Paiporta, una herida abierta
Nadie en Paiporta olvidar¨¢ el 29 de octubre, cuando una ola de barro arras¨® todo. De los 231 muertos que caus¨® la dana, 46 fueron vecinos de esta localidad que qued¨® completamente inundada. Mar¨ªa fue arrastrada violentamente por la riada antes de lograr salvarse en el balc¨®n de un primer piso. Laura estuvo cuatro horas encaramada en un ¨¢rbol presa del miedo. Son dos de las historias con las que reconstruimos, hora a hora, una tarde y noche dantescas y lo que vino despu¨¦s. La fecha m¨¢s tr¨¢gica de 2024 en Espa?a, desde el epicentro del desastre
A las diez de la ma?ana del martes, 29 de octubre, se puso a llover en la sierra de las Cabrillas, en la provincia de Valencia. La estaci¨®n de Siete Aguas *, sumada a las cercanas de Chiva y de la Rambla del Poyo, marcaron un acumulado de 46 litros por metro cuadrado en dos horas. ¡°No es tant¨ªsimo, pero prepara el camino¡±, explica un t¨¦cnico experto en territorio y agua. ¡°Rompi¨® el umbral de escorrent¨ªa. Dej¨® el terreno al l¨ªmite de no poder absorber m¨¢s¡±. A esa misma hora, en la localidad de Paiporta, lim¨ªtrofe al sur con la ciudad de Valencia y a unos 50 kil¨®metros de la tormenta, Mar¨ªa Garc¨ªa, de 30 a?os, llega a casa despu¨¦s de haber hecho crossfit a primera hora. Mira al cielo y, aunque gris, no ve lluvia. Vive en un bajo en la calle de Santa Anna. Su madre, Maru, reside en el primer piso. Laura Requena, de 33 a?os, sale tambi¨¦n a esa hora de casa de su novio, David, donde hab¨ªa pasado la noche. Desde Paiporta se dirige al barrio de Malilla, en Valencia, donde trabaja. ¡°Creo que dan lluvia, ?quieres que te lleve?¡±, le pregunta David antes de irse. ¡°Le dije que no. Que me hab¨ªa sacado hace poco el carn¨¦ de conducir y que quer¨ªa practicar. Adem¨¢s, no llov¨ªa¡±. Al otro lado del pueblo, en la calle de Sant Joaquim, Javier Torrens, de 47 a?os, est¨¢ sentado frente al ordenador en la inmobiliaria que abri¨® hace unos a?os con su socio y amigo Jos¨¦ Pacheco. ¡°No somos amigos, somos hermanos¡±, puntualiza. Su hija, Valentina Torrens, de 25 a?os, entra a trabajar a esa hora en una perfumer¨ªa de la calle del Primer de Maig.
* Estaci¨®n de Siete Aguas
La Agencia Estatal de Meteorolog¨ªa, la Aemet, llevaba varios d¨ªas emitiendo avisos en los que se indicaba que, probablemente, se producir¨ªan chubascos fuertes en la provincia de Valencia. Por eso la Generalitat estaba en prealerta. Ni Mar¨ªa, ni Laura, ni Javier, ni Valentina estaban especialmente preocupados por estos avisos. En algunos casos ni siquiera se hab¨ªan enterado. De todas formas, en Paiporta segu¨ªa sin llover.
Hay un cauce llamado barranco del Poyo que nace muy cerca de la sierra donde est¨¢ lloviendo y que avanza 41 kil¨®metros como un r¨ªo seco hasta desembocar en La Albufera, humedal al sur de Valencia. El barranco atraviesa Paiporta y divide la localidad en dos partes casi iguales. Sus 27.000 habitantes pertenecen a un continuo urbano conocido como l¡¯Horta Sud que forma parte del ¨¢rea metropolitana de la capital. Anta?o dedicado a la agricultura, hoy es un pueblo sobre todo industrial y con gran cantidad de vecinos que trabajan en Valencia.
Dos horas m¨¢s tarde, a las doce de la ma?ana, hay una nueva tormenta en la misma zona que la anterior. Es mucho m¨¢s fuerte. Es, ahora s¨ª, una dana. Las tres estaciones recogen un total de 214 litros por metro cuadrado. El suelo ya no puede: comienza a bajar agua por el caudal del barranco. El sensor de Riba-roja *, situado a unos 15 kil¨®metros de Paiporta, detecta 264 metros c¨²bicos por segundo. La Conferencia Hidrogr¨¢fica del J¨²car (CHJ), dependiente del Ministerio para la Transici¨®n Ecol¨®gica y, a su vez, de la vicepresidencia tercera del Gobierno, ha enviado un e-mail de aviso a la Generalitat.
*Sensor de Riba-roja
¡°La Aemet es la encargada de avisar de las precipitaciones. La CHJ avisa del caudal. Pero estos dos organismos emiten avisos, no alertas. No tienen capacidad de activar protocolos¡±. Lo explica Chema Rodr¨ªguez, t¨¦cnico de Emergencias. ¡°El organismo correspondiente, en este caso, es la Generalitat de Valencia¡±. Por eso, tras recibir la informaci¨®n, la Generalitat, a trav¨¦s del 112, cuelga a las 12.20 el aviso en redes sociales y llama al Ayuntamiento de Paiporta, que procede con el protocolo.
¡°Nos indicaron que retir¨¢semos algunos coches cercanos al barranco y que cerr¨¢semos el polideportivo, el cementerio y otras instalaciones¡±, explica Laura Cervera, oficial de la Polic¨ªa Local de Paiporta. El Ayuntamiento lo hace p¨²blico a trav¨¦s de sus redes sociales: ¡°Se recomienda tomar precauciones¡±. Son las 12.47. Pero no llueve. ¡°Por eso algunos padres y madres se quejaron; no entend¨ªan que los ni?os se tuvieran que quedar sin actividades¡±.
*Calle de Santa Anna
En su bajo de la calle de Santa Anna *, Mar¨ªa le pone la comida a Aris, su peque?a perrita, y se prepara la suya. Hace lo mismo Javier, que se quedar¨¢ ya en casa teletrabajando por la tarde. Valentina, su hija, tiene turno partido y deber¨¢ regresar a la perfumer¨ªa despu¨¦s de comer. En Valencia, Laura Requena aprovecha el descanso en su jornada para ir a la peluquer¨ªa. Son las dos de la tarde. La CHJ detecta que el caudal sigue subiendo. Se mantiene la situaci¨®n 1 decretada a las 7.45 por la Generalitat.
A las 14.30 el agua que baja por el barranco se hace finalmente visible en Paiporta. Laura Cervera la ve cuando patrulla junto al cauce. ¡°No era mucha, pero me llam¨® la atenci¨®n porque no llov¨ªa¡±. Ayudada por algunos compa?eros polic¨ªas, coloca unas vallas en los accesos al barranco para evitar que la gente se acerque.
A las 15.01 la CHJ comprueba que el caudal del barranco del Poyo no deja de aumentar. Se decide pasar a situaci¨®n 2. ¡°Esto implica, seg¨²n el protocolo, que se tiene que constituir el Cecopi, centro de emergencias integrado por los cuerpos y fuerzas auton¨®micas y estatales, como la UME o el Ej¨¦rcito¡±, explica Chema Rodr¨ªguez. Pero la reuni¨®n tardar¨¢ dos horas en producirse.
Mientras se dirige a cumplir su turno de tarde en la perfumer¨ªa, Valentina tambi¨¦n se fija en que baja agua por el barranco. Son las 15.45 y le env¨ªa un audio a su padre, Javier. ¡°No entiendo que me manden a trabajar en alerta roja¡±, le dice. Javier le responde bromeando: ¡°Mira que si te pilla el fin del mundo trabajando¡¡±.
En Valencia Laura Requena ha salido ya de la peluquer¨ªa. En su casa, Mar¨ªa recibe un mensaje de su primera clienta de la tarde para arreglarse las u?as: cancela la cita. Poco despu¨¦s, a las cinco de la tarde, estalla, de nuevo lejos de Paiporta, la tercera y definitiva tormenta del d¨ªa. Una dana in¨¦dita. En la sierra y alrededores se abre el cielo. En menos de tres horas se acumula, solo en la estaci¨®n de Chiva, 369 litros por metro cuadrado. Esa estaci¨®n recoge, de media en un a?o, unos 500 litros. Al final de ese 29 de octubre el registro de la Aemet se?alar¨¢ un acumulado en 24 horas de m¨¢s de 800 litros.
Seg¨²n un informe preliminar de World Weather Attribution (WWA) del que se hace eco The Guardian el 4 de noviembre, esta dana fue un 12% m¨¢s potente que el promedio de las registradas hasta la fecha. El informe atribuye este diferencial a los cambios en el clima. Tambi¨¦n advierte de un aumento de la probabilidad de que vuelva a ocurrir. ¡°La cantidad de agua que cay¨® es inimaginable¡±, dice el t¨¦cnico experto en territorio y agua. Pide usar un nombre ficticio, Pedro, ya que durante a?os ha trabajado para la Generalitat de Valencia y prefiere guardar el anonimato. Una cantidad inimaginable que empez¨® a bajar por el barranco.
A la misma hora que la tercera dana estalla, a las cinco de la tarde, se celebra por fin la reuni¨®n del Cecopi. ¡°Tarde¡±, valora Chema. ¡°Hasta que no se constituye esa reuni¨®n no hay un debate cara a cara de todos los organismos y no hay toma de decisiones¡±. Carlos Maz¨®n, presidente de la Generalitat, no est¨¢ en la reuni¨®n y es la consejera de Interior, Salom¨¦ Pradas, quien lidera la sala. Semanas despu¨¦s ser¨¢ destituida. En este primer intercambio de informaci¨®n, y seg¨²n relatan varios medios incluido EL PA?S, no se actualizan los datos del caudal del barranco del Poyo. En los municipios cercanos a la tormenta, como Chiva, han comenzado las inundaciones y el 112 se llena de llamadas. ¡°Estos barrancos tienen un desnivel enorme; el agua corre muy deprisa, casi a cinco metros por segundo. Desde que el medidor avisa hasta que llega a Paiporta pasa muy poco tiempo¡±, explica Pedro.
A las 17.40 la polic¨ªa Laura Cervera ve la masa de agua. ¡°Me acerqu¨¦ al barranco porque vi a unos cr¨ªos tirando las vallas que hab¨ªamos colocado. Les fui a llamar la atenci¨®n y cuando me asom¨¦ me qued¨¦ sorprendida por la cantidad de agua que bajaba y por lo r¨¢pido que lo hac¨ªa¡±.
Laura va acompa?ada por Alonso Urrea y se unen Marc Herv¨¢s y Sergio Borrego, todos ellos agentes. Entre los cuatro intentan llamar al 112 para actualizar la situaci¨®n. Son las seis de la tarde. Nadie responde. ¡°No es que estuviera colapsada la l¨ªnea. Es que no respond¨ªan. Desde esa hora nunca volvimos a conseguir hablar con ellos¡±.
A las 18.05, el sensor de la Rambla del Poyo marca un caudal de 993,6 metros c¨²bicos por segundo. Tampoco esta vez la CHJ env¨ªa e-mail. En Paiporta sigue sin llover.
En 10 minutos Laura y sus compa?eros se organizan. ¡°El agua iba ya muy alta¡±. Marc y Sergio cruzan el barranco y Laura y Alonso se quedan en la parte norte. Desde sendos coches recorren las calles mientras lanzan un bando por la megafon¨ªa: ¡°El barranco se ha desbordado, por su seguridad suban a sus domicilios¡±.
Mar¨ªa, en su bajo, no lo oye. Tampoco Javier en casa ni Valentina en la perfumer¨ªa. Laura, en Valencia, sale de trabajar, coge el coche y pone rumbo a Paiporta.
¡°?Sabes lo que nos encontramos mientras lanz¨¢bamos el bando? A un mont¨®n de gente que empez¨® a correr hacia el barranco para grabarlo¡±, recuerda Marc. A las 18.25 el barranco del Poyo, a su paso por Paiporta, se desborda.
Un palmo de agua comienza a avanzar por la rotonda del pont nou. ¡°Empezamos a ver gente bajando a los garajes a sacar los coches¡±, dice Marc. Javier, el padre de Valentina, es uno de ellos. ¡°Es algo normal aqu¨ª: todos los a?os los garajes se inundan un palmo y sacamos los coches. Nadie pod¨ªa imaginar lo que iba a pasar¡±. Cuando regresa a casa, piensa en ir a buscar a Valentina, pero su hijo peque?o le suplica que se quede, que es peligroso. ¡°Estaba con dos compa?eras en la perfumer¨ªa limpiando porque no hab¨ªa gente¡±, dice Valentina. ¡°Se asom¨® una se?ora y nos dijo que el barranco se hab¨ªa desbordado. As¨ª que decidimos bajar la persiana¡±.
*Rotonda de la Casa Gris
A las 18.35 Laura Requena regresa de Valencia y llega a la conocida como rotonda de la Casa Gris *, en Paiporta, uno de los accesos principales. Debido a la cantidad de coches saliendo de garajes se encuentra con un atasco. ¡°Pensaba en un accidente, pero me llam¨® mi hermana: ¡®Sal de ah¨ª, que el barranco se ha desbordado¡¯. Lo intent¨¦, pero estaba bloqueada¡±.
Los polic¨ªas Laura Cervera y Alonso Urrea llegan a la misma rotonda y comienzan a cortar la calle. Laura se fija en que el agua les cubre los tobillos. Ocho minutos m¨¢s tarde la CHJ env¨ªa, por fin, un e-mail en el que informa de que el caudal del Poyo es de 1.686 metros c¨²bicos por segundo, m¨¢s de 11 veces por encima de los 150 que se establecen como el umbral m¨¢ximo de aviso en los protocolos. Pese a ello, desde el Cecopi no sale ninguna alerta a la ciudadan¨ªa. A las 18.45 llega a la rotonda otro polic¨ªa, Rafael Hern¨¢ndez, que est¨¢ fuera de servicio. ¡°Baj¨¦ con lo puesto y me encontr¨¦ a conductores abandonando sus veh¨ªculos¡±. Laura Requena es una de ellas: ¡°Decid¨ª subirme a la rotonda¡±. El agua ya llega a las rodillas.
A las 18.50, con la persiana bajada, Valentina y sus dos compa?eras ven pasar un contenedor flotando. El nivel del agua no es tan alto, pero la densidad del fango y el lodo empieza a mover todo lo que hay por las calles. ¡°Decidimos meternos en el almac¨¦n del fondo de la tienda y cerrar la puerta¡±. Cinco minutos despu¨¦s la estaci¨®n de medici¨®n de la Rambla del Poyo es destruida por el agua. El ¨²ltimo dato que arroja es 2.282 metros c¨²bicos por segundo. Desde la Generalitat siguen sin enviar la alerta. ¡°Lo que me cuentan compa?eros es que a esa hora empezaron a discutir el texto de la alerta¡±, dice Chema. ¡°Pero ese texto est¨¢ protocolizado, no puede haber un debate pol¨ªtico en ese momento¡±.
¡°Me da la sensaci¨®n de que hubo un c¨¢lculo pol¨ªtico y ah¨ª se perdi¨® un tiempo precioso. Falt¨® liderazgo¡±, dice Pedro. Carlos Maz¨®n, presidente de la Generalitat, sigue sin aparecer y pocos d¨ªas despu¨¦s trascender¨¢ que, en ese momento, se encuentra de sobremesa en el reservado de un restaurante con una periodista.
Son las siete de la tarde cuando la oficial Laura Cervera decide que tiene que ir al origen del atasco. Se dirige hacia la V-30, la carretera que separa Valencia de Paiporta, y comienza a desbloquear la salida para que no entren m¨¢s veh¨ªculos. ¡°Ten¨ªa que discutir con cada conductor porque se enfadaban¡±. Su compa?ero Alonso recibe un aviso de una mujer con su hija atrapada en el techo de un coche, se dirige hacia all¨ª, pero llegar¨¢ solo hasta la siguiente rotonda, donde se tendr¨¢ que refugiar. Marc y Sergio, en la parte sur de la ciudad, comienzan a evacuar gente de garajes, portales y bajos. ¡°Fue lo m¨¢s agotador de mi vida, recorr¨ªamos calles con el agua por los muslos¡±.
Manuel Oca?a, intendente de la Polic¨ªa Local, intenta coordinar la operativa atascado junto al cuartel de la Guardia Civil *. En minutos se ver¨¢ subido a la caseta de un transformador mientras la riada se lleva todo a su paso, incluido un muro del cuartel que dejar¨¢ dos fallecidos.
*Cuartel de la Guardia Civil
A las 19.30 el presidente de la Generalitat, Carlos Maz¨®n, llega a la reuni¨®n del Cecopi. La decisi¨®n de enviar el mensaje de la ES-Alert a los m¨®viles est¨¢ tomada, pero no se ejecuta. A esa hora el agua alcanza la altura de los faros de los coches y comienza a arrastrarlos.
A las 19.50 Rafael, el polic¨ªa fuera de servicio, se da cuenta de que hay que ponerse a salvo. El agua le llega a la cintura. Ve a Laura Requena subida a la rotonda ¡°temblando, como en shock¡±, recuerda. Junto a un chico de 20 a?os llamado David se suben al techo de un coche. ¡°Me ayudaron, estaba bloqueada¡±, explica Laura. Rafael le dice que se agarre a ellos. En minutos el agua empieza a arrastrar el coche. ¡°Iba aferrada a ellos con todas mis fuerzas. Caerse supon¨ªa ahogarse. Navegamos hasta que chocamos con un mont¨®n de coches atascados en el parque de Villa Amparo *¡±. Con el coche varado, Laura, Rafael y David saltan de techo en techo hasta alcanzar un ¨¢rbol. ¡°Los techos resbalaban, estaba empapada y muerta de fr¨ªo. La ¨²nica posibilidad era trepar. Otra vez ellos me ayudaron. Les dec¨ªa: ¡®No voy a poder¡¯. Y ellos: ¡®S¨ª vas a poder¡±.
*Parque de Villa Amparo
Laura se sube a la espalda de David y se encarama a horcajadas sobre una rama. Rafael y David se suben al ¨¢rbol de al lado. Estar¨¢n as¨ª m¨¢s de cuatro horas. ¡°Tard¨¦ en darme cuenta de que hab¨ªa otras dos mujeres en mi ¨¢rbol¡±, dice Laura. ¡°Estaba oscuro, apenas nos ve¨ªamos y el ruido del agua era tan tremendo que ten¨ªamos que hablar a gritos. Yo ve¨ªa c¨®mo segu¨ªa subiendo y los coches chocaban con el tronco. Entre nosotras nos d¨¢bamos ¨¢nimos. Yo estaba helada. Se me durmieron las piernas y los brazos y el viento y el agua mov¨ªan el ¨¢rbol. Empec¨¦ a pensar qu¨¦ har¨ªa si ca¨ªa, pero sab¨ªa que, si ocurr¨ªa, no ten¨ªamos ninguna posibilidad¡±.
En la parte sur de Paiporta los agentes Marc y Sergio avanzan por la calle de Sant Josep y, ayudados por vecinos, sacan gente de los bajos. ¡°Escuch¨¢bamos gritos de socorro por todas partes, pero no pod¨ªamos atender a todos¡±, recuerda Sergio. ¡°Y hay un momento que la situaci¨®n cambia¡±. A las 20.03 se escucha un estruendo. ¡°Levanto la vista y veo como una ola, llena de ca?as y ramas. Una ola¡±, dice Marc, todav¨ªa incr¨¦dulo. Antoni Monteagudo, vecino de la calle perpendicular, tambi¨¦n lo ve desde su ventana: ¡°Es que en esa ola yo ni vi llegar agua, te lo juro. Veo solo ca?as y ramas, un ruido tremendo, como la pel¨ªcula esa, Lo imposible. Tal cual¡±.
¡°Es el llamado frente de onda¡±, explica el t¨¦cnico Pedro. ¡°La nula resistencia hace que el agua cobre velocidad y se forme como una ola. En Paiporta tuvo lugar un flujo preferente, que es cuando el agua avanza a m¨¢s de un metro por segundo y con m¨¢s de un metro de altura. Eso no es una inundaci¨®n, eso es un tsunami¡±.
La ola sumerge Paiporta. En algunos puntos de la intersecci¨®n entre la calle de Sant Josep y de Santa Anna, donde Marc y Sergio logran ponerse a salvo sobre una montonera de coches, la marca del agua alcanza los 2,80 metros de altura. Es la zona cero de la zona cero. El agua llega a entrar en algunos balcones del primer piso. Justo en ese lugar est¨¢ Mar¨ªa, en su bajo encerrada, despu¨¦s de haber atendido la manicura de una clienta.
Minutos antes, Maru, su madre, que ve el agua entrar desde el primer piso, la llama por tel¨¦fono. ¡°?Sal de ah¨ª!¡±. Mar¨ªa mira por la ventana y ve pasar un coche arrastrado. Intenta abrir la puerta, pero la presi¨®n del agua se lo impide. ¡°Se cerr¨® de golpe¡±, recuerda. ¡°Llam¨¦ a mi madre y le dije que por favor vinieran a por m¨ª¡±. En ese momento, la puerta revienta. ¡°Recuerdo una tromba de agua y salir disparada hacia el fondo de la casa. Los muebles se me vinieron encima. Me acuerdo de la cama flotando y de la sensaci¨®n del agua helada. Cog¨ª a mi perrita Aris, me la at¨¦ y sal¨ª nadando¡±. Mar¨ªa logra cruzar el umbral de su puerta contra corriente y se aferra a las rejas de su ventana. Aguanta una corriente que cada vez es m¨¢s fuerte. Todo tipo de objetos la golpean. En el balc¨®n, su madre contempla la escena. Enfrente, desde su ventana, Antoni Monteagudo ¡ªel vecino que vio la ola llegar¡ª ilumina con una potente linterna para ayudar. En ese momento, a las 20.11, el m¨®vil de Mar¨ªa, que lucha por su vida, el de su madre, el de Antoni y el del resto de los vecinos de Paiporta emite un sonido. Es la alerta de ES-Alert. El Cecopi acaba de enviarla: ¡°Alerta de Protecci¨®n Civil por las fuertes lluvias y como medida preventiva se debe evitar cualquier tipo de desplazamiento¡±.
¡°Esa alerta en ese momento es algo que todos los vecinos vamos a llevar grabado para siempre. Ese sonido y ese mensaje cuando est¨¢bamos en mitad de la riada. Fue como una burla¡±, dice Antoni.
¡°Entre el t¨¦cnico que dice lo que hay que hacer y el pol¨ªtico que toma la decisi¨®n de hacerlo, siempre hay uno o varios asesores pol¨ªticos. Y en el camino de esos asesores muere gente¡±, dice Chema. ¡°Tal vez lo m¨¢s frustrante es que Espa?a tiene unos protocolos y unos medios muy buenos. Pero fallaron las tomas de decisiones y las actuaciones¡±, completa el t¨¦cnico de Emergencias.
Varios vecinos de Maru atan s¨¢banas para intentar subir a Mar¨ªa. Tambi¨¦n una cuerda. Mar¨ªa se la ata al cuerpo y los vecinos tiran, pero no pueden. Est¨¢ dos horas luchando por subir, pero resbala, se desuella las manos y, cuando no puede m¨¢s, decide atar a Aris para que se salve. Mientras suben a la perra, Maru, su madre, ve c¨®mo la corriente se lleva a su hija. ¡°Me di la vuelta y me sent¨¦ en el sof¨¢. No llor¨¦. Me qued¨¦ en shock¡±. Maru estar¨¢ las seis siguientes horas sentada, en silencio y sin saber nada de Mar¨ªa.
Mar¨ªa logra agarrarse al toldo de un estanco, pero dura poco. La fuerza del agua, una riada mezclada con lodo de m¨¢s de dos metros de altura, es brutal. ¡°Me arrastr¨® calle abajo. Yo iba intentando mantener la cabeza fuera, pasaban ramas, maderas, coches¡ Hasta que me estrell¨¦ contra una pared¡±. La pared es la esquina de su calle, Santa Anna, con la de Garc¨ªa Lorca. ¡°Me succion¨® al fondo y luchaba por volver a salir. As¨ª cuatro o cinco veces. Cuando lo consegu¨ª me arrastr¨® en otra direcci¨®n¡±. Mar¨ªa ha doblado la esquina y su cuerpo choca con un coche atascado contra el balc¨®n de un primer piso. ¡°Sub¨ª por el coche y me met¨ª en el balc¨®n. Ah¨ª me di cuenta de que estaba sangrando, ten¨ªa los brazos morados y empec¨¦ a vomitar el agua que hab¨ªa tragado¡±. Una vecina le lanz¨® ropa seca, Mar¨ªa rompi¨® el cristal del balc¨®n y entr¨® en la casa, que estaba vac¨ªa. Ah¨ª permaneci¨® tumbada, exhausta, hasta las cinco de la madrugada, cuando la rescataron.
A pocos metros de all¨ª, Valentina y sus dos compa?eras siguen refugiadas al fondo de la perfumer¨ªa, en el almac¨¦n. En casa, Javier intenta contactar con ella, pero no hay se?al. ¡°Nos subimos al mueble m¨¢s alto del almac¨¦n, dos metros, pero el agua segu¨ªa subiendo. Hay un momento en que me fijo que est¨¢ entrando por la parte de arriba de la puerta y me doy cuenta de que, si nos quedamos ah¨ª, nos vamos a ahogar¡±, cuenta Valentina. ¡°Les dije: ¡®Hay que abrir la puerta. O la abrimos o morimos¡±.
Nadando en el agua helada, Valentina y sus dos compa?eras se ponen de pie sobre la manilla de la puerta y saltan. ¡°Yo llevaba un paquete de pa?ales a modo de salvavidas¡±. Cuando la puerta cede, se quedan bajo el agua. ¡°Tuvimos que bucear y conseguimos sacar la cabeza de nuevo en la tienda¡±. Pero casi no hab¨ªa espacio, el agua estaba llegando al techo. En casa, Javier le dice a su esposa y a su hijo que Valentina va a aguantar. ¡°S¨¦ que est¨¢ viva¡±, repet¨ªa. Por la ventana ven la enorme riada arrasando con todo. ¡°Nos subimos al mueble m¨¢s alto de la tienda y rompimos el doble techo a golpes. Por ah¨ª metimos las cabezas porque el agua ya llegaba al techo. Nos quedamos as¨ª, respirando y escuchando si el ruido atronador del agua de la calle bajaba. Recuerdo que les dije a mis compa?eras: ¡®Va a venir mi padre a sacarnos de aqu¨ª¡±.
A la una de la madrugada Javier no puede m¨¢s. Valentina y sus compa?eras llevan m¨¢s de cuatro horas atrapadas. Sale a la calle, el agua ya no sube, pero le llega a la cintura. Avanza a oscuras, solo iluminado por la linterna de su m¨®vil. Nota bajo el agua tablones, ramas, escala sobre monta?as de coches, escombros, muebles. Magullado, helado y empapado, llega a la calle donde est¨¢ Valentina y escucha sus gritos pidiendo ayuda. ¡°Cinco chicos bajaron a ayudarme. No s¨¦ c¨®mo, pero conseguimos levantar la persiana a pulso¡±. ¡°Yo escuch¨¦ la voz de mi padre y mir¨¦ a mis compa?eras: ¡®Os lo dije¡¯. Vimos que se levantaba la persiana y salimos buceando¡±. Ya en la calle, con el agua casi por el pecho, en mitad del silencio y la oscuridad, Valentina y Javier se abrazan.
A esa hora, en el cuartel de la Guardia Civil, junto al parque de Villa Amparo, Manuel Oca?a, intendente de la Polic¨ªa, organiza una cadena humana y empiezan a bajar gente de los ¨¢rboles. Una de ellas es Laura Requena, que hab¨ªa vuelto de trabajar en Valencia aquella tarde. ¡°Mi ¨¢rbol resisti¨®. Yo estaba temblando, no pod¨ªa parar de llorar. Pero viva¡±.
Es la 1.30. El nivel del agua empieza a descender. Paiporta ha sido arrasada.
***
El 100% del t¨¦rmino municipal se ha inundado. Todo lo que est¨¢ por debajo de dos metros ha sido destruido en Paiporta. Han perdido la vida 46 vecinos. Es la localidad m¨¢s afectada de la regi¨®n, que suma 223 muertos (siete m¨¢s en Castilla-La Mancha y otro en Andaluc¨ªa), tal y como recogen los datos del Consejo General del Poder Judicial. Es como si por unas horas hubieran metido Paiporta en un pantano. ¡°Para hacernos una idea: los modelos del Sistema Nacional de Cartograf¨ªa prev¨¦n inundaciones tan elevadas que, estad¨ªsticamente, solo se dar¨ªan una vez cada 500 a?os¡±, explica Pedro. ¡°Pues bien, esta inundaci¨®n lo duplic¨®. La probabilidad de que ocurra es de una cada 1.000 a?os. Los modelos de 500 a?os recogen que en Paiporta se inundan seis calles, pero se inundaron todas. No hay modelo que pueda prever eso. Y, francamente, no hay forma de pararlo¡±.
Los polic¨ªas Manuel Oca?a, Laura Cervera y Alonso Urrea se unen y comienzan a caminar a oscuras y empapados hacia el centro del pueblo. Sus compa?eros Marc Herv¨¢s y Sergio Borrego hacen lo mismo. Paiporta es una monta?a de barro, veh¨ªculos, escombros, ¨¢rboles y ca?as.
¡°Recuerdo el silencio. Se interrump¨ªa solo por gritos de gente atrapada o por alarmas de coches. Recuerdo el olor a gas mezclado con gasolina y barro. Recuerdo los chispazos de las farolas¡±, explica Manuel. ¡°Llev¨¢bamos palos para ir clavando en el fango. Nos llegaba m¨¢s arriba de la rodilla¡±, recuerda Alonso. Y Laura a?ade: ¡°Con la luz de los m¨®viles ten¨ªamos que subir por encima de pilas de coches que llegaban hasta un primer piso. Todo estaba lleno de ramas y escombros que formaban una masa con el barro. Tambi¨¦n ve¨ªamos animales muertos y cuerpos que asomaban entre el fango¡±.
A las dos de la madrugada la jueza de Torrent llega a la gasolinera Texaco *, a la entrada de Paiporta, el ¨²nico lugar practicable. Enseguida se convertir¨¢ en el puesto de mando avanzado. Lo hace acompa?ada de un equipo forense. ¡°Los vecinos nos ped¨ªan ayuda, se o¨ªan gritos en todas direcciones. Nos iban marcando d¨®nde hab¨ªa cuerpos y, cada vez que localiz¨¢bamos uno, llam¨¢bamos a la jueza. Fue un proceso lento y penoso¡±, dice Laura.
*Gasolinera Texaco
Paiporta es como una pel¨ªcula apocal¨ªptica. Cientos de personas deambulan en estado de shock por las calles devastadas. Se forma una procesi¨®n de gente que comienza a abandonar el pueblo. ¡°Era como ver zombis¡±, dice Antoni. ¡°Todos embarrados, caminando en silencio¡±.
¡°Est¨¢bamos superados. Cada paso que d¨¢bamos se requer¨ªa algo: alguien atrapado, un cuerpo, una persona que necesitaba atenci¨®n m¨¦dica. Esa noche camin¨¦ 42 kil¨®metros¡±, dice Alonso. ¡°Entramos en un bajo y, mientras apart¨¢bamos las ratas flotando, llegamos a una mujer subida a una caseta de dos metros. Hab¨ªa flotado sobre un colch¨®n¡±. A las cinco de la madrugada Alonso escucha gritos. ¡°?Ladr¨®n, ladr¨®n!¡±. El agua a¨²n no se hab¨ªa retirado y ya hab¨ªan empezado los saqueos. ¡°Estaban robando en una ¨®ptica¡±. Seguir¨¢n las siguientes noches.
Incomunicada y devastada, Paiporta tiene esa noche en sus calles arrasadas a un pu?ado de polic¨ªas locales que han perdido todos sus medios, una dotaci¨®n de la UME, un grupo de agentes de la Guardia Civil del cuartel destruido y una decena de bomberos. ¡°Los bomberos que llegaron esa noche hac¨ªan triaje. Yo los avis¨¦ de una vecina mayor herida, me preguntaron la edad y me dijeron que lo sent¨ªan. Y siguieron¡±, explica Antoni, que dedic¨® esa noche a ayudar a heridos. ¡°Pens¨¢bamos que al amanecer comenzar¨ªa a llegar el Ej¨¦rcito¡±, dice. ¡°Pero no ocurri¨®¡±.
El mi¨¦rcoles 30, primer d¨ªa posriada, no aparecen refuerzos. ¡°Solo vecinos deambulando, buscando familiares, detectando gente atrapada¡±, recuerda Antoni. ¡°Tambi¨¦n gente entrando en los supermercados destrozados a por comida¡±. A media ma?ana, en la entrada del pueblo se vuelve a formar una procesi¨®n, esta vez en sentido contrario: miles de familiares, amigos y voluntarios con ropa y alimentos. ¡°Lleg¨® el pueblo, no la Administraci¨®n¡±.
¡°La inundaci¨®n super¨® toda previsi¨®n, pero ese mi¨¦rcoles se ten¨ªa que haber ido a situaci¨®n 3. El Estado ten¨ªa que haber tomado el mando¡±, dice Chema. ¡°En Emergencias todav¨ªa no entendemos qu¨¦ pas¨®. Se da una respuesta tard¨ªa y desajustada¡±.
*Calle de Gabriel Mir¨®
El jueves 31 Sandra L¨®pez, psic¨®loga, vecina de la calle de Gabriel Mir¨®* , amanece en su casa frente al barranco con la mochila hecha. ¡°Pensaba que nos iban a evacuar y la hice ya el martes por la noche. Pero no vino nadie. Tampoco el jueves¡±. Fue el segundo d¨ªa de desamparo.
¡°La Generalitat no calibr¨® bien¡±, dice Chema Rodr¨ªguez. ¡°Rechazaron ayudas. Compa?eros de bomberos de Catalu?a pidieron ir y les dijeron que no. Es frustrante porque los medios estaban ah¨ª desde el primer d¨ªa¡±.
¡°Aunque ¨¦ramos un n¨²mero insuficiente de unidades, s¨ª estuvimos el mi¨¦rcoles y el jueves. Lo que pasa es que no pod¨ªamos atender a los vecinos, nuestra prioridad en esa fase de caos es detectar cuerpos y rescatar personas. Por eso, para muchos vecinos, fuimos invisibles¡±, explica un mando de la UME.
*Calle de Sant Roc
La insuficiencia del Estado desemboca en escenas como la de Paco, podador, vecino de la calle de Sant Roc * que prefiere no dar su apellido y que el jueves ¡ªdos d¨ªas despu¨¦s de la riada¡ª sigue aislado en su casa de planta baja donde vive con su hermana. Lograron ponerse a salvo en un habit¨¢culo del primer piso despu¨¦s de que el agua arrasase la casa. Sin agua, sin luz, sin m¨®vil, sin tan siquiera un colch¨®n, permanece junto a su hermana, en el suelo, dos d¨ªas atrapado. Una masa de barro y escombros de un metro de altura cubre su calle y la hace impenetrable, como tantas otras en Paiporta. ¡°Ten¨ªamos una monta?a de coches y fango en la puerta de casa¡±. Desde un ventanuco, Paco ve el cad¨¢ver de una chica. ¡°Estuvo ah¨ª un d¨ªa entero¡±. Tambi¨¦n le llam¨® la atenci¨®n una higuera. ¡°No hay higueras en kil¨®metros a la redonda de Paiporta¡±. La potencia del agua ha tra¨ªdo objetos y desechos que estaban a decenas de kil¨®metros y, de la misma forma, hay coches e incluso cuerpos que aparecer¨¢n en el mar, a m¨¢s de ocho kil¨®metros.
Los vecinos le suben alimentos con un cesto atado a una cuerda. ¡°Pero necesitaba medicaci¨®n para mi hermana. Y no vino nadie¡±. El viernes, 1 de noviembre, ayudado por voluntarios, se puso a escarbar con una pala y logr¨® salir. ¡°No me ha quedado nada. Solo lo que ves¡±, dice Paco mostrando su ropa llena de barro. ¡°La riada me ha llevado hasta el DNI. No s¨¦ ni c¨®mo empezar para rehacer mi vida¡±. En su sal¨®n el barro le cubre los tobillos. Los retratos de sus padres, ya fallecidos, cuelgan de la pared atravesados por la marca de la altura del agua. Paco, brazos en jarra, suspira. ¡°El mal ha venido a Paiporta¡±.
Adem¨¢s de las casas, el tejido econ¨®mico del pueblo tambi¨¦n ha sido borrado. Ni un solo negocio ha sobrevivido. Frente a su carnicer¨ªa destrozada, en la calle de Jaume I, Lidia Mu?oz, t¨ªa de Mar¨ªa, la vecina arrastrada por la riada, confiesa no tener fuerzas. ¡°Yo aqu¨ª lo dejo. No puedo remontar esto¡±. Paiporta exhibe sus locales reventados y enfangados, como heridas abiertas.
¡°?Sabes qu¨¦ pasa?¡±, dice Paco. ¡°Que aqu¨ª nadie va a olvidar los dos d¨ªas de abandono que sufrimos. Nunca¡±.
*Calle de Rafael Rivelles
A las tres de la tarde del martes, 5 de noviembre, un todoterreno de la Guardia Civil, seguido de un furg¨®n de servicios f¨²nebres, entra en la calle de Rafael Rivelles *. Los veh¨ªculos se detienen frente a un garaje donde varios militares de la UME esperan. Un juez y varios agentes forenses con EPI se meten en el aparcamiento. ¡°Estaba claro¡±, dice una vecina que observa la escena. ¡°Ten¨ªa que haber alguien ah¨ª abajo. Ay, Dios m¨ªo, qu¨¦ horror¡±. La vecina se lleva las manos a la cara y rompe a llorar. Una camilla saca un cuerpo metido en una bolsa de pl¨¢stico.
Una semana despu¨¦s del desbordamiento todav¨ªa quedan en Paiporta 175 garajes inundados, seg¨²n explica la Polic¨ªa Local. En dos de ellos aparecer¨¢n sendos cuerpos. Por eso, desde una ventana, un vecino con la voz rota grita: ¡°?Todav¨ªa ahora! ?Una semana despu¨¦s!¡±.
A estas alturas Paiporta es una mezcla entre una inmensa zona de obras y un escenario de guerra rodeado por controles de la Guardia Civil que regulan el acceso. Centenares de coches destrozados se apilan a las afueras, excavadoras, camiones, tractores y veh¨ªculos de autoridades circulan sobre el agua y el fango. En mitad de la vor¨¢gine dos vecinas se encuentran al doblar una esquina. Ambas llevan botas de goma y ropa que les han donado, como casi todo el mundo en Paiporta. ¡°Qu¨¦ alegr¨ªa verte, por favor¡±, le dice una a la otra mientras se abrazan y lloran. Desde hace una semana cada encuentro entre vecinos y conocidos se ha convertido en una certificaci¨®n de vida. Paiporta es un pueblo a flor de piel.
Las dotaciones de la UME y el Ej¨¦rcito llegan finalmente el viernes, despu¨¦s de los dos d¨ªas de desamparo. Se encuentran un pueblo en marcha. Laura L¨®pez, la hermana de Sandra, la psic¨®loga, ha organizado un puesto de reparto de comida en el auditorio. ¡°La gente est¨¢ destruida¡±, explica. ¡°Les damos comida y se echan a llorar¡±.
Estefan¨ªa Uribe, de 28 a?os, y Carlos S¨¢nchez, de 30, vecinos de la calle paralela al auditorio, esperan su turno en la cola. ¡°Lo m¨¢s incre¨ªble es que ah¨ª al lado¡±, Estefan¨ªa se?ala con la cabeza hacia la ciudad de Valencia, ¡°la vida es absolutamente normal¡±. Cuando uno atraviesa el cauce del Turia que separa Paiporta de Valencia deja atr¨¢s el barro, el olor a desag¨¹e, los coches destrozados y las calles devastadas y se encuentra gente tomando una cerveza en las terrazas. ¡°Pasas del marr¨®n al color en 10 minutos¡±, dice Carlos. ¡°El jueves estaban celebrando Halloween en Valencia y aqu¨ª est¨¢bamos recogiendo muertos¡±.
Los puestos de reparto se mantendr¨¢n semanas, pero al cabo de unos d¨ªas empezar¨¢n a pedir documentaci¨®n ya que vecinos de otras localidades aparecen con carros de la compra para llevarse enseres gratis.
Cuando llega el fin de semana, el primero tras la riada, los voluntarios conviven con militares, polic¨ªas y bomberos y llegan a conformar una suerte de Estado paralelo: patrullas para evitar saqueos, contingentes de limpieza que caminan cada d¨ªa m¨¢s de una hora desde Valencia y sacan toneladas de barro de bajos y garajes, electricistas, fontaneros, m¨¦dicos, psic¨®logos o grupos de j¨®venes repartiendo bocadillos y botas de agua. Abarrotan unas calles en las que se han formado hileras de muebles embarrados. La gente ha vaciado sus casas y los objetos dom¨¦sticos se amontonan en filas, cubiertos de lodo. Paiporta se convierte en un mapa de recuerdos destrozados. Mu?ecas, tostadoras, colchones, bicicletas, fotograf¨ªas, l¨¢mparas, zapatos¡, todo se funde en el barro. Los vecinos observan sus vidas amontonadas y destrozadas, a la espera de que las palas las recojan y se las lleven.
¡°Lo hemos perdido todo. La casa y la inmobiliaria. Se nos fue la vida¡±. El s¨¢bado, en la calle de Sant Josep, Jos¨¦ Pacheco, el socio y ¡°hermano¡± de Javier en la inmobiliaria, saca barro a paladas de su comedor ayudado por chavales voluntarios. Su esposa, Raquel; sus dos hijos, Ana y Daniel, y los abuelos lograron ponerse a salvo en la segunda planta, que se reduce a la habitaci¨®n donde ahora sobreviven. ¡°No te puedes imaginar lo duro que es tener que limpiar tu propia vida para que se la lleve una excavadora¡±, explica de pie en mitad de su sal¨®n, ahora vac¨ªo y enfangado. ¡°Barro, barro y m¨¢s barro. Por m¨¢s que limpiamos, ah¨ª sigue. El barro se te pega hasta en la mente¡±.
Los vecinos llevan noches sin dormir, funcionales como aut¨®matas programados para sacar barro sin que se les permita llorar o estar tristes. Eso vendr¨¢ m¨¢s adelante. En un contexto de hiperalerta, agotados, con la ropa mojada y sin un lugar para descansar, aparecen, a media ma?ana del domingo en visita oficial, el presidente del Gobierno, Pedro S¨¢nchez; el presidente valenciano, Carlos Maz¨®n, y los Reyes de Espa?a. Estalla una nueva riada, esta vez de rabia. S¨¢nchez es evacuado despu¨¦s de que un grupo de vecinos le arroje barro y le intente agredir. Maz¨®n se retirar¨¢ tambi¨¦n. Los Reyes aguantan, aunque son insultados y llevan la cara y la ropa manchadas de barro que les han lanzado. Algunos vecinos lloran de pura rabia.
Veinticuatro d¨ªas despu¨¦s de la riada, Edgar Garc¨ªa, vecino de la calle de Sant Josep, recibe un sms de la cooperativa en la que trabaja. Est¨¢ despedido por no acudir a su puesto. ¡°Les ha pasado a muchos vecinos. ?C¨®mo vamos a ir si hemos perdido el coche, la casa y todo?¡±, pregunta con las l¨¢grimas contenidas. Tania Agudo, su pareja, se confiesa agotada: ¡°Es como si el tiempo no pasase, todos los d¨ªas son el mismo¡±.
En la calle ya se ve el pavimento y la maquinaria se ha llevado por fin la mayor¨ªa de los escombros. Pero queda reconstruir el pueblo. ¡°Y no podemos hacerlo sin ayuda¡±, dice Edgar. Una ayuda que, a pocos d¨ªas de la Navidad, sigue sin llegar. ¡°Dos meses despu¨¦s y ning¨²n vecino ha recibido nada¡±, dice Jos¨¦ Pacheco. Javier Torrens explica que ha hecho cinco peritajes en la inmobiliaria y el seguro no les ha pagado ninguno. Con el a?o a punto de finalizar, la mayor¨ªa de los negocios siguen cerrados y muchos vecinos que han perdido la casa contin¨²an sin nada.
Paiporta, con apenas ya voluntarios ni periodistas en sus calles, se enfrenta ahora a s¨ª misma. ¡°El pueblo est¨¢ apagado¡±, dice Laura Requena. ¡°Es marr¨®n, huele mal, est¨¢ triste¡±. El polvo en suspensi¨®n ha dado el relevo al barro y se cuela en los bronquios, parte de la red de alcantarillado sigue bloqueada y el mal olor contin¨²a. ¡°Ahora es cuando empezamos a comprender lo que nos ha pasado¡±, dice Jos¨¦ Pacheco.
¡°Necesitamos un an¨¢lisis constructivo de las actuaciones que se llevaron a cabo, porque el protocolo est¨¢ bien¡±, dice Chema. ¡°Hay responsables en todo esto¡±.
Valentina, superviviente de la perfumer¨ªa, est¨¢ de baja por depresi¨®n. Laura Requena, que se encaram¨® durante horas a un ¨¢rbol, evita ver nada relacionado con la riada. Si lo hace, rompe a llorar. Y Mar¨ªa, la vecina que fue arrastrada por el agua, sufre pesadillas todas las noches. ¡°Estuve en shock semanas y he empezado a ir al psic¨®logo. Hay d¨ªas que estoy bloqueada por la ansiedad¡±. La marca del agua permanece.
Paiporta sigue hundida. Y sus vecinos pelean por reflotarla. No tienen intenci¨®n de rendirse. ¡°Saldremos adelante. Paiporta saldr¨¢ adelante¡±, dice Javier. ¡°Porque la ilusi¨®n que tenemos por ver Paiporta en color es m¨¢s grande que el agotamiento y la tristeza¡±.