Alexandre Lacroix quiere conseguir ¡°la definici¨®n filos¨®fica del polvo perfecto¡± y desmontar el guion impuesto por Freud y el porno
El fil¨®sofo franc¨¦s publica ¡®Aprender a hacer el amor¡¯, un libro en el que defiende una visi¨®n creativa y pol¨ªtica del coito, denunciando c¨®mo la pornograf¨ªa ha empobrecido nuestra vida sexual
Dicen que practicar sexo es como montar en bicicleta, pero en realidad se parece m¨¢s a sacarse el carnet de conducir. Nadie le presta mucha atenci¨®n a la parte te¨®rica, mientras que todos quieren lanzarse a la pr¨¢ctica, que seguir¨¢n ejerciendo, con suerte, durante el resto de su vida. Alexandre Lacroix cree que esto es un gran error. Para solucionarlo, este fil¨®sofo franc¨¦s de 47 a?os acaba de publicar Aprender a hacer el amor (Arpa Editores), un ensayo sobre sexo en el que promete dar las pistas para conseguir ¡°el polvo perfecto¡±. Lacroix bebe de cl¨¢sicos como Ovidio y la tradici¨®n tao¨ªsta para traer sus ense?anzas al presente, un momento en el que el sexo est¨¢ empapado de lo que ¨¦l mismo denomina como Freudporno.
Bajo este curioso nombre se esconde un guion mon¨®tono y r¨ªgido (preliminares, penetraci¨®n, orgasmo) que estableci¨® el padre del psicoan¨¢lisis y reforz¨® la industria de la pornograf¨ªa. Un guion que los amantes (principalmente los heterosexuales) repiten de forma involuntaria, bailarines l¨²bricos de una danza coreografiada de antemano. Muchas veces, lo que hacemos en la cama no se explica por un instinto at¨¢vico e irracional, sino por lo que vemos en Pornhub ¡ªweb de videos X¡ª.
En su ensayo, Lacroix cuenta historias personales, pero tambi¨¦n echa mano de nombres pasados y presentes como Arist¨®teles, Michel Houellebecq, Andrea Dworkin, Arthur Schopenhauer o Immanuel Kant para defender que el sexo tiene que entenderse como un arte vivo, creativo y perform¨¢tico. A su juicio, este acto ha sido sobreanalizado desde el punto de vista de la biolog¨ªa, pero tiene una dimensi¨®n ambiental, cultural y pol¨ªtica que muchas veces olvidamos. ?l ha intentado desentra?arla consultando no solo libros, sino las s¨¢banas de la historia, donde se ha impreso un palimpsesto de polvos apasionados, mec¨¢nicos, violentos que nos han llevado a entender el coito, a practicarlo, como lo hacemos.
Pregunta. ?Puede un tratado de filosof¨ªa ayudar en la cama m¨¢s que un Kamasutra?
Respuesta. S¨ª. Yo creo que ah¨ª hay dos temas. El primero es que el Kamasutra no es muy ¨²til. Si has tratado de poner en pr¨¢ctica las posturas que propone te habr¨¢s dado cuenta de que es bastante complicado. Reduce el acto sexual a una sucesi¨®n de vi?etas de c¨®mic, no es un m¨¦todo, sino una concatenaci¨®n de posturas que dif¨ªcilmente se pueden ejecutar. Es como intentar explicar con geometr¨ªa la complejidad de los sentimientos de amor o la amistad: simplemente no funciona. Por otro lado, la filosof¨ªa puede ayudar a entender la sexolog¨ªa, que es una disciplina que ha sido siempre le¨ªda desde la medicina y la psicolog¨ªa. Y es algo reduccionista, porque si piensas en todos los elementos complejos que dan forma a una relaci¨®n sexual entiendes que hay otros prismas posibles desde los que analizarla. Y la filosof¨ªa es uno de ellos. El sexo no es solo una funci¨®n biol¨®gica, no es como el comer. Cuando lo estamos practicando estamos inmersos en un contexto cultural o educacional.
P. Es lo que usted llama Freudporno, vaya palabra¡
R. S¨ª. Parto de la teor¨ªa de los guiones sexuales. Fue publicada en los a?os setenta por dos investigadores americanos, John Gagnon y William Simon, que defienden que cuando mantenemos relaciones sexuales no solo nos guiamos por nuestro instinto, estamos siguiendo un guion. Son guiones que no est¨¢n escritos, pero todos los conocemos. Sabemos perfectamente lo que tenemos que hacer en un momento determinado. Por ejemplo, cuando un hombre le mete la mano en la blusa a una mujer, espera que ella le meta la mano en la camisa. Si le hace un cunnilingus, entiende que poco despu¨¦s ella le har¨¢ una felaci¨®n. Y la versi¨®n m¨¢s banal, m¨¢s simple, de ese guion cultural es lo que yo llamo el guion Freudporno. Es el modelo de sexualidad hegem¨®nico en la sociedad occidental y proviene de una concepci¨®n de la relaci¨®n sexual heredada de Freud que ha retomado y amplificado el porno. La idea, siempre desde una hip¨®tesis heterosexual, es que el sexo se ordena en tres actos: preliminar, penetraci¨®n y orgasmo. Y esto es cultural, no es biol¨®gico.
P. Pero entre la publicaci¨®n de Totem y Tab¨² de Freud y el auge de la web Pornhub han pasado m¨¢s de 100 a?os. El instinto tendr¨¢ algo que ver con todo eso¡
R. Los cambios son lentos, pero est¨¢n ah¨ª. Por ejemplo, los griegos y los romanos eran abiertamente bisexuales. Incluso el t¨¦rmino de homosexualidad es muy reciente, existe desde finales del siglo XIX. As¨ª que el concepto no se usaba, no se conoc¨ªa. Pero hab¨ªa una tensi¨®n real, entre los hombres que ten¨ªan sexo con hombres, entre ser activo o pasivo. Era un poco vergonzoso para un hombre adulto, para un macho, ser pasivo; pero esto mismo era normal para un hombre joven. Otro ejemplo: en una novela de la Edad Media se retrata una relaci¨®n sexual entre una princesa y un sirviente disfrazado de caballero. ?l consigue enga?arla con su disfraz hasta que tienen relaciones. La gente de la capa baja de la sociedad no sol¨ªa besarse mientras follaba, pero la gente de la corte y la aristocracia s¨ª lo hac¨ªa. Esto es cultural. Otra historia que sirve para ilustrar el componente cultural del sexo es la del antrop¨®logo franc¨¦s Jean Malaurie. Estuvo viviendo con los inuits ¡ªhabitantes de la tundra ¨¢rtica del norte de Alaska, Canad¨¢ y Groenlandia¡ª en los a?os cincuenta y durante el invierno tuvo relaciones con una mujer. ?l describi¨® la relaci¨®n como algo muy simple: solo penetraci¨®n en una posici¨®n. Porque si hubiera hecho otra cosa, se habr¨ªa sentido como una profanaci¨®n o una agresi¨®n. Y es interesante porque esto describe la confrontaci¨®n entre el guion europeo, que consist¨ªa en preliminares, penetraci¨®n y orgasmo, y el guion inuit: solo penetraci¨®n en una posici¨®n.
Cuando mantenemos relaciones sexuales no solo nos guiamos por nuestro instinto, estamos siguiendo un guion. Son guiones que no est¨¢n escritos, pero todos los conocemos.Alexandre Lacroix
P. Hace unos a?os se entend¨ªa el sexo como un acto inherentemente apol¨ªtico. Usted cita a autoras como Andrea Dworkin para argumentar lo contrario.
R. Pocos escritos han cambiado tanto la comprensi¨®n del acto sexual como su libro Intercourse, de 1987. Ella era una feminista convencida de que el sexo ten¨ªa una dimensi¨®n pol¨ªtica. Dec¨ªa que lo que sucede en el dormitorio est¨¢ fuera de la esfera p¨²blica, pero esto no significa que sea algo neutral, conviene a unos pocos, igual que el neoliberalismo en la econom¨ªa de mercado. El libre mercado es siempre conveniente para aquel que est¨¢ en una posici¨®n dominante. En este caso, ha sido perfecto para el hombre. El uso del dormitorio para dormir y follar es relativamente reciente, desde finales del siglo XVIII. No se puede hablar de ello, es una forma muy superficial de entender el sexo, pues tiene muchas capas y muchas codificaciones culturales que est¨¢ bien traer a la esfera p¨²blica. El sexo es pol¨ªtico.
P. Promete en su libro dar ¡°una definici¨®n filos¨®fica del polvo perfecto¡±. ?Cu¨¢l ser¨ªa?
R. Deber¨ªamos cambiar el ritmo de nuestra vida sexual, que a veces tiene el ritmo de la m¨²sica electr¨®nica, es bum, bum, bum, bum. Muy mec¨¢nico, muy alienante. Y podr¨ªamos pasar a bailar algo m¨¢s parecido al swing. Cuando bailas swing hay algo de repetici¨®n, pero hay un cierto tipo de elasticidad, no tiene un ritmo machac¨®n y binario, hay una parte aleatoria. Incluso dir¨ªa que puede ser como el jazz, una m¨²sica que puedes sentir, pero que no puedes escribir. Para conseguir el polvo perfecto hay que desmontar el guion del Freudporno, que parte de una visi¨®n de la relaci¨®n muy orientada a la procreaci¨®n, que funciona como una especie de justificante moral. Pero estamos actuando en este escenario bajo la influencia del porno.
Lo que sucede en el dormitorio est¨¢ fuera de la esfera p¨²blica, pero esto no significa que sea algo neutral, conviene a aquel que est¨¢ en una posici¨®n dominante. En este caso, ha sido perfecto para el hombre.Alexandre Lacroix
P. Porque el sexo que se practica en solitario influye en el que se realiza en compa?¨ªa.
R. Cada vez m¨¢s. En Francia, la edad media a la que los ni?os ven pornograf¨ªa por primera vez son los 11 a?os. Y me imagino que en Espa?a ser¨¢ a una edad similar [se sit¨²a entre los nueve y los 10 a?os]. Pero la media de edad a la que los adolescentes tienen su primera relaci¨®n sexual no ha cambiado, es de 15 para los hombres y 16 para las mujeres. Esto significa que durante cuatro o cinco a?os la mayor parte de tu educaci¨®n sexual y de tu imaginario sexual se van construyendo con la pornograf¨ªa como base. Y el porno mainstream tiene muchos problemas: las mujeres no tienen placer, la representaci¨®n que se hace de minor¨ªas raciales... Deber¨ªamos deconstruir este escenario, alejarnos del guion del Freudporno. No tenemos por qu¨¦ entender los preliminares como el arranque del coche, la penetraci¨®n como una autopista y el orgasmo como el destino. Podemos disfrutar del camino, entrar en la autopista y combinarla con caminos alternativos, sin pensar en el destino o la meta.
P. Respecto al sexo, la gente suele abrazar con m¨¢s euforia la pr¨¢ctica que la teor¨ªa. ?Es un error? ?Se deber¨ªa leer m¨¢s sobre el tema?
R. S¨ª. Para escribir este libro he le¨ªdo mucho. Y me he dado cuenta de que en la actualidad es muy dif¨ªcil separarlo de la pornograf¨ªa, que tiene un papel hegem¨®nico en la idea del sexo que tenemos. Pornhub est¨¢ entre las p¨¢ginas m¨¢s vistas de todos los pa¨ªses del mundo, incluso en aquellos donde el porno est¨¢ prohibido. Ha habido una globalizaci¨®n del acceso, se ve sexo, pero no se teoriza sobre ¨¦l. No es f¨¢cil hablarlo con los padres. No se les da formaci¨®n a los adolescentes. No es f¨¢cil hablarlo con la pareja. Hay un silencio elocuente. Pero en el mundo de la filosof¨ªa hay una tradici¨®n que se remonta a los cl¨¢sicos. He bebido de Ovidio y de su libro El arte de amar, de la tradici¨®n del tao¨ªsmo, en China, que concibe el sexo como un tipo de arte viva, como el teatro o la danza. Ellos creen que va m¨¢s all¨¢ de la satisfacci¨®n, que tiene una dimensi¨®n creativa. Tengo todas estas influencias, pero obviamente son muy antiguas, he intentado actualizarlas en un libro moderno.
Ha habido una globalizaci¨®n del acceso, se ve sexo, pero no se teoriza sobre ¨¦l. No es f¨¢cil hablarlo con los padres. No se les da formaci¨®n a los adolescentes. No es f¨¢cil hablarlo con la pareja. Hay un silencio elocuente.Alexandre Lacroix
P. Hablamos mucho de la influencia de la pornograf¨ªa, pero ?c¨®mo han influido otros avances tecnol¨®gicos como las aplicaciones para ligar? ?Han cambiado Tinder, Bumble y Grindr la manera en la que se concibe el sexo?
R. Han reforzado las din¨¢micas que mercantilizan el sexo. Cuando enciendes Tinder o Grindr es como si tuvieras un precio, el algoritmo te asigna un grado de deseabilidad. Cuando pones tu edad, peso, medida, tu profesi¨®n, d¨®nde vives¡ Te est¨¢s colocando en una escala, en una posici¨®n concreta. Y cuando evolucionas en el uso de la app es como si fuera una partida de ajedrez. Est¨¢s en el mercado y te comportas como si estuvieras en Amazon, quieres ver muchos aspectos del producto antes de adquirirlo: c¨®mo eres, qu¨¦ piensas, qu¨¦ te gusta hacer en la cama¡. Y, al final, es como irse de compras, tiene la misma satisfacci¨®n inmediata y genera la misma frustraci¨®n posterior. Es como pedir una pizza con Deliveroo.
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