La creaci¨®n pl¨¢stica que rasga el mundo
Las artistas y cierta vocaci¨®n feminista reivindican una expresi¨®n que fue relegada durante d¨¦cadas y hoy se cotiza: la de las obras textiles
Es la primera retrospectiva en un museo chileno de Cecilia Vicu?a desde 1971. Dos a?os despu¨¦s, en 1973, huy¨® tras el golpe de Estado militar. El exilio, esa tierra herida, la llev¨® a Londres, Colombia y Venezuela. La artista y poeta (con m¨¢s de 20 libros publicados), de 75 a?os, ha instalado en el Museo Nacional de Bellas Artes de Chile un quipu, el milenario sistema de comunicaci¨®n y registro de cuerdas de tela anudadas utilizadas por los quechuas hasta la colonizaci¨®n espa?ola. Es un quipu menstrual. Rojo. Recuerda los glaciares que se extinguen y la sangre de la menstruaci¨®n. ¡°Pero no es artesan¨ªa, ni tampoco arte, hasta que yo decido que es un poema en el espacio¡±, detalla por tel¨¦fono desde Nueva York. La Documenta 14 ¡ªuno de los acontecimientos m¨¢s importantes del mundo art¨ªstico, que se celebra cada cinco a?os en la ciudad alemana de Kassel¡ª la rescat¨® en 2017 de ese otro exilio conquistado por el olvido. Su obra exhala un lamento por la p¨¦rdida de la naturaleza, la lengua, las formas ancestrales de vida y su cultura. Y reivindica la batalla. ¡°Existe un nuevo feminismo en el planeta, aunque nada tiene que ver con el arte, procede de la lucha social y pol¨ªtica por el derecho de las mujeres¡±, concede. Sus frases son arranques de poemas o relatos. ¡°Somos parte de un r¨ªo de memoria¡±. ¡°En la cultura chilena, cuando nace una ni?a nadie se da cuenta, excepto para lamentarlo, porque siempre es preferible tener un ni?o hombre¡±, dice.
Quiz¨¢ por razones de justicia, quiz¨¢ por traer novedades al mercado, el arte textil ha encontrado un espacio que solo tuvo en el siglo XVII en Europa con los tapices. La Bauhaus dise?¨®, durante la Rep¨²blica de Weimar (1918-1933), un departamento de creaci¨®n textil porque si no habr¨ªa sido imposible admitir mujeres. All¨ª, junto con el pintor Josef Albers y la tejedora Anni Albers, se form¨® Sheila Hicks. Un s¨ªmbolo. Nacida en Estados Unidos, parisiense desde 1964 y activa a sus 88 a?os, vive en el Barrio Latino. En un edificio que alberg¨® a Balthus, Hockney e incluso Joseph-Ignace Guillotin experimentaba en el patio cercenando corderos con su macabro artilugio. La textura trenzada de Hicks es el hilo y el color. ¡°Lo llevo en la sangre¡±, sostiene.
La comisaria Lynne Cooke prepara en el Museo de Arte del Condado de Los ?ngeles (LACMA) la exposici¨®n Historias tejidas: textiles y abstracci¨®n moderna. Hicks estar¨¢ presente. Tambi¨¦n el pasado. ¡°La raz¨®n por la que el arte textil ha sido denigrado o marginado resulta doble¡±, reflexiona. Primero se consideraban artes decorativas, o sea, suplementarias, y algunas de sus formas, zurcidos, costura, edredones o el punto eran ¡°trabajos de mujeres¡±. Exig¨ªan baja destreza y formaci¨®n. Todo se est¨¢ ¡°rasgando¡±. El verbo procede del comisario independiente Bartomeu Mar¨ª. ¡°Hay que acostumbrarse a la llegada de las artes aplicadas. Si ya nos hicimos un l¨ªo con lo de obra versus documento, vay¨¢monos preparando para la entrada de la artesan¨ªa y las artes tradicionales¡±. El museo contempor¨¢neo se parecer¨¢ mucho al etnogr¨¢fico. ¡°Existen pr¨¢cticas que resultan extraordinarias, como las de los amaziges en Marruecos, y otras, sin restarle calidad, responden a presiones del mercado¡±, matiza Manuel Borja-Villel, exdirector del Reina Sof¨ªa. Por ahora, limitadas. El precio m¨¢s elevado ¡ªseg¨²n la plataforma MutualArt.com¡ª de Sheila Hicks en subasta son 116.000 euros por un algod¨®n monumental vendido en 2016. En Espa?a, Teresa Lanceta o Leonor Serrano renuevan el lenguaje. Tejer arte al igual que la escritora Marguerite Duras tej¨ªa palabras. ¡°La paz aparece ya. Es como una noche profunda que estuviera llegando, es tambi¨¦n el comienzo del olvido¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.