Taiw¨¢n, el punto caliente donde chocan las superpotencias
Atrapado en el pulso hegem¨®nico entre EE UU y China, el potencial explosivo del archipi¨¦lago asi¨¢tico se ha multiplicado con el se¨ªsmo geopol¨ªtico por la invasi¨®n rusa de Ucrania. Viajamos al coraz¨®n del conflicto
Unas mariscadoras se agachan en busca de almejas, ellas cono?cen el pasado de este lugar, hablan de cuan?do eran ni?as y se es?cond¨ªan en los refugios para guarecerse de las bombas que lanzaba desde la otra orilla el Ej¨¦rcito Popular de Li?beraci¨®n capitaneado por Mao Zedong. Son recuerdos ¡°muy v¨ªvidos¡±, dicen. Una de ellas expresa su miedo a que todo eso regrese, a que China ataque Tai?w¨¢n, aunque no cree que vaya a pasar. Otra a?ade: ¡°?Qu¨¦ puedes hacer? Si ocurre, ocurre¡±.
Las aguas del estrecho de Taiw¨¢n transmiten una ex?tra?a paz, indiferentes a la pugna entre superpotencias. Las olas rompen sobre la arena, el d¨ªa es c¨¢lido, perfecto para un paseo por la playa. Pero hay algo raro en el paisa?je, elementos parad¨®jicos, propios de esos enclaves a los que se les ha atragantado la historia.
Enseguida emerge en la costa una l¨ªnea de pinchos herrumbrosos de las antiguas defensas destinadas a frenar las incursiones comunistas, y al fondo se ve una protuberancia que parece una roca, aunque en realidad no lo es: al acercarse, uno descubre un viejo tanque es?tadounidense semienterrado en la arena. Es peque?ito, de otra era, y se presta a la met¨¢fora; evoca esa idea de un conflicto que se niega a desaparecer bajo la ambi?g¨¹edad diplom¨¢tica. El ca??¨®n comido por el salitre sigue apuntando hacia el horizonte.
En estas playas de Kin?men, un archipi¨¦lago tai?wan¨¦s ubicado a escasos kil¨®metros de la China con?tinental, el bando naciona?lista fren¨® en 1949 el avan?ce de las tropas comunistas. Hu¨ªan en retirada hacia la isla de Taiw¨¢n, y el tap¨®n permiti¨® que los perdedo?res de la guerra civil china establecieran en Taip¨¦i una especie de gobierno en el exilio, bajo la batuta del l¨ª?der del Kuomintang, el dic?tador Chiang Kai?shek. Lo denominaron Rep¨²blica de China y su nacimiento es el origen de uno de los mayores conflictos geopol¨ªticos de nuestra era, una r¨¦mora de la Guerra Fr¨ªa, pero a¨²n incandescente y de alta volatilidad, donde chocan las dos grandes potencias del siglo XXI: Estados Unidos y China.
Durante a?os, Kinmen estuvo blindada con miles de soldados, recibi¨® andanadas de bombardeos y tens¨® las relaciones entre Washington y Pek¨ªn hasta la amenaza nuclear. La isla de Taiw¨¢n propiamente dicha, donde vi?ven la mayor parte de los 23 millones de taiwaneses, se encuentra a decenas de kil¨®metros al este. Pero este grupo de islitas tan pr¨®ximas a China que uno podr¨ªa cruzar a nado se ofrece como un punto de observaci¨®n avanzado para una primera toma de temperatura.
Desde el punto m¨¢s cercano a la China continental se distinguen con nitidez los edificios de la costa, los barqui?tos de vela, la vida del otro lado que casi puede rozarse. Con prism¨¢ticos se pueden leer tambi¨¦n los enormes ca?racteres escritos con mucha intenci¨®n por parte de Pek¨ªn para convencer a los taiwaneses de una soluci¨®n al estilo de Hong Kong: ¡°Un pa¨ªs, dos sistemas para unificar Chi?na¡±. Taip¨¦i tambi¨¦n estima que en la otra orilla hay m¨¢s de 1.000 misiles que apuntan hacia Taiw¨¢n.
He Chihyi
“Estados Unidos nos ha manipulado. Debemos reunificarnos”
Hoy Kinmen ha perdido ese vigor militar y se ha con?vertido en un enclave tur¨ªstico al que acuden viajeros para hacerse una foto frente a las costas de China. El lugar tie?ne algo de microcosmos y da mucho juego para entender la poli¨¦drica visi¨®n taiwanesa. Lii Wen, de 33 a?os, est¨¢ de visita y acaba de retra?tarse con China al fondo. Es un pol¨ªtico local de otro peque?o archipi¨¦lago llamado Matsu, miembro del Partido Progresista Democr¨¢tico, actualmente en el Gobierno en Taiw¨¢n y chinoesc¨¦ptico. Aboga por mantener el statu quo y a la vez mejorar las ca?pacidades defensivas: ¡°Debe?mos estar preparados ante cualquier eventualidad¡±. Otro turista da la visi¨®n con?traria: He Chihyi, de 80 a?os, exmec¨¢nico de la fuerza a¨¦?rea taiwanesa, reclama la fu?si¨®n con la Rep¨²blica Popu?lar: ¡°Estados Unidos nos ha manipulado. Debemos reu?nificarnos¡±.
Kinmen tambi¨¦n es uno de esos lugares fronterizos con historias de mezcla. Tras la pandemia, han comen?zado a funcionar los ferris que llegan en pocos minutos a China. En la terminal del puerto, Mao, una china de 37 a?os, casada con taiwan¨¦s y residente en la isla, espera a embarcar con un beb¨¦ en brazos: es la primera vez en tres a?os que cruza a China para ver a sus padres y que conozcan a su nieto.
Durante unos a?os, el de Taip¨¦i fue el ¨²nico Gobierno chino reconocido por la comunidad internacional, pero la situaci¨®n dio un giro en 1971, cuando Taiw¨¢n perdi¨® su sill¨®n en la ONU en favor de la Rep¨²blica Popular y co?menz¨® un trasvase de v¨ªnculos diplom¨¢ticos hacia Pek¨ªn (Espa?a los estableci¨® en 1973). La mayor¨ªa de los pa¨ªses han aceptado el principio de ¡°una sola China¡±.
Hoy el enclave solo es reconocido por 13 Estados, pero funciona de facto como territorio independiente. Estados Unidos, que reconoci¨® a la Rep¨²blica Popular en 1979, rige su pol¨ªtica hacia Taiw¨¢n mediante la ¡°ambig¨¹edad estra?t¨¦gica¡± y nunca aclara si responder¨ªa a un ataque chino a la isla. As¨ª, mientras Pek¨ªn la reclama como ¡°parte inalie?nable¡± de su territorio y no renuncia al ¡°uso de la fuerza¡± para recuperarla, Washington la surte de armas, en una espiral en la que cualquier movimiento del contrario po?dr¨ªa hacer saltar todo por los aires.
En la fragua del Maestro Wu, en Kinmen, hay una enorme pila con cientos de proyectiles y obuses. Este he?rrero nacido en 1957 se dedica a transformar el acero de los viejos artefactos que disparaban desde la China co?munista en cuchillos. Muchos de ellos no explotaban, solo tra¨ªan propaganda. Con un soplete, corta un pedazo del tama?o de un m¨®vil y, tras introducirlo en el horno, lo golpea y lo pule hasta con?vertirlo en una hoja afilada. ¡°El acero es de muy buena calidad¡±, asegura. Sentado ante un t¨¦, el herrero recuer?da su primera infancia a cu?bierto y la sensaci¨®n de cre?cer junto al gigante asi¨¢tico en la Guerra Fr¨ªa: ¡°Era como vivir al lado de un tigre¡±. D¨¦?cadas despu¨¦s, se logr¨® la distensi¨®n y se abrieron co?municaciones entre ambos lados. ¡°La gente iba y ven¨ªa¡±, dice con nostalgia. Le gusta?r¨ªa volver a esos tiempos de intercambio, pero Wu cree que la pandemia ha derivado en un auge del sentimiento antichino en el resto del mundo. No quiere o¨ªr hablar de una guerra, cree que al final las v¨ªctimas son siempre ciu?dadanos inocentes, y que la isla no tiene ninguna opci¨®n contra China: ¡°Taiw¨¢n deber¨ªa mantenerse neutral¡±.
Las tensiones han ido en aumento en los ¨²ltimos a?os a medida que ha crecido la rivalidad entre Estados Uni?dos y China. Si la competici¨®n entre estas dos superpo?tencias est¨¢ llamada a marcar el curso del siglo XXI, Tai?w¨¢n es ese punto del mapa donde podr¨ªan colisionar. La guerra en Ucrania ha servido de recordatorio de que las tragedias est¨¢n siempre a la vuelta de la esquina. La tur?bulencia alcanz¨® cotas de riesgo el verano pasado con la visita a Taip¨¦i de la entonces presidenta de la C¨¢mara de Representantes estadounidense, Nancy Pelosi. Pek¨ªn re?accion¨® enfurecida, con las mayores maniobras militares de su historia en torno a la isla. Misiles de una potencia inusitada rodearon el enclave, y el Ejecutivo taiwan¨¦s denunci¨® que el despliegue equival¨ªa a un ¡°bloqueo¡±. Es?tados Unidos redobl¨® su apoyo militar a la isla.
El Gobierno chino acusa a Washington de tratar de alterar el statu quo, de apoyar a fuerzas separatistas y de contravenir la pol¨ªtica de ¡°una sola China¡±. ¡°Est¨¢n au?mentando la venta de armas y colaborando en provoca?ciones militares¡±, denunciaba un documento publicado por Pek¨ªn tras el viaje de Pelosi. Tambi¨¦n ha dejado claro que cualquier comparaci¨®n con la guerra de Ucrania tendr¨¢ ¡°graves consecuencias¡±. Las relaciones no se han recompuesto tras el rifirrafe Pelosi. Hubo un espejismo en noviembre con el encuentro en el G-?20 de Bali (Indo?nesia) entre Joe Biden y Xi Jinping, donde se emplaza?ron a evitar una nueva Gue?rra Fr¨ªa. Pero la desconfian?za que enfrenta dos formas de ver el mundo contin¨²a, y estos ¨²ltimos d¨ªas han dejado se?ales peligrosas. Tras un nuevo encuentro en Estados Unidos de la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, con el actual l¨ªder de la C¨¢mara de Representantes, Kevin McCarthy, Pek¨ªn lanz¨® la semana pasada unos ejercicios militares con los que ha simulado durante tres d¨ªas el cerco y bombardeo de Taiw¨¢n. Las tropas chinas ¡°est¨¢n preparadas para el despliegue en todo momento y decididas a aplastar cualquier forma de secesi¨®n o independencia [...] y de injerencia extranjera¡±, dijo un portavoz del Ej¨¦rcito Popular de Liberaci¨®n el lunes, al concluir el teatro b¨¦lico.
Syaru Shirley Lin
“La historia de Taiwán es muy larga y complicada. Trágica”
¡°Yo veo Taiw¨¢n como una frontera avanzada de la sociedad democr¨¢tica¡±, sentencia Syaru Shirley Lin, una exfinanciera curtida en Goldman Sachs, hoy al fren?te del Center for Asia?Paci?fic Resilience and Innova?tion (CAPRI), un instituto con sede en la isla y EE UU. Es viernes y reina el bulli?cio en un elegante caf¨¦ de la zona financiera de la capital, Taip¨¦i, pero su rostro se tor?na grave: ¡°Si este mundo cae en la oscuridad y China supe?ra a todos, entonces Taiw¨¢n no necesitar¨¢ ser atacada: se convertir¨¢ en parte de Chi?na¡±. Mientras habla, atardece y prenden las luces en este barrio de aire futurista, reflejo de una potencia tecnol¨®gi?ca. Taiw¨¢n produce cerca del 60% de los semiconductores del planeta y un 90% de los m¨¢s avanzados, la mayor¨ªa a trav¨¦s de una sola compa?¨ªa, TSMC, fundada en los a?os ochenta. El PIB per capita supera los 35.000 d¨®lares, por encima de Jap¨®n y m¨¢s del doble que el chino. Lin cuen?ta que esto no fue siempre as¨ª. Taiw¨¢n, hace no tanto, era un lugar pobre de agricultores en el que hab¨ªan dejado su huella las potencias coloniales europeas, el imperio chino y, brevemente, el japon¨¦s. ¡°La historia de Taiw¨¢n es muy larga y complicada¡±, dice. Y tambi¨¦n ¡°tr¨¢gica¡±.
La biograf¨ªa de Lin, cuya abuela materna era iletra?da y se dedicaba a la recolecta de t¨¦, es un resumen de la transformaci¨®n de la isla. Gracias a los lazos con EE UU, Lin ingres¨® en la Universidad de Harvard y, tras graduar?se, trabaj¨® en Wall Street. Cuando China comenz¨® a co?nectarse al resto del mundo y a crecer con cifras de dos d¨ªgitos, capitane¨® la cartera de inversi¨®n en Asia de Gold?man Sachs, uno de los mayores bancos de inversi¨®n del planeta. Su equipo fue de los primeros en posar la mirada en el sector tecnol¨®gico chino. Invirtieron en incipientes compa?¨ªas como Alibaba (hoy un gigante digital) y SMIC, uno de los principales fabri?cantes de semiconductores del gigante asi¨¢tico.
Tras colgar las botas de las finanzas, se ha enfocado en las relaciones interna?cionales, ha escrito el libro Taiwan¡¯s China Dilemma (2016) y ha fundado el ins?tituto CAPRI porque cree que hay que dejar de hablar tanto de Taiw¨¢n en t¨¦rmi?nos de seguridad y hacerlo sobre ¡°identidad democr¨¢?tica¡±. Lin habla a toda velo?cidad. Su discurso viaja de la econom¨ªa a la historia y de la an¨¦cdota personal a las al?tas esferas de la geopol¨ªtica. No cree que su tierra se haya convertido de pronto en un punto caliente: ¡°Los ucra?nios dir¨ªan lo mismo. Noso?tros siempre hemos estado en el centro de esta crisis¡±. Tal y como lo ve, los semiconductores son el resultado de esa b¨²squeda de identidad. Taiw¨¢n se desarroll¨® porque no hab¨ªa m¨¢s remedio: estaban aislados, eran un peque?o lugar al lado de un coloso, y necesitaban encontrar su camino. De peque?a, a?ade, viv¨ªa en un mundo que gi?raba en torno a hacer todo lo posible por construir una econom¨ªa para que alg¨²n d¨ªa pudieran regresar a China, recuperarla y ¡°liberarla del r¨¦gimen comunista¡±.
La otra clave que hoy define la identidad taiwanesa, dice, es la democracia. Fue un camino largo y tortuoso, con episodios de represi¨®n. Tras la muerte de Chiang Kai?shek, en 1975, el enclave fue dando pasos hacia la apertura pol¨ªtica a medida que registraba un desarrollo mete¨®rico; se puso fin a la ley marcial en 1987, se cele?braron elecciones en 1996 y comenz¨® una aproximaci¨®n hacia la Rep¨²blica Popular. Durante d¨¦cadas, ambas ca?pitales albergaron la esperanza de que ese acercamiento crear¨ªa las condiciones para una reunificaci¨®n aunque discreparan en su significado. El cambio pol¨ªtico en Tai?w¨¢n ha ido complicando esa posibilidad.
Pero con la apertura se permiti¨® viajar de un lado a otro a los ciudadanos de ambas orillas y se abrieron lazos comerciales. Hoy China es el primer socio comer?cial de Taiw¨¢n, una enor?me paradoja. ¡°La fuente m¨¢s sencilla y m¨¢s grande de estimulaci¨®n econ¨®mica proven¨ªa ir¨®nicamente de la fuente de los m¨¢s importan?tes dolores de cabeza de Tai?w¨¢n¡±, escriben Kerry Brown y Kalley Wu Tzu Hui en The Trouble with Taiwan (2019).
¡±Los taiwaneses tarda?ron los ¨²ltimos 30 a?os en darse cuenta de que en rea?lidad somos taiwaneses y formamos parte de la cul?tura china, pero tenemos valores distintivos: creemos en el Estado de derecho, en una sociedad libre y abier?ta¡±. La democratizaci¨®n del enclave y su desarrollo eco?n¨®mico han ido en paralelo al surgimiento de ese senti?miento de pertenencia. La transformaci¨®n, vista en una gr¨¢fica, resulta asombrosa: en 1992, solo el 17,6% de la poblaci¨®n de la isla se consideraba ¡°taiwanesa¡±; hoy son mayor¨ªa, el 60,8%; entre tanto, ha ca¨ªdo el porcentaje de quienes se consideran ¡°chinos y taiwaneses¡± del 46,4% al 32,9% y se ha desplomado el de quienes se consideran solo ¡°chinos¡± del 25% al 2,7%.
Abrazar esta identidad, sostiene Lin, implica des?pertarse del letargo de los ¨²ltimos a?os en los que mu?chos pensaron que ¡°comerciar con el enemigo reduce la posibilidad de tensi¨®n¡±. La lecci¨®n, seg¨²n cuenta, es similar a la que est¨¢ aprendiendo Alemania con Rusia. Algunos de forma na¨ªf y otros por puro inter¨¦s y bene?ficio personal, dice, confiaron en que el comercio con China llevar¨ªa a la democratizaci¨®n del gigante asi¨¢tico. Ella cree que no ha sido as¨ª, y que la confirmaci¨®n de Xi Jinping al frente de todos los poderes del Estado en China, tras ser reelegido para un tercer mandato hist¨®?rico, solo puede tener un sentido: pretende resolver la reunificaci¨®n de Taiw¨¢n en vida. En su contra, a?ade, juega que para mover ficha necesita estar convencido de que puede lograrlo. Si yerra el tiro, podr¨ªa suponer el colapso del Partido Comunista.
De nuevo, su rostro se torna oscuro: en los pr¨®ximos 30 a?os, suspira, el mundo va a cambiar completamente. ¡°Ser¨¢ distinto de aquel en el que crec¨ª, se lo digo a mis dos hijas¡±. Y menciona c¨®mo Pek¨ªn se ha impuesto en Hong Kong, con una Ley de Seguridad Nacional que ha barrido la resistencia ciudadana. ¡°Uno no sabe lo que es perder la libertad hasta que la pierde¡±.
Kacey Wong
“Muchos taiwaneses vieron lo que pasó en Hong Kong, cómo la gente se levantó y luchó”
Kacey Wong, un artista hongkon¨¦s ¡°autoexiliado¡± en Taiw¨¢n, conoce esa melod¨ªa porque la ha vivido. Estuvo en el nacimiento de las pro?testas prodemocr¨¢ticas de la excolonia brit¨¢nica en 2014 y vio su final en 2020, tras la aprobaci¨®n de aquella ley. Rememora c¨®mo a muchos se los llevaron detenidos, acusados de subversi¨®n; te?mi¨® por su libertad, tom¨® la decisi¨®n de huir. Dice que se ha retirado ¡°al siguiente cam?po de batalla¡± de ¡°una guerra que ya ha empezado¡±. Ahora trabaja en esta nave en un lu?gar indeterminado de la isla, un espacio que parece un ba¨²l gigante donde atesora algunas creaciones que sol¨ªa pasear en las manifestaciones, como el gigante rojo, un monstruo hecho de cart¨®n que tiene dos mu?ecos atra?pados en el pu?o: ¡°Son los ciudadanos de Hong Kong¡±.
La excolonia ha vivido en los ¨²ltimos a?os el mayor ¨¦xodo en d¨¦cadas, 144.000 personas han volado al Reino Unido desde 2021, las universidades p¨²blicas pierden profesores. Lo sucedido, dice Wong, ha servido de alerta para Taiw¨¢n sobre el modelo ¡°un pa¨ªs, dos sistemas¡± que Pek¨ªn ofrece para la reunificaci¨®n. ¡°Muchos taiwaneses ya no creen en ese sistema; vieron lo que pas¨®, c¨®mo la gente se levant¨® y luch¨®¡±. Esa guerra en marcha de la que habla, dice, tiene que ver con las ¡°ambiciones¡± de una persona: ¡°Mao Zedong 2.0¡å.
¡°?Que le jodan a Xi!¡±, exclama un hombre en una cena con amigos en Taip¨¦i. Otro se arrebuja en la silla: ¡°Yo amo a Xi...¡±. Mientras fuman y apuran cervezas, el pri?mero saca un nuevo d¨®lar taiwan¨¦s de la cartera: ¡°Tene?mos moneda, pasaporte, soldados. Taiw¨¢n no es parte de China¡±. Y un tercero agrega que, aunque Pek¨ªn act¨²a como un ¡°abus¨®n¡±, han de ser amigos: ¡°No queremos una guerra¡±. Lo que la gente corriente en Taiw¨¢n opina sobre s¨ª misma y sobre su relaci¨®n con China no es monol¨ªtico, pero a menudo (casi el 60% seg¨²n encuestas recientes) suelen responder que lo ideal es conservar el statu quo. Unos creen que para siempre y otros para meterse en faena despu¨¦s. Un empleado del sector financiero lo lla?ma la ¡°estrategia de la tortuga¡±: esconder la cabeza hasta que puedan completar su independencia.
En Occidente crece el temor al choque de trenes en torno a Taiw¨¢n y muchos se toman la guerra en Ucrania como un aviso. Cuando Mos?c¨² decidi¨® invadir otro pa¨ªs, en Bruselas, donde tienen su sede la Uni¨®n Europea y la OTAN, pol¨ªticos y aseso?res sol¨ªan comentar fuera de micr¨®fono la necesidad de responder con firmeza para lanzar un mensaje a la regi¨®n de Asia-?Pac¨ªfico. Una fuente comunitaria dedicada a Chi?na calcula la ventana tempo?ral para que Pek¨ªn d¨¦ pasos hacia la reunificaci¨®n entre 2024 ¡ªun a?o en el que se celebran elecciones en Tai?w¨¢n, Estados Unidos y la UE¡ª y 2027, cuando conclu?ye el tercer mandato de Xi al frente del partido. Un gene?ral estadounidense ha asegu?rado, en un informe filtrado en febrero, que su ¡°instinto¡± le dice que el conflicto puede estallar en 2025 (el Pent¨¢gono niega que sea una postura oficial).
Convivir con esos tambores de guerra de fondo pro?duce cierta disociaci¨®n cognitiva. Una ma?ana, uno puede disfrutar en Taip¨¦i de un caf¨¦ car¨ªsimo en un local para gourmets ubicado en la colorida calle Dihua, que a¨²n con?serva cierto sabor del siglo XIX, viendo a la gente pasear mientras lee alarmantes titulares en la primera p¨¢gina del Taipei Times: Washington planea enviar m¨¢s tropas a Taiw¨¢n; Blinken asegura que lo que ocurra con la isla no es una cuesti¨®n interna china: ¡°Es un asunto que preocupa literalmente a todo el mundo¡±; el Ministerio de Defensa taiwan¨¦s quiere incrementar las tropas que ir¨¢n a entre?nar a Estados Unidos, y un legislador estadounidense, recientemente de visita en Taiw¨¢n, reclama ¡°aprender las lecciones de Ucrania¡± para ¡°armar a nuestros amigos y socios antes de que sea demasiado tarde¡±. El fald¨®n re?cuerda que Corea del Norte ha lanzado un misil, poniendo en alerta a toda la regi¨®n. Ah¨ª fuera la vida fluye.
Es probable que las cosas se vayan tensando a medida que se acerquen las elecciones presidenciales de enero. La contienda enfrentar¨¢ a los dos grandes partidos: el nacionalista Kuomintang (KMT) ¡ªen la oposici¨®n, aboga por un acercamiento con Pek¨ªn¡ª y el DPP ¡ªchinoesc¨¦ptico y en el Gobierno desde 2016¡ª. Alicia Garc¨ªa Herrero, ana?lista espa?ola residente en Taiw¨¢n, economista jefa para Asia?-Pac¨ªfico del banco de inversi¨®n franc¨¦s Natixis, cree que Pek¨ªn esperar¨¢ al resultado para dar cualquier paso. Si gana el KMT, dice una ma?ana en Taip¨¦i, probablemen?te China no necesitar¨¢ mover ficha para lograr un mayor acercamiento. El caso contrario crea un escenario m¨¢s inestable. ¡°Si el DPP gana y es bastante independentis?ta, entonces habr¨¢ un conflicto. ?C¨®mo? No lo sabemos¡±.
Hay quienes ya estudian esos escenarios. Lin Ying?Yu, profesor asistente de la Universidad de Tamkang, especializado en las capacidades del Ej¨¦rcito chino, ha pro?yectado fases de un posible ataque. Lo primero que har¨ªa Pek¨ªn, cuenta en una charla virtual, es bloquear Taiw¨¢n: de este modo evitar¨ªa lo que ha pasado en Ucrania, a la que le llegan suministros desde la UE. Segundo, usar¨ªan ciberataques y campa?as de desinformaci¨®n para evitar que los taiwaneses tengan acceso a noticias fiables. Ter?cero, buscar¨ªan tomar islas cercanas, como el archipi¨¦la?go de Penghu, para bloquear el paso del estrecho. Final?mente, si quieren atacar Taiw¨¢n, ¡°el primer golpe ser¨ªa disparando misiles¡± contra ¡°el aeropuerto y las estaciones de radares¡±. El desembarco, concluye, se har¨ªa mediante helic¨®pteros que despegar¨ªan de la flota anfibia china.
El Center for Strategic and International Studies, con sede en Washington, tambi¨¦n ha proyectado batallas. Si la guerra se desatara en 2026, y Estados Unidos deci?diera defender la isla con ayuda de Jap¨®n, el resultado probable ser¨ªa una derrota de China, pero con un coste enorme para todos, seg¨²n un estudio realizado en enero a partir de la reiteraci¨®n de un juego b¨¦lico. En el escena?rio base, en unas semanas de combate se producen m¨¢s de 30.000 bajas entre muertos, heridos y desaparecidos. ¡°Estados Unidos y sus aliados perder¨ªan docenas de bar?cos, cientos de aviones y miles de personas. Las elevadas p¨¦rdidas da?ar¨ªan la posici¨®n global de EE UU durante muchos a?os. Mientras que el Ej¨¦rcito de Taiw¨¢n que?da intacto, la isla queda gravemente da?ada sin servi?cios b¨¢sicos. La Marina china est¨¢ en ruinas, el n¨²cleo de sus fuerzas anfibias est¨¢ roto y miles de soldados son to?mados como prisioneros de guerra¡±, dice el informe. La UE se limitar¨ªa a imponer sanciones contra China; se evitar¨ªa la tercera guerra mundial. Pero el golpe eco?n¨®mico se sentir¨ªa en todo el mundo, por el tama?o de los contendientes y porque Taiw¨¢n, con su industria de semiconductores, se ha con?vertido en imprescindible.
Con el planeta en un pro?ceso de digitalizaci¨®n ver?tiginoso, el inter¨¦s geoes?trat¨¦gico de Taiw¨¢n es casi equiparable al de las cuencas del carb¨®n y del acero cen?troeuropeas por las que tan?tos tiros se pegaron en el si?glo XX. El sector es tambi¨¦n parte de la creciente rivali?dad comercial, militar y tec?nol¨®gica entre Estados Unidos y China; Washington im?puso en octubre un bloqueo a la exportaci¨®n de los chips m¨¢s avanzados, al que se han sumado aliados como Jap¨®n y Pa¨ªses Bajos, con la intenci¨®n de evitar el desarrollo chino de las armas m¨¢s sofisticadas. Pek¨ªn lo ha criticado como una f¨®rmula estadounidense para contener su de?sarrollo. Y se ha lanzado a producir semiconductores de ¨²ltima generaci¨®n. En marzo, en su primer discurso tras ser reelegido presidente, Xi Jinping toc¨® las tres patas de la ecuaci¨®n: exhort¨® a perseguir la ¡°autosuficiencia cien?t¨ªfica y tecnol¨®gica¡±, asegur¨® que modernizar¨¢ el Ej¨¦rcito para convertirlo en ¡°una gran muralla de acero¡± y reiter¨® que la Rep¨²blica Popular no estar¨¢ completa hasta la re?unificaci¨®n de Taiw¨¢n.
¡°Los semiconductores casi han sustituido al acero como la base de la industria¡±, afirma Miin Wu, que ha de?dicado su vida a levantar una multinacional de chips de memoria llamada Macronix. ?l niega que sienta la ten?si¨®n del estrecho a diario. Evita exportar a China lo pro?hibido y, es cierto, se han resentido los lazos comerciales, pero sigue ¡°haciendo negocios como siempre¡±, cuenta una ma?ana en la sede de su empresa en Hsinchu, el polo tecnol¨®gico de Taiw¨¢n. Wu, de 75 a?os, da una vuelta por el peque?o museo dedicado a la compa?¨ªa que fund¨® en 1989. En ¨¦l se cuenta el proceso de la creaci¨®n de chips desde la fundici¨®n de lingotes de silicio hasta su corte mi?crosc¨®pico. Mientras, narra su odisea personal, desde la emigraci¨®n a Estados Unidos para estudiar Ingenier¨ªa en Stanford hasta su regreso para revertir la fuga de cerebros.
Wu proviene de una fa?milia de derrotados en la guerra civil china. Nacido en 1948, un a?o antes de que acabara el conflicto, lleg¨® en brazos de sus padres a Tai?w¨¢n con unos meses. Cree que no le queda familia en China. ¡°Desapareci¨®, supon?go¡±, dice de forma lac¨®ni?ca. En el museo, aparece en la portada de revistas y hay expuestos aparatos en cuyo interior se encuentran sus chips de memoria (de video?consolas a veh¨ªculos espacia?les). Cree casi imposible que China u otros logren replicar de forma inmediata los semi?conductores m¨¢s avanzados (en Taiw¨¢n desarrollan ya los de tres nan¨®metros; China va por siete nan¨®metros). Even??tualmente les alcanzar¨¢n, pero llevar¨¢ ¡°10 o 20 a?os¡±. Cree que esta es una de las f¨®rmulas para Taiw¨¢n: ¡°Si podemos seguir creando tecnolog¨ªa de vanguardia mundial, podre?mos sobrevivir¡±. Pero la fama es una navaja de doble filo: ¡°Quiz¨¢ porque nos va demasiado bien, estamos llamando la atenci¨®n de los dos grandes¡±.
En el parque tecnol¨®gico de Hsinchu, que alberga a unas 600 empresas y genera unos 57.000 millones de d¨®lares (unos 52.430 millones de euros), tiene tambi¨¦n su sede TSMC, fabricante de la mayor parte de los chips avanzados del mundo. En ese inter¨¦s renovado por la autosuficiencia tecnol¨®gica, Washington ha llegado a acuerdos con la compa?¨ªa para fabricar sus circuitos in?tegrados m¨¢s punteros en Estados Unidos. Una fuente del sector cree que es tambi¨¦n una forma de hacer una copia de seguridad por si las cosas se ponen feas en Taiw¨¢n.
Ting Lu
“Solo espero que podamos seguir siendo taiwaneses”
La sede de TSMC es una impenetrable sucesi¨®n de gigantescas naves. En torno a las cinco de la tarde salen trabajadores que han terminado el turno. En el apar?camiento, Ting Lu, de 28 a?os, ingeniera de software, cuenta que est¨¢ empleada en una subcontrata que surte a TSMC de ¡°m¨¢quinas de alta tecnolog¨ªa¡± que permiten crear chips de vanguardia: son ¡°uno de esos vendedo?res¡± afectados por el bloqueo estadounidense. Y sobre las relaciones en el estrecho: ¡°Solo espero que podamos seguir siendo taiwaneses¡±.
El incidente Pelosi, la guerra en Ucrania y la creciente beligerancia china han colocado la capacidad de defensa en el centro del debate pol¨ªtico. Muchos se preguntan si Taiw¨¢n est¨¢ lista. ¡°No est¨¢ en absoluto preparada¡± para un escenario b¨¦lico, zanja el teniente general retirado de la fuerza a¨¦rea taiwane?sa Chang Yen?ting una ma??ana en Taip¨¦i. Chang cree que apenas hay reservas de gas y petr¨®leo, tampoco su?ficientes camas de hospital, hay problemas de log¨ªstica, desfase en el material b¨¦li?co y las Fuerzas Armadas no interesan al ciudadano: ¡°Na?die quiere asistir a las acade?mias militares¡±, dice.
El Ejecutivo de Tsai Ing?wen ha dado pasos para me?jorar la formaci¨®n. En los ¨²ltimos a?os se hab¨ªa ido reduciendo el servicio mi?litar obligatorio desde los dos a?os a los cuatro meses. Pero el Gobierno decidi¨® en diciembre incrementar?lo hasta los 12 meses en 2024. La medida cuenta con el apoyo de la opini¨®n p¨²blica. En octubre, una encuesta afirmaba que el 83,3% de los taiwaneses est¨¢n de acuer?do con la siguiente afirmaci¨®n: ¡°La lecci¨®n m¨¢s impor?tante que la guerra en Ucrania tiene para la educaci¨®n de la defensa nacional es que debes luchar para salvar a tu propio pa¨ªs¡±, seg¨²n la agencia oficial taiwanesa CNA.
Una de las cosas que m¨¢s les interesan a los mandos militares taiwaneses es c¨®mo hacer que las tropas ¡°lu?chen ferozmente¡±, un factor decisivo en Ucrania, cuenta el analista ucranio Yurii Poita, que ahora trabaja en el Instituto de Investigaci¨®n en Defensa Nacional y Segu?ridad, en Taip¨¦i. Estudia qu¨¦ conclusiones puede ex?traer Pek¨ªn de la guerra: ¡°Si Rusia puede ocupar una parte de Ucrania y mantener su posici¨®n y si Europa lo tolera, ser¨ªa una se?al para China de que nadie har¨¢ nada¡±, dice un mediod¨ªa de finales de febrero, durante una manifestaci¨®n en solidaridad con su pa¨ªs convoca?da al a?o de la invasi¨®n en la plaza de la Libertad de Tai?p¨¦i. Poita cree que la guerra muestra a Taiw¨¢n ¡°que la cooperaci¨®n econ¨®mica no puede prevenir una guerra; que el escenario m¨¢s tr¨¢gico puede suceder, y que hay que esperar lo mejor, pero prepararse para lo peor¡±. A la manifestaci¨®n tambi¨¦n ha acudido Peifen Hsieh, di?rectora de asuntos internacionales del DPP, el partido del Gobierno, que habla de las ¡°similitudes¡± entre Ucra?nia y Taiw¨¢n: ¡°Ambos nos enfrentamos a vecinos muy poderosos y agresivos con ambici¨®n territorial¡±. Rusia y China, a?ade, son aliados en muchos aspectos, por lo que resulta clave aprender la lec?ci¨®n de cara a la ¡°prepara?ci¨®n¡± de Taiw¨¢n; justifica la necesidad de ¡°incrementar la cooperaci¨®n¡± militar con Washington, algo que Pek¨ªn considera una provocaci¨®n. ¡°Me pregunto qu¨¦ no es una provocaci¨®n para ellos, ex?cepto que nos rindamos a sus reivindicaciones¡±, se?a?la. ¡°Solo se puede tener paz si uno es lo suficientemente fuerte¡±, concluye. ¡°No que?remos un conflicto militar, pero tampoco vamos a ce?der a su intimidaci¨®n¡±.
Chang Yen?ting
“Nadie quiere asistir a las academias militares”
El partido en la oposi?ci¨®n, el KMT, ve las cosas algo distintas. Tambi¨¦n quie?re evitar la guerra, pero me?diante el fomento de los lazos comerciales y un mayor intercambio. Cuentan con un bagaje que avala sus postu?lados: la ¨¦poca de mayor acercamiento y distensi¨®n con Pek¨ªn se vivi¨® en su ¨²ltima etapa al frente del Gobierno, durante la presidencia de Ma Ying?jeou (2008?-2016). Re?cientemente, mientras la presidenta Tsai visitaba Estados Unidos, Ma hac¨ªa el hist¨®rico primer viaje de un expresi?dente a la China continental.
¡°Dado el historial de malas relaciones con la Rep¨²blica Popular, al menos sabemos c¨®mo comunicarnos mejor con ellos¡±, afirma Wu I?ding, una diputada del KMT. ¡°Si quieres hacer las paces con la otra persona, no sigues em?puj¨¢ndola. Tratas de entenderte. Eso es lo que hac¨ªamos cuando gobernaba el KMT¡±. Los intercambios y los viajes hacia uno y otro lado, a?ade, son necesarios: ¡°En cuanto tienes amigos, negocios o cualquier conexi¨®n, es menos probable que quieras golpear al otro¡±.
Tal y como lo ve, una de las bases de la relaci¨®n es el consenso de 1992, por el cual Pek¨ªn y Taip¨¦i reconocieron la existencia de una sola China con interpretaciones dife?rentes. Esa ambig¨¹edad es ¡°el truco¡± para evitar el desas?tre. Mientras acusa al DPP de querer romper el statu quo porque entre sus principios se encuentra la independen?cia, se pregunta: ¡°?Estamos contentos con esta situaci¨®n? Sigamos as¨ª¡±. Concluye: ¡°Am?big¨¹edad, esa es la forma en que sobrevivimos¡±.
El acercamiento pro?movido por el KMT lleg¨® a m¨¢ximos con la celebraci¨®n en 2015 del primer encuen?tro entre los presidentes de ambas orillas del estrecho. El l¨ªder chino, Xi Jinping, y el de Taiw¨¢n, Ma Ying?jeou, se ci?taron en Singapur y, en l¨ªnea con la ambig¨¹edad, evitaron dirigirse el uno al otro como ¡°presidente¡±.
La excesiva sinton¨ªa mar?c¨® al Ejecutivo de Ma, que perdi¨® las elecciones meses despu¨¦s frente a Tsai Ing?wen, chinoesc¨¦ptica. Tam?bi¨¦n fue determinante el mo?vimiento estudiantil Girasol: cientos de j¨®venes tomaron en 2014 el control de la Asamblea Nacional durante tres semanas hasta bloquear la firma de un nuevo acuerdo de libre comercio con China. La protesta origin¨® una nueva generaci¨®n de pol¨ªticos.
Miao Poya
“Mi generación no puede aceptar ser regida por una dictadura”
Miao Poya, concejala en Taip¨¦i por el partido social?dem¨®crata, forma parte de esa nueva ola curtida al calor de los girasoles. Naci¨® en 1987, el a?o en que termin¨® la ley marcial, y define a Taiw¨¢n como una ¡°democracia a¨²n muy joven pero vibrante¡±. Esa, dice, es la gran diferencia con China: ¡°Mi generaci¨®n no puede aceptar ser regida por una dictadura¡±. Miao cree que los taiwaneses gozan de una ¡°independencia de facto¡± a la que lo ¨²nico que le falta es el reconocimiento internacional. Es consciente de que mantener el statu quo es necesario para la estabilidad regional. Ve el reconocimiento internacional como un ob?jetivo ¡°a largo plazo¡±. Es una voz conocida del activismo a favor de los derechos LGTBI con un discurso contundente. Cree que la tensi¨®n de los ¨²ltimos a?os tiene que ver con la d¨¦cada de Xi en el poder, que ha colocado la reunificaci¨®n en el centro de ¡°la propaganda de su dictadura¡±. Asegura que Pek¨ªn ha incrementado la presi¨®n desde que el DPP tom¨® el poder, con una t¨¢ctica de intimidaci¨®n para que los taiwaneses dejen de votar a un partido que aleja las po?sibilidades de reunificaci¨®n. China les hace notar que, si optan por tomar sus propias elecciones, ¡°estar¨¢ muy insa?tisfecha¡±, dice.
En su opini¨®n, la historia del siglo XX muestra que ha?cer caso es la peor forma de tratar con ¡°una dictadura¡±. Un d¨ªa despu¨¦s de la entre?vista, la pol¨ªtica se encuentra en el escenario de la mani?festaci¨®n a favor de Ucrania y, con el micr¨®fono en la mano, traza un hilo entre Taip¨¦i y Kiev: ¡°?Somos como dos velas en una habitaci¨®n muy oscura! ?Con nuestros sacrificios queremos ilumi?nar la democracia y la liber?tad en el mundo!¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.