El verano, la estaci¨®n ideal para conectar con nuestro yo ecol¨®gico
No hay mejor momento del a?o para tomar consciencia de que formamos parte de la naturaleza y sus elementos
?Qu¨¦ tal un verano elemental, una oda a la tierra, el aire, el agua y el fuego? Conciertos al aire libre, chapuzones, fogatas, luci¨¦rnagas¡ Un tiempo para disfrutar conscientemente de los sabores de esta estaci¨®n a trav¨¦s de los elementos de la naturaleza que, m¨¢s que en ning¨²n otro momento del a?o, interaccionan entre s¨ª e irradian resplandor dando lugar a algo ¨²nico e inagotable. Un verano para saberse parte de ese continuo proceso de nacimiento y destrucci¨®n al que nada se le escapa, tal y como defend¨ªa Her¨¢clito. Un retorno a los or¨ªgenes. Vivir el verano de esta manera se convierte en un medio para aprehendernos y separarnos de las rutinas del resto del a?o, de triunfar sobre nosotros mismos. Es tambi¨¦n una manera de evadirse, sin que sea deserci¨®n ni enga?o.
En sus cuatro libros sobre los elementos, el fil¨®sofo franc¨¦s Gaston Bachelard (1884-1962) explor¨® los temas primitivos, arquet¨ªpicos, elementales. Fue ah¨ª donde trabaj¨® la imaginaci¨®n po¨¦tica, libre de las ataduras de lo racional, ¡°para estudiar el determinismo de la imaginaci¨®n¡±. Seg¨²n Bachelard, los elementos imaginativos ¡°tienen leyes idealistas tan ciertas como leyes experimentales¡±. Habla de ¡°las hormonas de la imaginaci¨®n¡±, porque ¡°ejecutan las grandes s¨ªntesis que dan un poco de regularidad a lo imaginativo¡±. En particular, ¡°el aire imaginativo es la hormona que nos hace crecer ps¨ªquicamente¡±. Propone que lo que se pone en juego es una transposici¨®n en la vida exterior de la propia experiencia er¨®tica. En su Psicoan¨¢lisis del fuego (1938) especula que las im¨¢genes del fuego que se nos podr¨ªan ocurrir nos remiten al erotismo primigenio que dio origen al descubrimiento y el posterior dominio del fuego: al darse cuenta el ser humano que la fricci¨®n entre dos cuerpos genera calor ¡ªy que no necesariamente fue el ocio, ni el azar, al frotar dos pedernales, lo que condujo a un hallazgo tan afortunado¡ª. Las im¨¢genes de fuego nos acercan a ese erotismo y descubrimos el fuego por primera vez. Pero las representaciones po¨¦ticas que Bachelard estudia son sublimaciones individuales de arquetipos colectivos y dependen de la subjetividad del so?ador: ¡°Es esta contribuci¨®n personal la que da vida a los arquetipos; todo so?ador restaura viejos sue?os a una situaci¨®n personal¡±. Esto explica por qu¨¦, en psicoan¨¢lisis, un s¨ªmbolo no puede recibir un solo significado. Cuando se le pregunt¨® a Jean Cocteau qu¨¦ se llevar¨ªa si su casa se incendiara y solamente pudiera rescatar una cosa, de inmediato respondi¨®: ¡°?El fuego!¡±.
Estamos constituidos por mol¨¦culas del aire, el agua y la tierra. El ecologista canadiense de origen japon¨¦s David Suzuki (Vancouver, 87 a?os) lo enfatiza en su libro The Sacred Balance (1997): ¡°Somos el aire, somos el agua, somos la tierra, somos el sol, no existe un entorno, ah¨ª afuera, separado de nosotros¡±. Esta simple verdad transmite de una manera poderosa nuestra relaci¨®n con la Tierra. Suzuki subraya que, en este mundo de interconexi¨®n, toda acci¨®n tiene consecuencias, y que, al ser parte integrante de ¨¦l, tenemos la responsabilidad de actuar con mesura para mantener el orden del mundo.
Es solo por una construcci¨®n occidental de la mente que estamos convencidos de que vivimos en un interior limitado por nuestra propia piel, con todos y todo lo dem¨¢s en el exterior. El lugar donde pasamos la mayor parte de nuestra vida moldea nuestras prioridades y la forma en que percibimos nuestro entorno: un h¨¢bitat de hormig¨®n y vidrio dise?ado por humanos refuerza la creencia de que estamos fuera y por encima de la naturaleza. Desde una perspectiva de la ecopsicolog¨ªa, Anita Barrows (Brooklyn, 76 a?os) sostiene: ¡°El lugar donde ocurren los fen¨®menos transicionales (¡) podr¨ªa entenderse (¡) como la membrana permeable que sugiere o delinea, pero no divide el medio en el que existimos¡±. Y de ah¨ª nace su concepto del ¡°yo ecol¨®gico¡±.
?En qu¨¦ lugar dejar¨ªamos una realidad como el cambio clim¨¢tico? Podr¨ªamos tratar de considerar el lado m¨¢s afirmativo de nuestra experiencia de estar vivos y recordar que contamos con interacciones elementales que no provocan ning¨²n desastre. Este ejercicio servir¨ªa para tomar conciencia de que es posible tener una vida enriquecedora y gratificante sin socavar los elementos mismos que nos la procuran. Estamos profundamente arraigados en el mundo natural y dependemos de ¨¦l. El fil¨®sofo amaz¨®nico Ailton Krenak (Itabirinha de Mantena, Brasil, 69 a?os) lo deja claro en su libro Ideas para postergar el fin del mundo (2019) al se?alar que no hay medio ambiente, ni vida circundante, sino un fluir continuo, del cual somos nosotros el producto. Vivimos la misma existencia que todos los elementos que nos rodean, y esa misma vida es la que anima el planeta ¡ªsomos materia terrestre que intenta vivir bajo una forma diferente a la de todas nuestras numerosas existencias anteriores¡ª. ?Qu¨¦ mejor momento para aclimatarnos con nuestro ¡°yo ecol¨®gico¡± que este verano?
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