La palabra honestismo
La corrupci¨®n se ha transformado en algo util¨ªsimo: el sustituto de cualquier debate
El honestismo ya es central en la pol¨ªtica espa?ola: ahora, aqu¨ª, llevamos semanas y semanas en que no se discuten proyectos ni programas sino grados de corrupci¨®n: t¨² mucho, y t¨² m¨¢s, y t¨² m¨¢s m¨¢s, y tu novio un mont¨®n.
Es honestismo puro, pero la palabra honestismo tiene un problema: muchos no la han o¨ªdo nunca. El honestismo es uno de esos conceptos muy presentes que no ten¨ªan una palabra que los representara: la idea de que la causa principal de los males de nuestras sociedades es la corrupci¨®n de sus pol¨ªticos ¡ªy que la honestidad, por lo tanto, ser¨ªa su soluci¨®n. Es, como tantas, una falacia interesada.
En las ¨²ltimas d¨¦cadas la corrupci¨®n pas¨® a ser uno de los temas principales de la pol¨ªtica y, sobre todo, de la relaci¨®n de muchos ciudadanos con ella. La corrupci¨®n es un abuso de confianza, una defraudaci¨®n en su sentido m¨¢s estricto: funcionarios y empresarios que han prometido cumplir las leyes se aprovechan de sus poderes ¡ªpol¨ªtico, econ¨®mico¡ª para no cumplirlas y lucrarse. Se?ores y se?oras estafan a quienes les creyeron y eligieron ¡ªy eso provoca mucha, justa, rabia. La corrupci¨®n se instala sobre un principio insoportable: la mentira. La corrupci¨®n es una mentira en acto, alguien que hace a escondidas lo contrario de lo que dice y muestra ¡ªy lo niega mintiendo, fatalmente mintiendo.
Es f¨¢cil, de ah¨ª, llegar a la conclusi¨®n acostumbrada: claro, estamos como estamos porque estos corruptos se est¨¢n robando todo. Pero, aunque la operaci¨®n es obscena, poco cambiar¨ªa si los dineros que roban se usaran para sus prop¨®sitos leg¨ªtimos. Lo que hacen, s¨ª, es mostrar la cala?a de cada cual, sus principios, sus fines. Pero la reacci¨®n honestista reemplaza el debate pol¨ªtico por un proceso policial. All¨ª donde todo son matices, opiniones ¡ªyo prefiero tal cosa, t¨² tal otra¡ª, aparece un elemento indiscutible: se embols¨® tal dinero, pag¨® tal dinero, es delito y no hay m¨¢s que hablar.
As¨ª, la corrupci¨®n se ha transformado en algo util¨ªsimo: el sustituto de cualquier debate. Lo que define, digamos, el deterioro de la sanidad en Madrid no es que unos cuantos parientes y entenados se empe?en en llevarse unos millones sino que su gobierno sostenga, con todo respeto por las leyes, una pol¨ªtica de reducci¨®n de la atenci¨®n p¨²blica y fomento de la privada. Como no conseguimos limitar pol¨ªticamente esas decisiones, esperamos que una corrupci¨®n venga y nos salve: ah, son unos ladrones, podremos detenerlos. En realidad son sobre todo unos pol¨ªticos de derecha que quieren hacer lo que hacen los pol¨ªticos de derecha: promover la ganancia de unos pocos, entregar al mercado la suerte de los muchos. Pero es m¨¢s f¨¢cil hablar de delitos que de pol¨ªticas. En ¨¦pocas en que no sabemos del todo qu¨¦ queremos, esa simpleza se agradece.
La honestidad, por supuesto, es indispensable: el grado cero de cualquier actuaci¨®n, p¨²blica o privada ¡ªy como tal deber¨ªamos tomarla. Su control deber¨ªa quedar en manos de una polic¨ªa y una justicia cre¨ªbles. Y la pol¨ªtica deber¨ªa centrarse en qui¨¦n propone qu¨¦, qui¨¦n pierde, qui¨¦n se beneficia. Siempre dicen que la corrupci¨®n no es de izquierda ni derecha, que est¨¢ m¨¢s all¨¢ de las ideolog¨ªas. Es otra falacia del honestismo: la corrupci¨®n es, precisamente, el triunfo de una ideolog¨ªa, la que los hace desear plata, lujitos y ventajas. (Y qu¨¦ aburrido que todos los corruptos quieran dinero para comprarse coches gordos, caserones, viajes, siliconas, vestidos de etiquetas, joyas, cirug¨ªas. A veces parece que lo peor de esta raza es su falta de imaginaci¨®n, su ambici¨®n tan escasa. Otras, que es otra cosa).
Por eso la corrupci¨®n es de derecha por esencia pero los corruptos y los honestos pueden anidar en cualquier bando. Se puede ser muy honestamente de izquierda y muy honestamente de derecha, y all¨ª estar¨¢ la diferencia. Quien administre muy honestamente en favor de los que tienen menos ¡ªdedicando honestamente el dinero p¨²blico a mejorar escuelas y hospitales¡ª ser¨¢ m¨¢s de izquierda; quien administre muy honestamente en favor de los que tienen m¨¢s ¡ªdedicando honestamente el dinero p¨²blico a mejorar autopistas y ¨®peras¡ª ser¨¢ m¨¢s de derecha. Quien disponga muy honestamente cobrar m¨¢s impuestos a las ganancias y menos IVA sobre el pan y la leche ser¨¢ m¨¢s de izquierda; quien disponga muy honestamente seguir eximiendo de impuestos a las actividades financieras o la riqueza acumulada ser¨¢ m¨¢s de derecha. Y sus gobiernos, tan honesto el uno como el otro, ser¨¢n radicalmente diferentes. Por eso ser¨ªa tanto mejor que, en lugar de centrarnos en los delitos, se los dej¨¢ramos a quienes corresponden y pudi¨¦ramos empe?arnos en las formas que queremos para nuestras sociedades. Ser¨ªa tan bueno, digo, que dej¨¢ramos por fin el honestismo.
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