Mucho ojo con la empat¨ªa
Quien predica la empat¨ªa indiscriminada no tiene ni idea de lo que es la empat¨ªa: o es un demagogo o no la ha practicado
Es la palabra de moda, sobre todo entre nuestros pol¨ªticos, que predican la empat¨ªa para todo el mundo, a todas horas y en todas partes. Hace a?os, cuando nadie usaba la palabra, la reivindiqu¨¦ en esta columna a prop¨®sito de un di¨¢logo entre dos novelistas: J. M. Coetzee y Paul Auster. Natural: empatizar con alguien significa comprenderlo, sentir a fondo con ¨¦l, ponerse en su piel, y a eso nos dedicamos los novelistas: a identificarnos con todos, incluidas por supuesto las bestias m¨¢s inmundas. Tambi¨¦n lo hacen los actores: Laurence Olivier, digamos, con el Ricardo III de Shakespeare; Al Pacino con el Michael Corleone de El padrino; Javier Bardem con el Anton Chigurh de No es pa¨ªs para viejos, o Juan Diego con el se?orito Iv¨¢n de Los santos inocentes (o el Franco de Dragon Rapide). Eso es empat¨ªa.
Pero eso es tambi¨¦n ficci¨®n. En la realidad, las cosas cambian: aqu¨ª conviene administrar la empat¨ªa, controlarla, fijarle unos objetivos dignos y unos l¨ªmites razonables, en particular por parte de quienes, a base de tanto practicarla en la ficci¨®n, olvidamos que la realidad funciona con otras reglas y que, en ella, lo bueno llevado al extremo casi siempre se convierte en malo. Un ejemplo. Hace a?os publiqu¨¦ una novela sobre un periodista fracasado que se llamaba como yo y que encontraba una forma de redenci¨®n contando las vidas paralelas y contrapuestas de un olvidado jerarca falangista y un an¨®nimo soldado republicano; la novela tuvo un ¨¦xito imprevisto, y empezaron a llamarme periodistas fracasados en busca de redenci¨®n. Feliz con la acogida del libro, yo estaba encantado de cenar con ellos y escuchar sus penas, de compartirlas y solidarizarme con sus fracasos. En vano intentaba explicarles, sin embargo, que aquella novela no era un reportaje, como dec¨ªa su narrador, sino una ficci¨®n ¡ªdel mismo modo que el inventor de don Quijote y Sancho no es un ¨¢rabe llamado Cide Hamete Benengeli, aunque el narrador del Quijote diga que s¨ª lo es¡ª; en vano intentaba explicarles que, aunque el narrador de la novela lleva mi nombre, no soy yo ¡ªdel mismo modo que el yo inventado de un poema no es el yo real del poeta¡ª. Todo in¨²til: no hab¨ªa forma humana de convencerlos de que el protagonista de la novela no es un servidor, y acab¨¢bamos a las cinco de la ma?ana, yo seguro de ser un periodista fracasado y los dos fundidos en un abrazo, llorando y borrachos como cubas, igual que si fu¨¦ramos personajes de Dostoievski. En definitiva: una calamidad que a punto estuvo de hundirme en el alcoholismo. ?Y qu¨¦ decir de mis problemas de empat¨ªa con Rafa Nadal? Baste recordar que alguna vez he estado hablando sobre literatura ante un p¨²blico atent¨ªsimo y generos¨ªsimo mientras, por debajo de la mesa, de vez en cuando consultaba en mi m¨®vil el resultado de un partido de primera ronda entre Nadal y Kudla en el Abierto de Acapulco. ?Qu¨¦ verg¨¹enza, Dios santo! Recuerdo la final del US Open 2019, que Nadal jug¨® contra Medvedev. Rafa gan¨® los dos primeros sets, pero el ruso lo barri¨® en los dos siguientes y empez¨® ganando el quinto, imparable. Era la una de la madrugada y yo estaba tan taquic¨¢rdico, viendo que se nos escapaba la final, que pens¨¦ que iba a darme un s¨ªncope; as¨ª que tuve que tomarme un tranquimaz¨ªn y meterme en la cama, dando por hecha la derrota de Nadal. Pero, pese al ansiol¨ªtico, hacia las tres o las cuatro me despert¨® la ansiedad y, con el coraz¨®n en la garganta, consult¨¦ el m¨®vil: el cabronazo hab¨ªa ganado, y yo me puse a pegar saltos de alegr¨ªa en mi dormitorio a oscuras, hasta que despert¨¦ a mi mujer, convencida de que acababa de estallar la III Guerra Mundial. Alcaraz, ¨®yeme bien: te va a seguir tu abuela.
As¨ª que mucho ojo con la empat¨ªa. En la ficci¨®n, ancha es Castilla; pero la realidad, insisto, es otra cosa: aqu¨ª, bien dosificada es genial, pero cuidadito con identificarse con monarcas sanguinarios, mafiosos neoyorquinos, psic¨®patas de pesadilla, se?oritos carpetovet¨®nicos o dictadores eternos, que puedes acabar votando a Vox o JuntsxCat. En suma, quien predica la empat¨ªa indiscriminada no tiene ni idea de lo que es la empat¨ªa: o es un demagogo o no la ha practicado nunca.
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