Sinhogarismo: un estado f¨ªsico y mental
En tiempos en que migraciones, guerras y cambio clim¨¢tico ponen en peligro nuestro caparaz¨®n, encontrar un lugar al que volver se convierte en tarea primordial para el bienestar
Qu¨¦ determina la sensaci¨®n de estar en casa y, su contraparte, la condici¨®n del yo desenraizado? Vivimos en una era en la que el sinhogarismo no se limita a los habitantes de las calles o a la poblaci¨®n menos solvente econ¨®micamente. Las migraciones masivas y las deportaciones, los bombardeos de viviendas civiles, el abuso f¨ªsico y emocional, los desahucios, minan la morada y privan al ser humano de la posibilidad de sentirse en casa. Por a?adidura, nuestro planeta ¡ªque es la condici¨®n material de la experiencia de estar en casa¡ª est¨¢ al borde de volverse inhabitable. ¡°El pensamiento m¨¢s serio de nuestra ¨¦poca se enfrenta con el sentimiento del sinhogarismo¡±, reflexionaba Susan Sontag ya en 1963. ?D¨®nde, entonces, estamos en casa?
?Puede una persona sin hogar habitar en la calle, bajo la mirada despectiva de unos o la indiferencia de otros, con hambre y fr¨ªo, expulsada de lugares p¨²blicos? ?Podemos decir que se habita en un campo de refugiados? Habitar en condiciones adversas pone de manifiesto que hay m¨¢s de una manera de estar en casa en alg¨²n lugar y que, a pesar de todo, aquellos sin hogar gestionan, organizan, se ayudan y se cuidan a s¨ª mismos y a otros. Aun as¨ª, muchos mueren en el intento o quedan al margen, mujeres y ni?os, como los migrantes en la frontera de Texas, que han decidido que adoptar un nuevo hogar superar¨ªa los peligros de quedarse donde est¨¢n.
¡°Basta con mudarse de casa una o dos veces en la vida para poder imaginar, sin demasiada dificultad, los efectos destructivos que provoca la p¨¦rdida de marcadores espaciales y temporales. Ya no es solo la psicolog¨ªa la que est¨¢ en juego en la situaci¨®n del sinhogarismo, sino directamente el sentido de relaci¨®n, de identidad y del ser¡±, escribe el antrop¨®logo Marc Aug¨¦ en su libro Diario de un sin techo, en el que narra la peregrina existencia de Henri en las afueras de Par¨ªs. De d¨ªa deambula por las calles, conversa, frecuenta caf¨¦s, pero de noche se refugia en una casa deshabitada. Presenciamos su p¨¦rdida de orientaci¨®n, la degeneraci¨®n de su capacidad para relacionarse y la erosi¨®n progresiva de su identidad. El texto pone de manifiesto que vivimos en espacios geogr¨¢ficos en los que los patrones de domicilio afectan radicalmente nuestro estatus y nuestro ser interior.
Para ubicarnos no es suficiente con estar en el mundo, hay que habitarlo. Antoine de Saint-Exup¨¦ry, autor de El Principito, subray¨® en su libro Ciudadela la importancia de la noci¨®n de habitar. ¡°He descubierto una gran verdad¡±, escribe, que es ¡°que los humanos habitan y que el sentido de las cosas cambia para ellos seg¨²n el sentido de la casa¡±. Necesitamos un centro al que se refieran nuestras relaciones espaciales, un lugar donde habitamos, donde estamos en casa y al que virtualmente siempre podemos volver. M¨¢s a¨²n ahora, en un mundo en el que habitar es inseparable de la cuesti¨®n de la movilidad, el sustrato de la casa en nuestra psique est¨¢ estrecha y diversamente vinculado a los espacios por los que deambulamos, es una especie de GPS, por as¨ª decirlo ¡ªa todo esto, hay casas a las que no se quiere volver, ni siquiera desde el div¨¢n del psicoanalista¡ª.
Ya sea por circunstancias adversas o porque estamos en casa en todas partes en un mundo cada vez m¨¢s homog¨¦neo, flotando en la nube de internet, es decir, en ninguna parte ¡ªque es precisamente la marca de nuestra alienaci¨®n¡ª, corremos el peligro del desarraigo y de convertirnos en eternos fugitivos. Freud lo describe como un estado de sinhogarismo ps¨ªquico. Encontrar ese centro es un reto y su existencia no puede darse por sentada, debemos crearlo nosotros mismos y cuidar de su integridad. Es una tarea esencial, y solo la cumpliremos si confrontamos el hecho de que, para muchos, no disponer de un techo representa la condici¨®n fundamental del problema, as¨ª como el conducto id¨®neo para remediarlo. Aunque no se trata simplemente de un asunto de alojamiento: es la relaci¨®n interna que guardamos con nuestra casa lo que le permite brindarnos seguridad. Aun as¨ª, el problema puede solucionarse proporcionando viviendas dignas a quienes carecen de ellas.
As¨ª pues, el habitar aqu¨ª ya no es una actividad aleatoria como cualquier otra, sino un aspecto esencial de la naturaleza humana en nuestra relaci¨®n con el mundo y con uno mismo. Debe entenderse como principio activo ¡ªcomo una proyecci¨®n de nuestro ser m¨¢s interior¡ª que propicia sentido y singularidad en el mundo. El fil¨®sofo Gaston Bachelard, en su libro La po¨¦tica del espacio, dedica una extensa investigaci¨®n a la ¡°funci¨®n primitiva del habitar¡± tal como la ve incorporada en la casa, un lugar de anclaje material y simb¨®lico que tiene sus ra¨ªces en el pasado y se extiende hacia el futuro a trav¨¦s de proyectos, aspiraciones o sue?os: ¡°La casa acoge el ensue?o, la casa protege al so?ador, la casa permite so?ar en paz¡±.
David Dorenbaum es psiquiatra y psicoanalista.
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