La sequ¨ªa en M¨¦xico amenaza de muerte a la Sriracha, la c¨¦lebre salsa picante
La escasez de materia prima amenaza de muerte la versi¨®n original y m¨¢s aut¨¦ntica de uno de los productos picantes favoritos de los estadounidenses y de medio mundo
Dos palabras han sembrado el terror y la zozobra en una subsecci¨®n del universo culinario norteamericano: ¡°Sriracha shortage¡±. Escasez, desabastecimiento de Sriracha, la tercera marca m¨¢s importante de salsa picante en Estados Unidos, s¨®lo por detr¨¢s de Tabasco y Frank¡¯s RedHot, seg¨²n un estudio de mercado de IBISWorld.
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Dos palabras han sembrado el terror y la zozobra en una subsecci¨®n del universo culinario norteamericano: ¡°Sriracha shortage¡±. Escasez, desabastecimiento de Sriracha, la tercera marca m¨¢s importante de salsa picante en Estados Unidos, s¨®lo por detr¨¢s de Tabasco y Frank¡¯s RedHot, seg¨²n un estudio de mercado de IBISWorld.
La salsa Sriracha, que debe su nombre a la localidad tailandesa Sri Racha (famosa por el cultivo de pimientos), se fabrica con chiles jalape?os rojos condimentados con vinagre, sal, az¨²car y ajo (m¨¢s conservantes). Seg¨²n el chef Randy Clemens, autor de un par de exitosos libros de recetas con Sriracha, el ¨¦xito de la salsa se debe a que ¡°el paladar americano no est¨¢ tan predispuesto al picante como el de otros lugares, y Sriracha logra un balance ¨²nico entre picor y sabor. Llega a un punto en el que resulta casi demasiado picante para la mayor¨ªa de la gente, pero el sabor hace que vuelvas a por otro poco¡±.
Clemens tambi¨¦n cree que el dise?o ex¨®tico de la botella juega un papel importante. Es una botella de pl¨¢stico rojo y tap¨®n verde, con frases en varios idiomas y un gallo en el centro. Esto es importante por otro motivo: la Oficina de Patentes y Marcas Registradas de Estados Unidos considera Sriracha un ¡°t¨¦rmino general¡±, lo que lleva a que m¨²ltiples competidores fabriquen salsas parecidas envasadas en botellas similares con el mismo nombre pero con otro animal, frecuentemente otra ave, al frente. Una de las m¨¢s populares en Espa?a est¨¢ comercializada por Uni-Eagle y lleva un ¨¢guila en el frasco. Ahora mismo, intentar adquirir online una Sriracha con el gallo en la botella puede suponer un desembolso de m¨¢s de 50 euros y un mes de espera.
Porque s¨®lo la que lleva un gallo es la original. David Tran, su fundador, naci¨® en el A?o del Gallo; 1945 para los que llevamos otra contabilidad. Por la guerra, escap¨® de Vietnam a EE UU en 1980 en un carguero llamado Huy Fong, y as¨ª (Huy Fong Foods) llam¨® a su empresa cuando empez¨® a hacer en el Chinatown de Los ?ngeles lo que ya hac¨ªa en su pa¨ªs: salsas picantes (muy autorreferenciales, como se ve) que preparaba, envasaba y repart¨ªa personalmente en una furgoneta por los restaurantes asi¨¢ticos de la zona. Como uno de esos ejemplos perfectos del sue?o americano, ahora dispone de una planta en Irwindale (California) de 60.000 metros cuadrados en la que puede fabricar hasta 18.000 botellas cada hora.
Pero no ahora. Una sequ¨ªa en la zona de M¨¦xico donde sus proveedores (medianamente secretos, tras un desagradable juicio contra su ¨²nico proveedor durante 27 a?os hace poco tiempo) cultivan los chiles rojos jalape?os indispensables para su salsa provoc¨® una primera crisis el a?o pasado que no ha hecho m¨¢s que agravarse en este 2023.
Las voces de alarma llegaron hasta el popular presentador Stephen Colbert, que en un programa en abril brome¨®: ¡°[La salsa Sriracha] pronto puede ser tan dif¨ªcil de encontrar como de deletrear¡±. Los medios tradicionales tambi¨¦n se hicieron eco, y la familia Tran (los hijos de David son los que llevan ahora la empresa) public¨® un escueto comunicado en el que aseguraban: ¡°Por desgracia, seguimos experimentando escasez de materia prima. Aunque parte de la producci¨®n se reinici¨® el pasado oto?o, continuamos con un abasto limitado que sigue afectando a nuestra producci¨®n¡±. Por ¨²ltimo, el comunicado aclaraba que ¡°en este momento no tenemos ninguna estimaci¨®n de cu¨¢ndo podr¨ªa incrementarse el suministro¡±.
Muchos consumidores est¨¢n pas¨¢ndolo francamente mal para conseguir Sriracha y, c¨®mo no, acuden a las redes sociales para ahuyentar o confirmar sus malos presagios. Ocurre lo segundo y el p¨¢nico se extiende. El texano Bill O¡¯Zimmerman, que hace seis a?os logr¨® viralidad tuitera mundial por una plaga de hormigas rojas (pero esa es otra historia), se grab¨® recorriendo encolerizado en furgoneta en busca de locales que vendieran la salsa, amenazando con entrar a un restaurante y robar los botes que tuvieran. Sufr¨ªa al pensar en la hip¨®tesis de buscar una salsa sustituta, ya que deber¨ªa ¡°leer antes rese?as de esas salsas, y la gente no tiene ni (mala palabra) idea y me van a colar algo que sepa al (mala palabra) tabasco¡±. Y eso no.
Su desesperaci¨®n es la de muchos, que se ven abocados a elegir entre el saqueo o la b¨²squeda de alternativas. La v¨ªa colaborativa, con recomendaciones de lugares en los que les queda stock, ha tenido mal resultado: muchos de esos locales han restringido al m¨ªnimo la cantidad que puede comprar cada consumidor o directamente se han quedado sin fondos. En Amazon, el precio de la botella, habitualmente muy asequible, subi¨® a 9 d¨®lares en abril, luego a 50 a principios de mayo y ahora mismo informan de que no disponen del producto y de que, horror, no saben si volver¨¢n a tenerlo. La v¨ªa ¡°vamos a buscar una salsa suplente¡± tampoco est¨¢ resultando, ya que el sabor de la Sriracha ¡°es ¨²nico¡±, como defienden no s¨®lo consumidores an¨®nimos abstinentes sino ilustres chefs como David Chang, fundador del restaurante neoyorquino Momofuku.
Con semejante difusi¨®n del evangelio picante, es normal que David Tran/Huy Fong Foods jam¨¢s hayan gastado un d¨®lar en publicidad para Sriracha (¡°porque la oferta siempre ha superado a la demanda¡±, dice siempre Tran), que su web sea de servicios m¨ªnimos o que sus redes sociales puedan pasar a?os sin actualizarse. Heraldos no les faltan. El ¨²ltimo ejemplo, que de paso confirma el refr¨¢n del r¨ªo revuelto, es Adam Richman, presentador de televisi¨®n famoso por someterse a retos de tragar toneladas de comida en el programa Man v. Food. Richman acaba de lanzar una l¨ªnea de camisetas que aspira a captar el hot zeitgeist con el lema ¡°Give me Sriracha or give me death¡± (dame Sriracha o dame muerte).
Es ocurrente, pero es que quiz¨¢ sea muerte. Ante una crisis de origen (perd¨®n) clim¨¢tico que no parece tener fin a corto ni medio plazo, de poco van a servir juglares, chefs, arribistas, adoradores y fans prestos a la delincuencia por esa mezcla ¨²nica de sabor y picor. No lo salvar¨¢ el amor, sino los chiles jalape?os rojos.