Arnau Fern¨¢ndez Pasalodos : ¡°Me resisto a llamar franquistas a los guardias civiles de la lucha antiguerrillera, para ellos era mera supervivencia¡±
A su bisabuelo anarquista le pegaron un tiro un grupo de guardias civiles hace casi 90 a?os en un pueblo de Arag¨®n. Otra v¨ªctima entre los centenares de miles de la Guerra Civil. Reconstruy¨® aquel asesinato a sangre fr¨ªa y traz¨®, en su libro ¡®Hasta su total exterminio. La guerra antipartisana en Espa?a (1936-1952)¡¯, la historia de la represi¨®n contra el maquis. Un historiador sin ideas preconcebidas y sin prejuicios
Arnau Fern¨¢ndez Pasalodos (Barcelona, 1995) lleva tatuados dos guerrilleros en el b¨ªceps y una rosa, en honor a su madre y su abuela. No son s¨ªmbolos caprichosos, sino la raz¨®n de su ¨¦xito hoy y de su padecimiento en el pasado. Una carga que le pesaba desde ni?o, cuando no le cuadraba lo que le contaban sobre lo que le hab¨ªa ocurrido a su bisabuelo, Manuel Ses¨¦ Mur, en Peraltilla, un pueblo del Alto Arag¨®n, donde lo mataron por su militancia anarquista. Su hija, la abuela de Arnau, muri¨® sin saber la verdad de lo ocurrido. Pero el bisnieto se encarg¨® de despejar los interrogantes para un trabajo de fin de grado y luego de fin de m¨¢ster que fue el germen de su tesis doctoral y que ahora ha publicado Galaxia Gutenberg con el t¨ªtulo Hasta su total exterminio. La guerra antipartisana en Espa?a (1936-1952). En este ensayo, Arnau Fern¨¢ndez da la vuelta al fen¨®meno y ofrece novedosos enfoques generacionales sobre el maquis y su represi¨®n, esa piedra en el zapato del franquismo, que no consider¨® acabada la contienda civil hasta que los elimin¨®. Y un esfuerzo que a Arnau casi le vuelve del rev¨¦s, cuando decidi¨® acometerlo en noches de insomnio y sin catar vacaciones mientras trabajaba en tiendas de muebles o de calzado deportivo hasta reventar. Pero que ha alumbrado a quien hoy, con 29 a?os, es investigador del War Studies perteneciente al University College de Dubl¨ªn aunque vive en Granada, donde tambi¨¦n se van a trasladar sus padres, un transportista jubilado y una mujer que ha trabajado en todo lo que sal¨ªa para ahora disfrutar del ¨¦xito de un hijo con prometedora carrera de historiador.
Usted quiso ser profesor de Ciencias Sociales, ?le gustaba la geograf¨ªa o la historia?
Me gustaban las dos. Incluso creo que se me daba mejor la geograf¨ªa.
?Por eso de recitar capitales de pa¨ªses¡?
Por las banderas, m¨¢s, por reconocer banderas. O recuerdo de muy peque?ito saberme el nombre de los pol¨ªticos, hasta de los consejeros de la Generalitat; ten¨ªa una sensibilidad aleatoria. Tambi¨¦n me gustaba leer y cay¨® en mis manos el libro de Judith Kerr Cuando Hitler rob¨® el conejo rosa, a los ocho o nueve a?os: me parti¨® la cabeza. Me generaron un impacto brutal la violencia, la guerra, la muerte¡, la ruptura de aquellas vidas. Creo que conect¨® con lo que hab¨ªa en mi casa, con lo que le ocurri¨® a mi bisabuelo. Establec¨ª una correlaci¨®n o no s¨¦ qu¨¦ har¨ªa yo entonces.
Pero ?conoc¨ªa bien la historia de su bisabuelo?
No, yo sab¨ªa que se hab¨ªa muerto; bueno, me hab¨ªan dicho que a mi bisabuelo le hab¨ªan matado. De una cosa a otra hay un trecho. No es lo mismo morir a que te maten. Eso se me qued¨® marcado a fuego.
Y empez¨® a plantear preguntas inconvenientes¡
S¨ª, a la abuela, pero no soltaba ni prenda. Contaba que un hermano de derechas lo denunci¨®, que los guardias se presentaron en casa a hacer un registro, hab¨ªa una escopeta por medio y le pegaron un tiro. Me parec¨ªa muy raro.
?Ya pronto not¨® su talento detectivesco?
S¨ª, me plante¨¦ que no pod¨ªa ser. En teor¨ªa, la polic¨ªa est¨¢ para protegernos, seg¨²n mi esquema. ?Los guardias lo mataron cuando se supone que deb¨ªan defenderlo? La gente que hemos nacido en los a?os noventa hemos crecido con esa percepci¨®n.
?Lleg¨® a pensar que su abuelo pod¨ªa haber sido culpable de algo malo?
Tampoco, lo ten¨ªa bastante idealizado. La abuela hablaba cosas buenas de ¨¦l durante la guerra que, por otra parte, he podido comprobar para el libro. Salva la vida al cura del pueblo, por ejemplo. Como anarquista se busc¨® problemas con los responsables de su grupo en el Alto Arag¨®n por ello. Los cuidaba, se mostraba cari?oso, familiar, nada terco, ni duro. Era un personaje m¨¢gico para m¨ª.
?Cree que su abuela asumi¨® aquella versi¨®n que contaba como cierta?
Creo que de tanto contarla la fue convirtiendo para ella en verdad. Convive con dos: una oficial y otra impostada. Pero muri¨® en 2016 sin saber esto. Nunca se lo pude contar, yo lo empec¨¦ a investigar en 2017.
?C¨®mo lo fue reconstruyendo?
Muy poquito a poco. Empec¨¦ preguntando al m¨¦dico del pueblo. En Peraltilla (Huesca) hab¨ªa uno que se dedic¨® a investigador local de vecinos ilustres de all¨ª y de Barbastro. Alfonso Nadal se llamaba, le envi¨¦ un correo. ?l recordaba a mi bisabuelo y fui encontrando documentaci¨®n en archivos, sobre todo en el de Salamanca, el de memoria hist¨®rica, y en el militar de Zaragoza. Ah¨ª encontr¨¦ un consejo con el operativo que se desarroll¨® sobre ¨¦l. Un archivo as¨ª de gordo donde cuentan sus antecedentes pol¨ªticos, la explicaci¨®n paso por paso de lo que los guardias civiles narran de aquel suceso.
Cuando se encuentra un documento as¨ª, que afecta a una historia personal de esa magnitud y a la vez es clave para su trabajo, ?qu¨¦ le ocurre? ?Empieza a temblar?
Cuando lleg¨® a mis manos al envi¨¢rmelo Miguel Alonso, un compa?ero, estuve d¨ªas sin poder mirarlo. Bloqueado. ¡°Aqu¨ª est¨¢ toda la chicha de tu bisabuelo¡±, me dijo. Me lleg¨® por correo, lo imprim¨ª y no lo le¨ª. No sabr¨ªa describir qu¨¦ me pasaba por la cabeza, un poti poti de cosas¡ Hasta que me pudo la curiosidad. Cuando me atrev¨ª dije venga, vamos a echarle agallas, ganas. Tuve la sensaci¨®n de que ah¨ª podr¨ªa hallarse la verdad.
?Se puede encontrar la verdad en un documento oficial?
Se puede, realmente, si sabes discernir, por ejemplo, el lenguaje que utilizan los victimarios. El problema con el documento es que quien lo escribi¨® lo hizo con una caligraf¨ªa horrible. Tuve que ir palabra a palabra y consultando con compa?eros. Hice la transcripci¨®n y cuando dejo de ser historiador y paso a ser el bisnieto de Manuel es cuando describen la autopsia y veo c¨®mo va vestido, por ejemplo. Con un traje de pana, sus zapatos¡ me permitieron imaginarlo. C¨®mo le entra la bala, tambi¨¦n. Lo consult¨¦ con Laura Mu?oz Encinar, una antrop¨®loga forense cojonuda, para entender la trayectoria del proyectil: le entra por la nuca y le sale por el ojo. Interpreto c¨®mo debieron ser esos momentos para todos ellos. Para ¨¦l y para los guardias que llevan la orden de matarlo.
?Por qu¨¦ trata de ponerse en el lugar de los asesinos de su bisabuelo?
Porque si no intento ponerme en ese lugar, carece de sentido su muerte. Si me quedo s¨®lo con la trayectoria de mi bisabuelo y no de sus victimarios, de c¨®mo se llaman, de qu¨¦ estrato social vienen, sus familias, por qu¨¦ cumplen la orden o no, seremos incapaces de entender la situaci¨®n en su conjunto. ?Por qu¨¦ ellos van y cumplen? ?Por qu¨¦ no ponen excusas, como hac¨ªan muchos en su caso, que le pasan el marr¨®n a otro y se ahorran el trago de tener que matar a un campesino? El tiro se lo pegan a poca distancia. Eso es de una sangre fr¨ªa¡
?Y quiso saberlo todo sobre ellos? ?Cree que fueron personas con una concepci¨®n meramente profesional de su trabajo o fan¨¢ticos?
Lo que yo trato de explicar en el libro es que exist¨ªa una gran diferencia entre la oficialidad y la tropa. El guardia raso, hasta el cabo, lo asume como un trabajo. Gente que, por un dinero al mes, se mete en un cuartel con la familia, ganan tanto y tienen la supervivencia garantizada. ?Son elementos politizados? Me da la impresi¨®n de que no. ?Son franquistas? Yo creo que tampoco. Pero, ojo, el oficial, los mandos, cuando empiezas a ver las ¨®rdenes que emiten, el lenguaje que emplean y c¨®mo tratan a la tropa, te permite observar que son elementos m¨¢s ideologizados, aunque no s¨¦ si fanatizados. Incluso muchos de ellos nos podemos atrever a decir que son franquistas.
Habla con cautela¡
Siempre, siempre. Hay que evitar la tentaci¨®n de ser categ¨®rico, que si no te llueven palos por todos lados. Alguno lo fue, por ejemplo, Camilo Alonso Vega, director general de la Guardia Civil.
?Hombre! Amigo ¨ªntimo de Franco, conocido, adem¨¢s como Camulo¡
Un franquista de pro. No solo es amigo, sino que le beneficia su amistad con ¨¦l. Todo el mundo le ten¨ªa pavor, era m¨¢s franquista que Franco, s¨ª. Luego hay otros, como Eulogio Limia P¨¦rez, que se especializan en la lucha antiguerrillera, un tipo que se tira 20 a?os persigui¨¦ndolos y se cre¨ªa por encima de todos en esa materia.
Afirma usted que la lucha antiguerrillera comienza en el a?o 1936 y no al final de la contienda civil. ?Quiere atizar la pol¨¦mica?
Para m¨ª empieza ah¨ª, aunque la historiograf¨ªa ha sostenido que surge en 1939 o incluso en 1943-1944. Para m¨ª, la guerrilla es lo que hace a la gente sumarse a la resistencia, primero a la republicana y luego a la antifranquista. Un espacio de supervivencia siempre. No tiene como objetivo derrocar la dictadura. Muchas comunidades republicanas se echan al monte o a la sierra desde el inicio de la guerra a medida que las tropas rebeldes toman los territorios. ?A qu¨¦ podemos llamar guerrilla? No veo diferencia en quienes la forman en los a?os cuarenta y los que lo hacen antes. Es verdad que cuanto m¨¢s pasa el tiempo cuentan con m¨¢s apoyos y m¨¢s experiencia, que ganan capacidad de operaci¨®n, pero ya est¨¢n ah¨ª muchos de ellos desde 1936. Y lo importante es c¨®mo los percibe el enemigo. Desde el principio, Queipo de Llano o Franco les llaman guerrilleros, no huidos o bandoleros. Son conscientes de que tienen un problema en la retaguardia.
Tampoco se trata de una rareza, adem¨¢s, sino de un fen¨®meno europeo.
Lo es y debemos romper con esa idea de excepci¨®n porque adem¨¢s es algo precursor en el continente: se anticipa cuatro o cinco a?os a la guerrilla sovi¨¦tica, a la yugoslava, italiana o griega. Son iguales: espacios de supervivencia creados tras las l¨ªneas alemanas. A esas partidas se suman los jud¨ªos, que escapan de las persecuciones locales.
Seg¨²n usted, la guerra antipartisana en Espa?a lo fue en contra del medio rural. ?Su generaci¨®n quiere dar un enfoque ecol¨®gico al fen¨®meno?
S¨ª, creo que tambi¨¦n es un aspecto que se ha considerado poco. Es una guerra contra el espacio natural y contra quienes viven del mismo. Entienden que el medio es un enemigo susceptible de convertirse en un arma para vencerla mediante quemas de bosques, por ejemplo. En ese tema queda todo por investigar. Dentro del cat¨¢logo de odios activos dentro del r¨¦gimen franquista, a?adimos tambi¨¦n ese odio al bosque o al entorno natural como a un enemigo, un aliado del adversario. Los guerrilleros generalmente pertenecen al lugar; los guardias son fuerzas de ocupaci¨®n, marcianos. Establecen nuevos cuarteles. Conquistan terreno por medio de los cuartelillos. La represi¨®n que ejercieron a nivel estrat¨¦gico fue muy eficaz.
Entre esas habilidades estrat¨¦gicas ?podemos incluir el uso del lenguaje? Por ejemplo, cuando a partir de un determinado momento pasan de calificar a la guerrilla de ¡°bandoleros¡±.
Fue a partir del a?o 1940. Mientras dura la guerra, entra dentro de la l¨®gica del conflicto. Cuando vencen, comienzan a ver la necesidad de taparlo. ?C¨®mo? Entre otras cosas, mediante el lenguaje. Hacen multitud de circulares instando a los guardias a llamarles as¨ª: bandoleros. No guerrilleros, como hasta entonces, ni maquis, ni soldados republicanos. Son directrices constantes a todas las comandancias que a los guardias les cuesta cambiar porque entre ellos les llaman guerrilleros.
Cuenta tambi¨¦n el acoso a las familias y vecinos.
Eso es importante. Entienden que es mucho m¨¢s f¨¢cil reventar los apoyos locales que ir directamente al monte.
?Han sido poco reconocidas las familias y concretamente las mujeres de los maquis y guerrilleros?
Debemos considerar a las mujeres guerrilleras. As¨ª las consideraron los propios represores.
Y si los represores les dieron ese apelativo, ?por qu¨¦ los historiadores se lo quitan?
Porque hace falta un punto de vista feminista sobre la historiograf¨ªa. Entender a la mujer como un sujeto central de esta historia, no auxiliar ni colateral. Son guerrilleras, claro que lo son.
?Qu¨¦ papel desempe?¨® directamente Franco en esa lucha?
Hasta ahora no se hab¨ªa analizado profundamente. Su implicaci¨®n es total. Coloca al frente a uno de sus mejores amigos. Le da carta blanca. Delega la represi¨®n en alguien de su m¨¢xima confianza. Cada cuatro d¨ªas recibe un informe sobre el asunto y firma personalmente incentivos. Por cierto, Camilo Alonso Vega no cuenta con una biograf¨ªa. Vamos con retraso en eso, pero es una oportunidad muy buena para nuestra generaci¨®n, por ejemplo.
Los incentivos para una tropa, que usted trata de entender muy a fondo. Esa empat¨ªa con el guardia civil raso. Un aspecto que entra dentro del periodismo, como hacen Chaves Nogales o Ram¨®n J. Sender, pegados m¨¢s al terreno que a los archivos. ?Debe el historiador centrarse m¨¢s en eso?
O como Svetlana Aleksi¨¦vich, a quien admiro profundamente. Creo que s¨ª. Y eso me lleva a resistirme un poco a calificar a aquellos guardias civiles implicados en la lucha antiguerrillera como franquistas. Me resisto a llamarlos franquistas, muchas actitudes que he comprobado me llevan a esa conclusi¨®n. Muchos no est¨¢n ah¨ª para construir una dictadura sino para cobrar un sueldo, y quieren hacerlo sin cargo de conciencia, en un momento que saben que no va a durar, que se acabar¨¢ y que pueden sobrevivir a la experiencia un a?o o dos y ya est¨¢. Me cuesta dar ese componente ideol¨®gico a muchos de esos hombres. Los requisitos, adem¨¢s, eran muy sencillos: saber leer, escribir, la cartilla y poco m¨¢s.
Un lumpen proletariado del r¨¦gimen dice usted, envuelto en una guerra larga, con m¨¢s de 8.000 v¨ªctimas.
Efectivamente, con una vida de mierda. Yo, de hecho, sit¨²o el final de la Guerra Civil ah¨ª, en 1952, porque es el a?o en que la Guardia Civil habla de haber eliminado a la mayor¨ªa de las partidas. Recopila informaci¨®n de todos los ¨¢mbitos y realiza informes, como hizo Eulogio Limia P¨¦rez. No lo afirmo categ¨®ricamente, lo dejo en ese punto basado en la documentaci¨®n de la propia dictadura. Ellos consideraban que fue una continuaci¨®n de la Guerra Civil, as¨ª que, con arreglo a eso, lo podemos empezar a discutir. En el a?o 1944, Franco firma un pre¨¢mbulo de decreto ley para premiar a quienes libran la lucha pirenaica y dice en ¨¦l que la lucha contra la guerrilla es la continuaci¨®n del victorioso remate de la guerra nacional. Para m¨ª ese es el documento m¨¢s importante de este libro. O sea que, para ¨¦l, en 1939 no se hab¨ªa rematado.
Todo sea por un buen trabajo¡
Que a m¨ª me ha costado un esfuerzo tremendo. Javier Rodrigo me anim¨® a escribir esta tesis, pero yo no ten¨ªa becas.
?Por qu¨¦?
Yo hab¨ªa sacado la carrera con un 7 de media, eso implicaba que no conseguir¨ªa ayudas y que para meterme deb¨ªa trabajar y estudiar al tiempo, lo que me cost¨® a?os de sue?o y psic¨®logos. Trabajaba ocho horas en Ikea, llegaba a casa, hac¨ªa vida con mi pareja y escrib¨ªa. Sin vacaciones. En vez de playa, al archivo. Un periodo muy jodido. Tres a?os a pi?¨®n, una huida hacia adelante. Revent¨¦. O acababa la tesis o la tesis acababa conmigo. Si la terminaba tendr¨ªa opci¨®n a un trabajo posdoctoral, pero previamente, nada. Javier Rodrigo y David Alegre, mis directores de tesis, me animaron siempre, aunque tambi¨¦n me dec¨ªan que parara. Tuvo su peaje, desarroll¨¦ un cuadro de ansiedad generalizada que dura hasta hoy.
?No lo padec¨ªa antes?
S¨ª, y obsesivo, desde peque?o. Pero ha merecido la pena. Y seguir¨¦ escribiendo sobre los guerrilleros. Tambi¨¦n por ver c¨®mo han vivido todo esto mis padres. Cuando le¨ª la tesis, mi padre se pas¨® la sesi¨®n llorando. Cada vez que ve un ejemplar del libro en una librer¨ªa me manda una foto, tambi¨¦n, a veces, llorando. Entra a las librer¨ªas para decir que soy su hijo. Lo perciben como un triunfo de las clases populares. Yo me saqu¨¦ la carrera trabajando, por eso no ten¨ªa tiempo para lograr las notas necesarias para una beca. Mis compa?eros en la misma situaci¨®n, igual, pero como sus familias les pod¨ªan ayudar, ten¨ªan m¨¢s tiempo.
?Est¨¢ ah¨ª la clave de la desigualdad?
Bueno, si hubiese tenido m¨¢s horas, otro gallo hubiera cantado. Muchos en la misma situaci¨®n que yo no pueden, pese a ser su sue?o. Falta financiaci¨®n y es una mierda el mundo acad¨¦mico. Me gustar¨ªa cambiar cosas ah¨ª, si sigo por este camino.
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