Hoy van a nacer 67.385 ni?os en la India: retrato del pr¨®ximo pa¨ªs m¨¢s poblado del mundo

Hacen cola de noche y de d¨ªa para acceder al Deltin Royale, el casino m¨¢s famoso de Goa. El elevado precio de la entrada equivale casi al sueldo semanal medio de la India, pero eso no parece asustar a la emperifollada clientela. A cambio, las pulseras de papel incluyen alcohol gratis, quantum satis, y los ni?os menores de cinco a?os no pagan.

Los hippies pusieron Goa en el mapa hace medio siglo. La poblaci¨®n local, conmocionada, fue testigo de c¨®mo j¨®venes occidentales de pelo largo practicaban nudismo, sexo libre y consum¨ªan drogas en sus inabarcables playas. Goa sigue siendo uno de los destinos vacacionales m¨¢s populares de la India, pero ahora, la mayor¨ªa de los turistas que acuden en masa a la que fuera colonia portuguesa, son indios. Llegan para disfrutar del alcohol barato, ba?arse ¡ªa menudo con la ropa puesta¡ª y jugarse el dinero en los numerosos casinos. En la India el juego est¨¢ prohibido en tierra firme, pero a finales de los a?os noventa del siglo pasado un inversor avezado encontr¨® una fisura en la estricta ley del juego: ?y si los casinos no estuvieran en tierra, sino en el agua? En los a?os siguientes los casinos flotantes proliferaron junto a la costa de Goa como si de medusas fosforescentes se tratara.

El Deltin Royale cabecea por el r¨ªo Mandovi, no va a ninguna parte. En la cubierta, padres e hijos bailan al son de Hotel California, de los Eagles, bajo el cielo tropical y estrellado de Goa. Junto al muelle se asientan los mendigos cubiertos de harapos, fibrosos, flacos. Tienen la esperanza, tal vez sustentada en pruebas emp¨ªricas puras y duras, de que la tasa de alcohol en sangre del ¡°todo incluido¡± torne a los jugadores nocturnos especialmente generosos.

As¨ª es la India del a?o 2022. Un peque?o fragmento de ella.

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Han transcurrido 20 a?os desde mi primera visita a la India. En aquel tiempo a¨²n era bastante habitual intercalar un a?o sab¨¢tico entre el bachillerato y la universidad. Tras unos meses frente a una cinta transportadora, empaquetando alb¨®ndigas y chuletas de cerdo, reun¨ª algo de dinero en la cuenta corriente. Llen¨¦ la mochila y cog¨ª un vuelo a Bombay.

Dos j¨®venes estadounidenses se desmoronaron sin llegar a pasar de la recogida de equipajes. Mientras una lloraba y se lamentaba, la otra se informaba sobre la posibilidad de regresar de inmediato a Oklahoma. La India es abrumadora. La India es una cacofon¨ªa de sonidos, especias, cucarachas, amebas, gases de tubos de escape y miseria descarnada. Unos meses despu¨¦s puse rumbo a casa, con 10 kilos menos, la mochila cargada de pesadas joyas y coloridas ropas que nunca me llegu¨¦ a poner.

Desde entonces, la poblaci¨®n de la India se ha incrementado en 320 millones, casi el equivalente a los habitantes de Estados Unidos. A la vez, un n¨²mero a¨²n mayor de indios, m¨¢s de 400 millones, ha salido de la pobreza extrema, al menos esas eran las cifras antes de que la pandemia paralizara el planeta.

M¨¢s datos: la media de nacimientos en el mundo es de 385.000 beb¨¦s cada d¨ªa. La cuarta parte de ellos se criar¨¢n como indios o chinos. En las ¨²ltimas d¨¦cadas, la probabilidad m¨¢s alta ha sido, sin discusi¨®n, la de nacer indio, y por ello la India, a mediados de abril del a?o pr¨®ximo, adelantar¨¢ a China como el pa¨ªs m¨¢s poblado. Naciones Unidas ha calculado que, en esa fecha, estar¨¢ habitada por 1.425.775.850 personas.

Por su extensi¨®n, la India solo ocupa el s¨¦ptimo lugar en el ranking del mundo. La superficie del pa¨ªs es casi tres veces menor que la de China, pero su poblaci¨®n equivale a la de toda ?frica. Dentro de unos a?os el n¨²mero de habitantes de la India ser¨¢ m¨¢s del doble de los que suman la Uni¨®n Europea y Estados Unidos. A la vez, es previsible que la India suba al podio como tercera econom¨ªa del mundo, solo superada por Estados Unidos y China.

Desde varios puntos de vista, la India no es un pa¨ªs, sino un subcontinente. Esta naci¨®n o subcontinente consta de 28 Estados y 8 territorios de la Uni¨®n, sus billetes se imprimen en ?15 alfabetos diferentes! China solo tiene una lengua oficial, mientras que la India tiene 22. Si contamos el n¨²mero de lenguas habladas, la cifra es mucho mayor. En funci¨®n de c¨®mo los computemos, en la India de hoy se hablan entre 450 y 1.700 idiomas.

Este es el exorbitante lenguaje de las cifras.

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Es posible escribir obras enciclop¨¦dicas sobre la India, la mayor democracia del mundo, y apenas rascar la superficie. Uno puede, por ejemplo, ocuparse de las enormes extensiones de chabolas en Bombay, Delhi y Calcuta, y de los 200 millones ¡ªuna estimaci¨®n a la baja¡ª que no tienen a¨²n acceso a un escusado. O puede optar por el boom inform¨¢tico, la expansi¨®n explosiva de internet, que en la India es libre y accesible, en contraposici¨®n con China.

Yo he viajado sobre todo por la periferia, las zonas fronterizas con Pakist¨¢n, China y Myanmar, y por antiguos enclaves portugueses, muy alejados de las pobladas urbes del delta del Ganges. En mi experiencia, muchas veces es precisamente en los l¨ªmites donde se puede aprender m¨¢s de un pa¨ªs grande y poderoso. En los confines, lejos de los despachos oficiales, suelen imponerse etnias distintas a las mayoritarias. ?C¨®mo las tratan?

En Rusia, por ejemplo, he pasado m¨¢s tiempo en la turbulenta regi¨®n del C¨¢ucaso, donde los chechenos, entre otros, combatieron muchos a?os en una vana batalla por liberarse del Kremlin. Vlad¨ªmir Putin respondi¨® bombardeando Chechenia hasta hacerla retroceder a la Edad de Piedra, e imponiendo un brutal dictador local que recibi¨® carta blanca para dirigirla seg¨²n los dictados de su coraz¨®n, o de la falta de ¨¦l.

En China he pasado m¨¢s tiempo en Xinjiang y en el T¨ªbet. Ning¨²n Estado vigila a sus propios ciudadanos con tanta intensidad como el chino. En Xinjiang el Partido Comunista ha llevado la vigilancia a un nivel superior. Hay c¨¢maras por todas partes, innumerables puestos de control e identificaciones, y la conexi¨®n por internet es tan lenta que apenas funciona. Una noche, al regresar a mi hotel de Kashgar, una ciudad de la antigua ruta de la seda, me encontr¨¦ a un grupo de polic¨ªas malcarados en la recepci¨®n. Llevaban consigo una lista de nombres. No s¨¦ qu¨¦ les ocurri¨® a los hombres que buscaban ese atardecer, pero supongo que los enviaron a uno de los llamados campamentos de reeducaci¨®n. M¨¢s de un mill¨®n de uigures han pasado por los campos de Xinjiang, sin juicio, como parte de lo que, en realidad, es un genocidio cultural.

La situaci¨®n en el T¨ªbet no era mejor. El desierto paisaje de la planicie estaba decorado con gigantescos anuncios y carteles que instaban a la gente a informar a las autoridades de la presencia de ¡°fuerzas oscuras¡±. Un tibetano al que pillen con una imagen del Dal¨¢i Lama en su tel¨¦fono m¨®vil se arriesga a pasar muchos a?os encarcelado. El temor torna el aire ligero de las alturas espeso y asfixiante. Solo he experimentado un miedo similar, penetrante, casi f¨ªsico, en Corea del Norte.

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El Dal¨¢i Lama tuvo que huir del T¨ªbet en 1959 y las autoridades indias le concedieron permiso para instalarse en Dharamsala, al pie del Himalaya. All¨ª se encuentra el Gobierno del T¨ªbet en el exilio desde esa fecha.

Al d¨ªa siguiente de mi llegada a Dharamsala, la cola ante el templo de Tsuglagkhang serpenteaba por la calle. Hab¨ªa gente por todas partes, cada mil¨ªmetro del suelo de hormig¨®n estaba cubierto de cojines y peregrinos. El l¨ªder espiritual, decimocuarto Dal¨¢i Lama, cruz¨® la explanada y un murmullo recorri¨® el gent¨ªo. Todos se esforzaban por ver mejor al dios vivo de la misericordia, vestido con h¨¢bito purp¨²reo. Empez¨® a disertar y los muchos miles de tibetanos exiliados presentes escucharon arrebatados a su l¨ªder. Hab¨ªan aconsejado a los extranjeros que llevaran una radio de bolsillo para captar la traducci¨®n. Me cost¨® hacer funcionar la m¨ªa, barata y reci¨¦n adquirida, y solo percib¨ª fragmentos: ¡°The Buddha¡­ The Nature of the Self¡­ Harmony¡­ Emptiness¡­ Peace¡­¡±.

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Para aquel que quiera experimentar la cultura tibetana en libertad, es muy preferible viajar a la abierta y democr¨¢tica India, antes que a una China cada vez m¨¢s autoritaria y cerrada. En las zonas fronterizas de la India con el T¨ªbet se suceden los conventos budistas, muchos de ellos casi milenarios.

Tampoco en el lado indio es todo paz y armon¨ªa, menos a¨²n en torno a las fronteras. Dos generaciones atr¨¢s, las caravanas de comerciantes himalayos circulaban con libertad por estas tierras, cargadas hasta los topes de lana y sal, desplaz¨¢ndose de Lhasa a Kashgar. Las gentes que habitaban las cordilleras del Himalaya sol¨ªan tener m¨¢s trato entre ellas que con sus respectivas autoridades en las muy lejanas capitales. Tras la partici¨®n de la India y Pakist¨¢n en 1947, y la invasi¨®n del T¨ªbet por China tres a?os despu¨¦s, esas relaciones quedaron interrumpidas de manera abrupta. Las fronteras entre la India, Pakist¨¢n y China son hoy tan controvertidas que se han tornado impenetrables. Las tensiones no resueltas provocan, a intervalos irregulares, situaciones que potencialmente podr¨ªan incendiar toda la regi¨®n.

En el verano de 2020 falt¨® muy poco. Cientos de soldados de las dos naciones m¨¢s pobladas del planeta chocaron en la oscuridad de la noche, en las escarpadas monta?as del valle de Galwan, muy cerca de la disputada frontera con la regi¨®n de Aksai Chin, controlada por China. Los soldados combatieron hombre contra hombre durante varias horas. A causa de la tensa situaci¨®n de la frontera, los soldados aqu¨ª destinados no portan armas, pero, incluso sin armas de fuego, el enfrentamiento se sald¨® con 20 soldados indios muertos y un n¨²mero desconocido de v¨ªctimas mortales en el bando chino.

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La frontera de la India con Pakist¨¢n no es menos problem¨¢tica. Ambos pa¨ªses reclaman Cachemira, que en 1947 correspondi¨® en su totalidad a Delhi y ha supuesto un absceso para el r¨¦gimen desde entonces.

La musulmana Cachemira es, en muchos aspectos, la Xinjiang de la India. En el breve recorrido en coche desde el aeropuerto al centro de Srinagar pasamos junto a tantos soldados que perd¨ª la cuenta, todos equipados hasta el ¨²ltimo detalle. Cachemira, que por lo dem¨¢s es conocida por su clima benigno, fastuosas casas flotantes y hermosos jardines, es una de las zonas m¨¢s militarizadas del planeta. Los abusos sobre la poblaci¨®n civil y los encarcelamientos aleatorios son habituales, y con frecuencia se impone el toque de queda.

Bajo el mandato del primer ministro Narendra Modi, los roces entre los hind¨²es y los musulmanes se han intensificado. Modi fue reelegido por un amplio margen en 2019, y una de las promesas con las que se present¨® a las elecciones fue privar a Jammu y Cachemira del art¨ªculo 370, que desde 1947 hab¨ªa dado al Estado federado el derecho de aprobar leyes propias. A la vez que modificaba la Constituci¨®n, envi¨® decenas de miles de soldados de refuerzo a la zona, que ya estaba muy militarizada. Varios miles de civiles fueron encarcelados, todos los extranjeros y los turistas recibieron ¨®rdenes de abandonar Cachemira, se impuso un prolongado toque de queda y la banda ancha de internet estuvo inaccesible durante a?o y medio. Toneladas de manzanas maduras se pudrieron en el suelo porque los temporeros de otras regiones de la India no pudieron pasar.

Gangotri se encuentra en lo alto de la cordillera del Himalaya y es uno de los destinos de peregrinaci¨®n m¨¢s importantes para los hind¨²es devotos. Desde aqu¨ª fluye el Ganges, a¨²n fresco, limpio y helado, hacia las estepas del norte de la India. El nacimiento mismo solo puede alcanzarse a pie y por ello es algo menos popular. Los ¨²ltimos kil¨®metros del sendero se hab¨ªan desmoronado y tuvimos que escalar rocas y cruzar despe?aderos expuestos a desprendimientos. El antiguo paso que conduc¨ªa al glaciar qued¨® destruido en la gran riada de 2013, que cost¨® la vida a m¨¢s de 5.000 personas.

Apenas atisb¨¦ el hielo del glaciar a causa de la cantidad de grava. El glaciar del Gangotri estaba cubierto de arena negra y piedrecillas, el hielo quedaba oculto. De una abertura ovalada manaba agua fr¨ªa y fresca. Esperaba encontrarme un cantar¨ªn riachuelo, pero el Ganges es sorprendentemente intenso desde su nacimiento. Gaumukh, boca de vaca, as¨ª llaman los hind¨²es al origen del manantial y, en efecto, la abertura se asemeja a una boca. Las vidas de 500 millones de personas dependen del agua proveniente del deshielo que mana de la boca de vaca de esta fuente, en apariencia eterna.

El manantial infinito se est¨¢ derritiendo. Al igual que la mayor¨ªa de los restantes glaciares del Himalaya, el tama?o del Gangotri tambi¨¦n se reduce. El agua procedente del deshielo de los glaciares del Himalaya supone casi el 70% del caudal del Ganges, y se est¨¢n fundiendo a un ritmo alarmante. Aunque es posible que el volumen total de las precipitaciones se mantenga en el futuro, el agua ya no fluir¨¢ con la misma constancia. A las crecidas les seguir¨¢n sequ¨ªas, y a estas les suceder¨¢n nuevas inundaciones, un ciclo de pesadilla.

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Los 67.385 ni?os indios que, seg¨²n las estad¨ªsticas, nacer¨¢n hoy se criar¨¢n en la mayor democracia del planeta, con todos sus defectos y carencias. Crecer¨¢n en una econom¨ªa que est¨¢ en pleno desarrollo y que, a juzgar por todos los indicadores, pronto ser¨¢ la tercera m¨¢s grande del mundo. Es probable que dispongan de m¨¢s dinero para gastar que sus padres, puede que alguno se lo juegue a bordo del casino flotante Deltin Royale. A la vez, los reci¨¦n nacidos hoy en la India tendr¨¢n que convivir con las impredecibles consecuencias del cambio clim¨¢tico, que golpear¨¢n a la India con m¨¢s intensidad que a muchos otros pa¨ªses. La nueva generaci¨®n se har¨¢ adulta en una naci¨®n cada vez m¨¢s segura de s¨ª misma ¡ª?malas noticias para Cachemira!¡ª y que ganar¨¢ influencia internacional.

En el mundo globalizado de hoy, el tama?o es decisivo, ya sea por el producto nacional bruto o el n¨²mero de manos laboriosas y mentes pensantes, y pronto los cerebros indios ser¨¢n mayor¨ªa. Queda por ver el efecto de esa superioridad num¨¦rica sobre la compleja interacci¨®n con China y su poblaci¨®n decreciente y cada vez m¨¢s envejecida.

La ¨²nica certeza es que la mayor¨ªa es de la India.

Erika Fatland es autora de ¡®Himalaya. Un viaje a trav¨¦s de Pakist¨¢n, India, But¨¢n, Nepal y China¡¯ (Tusquets).

Traducci¨®n de Lotte Tollefsen