨ªmites, dejamos de ser humanos. Los griegos lo escribieron en las columnas de H¨¦rcules: Non plus ultra, no hay m¨¢s all¨¢. Era el l¨ªmite de lo humano. Sin embargo, Carlos V cogi¨® solo parte del lema, plus ultra, m¨¢s all¨¢. Y hoy estamos todos en el plus ultra. Sin l¨ªmite, sin aceptar lo que somos.
?Existe un poder que conozca l¨ªmites?
Los propietarios de las villas romanas de los siglos XVI y XVII dejaban sus jardines abiertos para que all¨ª se instruyeran los humildes contemplando la belleza de la naturaleza y del arte. Los hermosos parques antiguos no estaban hechos para los pr¨ªncipes, sino para que cualquiera pudiera comportarse all¨ª como un pr¨ªncipe. No es la propiedad lo que te da las cosas, sino conocerlas. Eso educa, te permite ser mejor.
Su primer jard¨ªn no lo relacion¨® con el goce y el aprendizaje, sino con el esfuerzo.
En la periferia de Roma mi padre ten¨ªa una casa. Trabajando all¨ª, solo ve¨ªa obligaci¨®n y esfuerzo. Sin embargo, fue mi padre quien me llev¨® al jard¨ªn. Cuando enferm¨®, yo ya viv¨ªa en Francia y regres¨¦ para cuidarlo. En el hospital le le¨ªa el peri¨®dico y un d¨ªa le cont¨¦ que hab¨ªan restaurado los jardines secretos de Villa Borghese. Mi padre me dijo que fuera a verlos.
?Qu¨¦ hac¨ªa en Francia?
Vivir con Pascal.
?Vino a Francia por amor?
S¨ª. ?l ya ten¨ªa trabajo y yo acababa de terminar mis estudios de literatura inglesa. Francia no me llamaba.
Lleva 33 a?os con ¨¦l.
Ha cambiado todo menos el hecho de que estamos juntos.
Pas¨® de dar clase de italiano a trabajar en jardines y a escribir sobre ellos.
Los jardines secretos de las villas renacentistas y barrocas estaban pegados a las casas, se llegaba a ellos por una puertecita y solo pod¨ªan entrar los propietarios. Era un jard¨ªn dentro del jard¨ªn para poder estar tranquilo. Cuando visit¨¦ los de la Villa Borghese pens¨¦ que era un jard¨ªn renacido. Parec¨ªa magia. Eso suced¨ªa mientras mi padre mor¨ªa. Y fue como mi ca¨ªda del caballo: me reconvert¨ª. Decid¨ª dedicarme a los jardines. Me vinieron los recuerdos de infancia con mi padre. La tierra est¨¢ llena de semillas. Sin el agua, la luz o el viento oportuno muchas no afloran nunca. No crecen, pero no mueren. Est¨¢n all¨ª, aguardando.
Con esa semilla regres¨® a Francia y estudi¨® paisajismo.
En Versalles. La jardiner¨ªa es un campo esencial para la gente que no encuentra un lugar en el mundo. Luego encontr¨¦ trabajo en la direcci¨®n de parques y jardines de Hauts-de-Seine.
?Era m¨¢s feliz que ense?ando italiano?
Mucho m¨¢s. Hasta los 30 a?os trabaj¨¦ como profesor para vivir, pero sin vocaci¨®n. No sab¨ªa qu¨¦ quer¨ªa hacer en la vida. Y la muerte de mi padre me lo descubri¨®. El fallecimiento de un ser querido es un terremoto que te transforma.
?Qu¨¦ sucedi¨® con su madre?
Muri¨® tambi¨¦n joven, con 60 a?os. Hablaba poco. Tuvo una infancia dif¨ªcil, sin padre y con una madre ausente. Pero ten¨ªa recuerdos de felicidad cuando visitaba a su familia paterna en Palermo. Y esos recuerdos sucedieron en un jard¨ªn.
De repente todo cuadraba.
O yo lo ve¨ªa as¨ª. Mis padres eran muy reservados.
?Vivieron su homosexualidad como un problema?
No. Me he dado cuenta de que la reacci¨®n de la gente con los asuntos sexuales no tiene que ver con su nivel cultural. Hay grandes intelectuales con bloqueo mental para entender la homosexualidad propia o ajena. Sin embargo, en el campo cat¨®lico no encontr¨¦ ese rechazo.
?Un jard¨ªn es un lugar para aislarse?
Puede serlo, pero no es una celda. Y es dif¨ªcil imaginar cultivar un jard¨ªn para no compartirlo.
Dedica su vida a los jardines y no ha dise?ado uno.
He trabajado como jardinero en las Tuller¨ªas. Y es desmitificador plantar mil bulbos al d¨ªa. Se parece a la l¨ªnea de montaje de una f¨¢brica. El jardinero del jard¨ªn p¨²blico, pagado para limpiar y hacer tareas repetitivas que no requieren su creatividad, ni su inteligencia ni su coraz¨®n, se ahoga. El jardinero de verdad no tiene mucho en com¨²n con la modernidad. Es uno de los ¨²ltimos disidentes del mundo moderno, uno de los pocos que se atreven a desobedecer viviendo seg¨²n sus propios principios y no seg¨²n los que impone la sociedad.
El supuesto progreso.
Ha destrozado el paisaje. El paisaje contempor¨¢neo no exprime la belleza. Retrata otras prioridades. Para los agricultores lo bello y lo ¨²til es lo mismo. Un olivo que da fruto es hermoso. No son indisociables. Eso lo hemos perdido. El paisaje expresa hoy funcionalidad, movilidad¡, no piensa en el futuro, piensa en la supervivencia.
?El jard¨ªn exige abandonar la rentabilidad para alcanzar su poder transformador?
La modernidad no tiene un jard¨ªn porque solo le interesa rentabilizar. Los grandes proyectos buscan alterar cosas: la convivencia, la ecolog¨ªa, el deporte. Y son infraestructuras c¨ªvicas, rara vez lugares de cultura. Se pierde el gran proyecto est¨¦tico al que es capaz de aspirar el ser humano.
?De qu¨¦ vive?
De los libros, de dar conferencias¡
En sus libros hay juegos e informaci¨®n. ?Por qu¨¦ decidi¨® escribir con heter¨®nimos?
Tengo una revista que se llama Jardins. Buscaba a alguien que escribiera sobre el jard¨ªn de Derek Jarman. Como no lo encontr¨¦, lo hice yo mismo y firm¨¦ como Jorn de Pr¨¦cy, un seud¨®nimo. Como al final de la revista hay una peque?a biograf¨ªa, le invent¨¦ una vida y se convirti¨® en heter¨®nimo. Quer¨ªa escribir sobre el genius loci y me parec¨ªa que el ensayo que sal¨ªa era aburrido. En aquel momento me interesaban los personajes sabios y marginales, como William Morris. Y me imagin¨¦ a alguien con esa cultura. Las ideas eran las m¨ªas, pero el narrador, un island¨¦s del XIX instalado en Oxfordshire.
Firmando como el bosnio Teodor Ceri? describi¨® c¨®mo los burgueses ingleses del XVII empleaban a personas como ermita?os para que decoraran sus jardines.
Fue una moda. La literatura rescata lo que sucedi¨® para salvarlo del olvido.
El hombre disfrazado de ermita?o de su relato termina convirti¨¦ndose en ermita?o.
En mi historia, s¨ª. En la verdadera, los ermita?os no aguantaban. Se escapaban. Sal¨ªan al pub y todo el mundo sab¨ªa que actuaban. Por eso hubo un propietario que, al final, fue ¨¦l quien hac¨ªa de ermita?o.
Tras utilizar dos heter¨®nimos, comienza a firmar sus ¨²ltimos libros. ?Qu¨¦ pas¨®?
Borges dec¨ªa que los j¨®venes tienen necesidad de escribir enmascarados, de camuflarse para no descubrirse del todo. Igual fue eso. En determinado momento no me hizo falta esconderme m¨¢s.
?Los lectores lo encontraron gracioso?
La mayor¨ªa s¨ª. Hubo quien se enfad¨®. Hay una especie de moralismo literario: el escritor debe decir la verdad. Estoy de acuerdo: dice la verdad mintiendo. Pessoa dec¨ªa: el poeta es un fingidor. La literatura es eso: el juego de ser otro.
Como Martella escribi¨® Un peque?o mundo, un mundo perfecto. ?Un jard¨ªn es eso?
El jard¨ªn es salvaje por naturaleza. Y a la vez, un lugar de esperanza.
Uno de sus personajes de Fleurs defiende que el arte es un intento de escapar de la brutalidad de la naturaleza. Usted no piensa eso.
No. Por eso lo pongo en boca de un personaje, tal vez inventado. En la filosof¨ªa oriental no existe separaci¨®n entre cultura humana y cultura de la naturaleza. La oposici¨®n cultura-naturaleza es una visi¨®n moderna. El antrop¨®logo Philippe Descola ha escrito Par-del¨¤ nature et culture, defendiendo que la cultura es parte de la naturaleza.
?Perderse en el bosque es necesario?
Solo me he perdido una vez, en el parque de Yosemite. Estaba con Pascal y otros amigos y me despist¨¦. No hab¨ªa m¨®viles. Me di cuenta de lo protegidos que vivimos. Trat¨¦ de controlar el miedo. Camin¨¦ hasta que vi luces. En el bosque uno se da cuenta de la fragilidad del hombre. Mi gato pasa toda la noche fuera y vuelve con un rat¨®n.
Escribe en franc¨¦s.
Me gusta escribir en una lengua que no es la m¨ªa. Es una m¨¢scara ling¨¹¨ªstica, escribo como si fuera franc¨¦s.
?Qu¨¦ es un jard¨ªn aut¨¦ntico?
Tal vez el que no traiciona la vocaci¨®n antigua de ser un espacio que nutre el cuerpo y la mente. No querr¨ªa sonar m¨ªstico o pedante, pero los jardines tienen un alma. Y eso es lo que debe emerger en ellos. No son solo un lugar donde hacer deporte.
?Los jardines de hoy son los de la desobediencia?
Los jardines siempre se manifiestan contra el orden. Son los ¨²ltimos espacios de libertad. El jard¨ªn es un lugar insumiso, fuera de las normas. Contrariamente al sistema capitalista, que necesita un crecimiento ininterrumpido para sobrevivir exigiendo esfuerzos infinitos a los hombres, el mundo natural crece espont¨¢neamente y se basta a s¨ª mismo en un presente eterno. Esta es la lecci¨®n del jard¨ªn.
?Qu¨¦ hace a un buen jardinero?
Conocer bien las plantas. Llegar a pensar un poco como ellas. Cuidar las plantas es fijarse en ellas. El agua que necesitan te lo dicen ellas.
?Los jardines sobrevivir¨¢n?
Mientras existan seres humanos que busquen reanudar el di¨¢logo con la naturaleza, s¨ª. Preguntarse qu¨¦ ser¨¢ del jard¨ªn es preguntarse qu¨¦ ser¨¢ de la humanidad. El futuro del jard¨ªn es el del hombre. Cuidar el jard¨ªn implica cuidar el mundo. Es un lugar estrat¨¦gico. Aunque est¨¦ cerrado, su efecto no queda encerrado.
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