Quiz¨¢ debamos ser m¨¢s modestos
Virtudes como la modestia tienen mal ¡®marketing¡¯ en un tiempo que prima la autoestima antes que el m¨¦rito
Hubo un tiempo en que lo peque?o fue bonito, pero ya llevamos a?os envidando a grande. Hemos sustituido la televisi¨®n por el home cinema, tomamos la copa en una copa rotunda de bal¨®n, nuestros relojes de mu?eca se asemejan a los relojes de los buzos. Durante a?os quisimos que nuestro m¨®vil fuera un peso pluma: hoy confiere estatus sacar de la chaqueta un iphone como la raqueta ganadora en Roland Garros. Todo ha de ser exagerado, subrayado, amplificado. Vamos a macrofestivales, no a conciertos. No hace tanto critic¨¢bamos a los cocineros modernos por matarnos de hambre: en venganza, ahora sirven men¨²s-degustaci¨®n de veinte platos. Incluso las tarjetas profesionales se aproximan, cada vez m¨¢s, al tama?o ideal de nuestro ego. ?Se acuerdan de cuando avanzar en todoterreno por las calles ¡ªy no por el campo¡ª era de tono algo dudoso? Debi¨® de ser en tiempos de Amadeo de Saboya. Antes, el pudor escond¨ªa los precios: ahora todos miramos embobados a ese parrillero turco que vende filetes empanados en oro por mil euros.
Este apetito por lo grueso va mucho con nosotros, desde luego, un pa¨ªs donde un banco se forr¨® con una libreta que era un ¡°libret¨®n¡± y donde compramos un cup¨®n para aspirar al ¡°cuponazo¡±. ?Espa?a es una exageraci¨®n! Pero tambi¨¦n es una excitaci¨®n propia de la ¨¦poca. No solo hay que ganar, sino ¡ªcomo Argentina contra Holanda¡ª frot¨¢rselo bien al rival por la cara. No solo hay que lamentar la derrota, hay que quitarse del cuello la medalla que te se?ala como segundo. Somos cada vez m¨¢s obvios. El llamado consumo sostenible, por ejemplo, se ha convertido en virtuoso: las riquezas se ense?an aunque no se tengan, como prueban esos logos de Louis Vuitton visibles desde la nave Soyuz. Los ricos, que sol¨ªan esconderse, ahora salen de casa en un Lamborghini verde loro: tras vivir en Londres cinco a?os, uno ya ten¨ªa la sensaci¨®n de que el Ferrari empezaba a ser s¨ªmbolo de la clase media. S¨ª, la ¨¦poca ayuda: en Instagram, esa magna competici¨®n para se?alar que mis vacaciones son m¨¢s chulas que las tuyas, cabe de todo mientras no sean la ambig¨¹edad, la iron¨ªa o, cielo santo, la modestia.
A veces, parece que son muy pocas las cosas que han reducido su volumen: los ahorros, los metros cuadrados de la vivienda y, ante todo, esa finura que ten¨ªa que ver con la capacidad de atenci¨®n. La m¨²sica cl¨¢sica hace bostezar. Una canci¨®n se ha de reducir a dos minutos de aturdimiento pop. ¡°Recomi¨¦ndame un libro, pero que sea f¨¢cil¡±. Los editores editan novelas con tal de que sean cortas. M¨¢s de tres p¨¢rrafos de art¨ªculo son un viacrucis. ?Para qu¨¦ leer Guerra y paz cuando uno puede leerse, en ese mismo tiempo, 10 libros de Baricco? Hubo un ideal que quiso todo ¡°m¨¢s grande, m¨¢s alto y m¨¢s fuerte¡±. Su revancha, me temo, ha sido la de hacernos m¨¢s simples.
Los hombres no somos gentes muy sutiles: nos deslumbrar¨¢n siempre los coches que se pueden medir en metros de eslora y esas hebillas que reafirman la presencia genital con un letrero cromado de Hugo Boss. Dicho de otro modo, virtudes como la modestia tienen mal marketing en un tiempo que prima la autoestima antes que el m¨¦rito, que urge la conversi¨®n de todo alfe?ique en un macho alfa y que ha hecho bandera del porque yo lo valgo.
Tiene, por tanto, su paradoja que no pocos triunfadores de nuestro tiempo respondan a un modelo menos directo, menos glandular. Los fundadores de las tecnol¨®gicas pasaron la juventud en un garaje. Los de Apple dieron en estudiar caligraf¨ªa. Consta la sorpresa de que tantos premiers brit¨¢nicos ¡ªde Major a Douglas-Home¡ª resultaran tipos borrosos, ajenos a cualquier liderazgo turbo. Al final, el perfil casi clerical de una Merkel le sirvi¨® a Europa mejor que el aire de bandido de un Berlusconi. En su an¨¢lisis de los festejos de la victoria en la II Guerra Mundial, David Brooks subraya que la modestia colectiva de los americanos ha sido coincidente con los mayores ¨¦xitos de su historia. Ahora estamos en otro paradigma, pero hay ejemplos para pensar que esa modestia de siempre ten¨ªa algo bueno. Ser¨¢ por algo por lo que los humildes heredar¨¢n la tierra y hasta Leo Messi ¡ªtodo talento, cero carisma¡ª se ha llevado el Mundial.
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