En la cabeza de Jaume Plensa, el artista de las ideas
Tiene obra en medio mundo, pero nunca fue profeta ni en su pa¨ªs ni en su ciudad. Una exposici¨®n en La Pedrera y su ¡®Macbeth¡¯ en el Liceo marcan su regreso. Lo visitamos en su refugio creativo
En una calle anodina en Sant Feliu de Llobregat, a media hora del centro de Barcelona, una roca plantada en el asfalto marca el destino. Un port¨®n va a dar a un breve vest¨ªbulo, tan solo un trampantojo de falsa calma y ya, de inmediato, tres naves industriales entre estruendos, chispas, cacharros, gente. Cabezas gigantescas en resina de poli¨¦ster y polvo de m¨¢rmol, poemas en vidrio, textos sagrados en hierro fundido, carcasas humanas de poli¨¦ster, pentagramas de bronce, rostros durmientes de alabastro, olor a soldadura y toda una babilonia de cachivache, fetiche y m¨¢quina-herramienta conforman el mundo de Jaume Plensa (Barcelona, 67 a?os). O uno de ellos: uno de los varios mundos por los que parecen pulular las sucesivas versiones de Jaume Plensa, cuyo cuartel general lleva instalado aqu¨ª desde 1992.
Un buen rato despu¨¦s, el escultor nos montar¨¢ en su coche y nos plantaremos en su almac¨¦n de Sant Joan Desp¨ª, donde le gusta visitar a sus criaturas olvidadas. M¨¢s que un almac¨¦n, un hangar. Dos mil metros cuadrados y 30 metros de altura cobijan cientos y cientos de cajas y cajones en lo que parece un trasunto de aquella ¨²ltima secuencia de En busca del arca perdida en la que un operario archivaba en un hueco entre otros miles posibles el Arca de la Alianza deseada por los nazis y por Indiana Jones. Las cajas y los cajones cobijan, debidamente embalada, documentada y etiquetada, la biograf¨ªa ic¨®nica de Plensa, una trayectoria de 40 a?os que ahora se ve resumida en Poes¨ªa del silencio, la retrospectiva que tras pasar por la Fundaci¨®n Bancaja de Valencia aterrizar¨¢ el 31 de marzo (en versi¨®n ampliada) en La Pedrera de Barcelona. En la azotea y en las salas de la Casa Mil¨¤, un barcelon¨¦s contempor¨¢neo confrontado a su antiguo e ilustre paisano: las visiones, los sue?os y los deseos de Plensa en di¨¢logo con los inmarchitables cuentos de hadas de Antoni Gaud¨ª.
Una cabeza blanca de siete metros y medio de alto contempla al visitante en el almac¨¦n de Sant Joan Desp¨ª. ¡°Contempla¡± es una palabra que ven¨ªa bien en el relato, pero es del todo falsa, ya que Flora, que as¨ª se llama la ni?a protagonista de la imagen, mantiene sus ojos cerrados, como ocurre con la mayor¨ªa de los rostros esculpidos por el artista. Pongamos ¡°recibe¡±. El caso es que Flora modificar¨¢ durante m¨¢s de tres meses el paisaje urbano del paseo de Gr¨¤cia, uno de los ejes vertebradores y cosmopolitas del barrio del Eixample y el lugar donde se ubica La Pedrera. De hecho, cuando estas l¨ªneas se publiquen, ya habr¨¢ quedado anclada en el chafl¨¢n del paseo de Gr¨¤cia con Proven?a como reclamo de la exposici¨®n¡ y ya habr¨¢ desenredado las viperinas lenguas tanto de la alabanza como de la controversia. Que es, por si hace falta recordarlo, una de las razones de ser del hecho art¨ªstico. Y una constante en la obra de Plensa.
Porque ¡ªlo han adivinado¡ª no es Jaume Plensa plato de gusto para todo el mundo, y menos en su ciudad, donde una suerte de historia maldita parece rodear fatalmente su obra y a su persona. Su ¨¦xito internacional contrasta con su discreta presencia en Barcelona, excepci¨®n hecha de la exposici¨®n que acogi¨® el Macba en 2019. ¡°Me fui a vivir a Berl¨ªn en los ochenta, luego fui a Bruselas y finalmente a Par¨ªs, donde di clases en la Escuela de Bellas Artes; luego se me abri¨® Chicago, donde di clases en la escuela del Art Institute y donde puse en pie el proyecto de Crown Fountain [2004], que fue clave para m¨ª, pero es verdad: no s¨¦ por qu¨¦ Espa?a en general, y mi ciudad en particular, han estado muy cerradas a mi est¨¦tica durante mucho tiempo. A Barcelona le falta entusiasmo por el futuro. A veces nos hemos mirado demasiado a nosotros mismos, creo que falta proyecci¨®n. Y para eso, lo mejor que puede pasar es viajar y conocer otros mundos¡±.
Sus esculturas de gran formato en resina de poli¨¦ster, bronce, hierro, acero, vidrio e incluso v¨ªdeo y agua salpican de manera a veces temporal y a veces permanente una geograf¨ªa internacional que va desde Chicago hasta Melbourne y desde Londres hasta Tokio, pasando por Alemania, Reino Unido, Corea del Sur, B¨¦lgica, Brasil, Francia, Italia o Rusia. ?l es, junto con Miquel Barcel¨®, el artista espa?ol vivo m¨¢s global en cuanto a presencia y cotizaci¨®n de mercado. Y, de hecho, mientras nos habla de Barcelona, de Gaud¨ª o de su casa en Sant Just Desvern, en realidad ya est¨¢ pensando ¡ªy trabajando¡ª en las pr¨®ximas exposiciones que abrir¨¢ en Chicago, Haw¨¢i, Indiana, Michigan, B¨¦lgica, Reino Unido o Kazajist¨¢n. De sus naves de Sant Feliu y Sant Joan siguen saliendo recurrentemente cajones con esculturas rumbo a sus galeristas de referencia, Lelong en Par¨ªs, Gray en Chicago.
Algunos de sus proyectos en espacios p¨²blicos alcanzan sumas superiores a los 30 millones de euros. Es lo que ocurri¨® con su proyecto para el Espig¨®n del Gas de Barcelona ¡ªque separa las playas del Somorrostro y la Barceloneta¡ª de una monumental cabeza metalizada de m¨¢s de 50 metros de altura llamada a convertirse en uno de los emblemas de la ciudad. Aprobado en 2014 por el alcalde Xavier Trias, fue posteriormente tumbado por la actual regidora, Ada Colau, cuando supo que el montante total de la instalaci¨®n superar¨ªa los 32 millones de euros. Plensa ofrece una explicaci¨®n te?ida de resignaci¨®n a este desenlace no deseado: ¡°Yo soy el mismo, pero los pol¨ªticos cambian. Y a menudo es muy dif¨ªcil la relaci¨®n con la Administraci¨®n, porque no sabes exactamente qui¨¦n est¨¢ ah¨ª. Yo sigo siendo yo, no s¨¦ qui¨¦nes son los otros. Las ciudades necesitan revulsivos. Y esto es lo que pas¨®, por ejemplo, en la plaza de Col¨®n de Madrid con mi obra Julia, que fue recibida de manera extraordinaria¡±.
La presencia de obras suyas en el tejido urbano de Barcelona era, hasta hace muy poco, pr¨¢cticamente testimonial: una peque?a escultura en un banco del barrio del Born, otra en Nou Barris que ha acabado sirviendo de basurero y otra ¡ªCarmela¡ª delante del Palau de la M¨²sica, cuyo acuerdo de dep¨®sito temporal expira en 2024. A ellas se sumaron el a?o pasado las nuevas puertas para la entrada principal del Teatro del Liceo, Constelaciones, un conjunto de rejas en acero inoxidable formadas por letras de diferentes alfabetos, uno de los recursos creativos habituales del artista. Un homenaje a Joan Mir¨® que fue recibido, de nuevo, con disparidad de opiniones. Son las ventajas del debate cultural: desde luego, uno no est¨¢ obligado a amar las muy discutibles puertas del Liceo, lo mismo que no est¨¢ obligado a suscribir los devaneos de cualquier articulista o cr¨ªtico de turno dispuesto a hacer filosof¨ªa de sal¨®n en torno a unas rejas o en torno a las hipot¨¦ticas ideas pol¨ªticas de tal o cual artista.
Sin embargo, un triple regreso contradice esa desconexi¨®n creativa y sentimental del artista con su ciudad. Puede decirse que, al menos de manera coyuntural, Jaume Plensa vuelve a ser profeta en su tierra. Por un lado, esas puertas del Liceo, una especie de cortinas de acero compuestas por letras y signos que, al abrirse, lo hacen hacia arriba y quedan plegadas en el techo, y que los responsables del teatro eligieron como soluci¨®n no solo est¨¦tica, sino securitaria ante la creciente proliferaci¨®n de personas sin techo en los bajos que van a dar a las Ramblas. Por el otro, el Macbeth que durante 11 funciones (del 16 de febrero al 3 de marzo) permaneci¨® en cartel en el Liceo con llenos diarios y cr¨ªticas desiguales, y cuya escenograf¨ªa, vestuario y direcci¨®n esc¨¦nica firm¨® Plensa, rememorando aquellos a?os noventa de colaboraci¨®n intensiva con La Fura dels Baus en el ¨¢mbito de lo esc¨¦nico. Y, por ¨²ltimo, la gran exposici¨®n en La Pedrera, comisariada, como en el caso de la Fundaci¨®n Bancaja de Valencia, por Javier Molins y con un centenar largo de obras de los ¨²ltimos 30 a?os.
Sentado en un taburete en la parte superior de su taller-estudio de Sant Feliu, el artista explica as¨ª su encuentro con el universo de Gaud¨ª: ¡°Al ser Gaud¨ª, no pude decir que no, es un di¨¢logo de mi obra con algo con lo que crec¨ª. Gaud¨ª no es una influencia, es parte de mi vida. Es emocionante para m¨ª, pero a la vez pienso que nuestra generaci¨®n deber¨ªa ya dejarlo descansar. Barcelona ya se ha aprovechado mucho de ¨¦l, vamos a intentar crear nuevos alicientes, nuevas ideas, vamos a mirar al futuro, dejemos descansar a Gaud¨ª¡±.
Exponer en La Pedrera puede suponer ¡ªvalga la redundancia¡ª un verdadero problema de sobreexposici¨®n dado su ilimitado car¨¢cter simb¨®lico. Y tambi¨¦n un problema de comuni¨®n, de hacer comulgar las figuras cicl¨®peas de Plensa, sus cabezas gigantes y sus figuras humanas rellenas de luces led, con la delicadeza del trencad¨ªs y la filigrana rom¨¢ntica de Gaud¨ª. ¡°Aqu¨ª no se trata solo de un problema de escala, sino de respeto a la memoria¡±, admite el escultor. ¡°Hay lugares que resultan m¨¢s fuertes que otros porque se han convertido en iconos, y este lo es, desde luego. Hay quien dice que Gaud¨ª fue un adelantado a su ¨¦poca, y yo estoy totalmente en contra de eso. Gaud¨ª no se adelant¨® a ninguna ¨¦poca, porque no ten¨ªa ¨¦poca. Y ese fue su ¨¦xito. ?l supo estar fuera de ¨¦poca, fuera de todo, ¨¦l cre¨® un mundo que no estaba antes de ¨¦l y que tampoco se ha repetido despu¨¦s. Es lo que fascina de ¨¦l¡±. En opini¨®n de Jaume Plensa, eso, en el devenir de la historia del arte, tan solo pasa muy de vez en cuando: ¡°Pas¨® con Hopper, pas¨® con Magritte y con William Blake, que, adem¨¢s de escribir poes¨ªa, dibujaba. No se parecen a nadie¡±. Y como colof¨®n, una aut¨¦ntica huida de la falsa modestia compar¨¢ndose con los anteriores: ¡°La verdad es que yo tambi¨¦n lo he pretendido, y no he tenido mucho que ver con los movimientos que han coincidido con mi generaci¨®n. Y me gusta. Y no ocurre porque s¨ª, es una voluntad, es una b¨²squeda¡±.
La lectura de libros de literatura desde muy joven (¡°me crie m¨¢s con textos que con im¨¢genes¡±), y m¨¢s concretamente de autores como William Blake, Goethe, Shakespeare, Baudelaire, Jos¨¦ ?ngel Valente y Vicent Andr¨¦s Estell¨¦s; la escucha de las sesiones de piano de su padre y el subsiguiente y ya perenne inter¨¦s por la m¨²sica, y las visitas desde peque?o a las colecciones g¨®ticas y rom¨¢nicas del Museo Nacional de Arte de Catalu?a (MNAC) forjaron la educaci¨®n est¨¦tica de Jaume Plensa. Muchos a?os despu¨¦s, el padre de Carlota, colosal cabeza de 24 metros de altura plantada en Newport (Nueva Jersey) a orillas del r¨ªo Hudson, donde una ni?a pide silencio a Manhattan, reivindica un arte de introspecci¨®n frente al exceso de ruido en el mundo. Escultura callada, casi siempre con los ojos cerrados, casi siempre femenina.
De manera paralela al camino interior, al silencio, surge de las ideas y de los dibujos y de los talleres de Plensa un arte de opuestos. Primero pone cara de misterio cuando se le plantea ese concepto. Despu¨¦s, cuando se le proponen esos posibles opuestos, acepta el reto. El vac¨ªo frente a la forma. Lo objetual frente a lo virtual. El camino interior y el camino exterior. Los deseos frente a los sue?os. Lo temporal frente a lo definitivo. Lo monumental frente a lo peque?o. He ah¨ª los sucesivos caldos de cultivo de una obra cuyo autor es experto en el arte de disfrazarse: el disfraz del cazador de contradicciones. ¡°Ufff, me reconozco en todo eso, s¨ª, incluso he hecho obras acerca de esas contradicciones, d¨ªa y noche, materia y esp¨ªritu, lo vac¨ªo y lo lleno, lo visible y lo invisible¡, lo m¨¢s importante que nos pasa en la vida es siempre invisible; a m¨ª me ha ayudado mucho en este terreno la literatura y el pensamiento de Elias Canetti, su concepto de imperfecci¨®n, que te deja siempre un espacio donde sobrevivir. Y todas esas contradicciones, por cierto, est¨¢n tambi¨¦n en mi trabajo sobre Macbeth¡±.
Y hablando de los opuestos monumental/peque?o, o incluso monumental/¨ªntimo¡ ?Cabe pensar en un hipot¨¦tico ¡°peligro de monumentalidad¡± o de ¡°arte apabullante¡± cuando nos aproximamos a esas cabezas gigantes de 7, de 24 o de 50 metros de altura, o a algunos de sus proyectos m¨¢s descomunales, como es el caso de Crown Fountain en Chicago, un conjunto formado por torres que proyectan im¨¢genes en v¨ªdeo de ciudadanos cuyas bocas escupen chorros de agua? Por no hablar de Utop¨ªa, 400 toneladas de m¨¢rmol cristalino instaladas en forma de rostros horizontales en el Parque de Esculturas de Grand Rapids (Michigan, EE UU). ?Es la escala y su aplicaci¨®n milim¨¦trica el ant¨ªdoto posible frente a esos peligros? Pudiera ser, aunque argumenta Plensa: ¡°Bueno, pienso que no se debe confundir lo monumental con lo grande, no es lo mismo, ya que hay cosas peque?as que son muy monumentales. La monumentalidad est¨¢, conceptualmente, fuera de la escala. Yo entiendo la escala no solo en un sentido de medida, sino sobre todo de concepto. Se nos puede ir la olla con el concepto¡±.
Otra de las bases de su trabajo, admite, es la espiritualidad, alimento de demanda creciente en las sociedades contempor¨¢neas que no es conveniente confundir con la religi¨®n. A saber, no confundir supuestas presencias inasibles e indefinibles de libre interpretaci¨®n con los tradicionales y dogm¨¢ticos sistemas cerrados de lo religioso. Jaume Plensa, ?un pagano que vive de la espiritualidad? ¡°Est¨¢ claro que ha habido muchos errores a la hora de interpretar la espiritualidad, porque se ha confundido con la religi¨®n, y no tienen nada que ver. No s¨¦ qui¨¦n dijo aquello de ¡®soy ateo gracias a Dios¡¯, pero yo lo suscribo. Siempre he tratado de escapar de escuelas, de sistemas y de grupos cerrados de religi¨®n, pero lo espiritual me parece clave, no es posible que solo pensemos que somos un mont¨®n de huesos y m¨²sculos. A m¨ª me gusta pensar que nos mantenemos erguidos por algo m¨¢s que por el cuerpo, y ese algo es el alma. Jos¨¦ ?ngel Valente tiene poemas extraordinarios sobre todo esto, en los que se pregunta en qu¨¦ lugar del cuerpo se encuentra el alma¡±.
Escuch¨¢ndole, cabe llegar a la conclusi¨®n de que toda esa invisibilidad y esa espiritualidad y, en general, todo ese car¨¢cter enigm¨¢tico que defiende y persigue Jaume Plensa en su obra actuar¨ªan como ant¨ªdoto contra la dictadura actual y creciente de la certeza y la certidumbre sobre t¨¦rminos tan en desuso como la duda y el error. La dictadura de la determinaci¨®n y el estajanovismo frente a la ingenuidad y el derecho a la pereza. El abuso del escaparatismo independientemente de lo que se ofrezca en el escaparate (ver ¡°medios de comunicaci¨®n¡±). La confusi¨®n entre el mensaje y la botella, o la preeminencia de la botella sobre el mensaje, como se prefiera. ¡°Hemos perdido la capacidad de enigma, todo es obvio, y nos hemos acostumbrado a eso porque es muy c¨®modo¡±, apunta en un tono entre l¨²cido y resignado, ¡°hemos perdido la sombra, vivimos un momento de tanto ruido que se nos est¨¢ escapando la sombra, y tendr¨ªamos que intentar coserla de nuevo a nuestros pies, como hace en un momento dado Peter Pan, en una imagen que me emociona solo de pensar en ella¡±. Palabra de Jaume Plensa, de cuya obra a veces no queda claro si es un universo art¨ªstico hecho de ideas o una filosof¨ªa hecha de im¨¢genes.
Pero de forma parad¨®jica, frente a lo enigm¨¢tico, lo invisible, lo espiritual y lo po¨¦tico, la visita a una de sus exposiciones o a su propio taller confronta irremisiblemente con la ruidosa certeza de la tecnolog¨ªa. Sin ella, tampoco ser¨ªa posible el arte de Plensa. Al final, y por m¨¢s vueltas que se le d¨¦, sus esculturas son tan resultado de las ideas y de los conceptos, por un lado, que de los materiales y los procesos, por otro. ¡°Es cierto que nos fascina la tecnolog¨ªa, porque parece que nos resuelve todas las cosas. Volviendo a Macbeth, yo creo que los personajes de las tres brujas son un poco la tecnolog¨ªa de hoy, porque Macbeth va a buscar informaci¨®n en ellas, y ellas le dicen todo lo que ¨¦l deseaba escuchar. Las brujas son las redes sociales. ?Y esto hace 400 a?os que lo escribi¨® Shakespeare! Es decir, que las cosas no han cambiado mucho¡±.
Los procesos. Como Modigliani, como Giacometti, como El Greco y como los maestros del rom¨¢nico, Plensa insiste en esa compresi¨®n y alargamiento de los rostros marca de la casa. Eso se hace con toneladas de sentido de la perspectiva¡ y con la tecnolog¨ªa adecuada. Sue?os, deseos, soledad, silencio, vibraci¨®n, poes¨ªa y memoria; esc¨¢neres, acero corten, gr¨²as electr¨®nicas, m¨¢rmol de Carrara o de Macael, sopletes y programas en 3D. ¡°Escaneo las cabezas de mis modelos y el resultado es una malla en 3D que se mueve en el espacio y que puedo manipular, excepto el cabello, que lo creo yo porque es muy dif¨ªcil modelarlo en el esc¨¢ner. Y as¨ª hasta que doy con el volumen y la forma que persigo. Y ese es el m¨¦todo. Es fundamental respetar tal cual el rostro de la modelo. Yo a eso lo llamo la m¨¢quina de la verdad. Pero lo cierto es que esa persona, una vez transformada en obra, ya no existe, ya es otra¡±.
Por eso Jaume Plensa, una vez procesadas y convertidas en escultura, no quiere volver a saber nada de sus modelos, de esas ni?as llamadas Cloe, Mina, Carmela, Carlota, Julia, Flora. Porque ya son otras. Y recorren el mundo. Incluida, por fin, Barcelona.
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