Insatisfacci¨®n en la era del sexo expr¨¦s
La rueda de citas de las aplicaciones, el desapego, el exceso de porno y la mala calidad de las relaciones (sobre todo para las mujeres) arruinan las expectativas heterosexuales
Dice Helen Fisher que los mileniales son ¡°los nuevos victorianos¡± de la austeridad sexual. Esta antrop¨®loga, la cient¨ªfica m¨¢s citada del mundo en materia de biolog¨ªa y qu¨ªmica del amor, ha entrevistado durante m¨¢s de una d¨¦cada a decenas de miles de solteros ¡ª5.000 por a?o¡ª para el proyecto Singles in America, el mayor estudio global sobre las personas sin pareja. A?o tras a?o, Fisher ha visto c¨®mo el sexo iba saliendo del top cinco de prioridades de los m¨¢s j¨®venes, de donde tambi¨¦n ha sido expulsado el atractivo f¨ªsico de la pareja.
Los ¨ªndices de actividad sexual han ca¨ªdo a su nivel m¨¢s bajo desde hace 30 a?os. Y lo han hecho arrastrados por el desinter¨¦s de los adultos j¨®venes, seg¨²n reflejan cifras del Pew Research Center de 2020. El laboratorio de ideas estadounidense apunta adem¨¢s que casi la mitad de los adultos de EE UU ¡ªla mayor¨ªa, mujeres¡ªsostiene que salir con alguien se ha vuelto ¡°mucho m¨¢s dif¨ªcil¡± en los ¨²ltimos 10 a?os y que la mitad de los adultos solteros decidi¨® dejar de buscar una relaci¨®n o, simplemente, renunci¨® a salir con otras personas. La recesi¨®n sexual de la que ya se empez¨® a hablar en 2018 en c¨ªrculos acad¨¦micos estadounidenses impacta sobre todo en las relaciones heterosexuales.
Los datos hab¨ªan hablado antes. En 2016 la revista Archives of Sexual Behavior public¨® un estudio que mostraba que si en 1990 los estadounidenses practicaban sexo 61 veces al a?o, en 2010 la frecuencia hab¨ªa ca¨ªdo a 52. El fen¨®meno no es exclusivo de Estados Unidos. En 2019, investigadores de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres concluyeron, despu¨¦s de analizar datos de 34.000 personas, que los brit¨¢nicos estaban teniendo menos sexo que en cualquier momento de los 20 a?os anteriores. Similar descenso se ha observado en Australia y Turqu¨ªa. Seg¨²n estos n¨²meros, no importa si uno tiene 18, 28 o 48 a?os, las estad¨ªsticas afirman que en todos esos casos se est¨¢ practicando menos sexo que el que practicaban los que ten¨ªan esa edad en los a?os noventa.
Espa?a no es distinta. Si ponemos el foco en los m¨¢s j¨®venes, en la generaci¨®n Z (nacidos entre mediados de los noventa y mediados de los dos mil), nos encontramos con que el 32,4% de los que respondieron en 2019 a la Encuesta nacional sobre sexualidad y anticoncepci¨®n, de la Sociedad Espa?ola de Contracepci¨®n, que entrevista a personas de entre 16 y 25 a?os, no hab¨ªa mantenido relaciones sexuales durante ¡°los ¨²ltimos meses¡±. Adem¨¢s, seg¨²n un estudio de Sigma Dos para el Instituto de la Mujer, en el que se entrevist¨® a 1.500 mujeres de entre 18 y 25 a?os, el 57,7% dijo haber mantenido relaciones sexuales ¡°sin ganas¡±, ¡°por complacer¡± o ¡°como sacrificio¡±. Algunas entrevistadas usaron el t¨¦rmino ¡°orgasmo por compromiso¡±. La fotograf¨ªa corresponde a 2022.
La paradoja es que nunca hab¨ªa sido tan f¨¢cil tener sexo. Gracias a aplicaciones como Tinder ¡ªla m¨¢s popular, pero no la ¨²nica¡ª existe la posibilidad, al menos te¨®rica, de acceder a un volumen infinito de contactos sexuales, r¨¢pidos, geolocalizados y convenientes. La pornograf¨ªa es moneda corriente ¡ªen Espa?a los hombres empiezan a consumirla a los 14 a?os y las mujeres a los 16, seg¨²n el estudio Nueva pornograf¨ªa y cambios en las relaciones interpersonales, de la Universidad de las Islas Baleares (2019)¡ª, pero al mismo tiempo, y seg¨²n los expertos consultados, estamos m¨¢s aburridos que nunca, con m¨¢s sexo mec¨¢nico que buenos amantes.
La cultura del sexo expr¨¦s
?C¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª? Hace algo m¨¢s de una d¨¦cada, los expertos empezaron a avistar los primeros signos de hast¨ªo en los campus universitarios, donde ya era habitual la pr¨¢ctica del sexo expr¨¦s, el llamado casual sex en el mundo anglosaj¨®n, el encontronazo casi instant¨¢neo, sin consecuencias y apenas recorrido. El hookup ¡ªvocablo anglosaj¨®n cercano a nuestro ¡°rollo de una noche¡±¡ª ya era la norma y no la excepci¨®n. En la cultura del hookup todo discurre. La ligereza es la aspiraci¨®n definitiva. Un contacto se considera exitoso si nadie sale con expectativas, y si ambas partes ejecutan con gracia y soltura los rituales del desapego: no preguntar si habr¨¢ una pr¨®xima vez, huir sin disimular y coger la puerta demostrando autonom¨ªa y poder.
La acad¨¦mica y escritora Donna Frei?tas entrevist¨® a miles de estudiantes en varias universidades de Estados Unidos para su libro The End of Sex: How Hookup Culture Is Leaving a Generation Unhappy, Sexually, Unfulfilled and Confused about Intimacy (el final del sexo: c¨®mo la cultura del hookup est¨¢ dejando a una generaci¨®n infeliz, insatisfecha y confundida sobre su intimidad). Freitas consigui¨® superar su propia confusi¨®n y definir el hookup seg¨²n tres criterios: uno, involucra alguna forma de intimidad sexual; dos, es breve, puede durar minutos o unas pocas horas; tres, y el m¨¢s significativo para Freitas, el contacto aspira a ser puramente f¨ªsico, para conseguirlo ambas partes intentan cortar cualquier comunicaci¨®n que pueda desencadenar un v¨ªnculo emocional. En el libro, Freitas describe cientos de encuentros sexuales entre estudiantes totalmente borrachos. Para la acad¨¦mica, la peor consecuencia de estas pr¨¢cticas es el aburrimiento. ¡°Genera un sexo insignificante que nadie recuerda, un sexo sin deseo que a nadie le importa. Sexo porque todo el mundo hace lo mismo y sexo solo porque toca¡±, escribe.
¡°Es una transacci¨®n de servicios¡±, precisa la soci¨®loga francoisrael¨ª Eva Illouz. Para Illouz, autora a su vez de El fin del amor (Katz, 2021), la cultura del sexo expr¨¦s tiene una arista m¨¢s peligrosa: todos los rituales que serv¨ªan para interpretar las relaciones han saltado por los aires. ¡°El sexo casual es un guion de la no relaci¨®n¡±, escribe. Las conexiones se desarrollan en un marco tan incierto que dejan a todas las partes desconcertadas.
Los rollos de una noche no se inventaron en 2008, por supuesto, pero de repente la tecnolog¨ªa propici¨® un aumento exponencial de su volumen y consolid¨® la creencia de que siempre habr¨ªa otra opci¨®n, si no mejor, al menos nueva, con el siguiente swipe a la derecha (el gesto de deslizar fotos de posibles ligues en el tel¨¦fono). Este ¡°atrac¨®n¡±, seg¨²n las palabras de la antrop¨®loga Helen Fisher, nos impide concentrarnos y est¨¢ en el origen del tedio. ¡°El cerebro humano¡±, explica, ¡°solo es capaz de elegir bien si tiene entre cinco y nueve opciones. A partir de ah¨ª se pierde y empieza a cometer errores¡±. Con las aplicaciones las opciones se disparan, se presupone que los errores tambi¨¦n.
La ¡®gamificaci¨®n¡¯ de las relaciones
Las aplicaciones de citas como Tinder han gamificado las interacciones personales: dar swipe a diestra y siniestra es parte del ocio moderno, muchas veces ni siquiera se pretende quedar con alguien. Y todo ser¨ªa m¨¢s divertido si en el mundo anal¨®gico se siguiera buscando pareja, pero hay al menos una generaci¨®n, y m¨¢s entre los m¨¢s j¨®venes, que considera ¡°raro¡± ligar fuera del entorno digital. De tal manera han interiorizado que los ligues se preacuerdan v¨ªa online, que la mera existencia de las aplicaciones convierte en inapropiado abordar a alguien que te gusta en el mundo f¨ªsico. Una de las expertas entrevistadas para este reportaje cont¨® la historia de dos chicos que se conocieron en el colegio, se gustaron, pero no fueron capaces de decirse nada hasta que coincidieron en una app. Solo all¨ª se sintieron c¨®modos para concertar una cita en el bar donde hab¨ªan coincidido a diario durante los ¨²ltimos seis meses.
Si en alg¨²n punto parecen encontrarse la cultura del hookup, la pornograf¨ªa y el desinter¨¦s por el sexo es en unas pr¨¢cticas abundantes en volumen, pero burdas y mec¨¢nicas. Eva Illouz se?ala que el sexo casual ¡°debilita las reglas de la reciprocidad¡± y despoja al compa?ero de cama de su singularidad, as¨ª podr¨¢ ser r¨¢pidamente descartado y sustituido. Las posibilidades de repetir son tan inciertas que nadie se ocupa demasiado del otro. Es un encuentro unilateral.
Una de las conclusiones del estudio American Hookup: The New Culture of Sex on Campus (Hookup en Estados Unidos: La nueva cultura del sexo en las universidades), de la acad¨¦mica Lisa Wade, es que los hombres son los grandes beneficiados del sexo expr¨¦s. ¡°El hookup est¨¢ dise?ado para el orgasmo masculino¡±, constata Wade. ¡°Todo el contexto de las relaciones neoliberales, marcado por el volumen y la falta de compromiso, favorece a los hombres, les gratifica m¨¢s¡±, opina la sex¨®loga Adriana Royo, autora de Falos y falacias (Arpa Editores). Sin embargo, en su consulta ¡°casi el 100% de los pacientes¡± se queja de ¡°no sentirse amado o amada¡±. ¡°Digan lo que digan, buscan algo m¨¢s: quieren sexo y luego hacer la cucharita. Es muy dif¨ªcil desligar lo f¨ªsico de lo emocional¡±, a?ade. Helen Fisher apoya esa tesis: ¡°El sexo ocasional nunca es ocasional¡, siempre queda algo. Nuestro cerebro busca el v¨ªnculo hace 3.000 millones de a?os y eso la tecnolog¨ªa no lo ha cambiado¡±.
La sex¨®loga Ana Sierra cree que el hookup hace muy evidente la brecha org¨¢smica entre hombres y mujeres heterosexuales: ¡°Tras varios encuentros sexuales r¨¢pidos, muchas de ellas suelen creer que son anorg¨¢smicas. Tenemos cuerpos y tiempos distintos, no es cierto que tardemos m¨¢s en alcanzar el orgasmo, pero los protocolos tradicionales para conseguirlo, l¨¦ase la penetraci¨®n, no funcionan para la mayor¨ªa de las mujeres¡±. Sierra llama al hookup ¡°aqu¨ª te pillo, aqu¨ª te mancillo¡±. ¡°Las mujeres son menos protagonistas en esta cultura, es normal que sientan m¨¢s frustraci¨®n que ellos, que, dicho sea de paso, tambi¨¦n salen perdiendo porque se los castra con esos formatos machistas. Ellos tambi¨¦n se enamoran, pero su educaci¨®n a veces no les permite mostrarse vulnerables¡±, razona.
¡°Ellos y ellas ven demasiado porno, esperan orgasmos sonad¨ªsimos. Falta educaci¨®n sexualAdriana Royo, sex¨®loga
Nadie quiere parecer d¨¦bil. Ellas tambi¨¦n se esfuerzan para ocultar su vulnerabilidad. ¡°Si el sexo casual ha devenido una impronta de la pol¨ªtica feminista¡±, dice Illouz en su libro, ¡°es porque remeda el poder masculino a trav¨¦s del desapego emocional y la ausencia de expectativas que brindan sensaci¨®n de poder y autonom¨ªa¡±. El empoderamiento por mandato social puede ser visto por algunas mujeres como una nueva esclavitud. ¡°Las veo en mi consulta, temerosas de construir una relaci¨®n y mostrarse vulnerables. Es una libertad opresiva. Sometidas todo el tiempo a estar empoderadas¡±, reflexiona Royo.
En otros tiempos el sexo se aprend¨ªa. Los adolescentes se entrenaban entre s¨ª, crec¨ªan juntos personal y sexualmente. Pero en los encuentros espor¨¢dicos, suele haber poco tiempo para la pedagog¨ªa y es f¨¢cil que acabe siendo sexo de mala calidad. A ello se suma que algunos vienen de casa con sus referencias bien puestas tras muchas horas de porno. ¡°Tengo chicos en mi consulta frustrados porque no tienen las erecciones espectaculares que ven en la pornograf¨ªa. Es una primera referencia sexual que no ayuda porque no es realista¡±, comenta una psicoterapeuta de Madrid que prefiere no identificarse. Javier Sogue, estudiante de Medicina de 22 a?os, no niega la mayor, pero se defiende: ¡°Ellas tambi¨¦n imitan a las actrices porno¡±.
Modelar el desempe?o sexual a trav¨¦s de lo que se ve en una pantalla puede conducir al spectatoring, un t¨¦rmino anglosaj¨®n que describe la hiperatenci¨®n a c¨®mo uno mismo luce y suena durante el acto sexual, convertido en espectador de su propio coito. Una conducta que desde los a?os cincuenta se asocia a la disfunci¨®n sexual. Adriana Royo describe as¨ª una semana de vida sexual de una de sus pacientes de 29 a?os: ¡°De cinco, uno. A tres no se les levantaba y el cuarto se qued¨® dormido¡±. ¡°Ellas y ellos ven demasiado porno. Esperan tener unos orgasmos sonad¨ªsimos solo con la penetraci¨®n y eso no va a suceder, falta educaci¨®n sexual¡±, dice Royo.
Hacia el heteropesimismo
El desconcierto afecta sobre todo a los heterosexuales. En este caldo de cultivo ha nacido un nuevo t¨¦rmino en el mundo acad¨¦mico: el heteropesimismo. Fue acu?ado en 2019 por Asa Seresin, estudiante de doctorado de la Universidad de Pensilvania, para definir la frustraci¨®n heterosexual ante los reiterados fracasos y malas experiencias. Heteropesimistas son los que piensan, y de vez en cuando formulan en voz alta, que su vida ser¨ªa mejor si tuvieran otra orientaci¨®n sexual. Ese mismo a?o el t¨¦rmino entr¨® en el Urban Dictionary como ¡°la actitud negativa o de verg¨¹enza hacia la propia heterosexualidad¡±.
Quejarse por la mala fortuna de ser heterosexual no es que sea un pesar nuevo. En su libro Reinventar el amor (Paid¨®s, 2022), la ensayista y periodista Mona Chollet cita un art¨ªculo de Emmanu¨¨le de Lesseps publicado en 1980 en la revista Questions F¨¦ministes: ¡°Hace unos d¨ªas conversaba con una feminista, y le pregunt¨¦ si se defin¨ªa como heterosexual. ?Por desgracia, s¨ª!, me contest¨®¡±. Para los expertos, la especificidad del heteropesimismo del siglo XXI es que la queja no aspira a ser resuelta, se mueve en una zona gris entre el meme y el activismo, y persiste a pesar de los cambios sociales y las olas feministas.
¡°Se genera un sexo insignificante que nadie recuerda¡±Donna Freita, acad¨¦mica
Seresin considera que se trata de un fen¨®meno de ¡°sentimientos y emociones¡± intensificado con la cr¨ªtica feminista al patriarcado, la cr¨ªtica queer a la heterosexualidad y con los factores econ¨®micos que dificultan el acceso a la propiedad, al matrimonio y a tener hijos ¡ªque hacen menos atractivo el modelo de familia nuclear¡ª.
Justamente otra acad¨¦mica de la Universidad de California, Jane Ward, ha creado el t¨¦rmino seudoheterosexuales para definir a los hombres hetero que utilizan a las mujeres para impresionar a otros hombres, o a los que solo buscan ¡°gratificaci¨®n narcisista¡±. Lo hace en el libro The Tragedy of Heterosexuality (la tragedia de la heterosexualidad, 2020), desde donde no propone destruir la heterosexualidad, sino actualizarla. Ward, profesora de Estudios de Sexualidad y G¨¦nero, reclama una ¡°heterosexualidad profunda¡±: actualizar la heterosexualidad para liberarla de las estructuras patriarcales y as¨ª vivir su orientaci¨®n sexual con todo su potencial, aprendiendo el funcionamiento del cuerpo y la sexualidad de las mujeres, disfrutando de mujeres m¨¢s diversas y no solo de las que encajan en el canon normativo e interes¨¢ndose realmente por los logros y las aspiraciones vitales y profesionales de sus parejas.
?Qu¨¦ buscan ahora los que a¨²n buscan algo?, se pregunta en estos d¨ªas Helen ?Fisher en sus trabajos acad¨¦micos. Seg¨²n sus encuestas, seguridad financiera y madurez emocional. En sus pesquisas solo el 11% de los solteros no estaba interesado en una relaci¨®n duradera. ¡°La estabilidad es el nuevo sexo¡±, constata la antrop¨®loga. God save the Queen!
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