Paco Ib¨¢?ez, el juglar rojo: ¡°Ya no hay indignaci¨®n, ya no hay opini¨®n, todo es yo, ?el ¡®yo¨ªsmo¡¯!¡±
El artista que cant¨® y canta a los grandes de la poes¨ªa en espa?ol cumpli¨® hace poco 90 a?os, de los que ha empleado m¨¢s de 60 en pisar escenarios de medio mundo y publicar un buen pu?ado de discos a caballo entre la creaci¨®n musical y el activismo pol¨ªtico. Lo celebra con un nuevo ¨¢lbum en ciernes y varios conciertos. Tiene 90 en el DNI pero, asegura, 30 en el esp¨ªritu.
Paco Ib¨¢?ez se morir¨¢ ¡ªy los dem¨¢s tambi¨¦n¡ª sin saber por qu¨¦ su adorado t¨ªo Ram¨®n, un kashero cascarrabias del pueblo de Aduna (Gipuzkoa), cada vez que ¨¦l le preguntaba ¡°?Zer moduz, osaba?¡± (?Qu¨¦ tal est¨¢s, t¨ªo?), le contestaba ¡°?Gaizkiiii!¡± (?Maaaal!). Pero qu¨¦ otra cosa es la vida que las grandes preguntas sin respuesta o con respuesta indescifrable. ?l, al contrario que el osaba Ram¨®n, se encuentra bien, gracias. Si no, no se explicar¨ªa que los 90 ...
Paco Ib¨¢?ez se morir¨¢ ¡ªy los dem¨¢s tambi¨¦n¡ª sin saber por qu¨¦ su adorado t¨ªo Ram¨®n, un kashero cascarrabias del pueblo de Aduna (Gipuzkoa), cada vez que ¨¦l le preguntaba ¡°?Zer moduz, osaba?¡± (?Qu¨¦ tal est¨¢s, t¨ªo?), le contestaba ¡°?Gaizkiiii!¡± (?Maaaal!). Pero qu¨¦ otra cosa es la vida que las grandes preguntas sin respuesta o con respuesta indescifrable. ?l, al contrario que el osaba Ram¨®n, se encuentra bien, gracias. Si no, no se explicar¨ªa que los 90 a?os que cumpli¨® el 20 de noviembre los afronte ni m¨¢s ni menos que preparando un nuevo disco ¡ª?rase una vez¡ª con alguna composici¨®n in¨¦dita y nuevos arreglos y adaptaciones de temas viejos, y con una minigira que le llevar¨¢, de momento, a Barcelona (Palau de la M¨²sica, 16 de enero), Madrid (Teatro Coliseum, 27 de enero) y Bilbao (Teatro Campos El¨ªseos, 15 de febrero), aunque ya tiene previsto otro recital sin fecha confirmada en Par¨ªs.
Para quien ¡ªen tiempos como estos de genios musicales espa?oles y latinos a repetici¨®n y fotocopiamente ocupando sin desmayo la primera plana¡ª no conozca a Paco Ib¨¢?ez, hay que empezar diciendo que hablamos de un pionero. ?l fue el cantautor que empez¨® a poner voz y guitarra hace m¨¢s de 60 a?os a los grandes de la poes¨ªa en espa?ol. Desde G¨®ngora y Lorca hasta Jos¨¦ Agust¨ªn Goytisolo y Gil de Biedma pasando por Neruda, Rub¨¦n Dar¨ªo, Blas de Otero, Celaya, Cernuda, Alberti o Miguel Hern¨¢ndez, su timbre ronco y feroz ha retumbado en escenarios de medio mundo y en sucesivos discos convertidos ya en cl¨¢sicos, siempre en un cruce de caminos entre la creaci¨®n musical y un incansable activismo de izquierdas que lo convirti¨® en presa recurrente de la censura franquista.
Nacido en Valencia de un valenciano y una guipuzcoana que se hab¨ªan conocido en Par¨ªs, su biograf¨ªa marea un poco. Tras vivir en Valencia y en Barcelona, la familia se exili¨® en Francia tras la derrota de la Rep¨²blica en la Guerra Civil. El padre, un ebanista anarquista del que ¨¦l aprender¨ªa el oficio, fue detenido e internado en los campos de trabajo de Saint-Cyprien y Argel¨¨s-sur-Mer, en el sur de Francia. Fue cuando la madre y los hijos regresaron a Espa?a, instal¨¢ndose en San Sebasti¨¢n. El peque?o Paco fue enviado entonces a Apakintza, el caser¨ªo familiar de Aduna, con sus t¨ªos y abuelos. All¨ª, cantando a las vacas y a las ovejas, se fragu¨® el vascoparlante que es (habla castellano, euskera, catal¨¢n, franc¨¦s, italiano y hebreo), recuerdos que recoger¨ªa en 1999 en su disco Oroitzen (Recordando). En 1948, su madre, sus tres hermanos y ¨¦l cruzaron la frontera y se reunieron en Perpi?¨¢n con el padre. Tras unos a?os all¨ª, marcharon a vivir a Par¨ªs, ciudad que cambiar¨ªa la vida de Paco Ib¨¢?ez. All¨ª conoci¨®, en 1955 y durante un concierto en la sala Olympia, a Georges Brassens, que a la postre ser¨ªa el clic que le llevar¨ªa a dedicarse a la canci¨®n. El m¨²sico que se march¨® A galopar con Alberti ha vivido en Valencia, Barcelona (varias veces), Madrid, Perpi?¨¢n, Aduna, Par¨ªs (varias veces) y ahora, desde hace dos a?os, lo hace con su compa?era Julia en Camallera, un pueblecito perdido del Empord¨¤. All¨ª nos sentamos con ¨¦l para hablar del ayer pero, sobre todo, del hoy. Que del ma?ana, ya si eso.
Si yo le preguntara c¨®mo es que con 90 a?os prepara un nuevo disco y una serie de conciertos, usted podr¨ªa contestar con toda ley que los 90 es una edad como otra cualquiera, ?no?
S¨ª, pero tambi¨¦n dir¨ªa que esos 90 a?os han pasado en cuatro meses. Joder. Yo oigo eso de que tengo 90 y digo: ?pero si yo sigo teniendo 30! Treinta m¨¢ximo. Eso es un sentimiento, ?eh?, no es f¨ªsicamente medible, claro, pero lo tengo aqu¨ª y aqu¨ª [se se?ala la cabeza y el coraz¨®n]¡ bueno, y en la musculatura, claro. Y en el car¨¢cter.
?Qu¨¦ le pide el cuerpo? ?Cantar lo de siempre, poner voz a los poetas, o cantar cosas nuevas que sorprendan a sus seguidores?
No¡ que sorprendan, no, pero que lo vivan, que vivan esas canciones de verdad. Que las canciones nuevas se metan dentro de ellos, dentro de su cuerpo y de su alma. O sea, a ver¡ ?d¨®nde est¨¢ el campe¨®n del mundo de la canci¨®n? [Paco Ib¨¢?ez busca y rebusca por encima de la mesa y coge entre sus manos un libro sobre Georges Brassens]¡ ah, s¨ª, aqu¨ª est¨¢. Mira, t¨² cantas una canci¨®n de Brassens y, joder, parece que hay m¨¢s luz, parece como que te acompa?a algo positivo, y que ese algo se lo puedes ofrecer a otros. A eso me refiero.
Ese se?or es Dios para usted, ?no?
Dios no s¨¦ d¨®nde est¨¢. Pero si existe, pues a lo mejor es Brassens.
No s¨¦ d¨®nde est¨¢ Dios, pero si existe a lo mejor es Brassens
?Puede contar aqu¨ª su primer encuentro con ¨¦l, aquella noche de 1955 en el Olympia de Par¨ªs?
Bueno, a ver, cuando nos fuimos de Perpi?¨¢n a vivir a Par¨ªs, yo escuchaba en la radio y por las calles todo el tiempo aquello de ¡°?Gare aux gorilles!¡± [¡±Cuidado con los gorilas¡±, estribillo de una de las canciones m¨¢s populares de Brassens, Le gorille]¡ ?y no me gustaba nada aquello! T¨² comparabas aquello con cualquier canci¨®n, yo qu¨¦ s¨¦, de Antonio Mach¨ªn o de Negrete, y no hab¨ªa comparaci¨®n. Yo me dec¨ªa: ¡°Estos franchutes no tienen ni puta idea de lo que es cantar, joder¡±, y venga todo el tiempo ¡°?Gare aux goriiiiilles!¡± [canturrea el estribillo]. Estaba hasta las narices. Pero un buen d¨ªa conoc¨ª a Pierre Pascal, que fue el que tradujo las letras de Brassens al espa?ol, y me ense?¨® sus canciones, las letras, y dije: ¡°Joder, ?este t¨ªo es el de los gorilas? ?Si es un genio!¡±. Y una noche Pierre Pascal me lo present¨® en el Olympia. Y unos d¨ªas despu¨¦s, en casa de unos amigos comunes, mi padre hizo una paella para Brassens. Y mira que soy agn¨®stico, pero creo que me puse a rezar para que a mi padre le saliera bien aquella paella, y, s¨ª, sali¨® una paella de la hostia. Y a partir de ah¨ª entr¨¦ en su mundo, en el mundo de la canci¨®n profunda¡ que es Brassens.
?Cree que fue gracias a ¨¦l que ha sido usted el Paco Ib¨¢?ez que hemos tenido?
En parte, seguro que s¨ª. Me capt¨®. Y a partir de ah¨ª, todo lo que hice part¨ªa de su repertorio. Y otro que tambi¨¦n tiene miga es Leo Ferr¨¦, qu¨¦ t¨ªo. Una noche fuimos a verle a un teatrillo de la zona de R¨¦publique, y al final me lo presentaron. Cuando me vio, me agarr¨® la cara y me mir¨® fijamente y se ech¨® a llorar¡ ?nunca supe por qu¨¦, a qui¨¦n le recordar¨ªa yo! Y no s¨¦ por qu¨¦ cuento yo esto ahora [y se pone a cantar Avec le temps, de Ferr¨¦].
Eso que ha dicho antes de entrar en el alma de la gente¡ se dice f¨¢cil, pero parecen palabras mayores. ?C¨®mo se hace eso?
Bueno, tienes que tener buen material para poder ofrecer.
No creo que sea s¨®lo eso¡ tambi¨¦n habr¨¢ que tener arte para introducir ese material, ?no? Hay creadores con ¡°buen material¡± que no siempre tienen garantizada la virtud de entrar. Si tuviera que retratarse, ?qu¨¦ virtud cree que ha tenido para ser capaz de ¡°entrar¡± en el p¨²blico?
Para entrar en el alma de la gente tienes que coger la canci¨®n y cantarla¡ y no s¨®lo cantarla, sino representarla tambi¨¦n.
¡°Representar una canci¨®n¡¡±, interesante. ?Y cree que el p¨²blico, al escucharlas, pensarlas y disfrutarlas, tambi¨¦n construye un poco las canciones?
Digamos que no crea la planta pero s¨ª la riega. Esa ser¨ªa la imagen. Cada vez que un espectador escucha la canci¨®n y la disfruta, va regando la planta. Y eso es lo que pasa con La mala reputaci¨®n, de Brassens, o con A galopar, de Alberti, ?qui¨¦n no las conoce ya?, pero cada vez cambian. Y le llegan al alma. Y entonces ¨¦l tiene ganas de transmit¨ªrsela a otro. O a ¨¦l mismo otra vez¡ Miles de personas cantando juntas A galopar¡ les da vida, es como una inyecci¨®n de vida.
Y cuando lo hacen, o cantan otra canci¨®n en medio de un recital, ?usted les ve las caras, interpreta esas caras?
No veo las caras, oigo las caras. Y me gusta.
?Qu¨¦ cree que supone, en tiempos como estos¡
?En tiempos de ignominia, como dec¨ªa Jos¨¦ Agust¨ªn Goytisolo?
Eso es. ?Qu¨¦ supone en tiempos as¨ª acudir a un teatro a escuchar a un cantautor que, adem¨¢s, canta textos de poetas? O directamente: ?qu¨¦ supone leer poes¨ªa? ?No es casi un acto de rebeli¨®n?
Supone la necesidad que tiene mucha gente de escuchar o leer palabras que dan vida, y que animan cuando uno est¨¢ bajo de moral. Palabras que hacen que te comas el mundo. Exagero, pero esa es la funci¨®n de los poemas y de las canciones. Crear conciencias, tambi¨¦n.
?Le gusta pensar que, cant¨¢ndolos, usted al final tambi¨¦n hace un poco esos poemas?
Lo que me da por pensar a veces es: ¡°Joder, he tenido suerte, suerte de poder cantar a todos estos poetas, pero habr¨ªa tenido doble suerte si encima esos poemas los hubiera escrito yo¡±.
Eso no vale. O sea, haber sido usted Cernuda, G¨®ngora, Alberti, Gil de Biedma y Lorca y todos los dem¨¢s a la vez, ?no?
?Exactamente! No, en serio, mi misi¨®n principal ha sido poner mis canciones al servicio de todos ellos, de sus poemas, ponerlos en primera fila para que la gente los escuche y en muchos casos los descubra. Si t¨² tienes el poder de transmitir eso con el coraz¨®n y no lo haces, ser¨¢s un desgraciado.
Pero cantar a los grandes poetas es muy arriesgado. A Paco Ib¨¢?ez le ha salido bien en toda su carrera, pero si sale mal poner voz a Lorca, a Cernuda, a G¨®ngora¡ se nota mucho m¨¢s, el margen para hacer el rid¨ªculo crece.
Ya, pero eso pasa en todos los oficios, ?no? Si lo que haces en tu profesi¨®n lo haces mal, ?pues malament, como dicen los catalanes!
O gaizki¡
?O gaizki, como dec¨ªa el t¨ªo Ram¨®n! No, pero volviendo a eso: o te sale o no te sale, o aciertas o no aciertas. Y t¨² eres el primero, con tu criterio, que puedes ver que eso o lo otro te ha salido una caca, que no est¨¢ ni para cantarlo en casa. Ahora bien, ?por qu¨¦ me sali¨® a m¨ª, por ejemplo, la Canci¨®n del jinete, de Lorca?
?Por qu¨¦?
Pues porque mis padres, en Perpi?¨¢n y en Par¨ªs, nos llevaron de muy j¨®venes a los teatros para ver a los flamencos bailar y cantar, a Antonio el Bailar¨ªn, a Pilar L¨®pez, a Teresa y Luisillo¡ Nos llevaban al Th¨¦?tre des Champs-Elys¨¦es y nos impregn¨¢bamos de flamenco, y el director del teatro, como ve¨ªa que nos interesaba tanto, nos dejaba andar por all¨ª todo el tiempo, y eso se queda dentro aunque t¨² no te enteres, si no, ?de qu¨¦ iba yo a tener dentro de m¨ª toda esa materia prima? Y al final, cuando vas a hacer una canci¨®n, pues claro, sale. Y toda esa impregnaci¨®n de la que hablaba fluye, y entonces llega un momento que dices: ¡°?Co?o, que esto ya no es un poema, es una canci¨®n!¡±.
Sabiendo casi seguro que no habr¨¢ respuesta¡ ?cu¨¢l de todos esos poetas que ha cantado, si tuviera que quedarse con uno, le sigue quitando el alma?
No s¨¦, pero¡ f¨ªjate G¨®ngora, La m¨¢s bella ni?a fue una de las primeras canciones que hice, ?y sin embargo no pude ir a ver a G¨®ngora a ning¨²n teatro, ja, ja, ja! F¨ªjate G¨®ngora, cuando escribe ¡°Dejadme llorar / Orillas del mar¡±. No escribe ¡°Dejadme llorar / A orillas del mar¡±, eso ser¨ªa romanticismo barato, le quita la ¡°a¡± casi sin que nadie se d¨¦ cuenta. ¡°Dejadme llorar / Orillas del mar¡¡±, eso tiene una dimensi¨®n tremenda. Se produce ah¨ª un potaje inmenso. ?Le pides al mar que te deje llorar! [y Paco Ib¨¢?ez se pone a cantar la canci¨®n de La m¨¢s bella ni?a].
Pues hay gente que cuando ve a alguien leyendo poes¨ªa, le pone cara como de querer decirle que est¨¢ en otro planeta¡
S¨ª, como de decir ¡°este se ha quedao en el apeadero¡±.
Y con los cantautores cl¨¢sicos empieza a pasar lo mismo. Llam¨¦ a una de las discogr¨¢ficas m¨¢s importantes que, adem¨¢s, public¨® alguno de sus discos. Le dije a un se?or a ver si me pod¨ªa ayudar a encontrar el tel¨¦fono de Paco Ib¨¢?ez. Dijo: ¡°No s¨¦ qui¨¦n es, ni me suena¡±.
?Qu¨¦ dijo, ¡°Paco me suena pero Ib¨¢?ez no, no?, ?ja, ja, ja!
Un adorno es algo que te pones y te quitas y ya est¨¢, pum. Y si se trata de una canci¨®n, pues eso se queda en algo de paso, en una frivolidad
Le voy a leer una frase.
A ver.
¡°Nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno¡±.
?Esto quiere decir de alguna forma que en una canci¨®n el mensaje debe prevalecer? ?Est¨¢ de acuerdo con eso?
Claro, porque un adorno es algo que te pones y te quitas y ya est¨¢, pum. No permanece. Entonces, si se trata de una canci¨®n, pues se queda en una canci¨®n de paso, en una frivolidad. Pero una canci¨®n que queda dentro de ti porque tiene profundidad, eso ya no es un adorno. No te la quitas de encima como quien se quita una corbata que se ha puesto para adornarse. Entra con fuerza y se queda en la gente.
?Le gusta pensar que usted no lo ha sido? Fr¨ªvolo.
Hombre, yo no s¨¦ si he conseguido esa fuerza que me he propuesto tener, pero que la quer¨ªa tener, de eso s¨ª estoy seguro. Y es lo que he perseguido. ?Si lo he conseguido? Mejor. ?Qu¨¦ no lo he conseguido? Pues nada, en la pr¨®xima vida me dedicar¨¦ mejor a ello.
Un amigo suyo, el artista Frederic Amat, escrib¨ªa hace poco un art¨ªculo refiri¨¦ndose a la forma de cantar de Paco Ib¨¢?ez, y hablaba de ¡°la dificultad de combinar vocaci¨®n est¨¦tica con preocupaci¨®n c¨ªvica¡±. ?Ha sido esa su vocaci¨®n?
Simplemente quiere decir que quieres que el ¨¢rbol d¨¦ sus frutos. Que d¨¦ buenas manzanas, reineta a poder ser.
Por ejemplo: ¡°A galopar hasta enterrarlos en el mar¡±, de Alberti, suena a la vez hermoso y terrible. Es bello y es eficaz, ?no?
?Enterrarlos hasta que desaparezcan! ?Y adem¨¢s en el mar! Qu¨¦ imagen, ?no? Es un poeta deseando a algunos lo que se merecen¡ pero escribi¨¦ndolo as¨ª de acertado. ¡°Hasta enterrarlos en el mar¡± tiene una fuerza de la leche.
Si la letra se refiere a quienes parece, la cosa se est¨¢ poniendo complicada. Est¨¢n ah¨ª, y subiendo.
?Hombre, que si est¨¢n! Pero est¨¢n porque les dejan estar. Ya no hay indignaci¨®n, ya no hay opini¨®n. F¨ªjate lo que est¨¢n haciendo los israel¨ªes con los palestinos. Y nadie se inmuta, nadie grita socorro. La gente dice: ¡°Ufff, mira eso que ha pasado, no me gusta¡±, hala, y a otra cosa, muchachos. La gente no se interesa por lo que les pasa a los dem¨¢s. Todo es yo, yo, yo. ?El yo¨ªsmo!
?Qu¨¦ le parece que cada vez haya m¨¢s gente joven dispuesta a votar a formaciones de ultraderecha?
?Esos se equivocaron al nacer!
Si no fuera feroz, esa observaci¨®n ser¨ªa c¨®mica. ?Y no cree que una de las razones puede ser que la ultraderecha ofrece mensajes simples y directos, sin gama de grises y f¨¢ciles de comprar, tipo ¡°esto es blanco o negro¡± y ¡°est¨¢s conmigo o contra m¨ª¡±?
?C¨®mo que no existe la gama de grises?
No, digo que parece no existir para seg¨²n qui¨¦n. Para los extremistas de cualquier signo no existe¡
?Grises? ?C¨®mo se nota que t¨² no has dado un concierto en el Teatro de la Comedia de Madrid en 1968! ?Porque aquello s¨ª que estaba lleno de grises! Es broma, ?eh? All¨ª estaba cantando yo, canciones que estaban prohibidas, y se empez¨® a calentar la sala, y empezaron a aparecer los grises con sus mosquetones. Pens¨¦: ¡°Me cago en la puta, la que se va a armar aqu¨ª. Va a haber potaje¡±. Pero el tipo que organiz¨® aquel concierto, no s¨¦ c¨®mo lo consigui¨®, pero logr¨® que todas las canciones pasaran la censura. Incre¨ªble. ?Y por qu¨¦ estaba yo hablando de esto?
Por lo de que, para los extremistas, no hay gama de grises. O blanco o negro. Y que hay gente joven que est¨¢ comprando eso, sobre todo a la ultraderecha. Bueno, joven y mayor.
?Ah, s¨ª! Bueno, es casi una reacci¨®n deportiva, tal y como yo lo veo. Votan a esa gentuza sin darse cuenta de lo que est¨¢n provocando, de que son sinverg¨¹enzas jugando su baza. Lo peor es que no hay conciencia de lo que esa gente representa. Qui¨¦n iba a decir que la derecha y la ultraderecha se iban a imponer un poco por todos lados¡
Hombre, la izquierda y la extrema izquierda tambi¨¦n tendr¨¢n un poco de culpa, ?no?
Mmmmm¡ s¨ª, bueno, claro, supongo.
?Y qu¨¦ piensa hacer usted?
Seguir siendo el que soy.