Luis Gordillo, imparable a sus 89 a?os: ¡°Tengo una fortaleza mental como para ir a la guerra¡±
Ni la vejez ni la depresi¨®n frenan a una de las grandes figuras del arte abstracto. Ahora prepara su mayor exposici¨®n en m¨¢s de una d¨¦cada.
Bajo las monta?as de recortes asoma de pronto una lagartija como una vig¨ªa. Primero muestra solo la cabeza, despu¨¦s corretea hasta el otro extremo de la nave enorme y desaparece de nuevo. A Luis Gordillo (Sevilla, 89 a?os) verla le ha alegrado la ma?ana: ¡°Le tengo un cari?o enorme, me gustar¨ªa poder hablar con ella. Le pongo agua y az¨²car para retenerla, pero no hay manera. El nuestro es un amor imposible¡±. La lagartija, animal escurridizo y capaz de regenerar su cola despu¨¦s de haberse desprendido de ella, simboliza con cierta exactitud la personalidad y la carrera del pintor. Un artista inclasificable que ha asimilado m¨²ltiples influencias ¡ªinformalismo, abstracci¨®n geom¨¦trica, arte pop¡ª sin limitarse a ninguna de ellas, y que se ha reinventado para ser fiel a s¨ª mismo.
Estamos en el estudio de Gordillo, anexo a su casa, a unos 40 kil¨®metros de Madrid capital, uno de los ¨²ltimos proyectos realizados por el d¨²o de arquitectos ?balos & Herreros antes de separarse. Una ampl¨ªsima nave di¨¢fana con dos alturas en cuyos suelos se acumulan los recortes de papel coloreado, fotos de prensa o im¨¢genes digitales, retazos que el artista emplea para construir los collages que despu¨¦s se convertir¨¢n en pinturas. Uno de ellos, de nueve metros de largo, ocupa una pared: se convertir¨¢ en uno de los platos fuertes de la muestra dime qui¨¦n eres Yo, comisariada por Bea Espejo, que se inaugurar¨¢ el pr¨®ximo 26 de septiembre en la sala Alcal¨¢ 31 de Madrid. Su mayor exposici¨®n desde la retrospectiva que le dedic¨® en 2007 el Museo Reina Sof¨ªa, y una especie de continuaci¨®n de ella, ya que solo incluir¨¢ obra producida en el siglo XXI.
¡°Mi memoria no es que sea mala, es mal¨ªsima¡±, advierte antes de plantearle la primera pregunta. ¡°No me acuerdo de lo que he hecho hace un segundo. Y sin embargo hoy te dar¨¦ la impresi¨®n de que tengo buena memoria porque solo voy a hablar de lo que s¨ª recuerdo¡±.
Podemos plantearlo como un ejercicio de psicoan¨¢lisis. Si no me equivoco, est¨¢ usted familiarizado.
Lo del psicoan¨¢lisis me lo tom¨¦ muy en serio. Normalmente se hace uno muy largo, pero yo hice cuatro.
?Qu¨¦ lo llev¨® a ponerse en tratamiento?
La depre. Cuando hablo de esto parece que estoy saliendo del armario, porque no es algo bonito de contar. Pero es tan importante que no hablar de ello ser¨ªa como mentir. Porque explica muchas cosas de mi vida y de mi obra. A veces me pregunto qu¨¦ efecto tuvo en m¨ª el psicoan¨¢lisis. Desde luego, la depresi¨®n no me la han curado ni los psiquiatras ni las pastillas. Me morir¨¦ deprimido. Pero s¨ª influy¨® en mi maduraci¨®n, en situarme en un proyecto con una cierta solidez. En cuestiones de mujeres tambi¨¦n me situ¨®.
?De qu¨¦ manera?
Ah¨ª me quedo en el armario.
?Y c¨®mo afect¨® a su obra?
Lo que pasa a la obra es la energ¨ªa, la negativa y la positiva. Cuando uno se deprime necesita apoyo, y tambi¨¦n un escape para no sufrir tanto y encontrar un espacio donde evadirse. Y ah¨ª aparece la pintura, que es como evadirse a otro pa¨ªs, un pa¨ªs donde las cosas son m¨¢s felices, m¨¢s comprensibles.
No le result¨® f¨¢cil dedicarse a la pintura. Antes que Bellas Artes estudi¨® Derecho, como esperaba de usted su familia burguesa.
Yo era de buena clase social, pero no uno de esos ni?os bonitos de provincias. Mi padre era de Valladolid, castellano puro de familia rica venida a menos. En cambio, mi madre ven¨ªa del proletariado, de una familia que se hizo millonaria con la fabricaci¨®n de ladrillos despu¨¦s de que le tocara el Gordo en la loter¨ªa. Viv¨ªamos bien. Me acuerdo de nuestra casa de Sevilla, un para¨ªso con un patio de m¨¢rmol blanco y una azotea que era una gloria. All¨ª, cuando estudiaba Derecho, dibujaba las casas de enfrente. A¨²n no ten¨ªa la idea de ser pintor. Fui un artista tard¨ªo, se me fue despertando la cosa muy lentamente. Entretanto, mis hermanos y yo estudi¨¢bamos m¨²sica con una profesora de piano que ven¨ªa a casa. Yo pod¨ªa improvisar, cosa que mi hermano mayor no hac¨ªa. Con los a?os he llegado a la conclusi¨®n de que soy un artista de ¨¢mbito general. En mi organismo hay un elemento que pide ser expresado desde muy peque?o, incluso antes de la depre.
?Tuvo que rebelarse para conseguirlo?
Mi padre era un hombre muy pac¨ªfico, poco autoritario, que nunca se opuso a que yo pintara. No ten¨ªa energ¨ªa para ello. Ahora bien, a la hora de comer, mi hermano y yo discut¨ªamos con ¨¦l sobre Picasso y Dal¨ª, porque a ¨¦l le parec¨ªan unos demonios. F¨ªjate, Dal¨ª y Picasso eran entonces los demonios. ?Lo son ahora?
Son figuras muy discutidas, aunque por motivos distintos a los de su padre.
S¨ª, eso s¨ª. A Dal¨ª la vanguardia no lo ha soportado bien, y sin embargo cada vez me gusta m¨¢s. En cambio, con Picasso cada vez soy m¨¢s cr¨ªtico. Picasso ha hecho cuadros cl¨¢sicos, maravillosos. Y dio muchos pasos adelante en el arte. Pero tambi¨¦n ha hecho much¨ªsimos cuadros tontainas. Hay algunos que no son nada, tres garabatos y una firma, que es lo que los hace car¨ªsimos. La mayor¨ªa de los artistas hacen una obra, a veces genial, y despu¨¦s esa genialidad la transforman en mercanc¨ªa de donde se ha extra¨ªdo todo el ox¨ªgeno, toda la vida.
?Cree que el ¨¦xito es peligroso para un artista?
Peligros¨ªsimo, porque el dinero f¨¢cil es una trampa en la que todos podemos caer. Y yo no me considero por encima de ese est¨¢ndar. Pero pienso que, ahora que soy mayorcito, no he ca¨ªdo en ese pecado. No s¨¦ si es pura vanagloria m¨ªa, pero tengo la impresi¨®n de que mi nivel lo estoy defendiendo. De que no me rindo.
Es verdad que hay algo sorprendente en su trabajo, y es que usted nunca se ha repetido, y sin embargo ha conseguido un estilo muy reconocible. Es f¨¢cil distinguir un gordillo.
Tengo una especie de ¨¦tica de muy alto voltaje. Me siento culpable de entrada. Y debo machacar la culpabilidad convirtiendo cada cuadro en una joya, pero no en el sentido de que sea un cuadro memorable, sino de que yo d¨¦ el 100% de lo que tengo. A veces con dolores de parto.
?Le importa la consideraci¨®n de los dem¨¢s?
Estudi¨¦ un par de a?os en Bellas Artes [la Escuela de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungr¨ªa en Sevilla], donde tuve un profesor, P¨¦rez Aguilera, que crey¨® en m¨ª, y eso era como si me hubieran dado el Premio Nacional. Hay muchos premios en la vida, y alguno no tiene copa. Este me dio bastante energ¨ªa.
Pero entonces, en el verano de 1958, se fue a Par¨ªs. ?Cambi¨® eso su perspectiva?
S¨ª. A la vuelta ya sab¨ªa que no pod¨ªa seguir en aquella escuela demasiado retr¨®grada. Tuve un enamoramiento con la obra de T¨¤pies. Quiz¨¢ la pasi¨®n pict¨®rica m¨¢s intensa que he tenido. Pero hoy soy m¨¢s exigente que entonces, y creo que para encontrar un t¨¤pies muy bueno hay que ver bastantes t¨¤pies. Como con Picasso. Pero cuando Picasso se pone bueno es mejor que el T¨¤pies bueno.
La cuesti¨®n es que, por las influencias recibidas en Par¨ªs de T¨¤pies, Michaux o Wols, empez¨® haciendo arte informalista.
S¨ª, lo que hac¨ªa entonces era informalismo puro. Bastante bueno, por cierto. Los sesenta fueron para m¨ª una ¨¦poca de segunda adolescencia, aunque yo ya fuera mayorcito. Como artista era dubitativo y sufriente. Ya plenamente depresivo. Y de pronto me daba por hacer unas oposiciones, y resist¨ªa muy poco, volv¨ªa a pintar, lo dejaba¡ No pod¨ªa llegar a resultados s¨®lidos, no encontraba mi estilo. Y pienso que ah¨ª intervino el psicoan¨¢lisis. Ya a finales de los sesenta me consideraba pintor, pero tuve una crisis muy importante y pens¨¦ que no pod¨ªa seguir pintando, aunque dibujaba obsesivamente, como despidi¨¦ndome de la vida o echando mensajes al mar. Luego resulta que esos dibujos han sido muy elogiados y han influido en otros artistas.
?Cu¨¢ndo termin¨® esa adolescencia tard¨ªa?
Hacia finales de los sesenta, cuando cog¨ª algunos de esos dibujos para pintarlos en serio. Hab¨ªa empezado haciendo informalismo, luego arte pop y despu¨¦s un cierto geometrismo, estilos opuestos entre s¨ª, pero de los que consegu¨ª una s¨ªntesis. En los setenta incluso se lleg¨® a hablar de gordillismo. Y ya empec¨¦ a cre¨¦rmelo.
Se convirti¨® en un artista muy respetado e influyente. Tambi¨¦n expuso fuera de Espa?a. Y, sin embargo, llama la atenci¨®n que su difusi¨®n internacional haya sido limitada. Ahora la galer¨ªa Carlier Gebauer, con sedes en Madrid y Berl¨ªn, ha empezado a representarle y a exponerlo en Alemania.
En aquella ¨¦poca tuve cierta posibilidad. Expuse con la galer¨ªa Marlborough en Nueva York dos veces, y en el Museo Meadows de Dallas me hicieron una antol¨®gica. En Alemania expuse en Bonn y en Essen. Hubo un momento en que parec¨ªa que iba a pasar algo especial. Hasta hice un contrato con la galer¨ªa Mary Boone de Nueva York. Ahora he empezado a colaborar con Carlier Gebauer precisamente para tratar de activar mi presencia internacional.
Viendo sus pinturas, es dif¨ªcil imaginar c¨®mo consigue llegar hasta la imagen final, que mezcla abstracci¨®n y figuraci¨®n. Se entiende algo m¨¢s al conocer el proceso, en el que compone un collage a base de m¨²ltiples im¨¢genes encontradas o tomadas por usted y modificadas digitalmente, que despu¨¦s traslada a la pintura. ?Siempre ha sido as¨ª?
El proceso es variado. A principios de los setenta pint¨¦ unos monicacos como de c¨®mic, muy ir¨®nicos. Hac¨ªa cientos de dibujos peque?itos, autom¨¢ticos pero figurativos. Y de ellos eleg¨ªa uno para pintarlo. Esa selecci¨®n era dura, porque su energ¨ªa deb¨ªa acompa?arme durante el proceso pict¨®rico, que iba a ser muy largo. Despu¨¦s hubo ¨¦pocas intermedias en que ya empezaba a organizar el cuadro previamente. Y hace a?os que comenz¨® este ¨²ltimo proceso donde el cuadro ya est¨¢ muy avanzado en el collage previo. Realizar ese collage es muy divertido. Recopilo mucho material, hago fotos de mi obra, de lo que veo por el mundo y me interesa. Tengo tambi¨¦n un almac¨¦n de fotos de prensa. Disecciono cada ma?ana los peri¨®dicos, y todas las revistas que caen en mis manos, algo que ya hac¨ªa de peque?o con los peri¨®dicos de mi padre. Es como si arrancara trozos de vida que a¨²n est¨¢n latiendo. En el fondo creo que me deber¨ªa parar ah¨ª, coger esas im¨¢genes y hacerlas p¨²blicas. Y sin embargo mi moralidad exige que eso lo convierta en una joya pict¨®rica. Es entonces cuando la cosa se pone m¨¢s molesta. El tema se racionaliza y aparecen problemas, como si todo pesara. Hay cuadros con los que puedo estar meses d¨¢ndome el co?azo.
?Qu¨¦ es lo que le lleva a persistir en el empe?o?
Tengo una energ¨ªa en ese campo que no tengo en otros. Una fortaleza mental como para ir a la guerra que hasta yo mismo me quedo extra?ad¨ªsimo. ?C¨®mo es posible que yo pueda hacer estos gastos energ¨¦ticos tan enormes? Porque normalmente no soy el tipo de pintor que disfruta pintando.
Tambi¨¦n utiliza lo digital, las nuevas tecnolog¨ªas.
Tengo la impresi¨®n de una vida compartida en dos partes. Una primera parte con lo anal¨®gico, y ahora una segunda parte digital, pero con los recuerdos de la primera. Pienso en cuando la vida era anal¨®gica, y desde el mundo actual me parece una cosa incre¨ªblemente extra?a, la Edad Media casi. Para utilizar la maquinaria digital, los ordenadores, colaboro con profesionales de la materia porque yo me resisto enormemente a aprender esas cosas. ?Ser¨¢ porque soy viejo y tengo un alma profundamente anal¨®gica? Pero la fotograf¨ªa es anal¨®gica y nunca la aprend¨ª bien. Yo creo que se puede considerar mi obra como un c¨®ctel de s¨ªntesis.
?C¨®mo lleva la vejez, por cierto?
Me ha llegado tarde, pasados los 80, y est¨¢ siendo una sorpresa. Cuando se es joven no se piensa en ella, es una cosa que les ocurre a unos se?ores que est¨¢n tranquilos, dan paseos y leen el peri¨®dico. Pero la experiencia que yo estoy teniendo no es nada tranquila. Todos los d¨ªas te mueres un poquito. Un d¨ªa es algo en la vista, otro en la espalda¡, te vas estropeando poquito a poco. Es decir, que para cuando te mueres ya est¨¢s muy muerto. La vejez es una premuerte. Como los ¨¢rboles que en oto?o van perdiendo las hojas hasta que solo queda el tronco. La diferencia es que en primavera ellos vuelven a revivir, y con la muerte nadie revive.
A pesar de eso, y de la depresi¨®n, usted ha seguido.
Uno se acostumbra a la idea de la muerte, y a veces hasta la desea. Entre la depresi¨®n y los achaques, te cansas mucho trabajando y todo eso se acumula. La gente te dice: ¡°No pareces de tu edad, est¨¢s muy bien para los a?os que tienes¡±. Y yo les respondo que si me vieran por dentro ver¨ªan que estoy viejo, muy viejo. Y me digo: ?por qu¨¦ no adelantamos un poco el asunto? Y entonces pienso en mis hijas, en mis nietos, y me entran ganas de vivir con ellos y verlos mayorcitos. Y eso tiene suficiente atractivo.
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