En Roma s¨ª te encuentras a tu ex
Solo disfrutamos de verdad aquello que podemos perder y debemos cuidar. Pero no me hagan mucho caso | Columna de Ignacio Peyr¨®
![EPS Ignacio Peyr¨®](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/NBXV4HZYIFGRRCYNMKWKIFCOYU.jpg?auth=e43fd83b56a20779fbb518fcbe05f80913b40c8164d9ff3aca2a50efba6625eb&width=414)
Llueve m¨¢s que en M¨¢nchester y hace m¨¢s calor que en Sevilla, pero al vivir en Roma se hace dif¨ªcil no pensar que uno est¨¢ viviendo en la ciudad m¨¢s hermosa de la tierra. Esta belleza tiene un precio que va m¨¢s all¨¢ de los alquileres: Roma atrae a gente de todo el mundo, atrae a gente de toda Espa?a, atrae a gente de tu pueblo y atrae ¡ªen fin¡ª a tu ex. En Madrid no tenemos el Pante¨®n, hay pocos gatos sueltos y la carbonara viene inundada en nata. Pero al menos ofrece esa otra cortes¨ªa ¡ªya lo dijo Ayuso¡ª por la cual puedes pasar 10 a?os sin cruzarte con quien no te quieres cruzar. Y ya se sabe que a veces el mayor afecto que puede haber es el de no volver a verse, siquiera sea porque hay otras veces en que volver a verse puede ser tropezar en la misma piedra.
Se ha hecho muy c¨¦lebre la frase de Cort¨¢zar: ¡°And¨¢bamos sin buscarnos, pero sabiendo que and¨¢bamos para encontrarnos¡±. Tras una ruptura comme il faut ocurre m¨¢s bien al rev¨¦s: nuestros pasos se dirigen a mantener una distancia fr¨ªa, y siempre causa pasmo el pensar en la cantidad de veces que habremos estado cerca sin vernos, y tal vez un d¨ªa ella sub¨ªa por una acera de la calle de Caracas y uno bajaba por la otra, o quiz¨¢ est¨¢bamos apenas a unos metros cuando sal¨ªamos de una zapater¨ªa y ella entraba en el tinte. Qu¨¦ ser¨ªa de la vida sin su teatro. Y aun cuando el disimulo sabe sublimar como urbanidad los encuentros indeseados ¡ª¡±?pero bueno, qu¨¦ alegr¨ªa!¡±¡ª, siempre hay que agradecer la providencia de que no nos ponga frente a frente. As¨ª fue esa tarde de lluvia junto a la helader¨ªa Giolitti, mientras sujetaba una bolsa con una mano y con la otra repasaba las fotos del m¨®vil y un viento me golpe¨® en un lugar que no me conoc¨ªa: supe que era ella en nada, en un nanosegundo, en un fotograma de flequillo. No me vio. Y ech¨¦ a andar para no ser una almendra amarga en su tarde de felicidad en Roma.
Las rupturas suelen conllevar reacciones sentimentales aparatosas ¡ªdespecho, orgullo herido¡ª, quiz¨¢ para evitarnos su carga de profundidad metaf¨ªsica: al fin y al cabo, en ning¨²n lugar se demuestra con m¨¢s crudeza que los seres humanos somos mejores para evitar lo que nos viene mal que para abrazar lo que nos viene bien. Se ha justificado la dureza de los adioses en que muere aquello ¡ªla alegr¨ªa, los atractivos¡ª que ¨¦ramos a ojos de otra persona. A m¨ª me llama m¨¢s la atenci¨®n, sin embargo, lo que afecta a la sustancia de la que estamos hechos: el tiempo. Porque hay un pesar no menor en ver la ruptura como un futuro que se tuerce o una narraci¨®n que se atasca, una historia en la que solo quedan las pavesas de un pasado feliz ¡ªexcursiones a Toledo, d¨ªas en la playa¡ª, pero se han perdido las p¨¢ginas donde quiz¨¢ tuvimos hijos o envejecimos juntos o nos quisimos hasta que la muerte nos etc¨¦tera.
Al hablar de un juez mayor, Auchincloss nos dice que es soltero ¡°sin ninguno de los dos pretextos de costumbre¡±, entre ellos ¡°un amor no correspondido en la juventud¡±. Hoy el desencanto es diferente. Los usos han cambiado tanto que poco a poco la propia palabra ¡°soltero¡± se desgasta: uno puede estar solo porque siempre hay alguien nuevo a tiro de whatsapp. No hay compromiso, no hay rechazo, pero, si algo se gana, creo que es indudable que ¡ªcon el amor rutinizado o automatizado¡ª algo se pierde tambi¨¦n. Y entre las cautelas y censuras del amor rom¨¢ntico, podemos dejar pasar que enamorarse ¡ªo esa otra maravilla: enamoriscarse¡ª estaba entre las cosas en verdad dulces de la vida, y que el amor se disfruta m¨¢s cuando es un fest¨ªn que cuando es un men¨² degustaci¨®n, cuando es fuego y no agua caliente, cuando vamos con sed y no como quien quiere puntuar un rioja. Solo disfrutamos de verdad aquello que podemos perder y debemos cuidar. Pero no me hagan mucho caso: ser¨¢ que, desde que vivo en Italia, me han venido las ganas de fumar, de comprarme un Alfa, no perdonar un aperitivo y, por supuesto, volver a enamorarme.
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