La cosa esta de la edad
Reivindico la vejez l¨²cida, ese maravilloso estado que une la experiencia con el pensamiento y que nos regala sabios
Hoy voy a hablar de la vejez, un tema arduo de tratar, porque adem¨¢s soy juez y parte. Aunque, en realidad, en esto de la edad todos somos parte, incluso los m¨¢s j¨®venes, lo que pasa es que muchos de ellos todav¨ªa no saben que, salvo muerte temprana, van a envejecer impepinablemente.
A m¨ª no me pas¨®; como dec¨ªa Cicer¨®n, yo siempre supe que era mortal, y de ah¨ª deduje que probablemente llegar¨ªa a vieja. Y aqu¨ª estoy, empezando la andadura de la decadencia final y a mucha honra. As¨ª que soy bastante mayor, pero, a pesar de eso, no me siento m¨¢s imb¨¦cil de lo que he sido en ¨¦pocas pasadas, ni m¨¢s desconectada de la realidad. Leo una entrevista del fil¨®sofo Alexandre Lacroix en la que dice: ¡°El mundo se ha vuelto indescifrable para los que han nacido antes de 1989¡å, y no s¨®lo no me siento representada, sino que me parece una tonter¨ªa. Creo que el mundo ha sido siempre indescifrable y que, en efecto, la velocidad del desarrollo tecnol¨®gico de las ¨²ltimas d¨¦cadas ha empeorado la situaci¨®n, pero lo ha hecho para todos, absolutamente todos. Y as¨ª, tanto en los mayores como en los j¨®venes puedes encontrar a personas l¨²cidas y a verdaderos marmolillos. Lacroix naci¨® en 1977; se incluye a s¨ª mismo en su enunciado, pero yo dir¨ªa que con la boca peque?a. Tras su llamativa frase me parece observar residuos del omnipresente edadismo que sufrimos, de un creciente prejuicio contra los viejos que me saca de quicio. Como si, por haber nacido antes de 1989, todos fueran unos completos analfabetos tecnol¨®gicos, un t¨®pico tan falso que no merece la pena ni discutirlo.
De modo que estoy en contra del edadismo. Y, por a?adidura, siempre he pensado que cambiar de ideas a lo largo del tiempo no s¨®lo no tiene por qu¨¦ ser una muestra de falta de criterio o una forma de venderse, sino que, por el contrario, suele ser s¨ªntoma de una inteligencia anal¨ªtica y honesta. La vida te va ense?ando, y lo l¨®gico y decente es aprender de los errores. Todo esto viene al hilo de los esc¨¢ndalos protagonizados recientemente por personas de edad que, de pronto, dan bandazos ideol¨®gicos o dicen cosas que algunos tachan de sandeces. Desde Joaqu¨ªn Leguina apoyando a D¨ªaz Ayuso el a?o pasado, Ram¨®n Tamames siendo candidato de Vox, Amelia Valc¨¢rcel alabando a Feij¨®o, Xavier Trias sosteniendo que el PSOE tram¨® el golpe del 23-F o Alfonso Guerra soltando rubialadas (neologismo que propongo de ahora en adelante como sin¨®nimo de machistadas). Ahora bien, aqu¨ª hay que decir algo esencial, y es que, por lo general, esos cambios pol¨ªticos nos parecen pat¨¦ticos si era alguien ¡°nuestro¡± que se aleja de lo que pensamos, pero si se trata de un individuo que viene del otro lado y que ahora apoya nuestras ideas, solemos contemplarlo con fina simpat¨ªa y deducir que por fin ha visto la luz, como san Pablo. As¨ª de poco objetiva es la raz¨®n humana.
Mi intenci¨®n no es criticar aqu¨ª a las personas que he mencionado, sino hablar de lo que la edad nos hace. Reivindico la vejez l¨²cida, ese maravilloso estado que une la experiencia con el pensamiento y que nos regala verdaderos sabios, como Jos¨¦ Luis Sampedro, Emilio Lled¨®, mi maestra Ursula K. Le Guin y tantos otros. Pero la vejez l¨²cida exige mucha honestidad, mucho esfuerzo y tambi¨¦n suerte. Detesto el injusto edadismo, pero la edad, por s¨ª sola, tampoco te hace necesariamente m¨¢s listo. De hecho, puedes sufrir severos quebrantos. En 1993 entrevist¨¦ a Margaret Thatcher y me prepar¨¦ a conciencia, temerosa de su capacidad dial¨¦ctica: no en vano hab¨ªa sido la voz pol¨ªtica m¨¢s influyente (y demoledora) de la segunda mitad del siglo XX. Pero nuestra charla me decepcion¨®; me pareci¨® una abuela de mente alicorta. Cuando, mucho despu¨¦s, se supo que sufr¨ªa alzh¨¦imer, comprend¨ª que ya estaba tocada cuando la entrevist¨¦, aunque a¨²n no estuviera diagnosticada. Esas cosas suceden, y apena que gente con una trayectoria p¨²blica acabe siendo secuestrada por su deterioro. Por otro lado, y sin llegar a estos extremos tr¨¢gicos, hay personas que, con la edad, van perdiendo parte del autocontrol que antes manten¨ªan en sociedad, de modo que emerge m¨¢s claramente lo que siempre fueron y antes ocultaron, sus machismos, narcisismos, vanidades, ambiciones desatadas. Todas esas cochambres que a lo mejor disimularon o incluso combatieron de m¨¢s j¨®venes. Resumiendo: la vejez es una etapa heroica y hay que remar mucho para navegarla con dignidad.
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